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La peste negra mató a la mitad de los europeos... y convirtió al continente en líder mundial
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en el siglo XIV

La peste negra mató a la mitad de los europeos... y convirtió al continente en líder mundial

El historiador James Belich, profesor emérito de Oxford, analiza en 'El mundo que forjó la peste' los efectos de esa devastadora pandemia, muchos de los cuales fueron positivos

Foto: Víctimas de la peste negra con los característicos bubones en una ilustración de la Biblia de Toggenburgo.
Víctimas de la peste negra con los característicos bubones en una ilustración de la Biblia de Toggenburgo.

La pesta negra: aún hoy provoca escalofríos la mera mención a esa terrorífica pandemia, una catástrofe sin precedentes que el siglo XIV aniquiló, en cuestión de tan solo cinco años, a la mitad de la población del continente, según los cálculos de James Belich, profesor emérito de Historia Imperial y de la Commonwealth en la Universidad de Oxford, director del Centro Oxford de Historia Global y autor de El mundo que forjó la peste (Desperta Ferro Ediciones), un brillante ensayo en el que analiza el increíble efecto transformador que tuvo esa plaga. Porque fue precisamente ese apocalipsis el que estableció los cimientos para el posterior despegue de Occidente y su establecimiento como potencia hegemónica mundial en los siglos venideros.

Existe cierto consenso científico sobre que la conocida como 'muerte negra' surgió en las montañas de Tien Shan, en lo que hoy es Kirguistán, a causa de las pulgas portadoras de la peste bubónica presentes en las marmotas locales. Belich cree que esas pulgas se propagaron después tanto a los jerbos salvajes (un tipo de roedores) como a los camellos domésticos y que, con la ayuda de ambos, la enfermedad llegó al oeste, al Volga. Allí, las pulgas pasaron infectar a las ratas negras que vivían en casas, graneros y cargamentos de grano, y a partir de ellas la plaga dio el salto a los humanos.

Sus efectos fueron rápidamente letales. Las últimas estimaciones apuntan a que la pandemia de peste bubónica provocó que la población inglesa disminuyera de 4,8 millones en 1348 a 2,6 millones en 1351, lo que supuso una reducción del 46% sólo tras la primera oleada de la plaga. Y las oleadas posteriores mermaron aún más la población inglesa, hasta dejarla en 1,9 millones de habitantes en 1450, una disminución del 60% con respecto a la cifra de 1348. “En el caso de España, una publicación de 2017 afirma que según los cálculos más fiables, en 150 años, los que van de 1348 a 1500, Cataluña perdió el 59,69% de su población”, destaca James Belich.

placeholder Cubierta de 'El mundo que forjó la peste', del historiador James Belich.
Cubierta de 'El mundo que forjó la peste', del historiador James Belich.

Esa altísima mortalidad tuvo, sin embargo, algunos efectos positivos. “El principal beneficio económico fue que los supervivientes a la peste tuvieron, en promedio, el doble de todo: ganado (que la peste normalmente no mataba), vivienda, transporte marítimo, dinero, bienes duraderos, tierras fértiles…”, subraya a El Confidencial el autor de El mundo que forjó la peste.

Pero los efectos de aquella plaga letal se dejaron sentir en absolutamente todos los campos, dando paso a un nuevo orden mundial. A nivel político, la peste negra tuvo una importante repercusión en la sucesión dinástica. “Los títulos reales no disminuyeron en número, pero la cantidad de herederos se redujo a la mitad, lo que aumentó los territorios de los Habsburgo, por ejemplo”, destaca James Belich.

