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Stefan Zweig no era ni tan pacifista ni europeísta: "Alemania debe golpear con los dos puños"
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las dos caras del escritor

Stefan Zweig no era ni tan pacifista ni europeísta: "Alemania debe golpear con los dos puños"

La editorial Bauplan publica por primera vez en español ocho artículos en los que el escritor austriaco defendió ir a la guerra en 1914 y exaltó la fuerza de la voluntad del pueblo austriaco y alemán

Foto: Stefan Zweig hacia 1930, cuando ya se había asentado su imagen pacifista. (Getty Images)
Stefan Zweig hacia 1930, cuando ya se había asentado su imagen pacifista. (Getty Images)

Stefan Zweig ha pasado a la historia, sobre todo en España, por ser el gran escritor pacifista y europeísta de entreguerras. Pero, como (casi) todos, él también tuvo sus propios cadáveres en el armario. Uno de los aspectos más contradictorios del autor de El mundo de ayer fue, precisamente, el fervor belicista que mostró en 1914 y 1915, en los inicios de la I Guerra Mundial. Ahí no hizo ningún llamamiento en sus artículos periodísticos ni a la calma, ni al europeísmo ni a la negociación ni a la diplomacia; al contrario, exaltó a Alemania y a Austria para ir a la guerra, para coger las armas y acabar con Francia con frases como “ahora Alemania debe golpear con ambos puños, de derecha a izquierda, para escapar del doble confinamiento al que le someten sus enemigos” (6 de agosto de 1914, Neue Freie Presse, de Viena). Todos tenemos una hemeroteca.

La buena fama de Zweig en nuestro país se la debemos en gran parte al magnífico editor Jaume Vallcorba, que puso en marcha la editorial Acantilado y que rescató la novelística, las biografías y las memorias del austriaco, que ya había tenido un éxito monumental en su propia época. Ahí hemos podido leer en estos últimos años en español las maravillosas (y bestseller) 24 horas en la vida de una mujer, Carta a una desconocida, Novela de ajedrez, el ya citado El mundo de ayer, El librero Mendel y biografías como la de María Antonieta, Fouché o Verlaine, por citar solo algunas. Y es ahí donde leíamos sobre esa formidable Viena de cafés e intelectuales… Ese mundo fantástico que se acabaría con la terrible guerra.

placeholder 'El mundo insomne de 1914', ocho artículos de Stefan Zweig. (Editorial Bauplan)
'El mundo insomne de 1914', ocho artículos de Stefan Zweig. (Editorial Bauplan)

“Jaume Vallcorba fue muy listo porque aquellos libros daban una imagen de Europa que permitía una cierta tranquilidad, una cierta confianza en momentos de crisis, ya que señalan que cualquier tiempo pasado fue mejor, especialmente para Europa. Y se convirtieron en la gallina de los huevos de oro. Son libros que se leen en el metro, en los aeropuertos… También hubo un boom de Zweig tras la II Guerra Mundial por lo mismo, esa cosa de la literatura como refugio”, explica a El Confidencial Antoni Martí, profesor de Literatura de la Universidad de Barcelona, experto en escritores de principios del siglo XX con libros como Poética del Café, y que también fue alumno de Vallcorba.

Precisamente, fue Martí quien le dijo al editor que algún día habría que publicar los artículos periodísticos en los que, como ocurría en los Diarios, la imagen de Zweig ya no era tan buena. “Todo esto en Alemania, en Viena, ya estaba perfectamente claro. Porque allí los lectores tenían la obra completa de Stefan Zweig, incluidos los artículos. Y sobre todo los diarios y el epistolario, porque ahí también hay auténtica dinamita. Pero Acantilado acabó abusando un poco de Zweig en su parte buena”, relata Martí, quien finalmente sí ha conseguido publicar por primera vez los artículos polémicos en español en la pequeña editorial Bauplan. El mundo insomne de 1914 son ocho textos escritos entre 1914 y 1915 más uno de 1909… y cambian totalmente la visión que uno puede tener de Zweig.

