Este exagente de la CIA (y hoy escritor de éxito) conoce un arma secreta que te fríe el cerebro
David McCloskey perteneció a los servicios de inteligencia de EEUU y saltó a la fama con el 'bestseller' 'Estación Damasco'. Ahora publica 'Moscú X', una nueva novela de espías con datos reales, como los ataques de energía dirigida
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Puede que jamás haya oído hablar de los ataques con energía dirigida, que le suene a comic de ciencia ficción la posibilidad de que se le fría a alguien el cerebro y se le provoquen terribles cefaleas tras acribillarle con un determinado tipo de ondas electromagnéticas. Sin embargo, es muy posible que esos ataques ya se estén produciendo...
“Es casi seguro, ha habido varios incidentes sospechosos en los últimos siete u ocho años. Se trataría, en esencia, de ataques con radiación de microondas. Esa misma tecnología, con algunos ajustes, puede usarse para derribar drones, y obviamente tiene un efecto profundamente negativo cuando se emplea contra seres humanos. En Cuba, en Asia Central y en la propia Rusia ha habido diplomáticos estadounidenses y agentes de la CIA que probablemente han sido atacados con estas armas de energía dirigida”.
Lo dice David McCloskey, alguien que sabe de estas cosas: al fin y al cabo, durante ocho años fue agente secreto. Desde 2006 hasta 2014 espió para la CIA y, desde su base en Damasco, se dedicaba a enviar al Gobierno estadounidense informes y análisis sobre la situación en Siria. Hasta que un día se hartó. “Me apetecía hacer algo diferente, nunca había trabajado en el mundo empresarial y quería ver cómo era”.
Dejó la Central de Inteligencia, se unió a la firma McKinsey en calidad de consultor… y empezó a escribir una novela de espías. “Estuve escribiendo durante tres o cuatro meses, tenía un primer borrador, pero era realmente malo, espantoso. Así que lo dejé”. Se concentró en su nuevo trabajo. Pero, transcurridos cinco años, retomó aquel manuscrito. Y de ahí salió
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McCloskey vuelve ahora con otro vibrante y adictivo thriller de espías debajo del brazo. Lleva por título
La CIA, ya se sabe, es un instrumento de la política exterior y de seguridad estadounidenses, un organismo de inteligencia que, bajo la dirección del presidente de EEUU, lleva a cabo acciones encubiertas y recopila información. Eso significa que cuando la política cambia, cuando el inquilino de la Casa Blanca cambia, el enfoque, los recursos y la dirección de la CIA también cambian. “En ese sentido, hay varios ejemplos de cómo hemos abandonado a socios con los que habíamos trabajado durante años: pienso en los kurdos en Irak, en los muyahidines en Afganistán en la década de 1980… Hubo importantes esfuerzos por parte de la CIA para armar y entrenar a estos grupos, y luego, cuando la política cambió, el enfoque de la CIA cambió y dejamos a esa gente sola con sus problemas”, reconoce McCloskey. Y ahora, con la nueva llegada de Trump, la relación de Estados Unidos con Rusia y sobre todo con Ucrania ha dado un nuevo volantazo. “Abandonar a un socio no es algo exclusivo de la Administración Trump. Pero, dicho esto, si yo fuera un agente veterano en Kiev o en cualquiera de nuestras bases en Ucrania, me sentiría muy enfadado por lo que está sucediendo, estaría muy frustrado de ver cómo se está desmantelando el trabajo y la colaboración a la que has contribuido durante los últimos diez años”.
Resulta fascinante (y a ratos también aterrador) hablar con McCloskey, quien conoce de primera mano el mundo del espionaje. Nos cuenta que si alguien decidiera investigarnos a fondo, conocer todos los detalles sobre nosotros, le costaría muy poco. Solo tendría que contactar con una compañía de las que se dedican a vender datos y, tras pagar una módica suma y de manera perfectamente legal, conocería nuestras costumbres, hábitos, a dónde vamos, nuestro modo de caminar, si tenemos perro, a qué hora solemos sacarle a pasear… Todo.
“Si supiéramos la enorme cantidad de datos que cualquiera puede recopilar sobre nosotros, nos quedaríamos espeluznados. El teléfono móvil, las numerosas cámaras que hay en todos los sitios y tu huella digital proporcionan una enorme cantidad de información sobre una persona. Y lo sorprendente es que toda esa información no hay que robarla, solo hay que comprarla”, nos revela. Todo eso está también en su nuevo libro, Moscú X.
"La cobertura que se le da a un espía debe ser coherente con sus RRSS, lo que añade otra capa de complejidad a la creación de una tapadera"
Reconoce que ser exagente de la CIA es útil para promocionar libros, porque la gente tiende a pensar que sus novelas muestran cómo funciona realmente el mundo de los espías. "Y creo que en mis libros eso es cierto. Aunque también es cierto que hay muchos grandes escritores, no solo actuales, sino también del pasado, que no tenían ninguna experiencia en los servicios de espionaje y fueron capaces de escribir historias y personajes muy atractivos y que han cambiado sustancialmente el género. Pero definitivamente a mí me ha sido útil haber conocido de primera mano ese mundo”.
Nos cuenta McCloskey que la aparición de las redes sociales ha tenido un enorme impacto en el mundo de la inteligencia y el espionaje, más allá de su uso por parte de algunos países para tratar de moldear a su antojo a la opinión pública. “Si ahora, en 2025, un agente entra en la CIA, probablemente acumulará mucha información en sus cuentas de Facebook, Instagram y demás redes. Y es necesario que la cobertura que se le dé sea coherente con su presencia previa en redes, lo que añade otra capa de complejidad a la creación de una tapadera. Si hay una desconexión entre tu identidad y tu presencia en redes sociales, puede ser sospechoso, como también lo sería el que no tuviera un perfil en redes sociales, porque ¿quién no lo tiene hoy en día?”, destaca.
La llamada UTS, la vigilancia técnica ubicua, también es un problema para los espías de hoy. Esa tecnología conecta los datos de teléfonos, sensores y cámaras con un conjunto de herramientas analíticas, impulsadas cada vez más por Inteligencia artificial, que permiten interpretar toda esa información. “Se lo explico con un ejemplo de Estación Damasco, mi anterior novela: Sam Joseph, agente de la CIA, sale de su apartamento, va de compras, va a un restaurante, va al mercado… y está todo el tiempo comprobando si está bajo vigilancia. Comprueba que no le están vigilando y entonces se reúne con Mariam, también ella agente. Luego regresa a su casa y se abre una cerveza para celebrar que no le han atrapado. Pues bien: ahora puede que no te atrapen en el momento, pero pueden pillarte seis meses después, cuando comprueben los datos de la UTS. Eso ha transformado por completo la forma en que las agencias de espionaje tienen que llevar a cabo estas operaciones”.
Y no, no funciona que un espía que va a llevar a cabo una operación importante deje el móvil en su casa para evitar ser rastreado. “Eso sería muy sospechoso, ¿cuántas personas conoces que salgan de su casa sin el móvil? Es más sensato hacer que te lo has olvidado en el restaurante o en la taquilla del gimnasio”, explica McCloskey. Son trucos de espía, y él de esos conoce muchos.
Puede que jamás haya oído hablar de los ataques con energía dirigida, que le suene a comic de ciencia ficción la posibilidad de que se le fría a alguien el cerebro y se le provoquen terribles cefaleas tras acribillarle con un determinado tipo de ondas electromagnéticas. Sin embargo, es muy posible que esos ataques ya se estén produciendo...