'Natacha': qué pobre y anticuada era España en los años veinte (y Natalia Huarte está brutal)
Basada en una novela de Luisa Carnés, nos habla de las mujeres trabajadoras en Madrid y sus miserias. Es una pena que el montaje se parezca a veces a un capítulo de serie de televisión de época
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fbc3%2Fb2e%2F2ba%2Fbc3b2e2baa098d2eb4f9023a76eb7625.jpg)
La obra Natacha tiene grandes reclamos. Uno de ellos es su actriz protagonista, Natalia Huarte, que ahora mismo es una de las más impresionantes que puedes ver encima de un escenario. Aquí desborda con sus miradas, sus temblores… Lo que hace con el físico es sencillamente deslumbrante. Dos: el texto parte de una novela de Luisa Carnés, autora que tuvo su éxito en la II República y de la cual se están recuperando con gran aplauso sus mejores obras. Tres: la temática nos habla de las mujeres trabajadoras en el Madrid de finales de los años 20 y sus miserias, económicas, pero también sociales y morales, como enfrentarse con un jefe que no duda en tocar hombro, pierna o pecho si viene al caso. Y cuatro: está adaptada y dirigida por Laila Ripoll, que es una de las directoras más reconocidas del panorama teatral. Y sin embargo… no cuaja. Nos acabamos encontrando con un montaje que parece más un episodio de serie de televisión de sobremesa (con éxito) que una obra teatral de relumbrón. No obstante, como ahora se venden las entradas en apenas días… aunque esté en la sala Margarita Xirgú del Español hasta el 30 de marzo ya no queda una butaca libre.
Hace un par de años se estrenó en el Fernán Gómez de Madrid Tea Rooms basada en otra novela de Carnés y con el mismo equipo que ahora ha puesto en pie Natacha. Coincidía con la recuperación de esta escritora prácticamente desconocida, pero que desde finales de los años veinte hasta el año 1939 en el que se exilió a México, había sido una de las más importantes de España.
Madrileña, de formación autodidacta, obrera en fábricas textiles, mecanógrafa, telefonista y camarera en salones de té, Carnés había irrumpido en los círculos intelectuales a los 23 años con Natacha y desde entonces se había adherido a la intelectualidad más de izquierdas con sus artículos en revistas y periódicos. Sus novelas, como Tea Rooms o como Natacha, también tenían fuertes temáticas sociales y feministas. Incluso escribió una obra de teatro de agitprop que se estrenó en 1936, después del Golpe de Estado, en el Teatro Lara, que había cambiado su nombre por el de Teatro de la Guerra, sección teatral del Altavoz del Frente (la historia de este teatro durante la guerra (rojo) y en la posguerra (franquista) es muy llamativa como ya contamos aquí). En definitiva, Carnés, que también llevaba a gala su carnet del PCE, era una de las escritoras más top de la II República.
Con su exilio en México y su muerte temprana por accidente de tráfico -ya nunca volvió a España-, su nombre se diluyó como el azucarillo durante el franquismo y gran parte de esta democracia. Sus novelas no volvieron a ser publicadas hasta que
Ahora es probable que se buscara lo mismo. Carnés ya es más conocida y Natacha toca más o menos los mismos palos que Tea Rooms aunque hay una mayor amargura. Su protagonista, Natalia (Natalia Huarte) trabaja en una sombrerería, es pobre como las ratas -junto a su madre y su padre enfermo- y se siente una vieja prematura con todos los sueños agotados (también el del amor) solo con 23 años. La edad que tenía Carnés al escribirla. Ese era el Madrid para las obreras a finales de los años 20. Por la obra van desfilando los problemas económicos, el acoso sexual, la soledad, la búsqueda de felicidad en un noviete que te lleve al cine, con el que después te cases y tengas hijos… Y la opresión de la cruz católica, tan presente en los asuntos privados de las mujeres (y ejercida también por otras mujeres).
Los actores y actrices defienden bien el montaje. Sobre todo Natalia Huarte que transmite extraordinariamente bien ese pesar, esa tristeza y ese desconsuelo de las que saben que no van a salir del agujero jamás. Porque la salida del novio, además, tampoco le gusta. De hecho, cuando se le cruce por delante el amor verdadero… tampoco habrá final feliz porque no puede haberlo.
Natalia Huarte transmite extraordinariamente bien ese pesar, esa tristeza y ese desconsuelo de las que saben que no van a salir del agujero jamás
Pero, y aunque es obvio que es una obra oscura y triste en la que la luminosidad es apenas un destello que pronto se apaga, la obra tiene un algo que, además, no la deja estallar. Es como si estuviera constreñida. Quizá en parte por la escenografía, tan minimalista y sombría, y en la que no se ven bien los escenarios por los que pasa el texto; quizá porque no se acaban de distinguir los diferentes personajes, que muchas veces son interpretados por los mismos actores y actrices y la madre parece la tía y la amiga la rival, como si fuera una función con poco presupuesto; y quizá porque una suma de todo esto hace que nos recuerde a una de esas series de época del siglo XX que se pasan ahora tanto por televisión y que gustan mucho sí, pero son televisión.
No puedo decir lo actual o no que pueden ser hoy las novelas de Luisa Carnés porque no las he leído, pero sí puedo decir que esta obra trastabilla, que se queda anticuada, que parece que nos quiere traer al presente un pasado como si todavía estuviera aquí y no. Con todas nuestras amarguras y miserias y acosos y podredumbres… ese pasado precisamente no es lo que sufrimos hoy.
La obra Natacha tiene grandes reclamos. Uno de ellos es su actriz protagonista, Natalia Huarte, que ahora mismo es una de las más impresionantes que puedes ver encima de un escenario. Aquí desborda con sus miradas, sus temblores… Lo que hace con el físico es sencillamente deslumbrante. Dos: el texto parte de una novela de Luisa Carnés, autora que tuvo su éxito en la II República y de la cual se están recuperando con gran aplauso sus mejores obras. Tres: la temática nos habla de las mujeres trabajadoras en el Madrid de finales de los años 20 y sus miserias, económicas, pero también sociales y morales, como enfrentarse con un jefe que no duda en tocar hombro, pierna o pecho si viene al caso. Y cuatro: está adaptada y dirigida por Laila Ripoll, que es una de las directoras más reconocidas del panorama teatral. Y sin embargo… no cuaja. Nos acabamos encontrando con un montaje que parece más un episodio de serie de televisión de sobremesa (con éxito) que una obra teatral de relumbrón. No obstante, como ahora se venden las entradas en apenas días… aunque esté en la sala Margarita Xirgú del Español hasta el 30 de marzo ya no queda una butaca libre.