En 'Unas palabras sobre Alemania' (6 de agosto de 1914) habla de hacer caso a la voluntad del pueblo... leído hoy suena perversamente nazi

“Zwei Zweig”, dice el propio Martí en el prólogo de este librito, es decir, “Dos Zweig” en su traducción del alemán. Porque es lo que podemos observar: un personaje profundamente contradictorio y doble. “Yo me sentí muy desengañado cuando leí esto. Porque yo admiro profundamente a Stefan Zweig y esto yo no me lo esperaba. Aunque también es cierto que autores, también vieneses, como por ejemplo Robert Musil, Karl Krauss o más recientemente Claudio Magris, ya expresaron sus dudas sobre Stefan Zweig como europeísta-pacifista”, manifiesta el profesor.

El primer artículo Viaje de vuelta a Austria (1 de agosto de 1914) cuenta cómo el estallido de la guerra le pilla en Ostende (Bélgica) y tiene que volver apresuradamente a Viena en tren. Va contando en tiempo real qué sucede en ese tren, cómo se comporta la gente… Y prácticamente acaba llamando a las armas a los vieneses. Este mismo trayecto lo cuenta después en El mundo de ayer de 1942 y ya la visión no es igual. “Las memorias son de una belleza literaria tan absolutamente impresionante que eclipsa toda posibilidad de duda al respecto. Él lo que intenta ahí es un relato, es literatura. Pero eso no lo convierte en un mentiroso. Lo que pasa es que él necesitaba explicarse una serie de cosas sobre sí mismo”, apunta Martí.

De hecho, para este estudioso, entre las razones que podrían haber llevado a Zweig al suicidio son estas grandes contradicciones con respecto a la guerra. Algo que, por otra parte, ya había olisqueado la filósofa judía Hannah Arendt. En una reseña que escribió de El mundo de ayer tras publicarse manifestó que Zweig no había podido vivir con ciertas contradicciones. Es probable, dice Martí, que Arendt sí recordara aquellos artículos famosos.

Entre las razones que podrían haber llevado a Zweig al suicidio son estas contradicciones con respecto a la guerra. Algo que ya vio Arendt

También, dice Martí, el peso de la contradicción aparece en cuentos como El librero Mendel, de 1929 -un relato extraordinario sobre cómo un librero acaba siendo apresado por fuerzas nacionalistas- que comienza con una especie de “yo no me di cuenta de que todo esto [la guerra] estaba empezando…”. “Puede ser osado lo que digo, pero creo que ahí estaba hablando de él para excusarse…”, manifiesta.

Es tremendo leer hoy Unas palabras sobre Alemania (6 de agosto de 1914) donde habla de la unidad de Alemania y Austria y de hacer caso a la voluntad del pueblo, a la fuerza de la masa… algo que lleva a pensar directamente en los nazis. Es diabólicamente perverso ya que Zweig era judío (y los nazis, cuando llegaron décadas después, no tuvieron con él ningún miramiento).

“Es que pensaba que como formada parte de las élites espirituales europeas, los nazis no irían a por él. Incluso estuvo redactando libretos de ópera para Richard Strauss cuando ya estaba clarísimo que era un nazi. Esa ingenuidad de Stefan Zweig se daba porque creía en la Bildung alemana, es decir, que a través de la educación se conseguía la dimensión de ser considerado ciudadano. Pero los nazis sustituyeron la Bildung por el Geist, por el espíritu, por la sangre, y ahí Zweig ya estaba condenado”, cuenta Martí. Y esto es lo que después le reprochería Arendt cuando dijo aquello de que durante muchos años no supo escribir como judío… sino como vienés. Y eso no le salvó.

Amigos convertidos en enemigos

Uno de los artículos que más encoge el corazón es A los amigos del extranjero (19 de septiembre de 1914) en el que dice a sus amigos de Francia, Bélgica e Inglaterra que, debido a la guerra y a que pertenecen a países enemigos, deben dejar de hablarse hasta que todo termine. Es triste, es hasta inmoral. Uno de ellos, Romain Rolland, dolido, le contestó: “Yo soy más fiel que usted a nuestra Europa, querido Stefan Zweig, y jamás abandonaré a mis amigos”. Desde entonces, Zweig y Rolland tendrían una relación complicada… El francés llegaría a dejar fuera al austriaco en la revista Europe que lanzó en 1920. A lo que Zweig, cuando la recibió, contestó: “No me entusiasma la forma anticuada, tímida y esquemática de este esfuerzo”. Otro que estaba enfadado.