La pandemia provocó asimismo importantes transformaciones sociales en Europa. En las regiones montañosas o costeras, donde cultivar cereales era difícil, los lugareños dejaron de sembrar grano y empezaron a importar el pan. Esto provocó un excedente de mano de obra masculina, que ya no era necesaria para las cosechas. Estos hombres abandonaron sus hogares para trabajar en otras regiones, primero por una temporada, luego durante años. “Esas regiones proporcionaron mano de obra para el aumento del comercio europeo, la industria minera y la expansión internacional”, señala el historiador. Marineros, mineros, soldados, balleneros, etc., se trasladaron así a trabajar a otras zonas, a las que llevaron su propia cultura y costumbres. “Por el contrario, en sus regiones de procedencia, con la mitad o más de los hombres ausentes, las mujeres asumieron el liderazgo en los hogares, las granjas y los negocios. Algunos ejemplos españoles son Galicia y el País Vasco”, subraya Belich.

"Los supervivientes a la peste tuvieron, de media, el doble de todo: ganado, vivienda, transporte marítimo, dinero, bienes duraderos, tierras"

A su juicio, hasta la religión llegó el impacto de la plaga de peste bubónica. “Aunque algunos expertos discrepan, yo sí sospecho que la epidemia tuvo efectos en la religión. Se hicieron esfuerzos para tratar de aplacar la ira de Dios. Las personas afectadas no podían permitirse perder la fe en el más allá; en cambio, culparon a los representantes terrenales de Dios, a la Iglesia. Movimientos que considero ‘protoprotestantes’ surgieron en el siglo posterior a la peste, por ejemplo, en Inglaterra y en Bohemia, y también se estimularon los intentos de reformar la Iglesia católica”, afirma este profesor emérito de Oxford.

Incluso el mundo de la cultura se vio sacudido por la muerte negra. Los mecenas de las artes habrían tenido más riqueza a su disposición, y aunque el número de potenciales artistas se redujo a la mitad, se extendió la búsqueda de talento al campo y a los niveles inferiores de la jerarquía social. "Hubo también la necesidad de extender la jornada de trabajo y la vida laboral de los escribientes y de los copistas supervivientes, de los artesanos y de artistas. Y eso se consiguió con la ayuda de las gafas y de las lámparas de aceite de ballena", revela Belich.

Las gafas ya existían antes de que la pandemia sembrara Europa de muerte, pero proliferaron masivamente después de la plaga. Florencia, Venecia y Barcelona, ciudades muy asoladas por la peste, produjeron miles de pares al año desde 1403, si no antes. Belich considera asimismo que la disminución de copistas a causa de la peste bubónica impulsó el desarrollo de la imprenta mecanizada.

placeholder El historiador James Belich. (Cedida)
El historiador James Belich. (Cedida)

“Sin la peste negra, dudo que Europa se hubiera transformado en la potencia hegemónica en la que se convirtió”, asegura. “La terrible fragua de la peste forjó un equipo europeo en expansión de veleros, armas y tripulantes que podía proyectar su poder en largas distancias con poca gente, y eso proporcionó los medios para la expansión europea. El auge económico de la peste negra incrementó además la demanda de lujos extranjeros, esclavos y lingotes de oro, lo que contribuyó a dar motivos para esa expansión”.

Ahora, cuando se cumplen cinco años de la pandemia del coronavirus, James Belich tiene muy clara la lección principal que nos dejó la plaga de peste negra: “Nunca debemos ignorar la naturaleza ni nuestra propia capacidad de agravar los desastres naturales”.

La pesta negra: aún hoy provoca escalofríos la mera mención a esa terrorífica pandemia, una catástrofe sin precedentes que el siglo XIV aniquiló, en cuestión de tan solo cinco años, a la mitad de la población del continente, según los cálculos de James Belich, profesor emérito de Historia Imperial y de la Commonwealth en la Universidad de Oxford, director del Centro Oxford de Historia Global y autor de El mundo que forjó la peste (Desperta Ferro Ediciones), un brillante ensayo en el que analiza el increíble efecto transformador que tuvo esa plaga. Porque fue precisamente ese apocalipsis el que estableció los cimientos para el posterior despegue de Occidente y su establecimiento como potencia hegemónica mundial en los siglos venideros.

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