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No cuentes, no digas, no escribas o atente a las consecuencias
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Paula Corroto

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No cuentes, no digas, no escribas o atente a las consecuencias

¿Cuántos libros no han causado dolor en muchas personas? ¿Qué ocurre, por ejemplo, con libros que narran asesinatos de ETA? ¿Se tenía que haber prohibido la entrevista de Jordi Évole a Josu Ternera?

Foto: El escritor Luisgé Martín. (EFE/Armando Arorizo)
El escritor Luisgé Martín. (EFE/Armando Arorizo)
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Hay varias cosas que me han sorprendido del caso Bretón/Luisgé Martín ocurridas en las últimas tres semanas. Por los giros, por los marcos mentales creados… y porque se abre una espita un poco inquietante cuando se decide no publicar un libro que ya estaba a punto de llegar a las librerías. Estos días, Anagrama me ha recordado un poco a Netflix cuando decidió que la actriz principal de su película, Karla Sofía Gascón, fuera recluida bajo siete candados antes de que fuera la gala de los Oscar. Ese libro no gustaba, esos tuits no gustaban… Pues a la cueva y chitón.

Haciendo un poco de cronología, que en estos casos no viene mal para colocar ciertos hechos en su sitio, no hay que olvidar que una vez que se supo que Luisgé Martín iba a publicar un libro sobre Bretón, el asesino de sus propios hijos que cumple una condena de 40 años en la cárcel, a partir de cartas y una entrevista con él, las noticias que se dieron fueron que confesaba por primera vez el crimen… Nada más. Sí, empezaba a haber revuelo en las redes y en los comentarios, pero venían de personas que creían que a este hombre no había que entrevistarle y que si por ellos fuera no debía salir jamás de la cárcel.

Tuvo que pasar una semana en la que nadie escribió ni dijo nada, hasta que la madre, Ruth Ortiz, puso una denuncia para pedir la paralización de la distribución del libro por atentar contra el derecho a su honor, intimidad e imagen y también la de sus hijos. Pocas horas después y ante un burofax enviado a Anagrama, la editorial decidió, sin contar con ninguna decisión judicial, paralizar el lanzamiento. Comenzaba otra fase del caso que esta vez sí se llenó de columnas, artículos que insistían en el dolor de la madre, en la violencia vicaria… y acto seguido ese esquema mental cobró relevancia en las redes. El dolor de la madre era motivo suficiente para que se censurara el libro, se argumentaba sin haberlo leído siquiera. Anagrama tardó otros dos días en reaccionar con un comunicado en el que defendía al libro, al autor y ponía por delante la libertad de creación, pese a que entendía perfectamente el dolor de la madre y las monstruosidades cometidas por Bretón.

placeholder Este libro ha sido cancelado
Este libro ha sido cancelado

Después llegó la tercera fase: el juez decidió que el libro debía ser publicado, la Fiscalía lo recurrió, los mensajes de cancelación siguieron aumentando… y la editorial decidió, antes de que hubiera resolución judicial, cancelar la publicación indefinidamente. Todo lo contrario a lo que había esgrimido apenas días antes. Autor y libro sentenciados sin sentencia.

Hasta aquí los hechos. Después, las opiniones.

Hace cinco años publiqué un libro, El crimen mediático, en el que abordaba el tratamiento que se había dado en los medios a casos terribles, entre ellos, el de José Bretón. Leí la sentencia (esta sí, de un juez) y me pareció espeluznante. Me horrorizó y obviamente sentí muchísima compasión por Ruth Ortiz y aquellos pobres pequeños. Es una sentencia pública. Todos ustedes la pueden leer si se la bajan de Internet. También me estremeció como matinales y casi todos los medios trataron el caso. Tertulias hablando de los niños, de la madre, del monstruo, de la relación… Nadie puso una denuncia, nadie dijo nada. De ahí solo salió algo bueno que escribí en el libro y es que se empezó a hablar de violencia vicaria. De hecho, se llegó a legislar tiempo después sobre ella. Bienvenido sea. Todo lo demás fue terrible.

¿Por qué escribí aquello? Porque quería comprender qué estaba pasando en mi profesión, el periodismo, con aquellos casos. Qué poder empezaban a tener las redes sociales para crear marcos y esquemas mentales que antes apenas salían de la barra del bar. Qué pasaba si nuestro bando decía que ahora era esta la corriente que había que seguir… El efecto rebaño está increíblemente estudiado por la psicología y las redes (también grupos de WhatsApp…) son un flautista de Hamelín tremendo. Una vez comenté de broma que si Freud escribiera ahora La cultura del malestar nuestro SuperYo serían las redes sociales.

Creo que quienes escribimos lo hacemos para comprender lo que nos es incomprensible. Es un pensamiento ilustrado: ir en busca de la luz

Creo que quienes escribimos lo hacemos para comprender lo que nos es incomprensible. También lo hacemos con la lectura. Es un pensamiento puramente ilustrado: ir en busca de la luz. Por eso creo que se quemaron en su día tantos libros. O se prohibieron. No se quería que se mirara ahí. Ya fuera sexo, ya fuera violencia, ya fuera herejía…

Luisgé Martín dice en su libro que eso es lo que él pretendía. Que quería arrojar luz sobre lo que pasa en la mente de un asesino. Yo lo leí y le creí. Creo también que es lo que pensaron en su editorial cuando decidieron publicar este libro. Al menos quiero pensar que fue así. Es un libro duro, sí, perturba, también, estremece, muchísimo… No menos que la sentencia del propio caso. El lector puede elegir si la lee… como también podía elegir leer este libro o no. España tampoco es un país demasiado lector así que igual no hubiera habido tanto problema.

Es un libro duro, sí, perturba, también, estremece, muchísimo… No menos que la sentencia del propio caso. Que es pública

Es imposible, por otro lado, no obviar el dolor de Ruth Ortiz. Creo que nadie lo hace. Creo que cualquier persona puede comprender que un libro así remueva lo indecible… Y ahí Anagrama sí cometió el fallo de no avisarla porque si se ha leído el libro es fácil suponer que se sienta violentada. Por otro lado… ¿Cuántos libros no han causado dolor en muchas personas? ¿Qué ocurre, por ejemplo, con libros que narran asesinatos de ETA? ¿Se tenía que haber prohibido la entrevista de Jordi Évole a Josu Ternera?

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Me temo, aunque quizá estoy completamente equivocada —al fin y al cabo esto es solo una reflexión— que Anagrama, como Netflix, hace no tanto, aunque fuera algo completamente diferente— se han dejado arrastrar por una corriente de opinión muy fuerte, muy sensible y que toca puntos muy complejos. Una vez ocurridas las cosas, quizá debería haber dejado el asunto en manos de la justicia y que sea esta la que ahora tome una decisión. Porque si no es como si no hubiera hecho un trabajo previo. Y porque si no se nos inocula el miedo en el cuerpo y esto se convierte en un no escribas, no cuentes, no digas. Como en tiempos pretéritos.

Hay varias cosas que me han sorprendido del caso Bretón/Luisgé Martín ocurridas en las últimas tres semanas. Por los giros, por los marcos mentales creados… y porque se abre una espita un poco inquietante cuando se decide no publicar un libro que ya estaba a punto de llegar a las librerías. Estos días, Anagrama me ha recordado un poco a Netflix cuando decidió que la actriz principal de su película, Karla Sofía Gascón, fuera recluida bajo siete candados antes de que fuera la gala de los Oscar. Ese libro no gustaba, esos tuits no gustaban… Pues a la cueva y chitón.

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