placeholder Zweig (izquierda) junto a su editor en EEUU B. W Huebsch hacia 1930. (Getty Images)
Zweig (izquierda) junto a su editor en EEUU B. W Huebsch hacia 1930. (Getty Images)

“En algún momento de sus diarios llega a decir, tenemos que destruir a nuestros enemigos a los cuales tanto amamos”, comenta Martí, “y es que claro, leyendo todo lo de Stefan Zweig te das cuenta de muchos más matices de los que él plantea a primera vista. Por eso durante años he reclamado que se publicase todo. Porque si no podemos leer todo Stefan Zweig, no podemos comprender el alcance de su figura y no podemos entender por qué se suicidó”.

El Zweig que se creó a sí mismo

El mundo de ayer nos habla de la Viena de los cafés, de la intelectualidad y los artistas a comienzos del siglo XX. Tampoco era del todo cierto. El imperio austrohúngaro ya había empezado a desmoronarse por el este, por Galitzia, y centenares de judíos pobres huían hacia las capitales del imperio, Viena y Budapest. “Así que en esos momentos Viena era la ciudad con más problemas de desestructuración social de Europa, con más paro, con más miseria, con más hambre en las calles. Eso no encaja con esa visión de que en Viena éramos todos felices. Pues unos sí, pero otros no”, manifiesta el profesor.

Otro escritor austriaco contemporáneo, Joseph Roth, que, no obstante, era amigo de Zweig, edulcoró mucho menos la situación. Roth no cuenta que no se enteró de que llegó la guerra ni de que Viena era la absoluta felicidad. “Al contrario, él escribió que nuestra generación fue masacrada en la Primera Guerra Mundial porque nuestros padres y nuestros abuelos nos enviaron a morir allí. Y cuando los pocos que sobrevivimos volvimos a Viena, nos encontramos con que las mujeres con las que estábamos destinados a casarnos, se las habían follado nuestros padres y nuestros abuelos”, remacha Martí.

Estos artículos sirven para comprobar que la vida es complicada y que la literatura está para poner luz en la confusión. Todo está lleno de matices

Pese a las ambivalencias de Zweig en diferentes épocas de su vida, él continuó teniendo el reconocimiento de sus iguales, aunque muchas veces tampoco se soportasen (no se llevaba nada bien con Karl Kraus, por ejemplo). Y tuvo un enorme éxito con sus libros, sobre todo en los años veinte y treinta, donde publicaba hasta en EEUU. “Era ya una estatua dotada de movimiento”, corrobora el profesor. Y tanto tiempo después las contradicciones que hoy le podemos leer nos sirven, como asegura Martí, para comprobar que la vida es muy complicada y que la literatura a veces sirve para poner luz en toda esta confusión. Hay que leerlo todo para observar todos los matices. Y que también hay que ponerse en 1914 quizá como ahora hay que ponerse en 2025 y no en otro momento. Y que, como zanja el propio Martí, con sus luces y sus sombras, “Zweig sigue siendo imprescindible”.

Stefan Zweig ha pasado a la historia, sobre todo en España, por ser el gran escritor pacifista y europeísta de entreguerras. Pero, como (casi) todos, él también tuvo sus propios cadáveres en el armario. Uno de los aspectos más contradictorios del autor de El mundo de ayer fue, precisamente, el fervor belicista que mostró en 1914 y 1915, en los inicios de la I Guerra Mundial. Ahí no hizo ningún llamamiento en sus artículos periodísticos ni a la calma, ni al europeísmo ni a la negociación ni a la diplomacia; al contrario, exaltó a Alemania y a Austria para ir a la guerra, para coger las armas y acabar con Francia con frases como “ahora Alemania debe golpear con ambos puños, de derecha a izquierda, para escapar del doble confinamiento al que le someten sus enemigos” (6 de agosto de 1914, Neue Freie Presse, de Viena). Todos tenemos una hemeroteca.

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