Dos esposas y una hija muertas en altamar: la sospechosa tragedia del "héroe" Peter Tangvald
Durante décadas fue considerado "el marinero más triste del mundo", pero nuevas investigaciones y el libro de su hija Virginia Tangvald, 'Los niños de altamar', desvelan otra personalidad. Otro seductor que cae del altar
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El noruego Peter Tangvald (1924-1991) era un héroe trágico. Un aguerrido capitán, valiente y salvaje, que surcaba los mares sin importarle oleajes, tormentas o los delincuentes. Era también un hombre atractivo, galán de película y de novela romántica. Además, había perdido a dos esposas en sus travesías -una por el ataque de los piratas en Borneo; la otra se cayó del barco en alta mar, según las versiones oficiales-, y eso le daba el aura de “el marinero más triste del mundo” que navegaba solo con su tropa de hijos pequeños. Así fue reseñado en numerosos reportajes que aparecieron en las revistas en los años sesenta, setenta u ochenta. Incluso cuando falleció en 1991 frente a la isla de Bonaire en un naufragio junto a una de sus hijas fue así retratado. El pobrecito marino. Una figura irresistible.
Sin embargo, el paso del tiempo y los cambios en ciertas perspectivas, han modificado esta visión. Una de sus hijas, Virginia Tangvald (nacida en altamar en 1986), la única que queda viva -otro hijo también falleció años después en el mar-, ha querido darle la vuelta a todo y ha buceado en la historia de su padre en el libro
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“Es difícil decir quién fue realmente mi padre porque eso es una pregunta muy filosófica”, responde Tangvald en una entrevista en su sede editorial de Madrid a donde ha acudido para promocionar el libro. Hay una parte de él, de hecho, que comprende y asume como propias, y que tienen que ver con la valentía y las ansias de libertad. Pero esto no es óbice para cuestionarse otras cosas de su progenitor como sus valores anticuados y hoy considerados machistas. “Él provenía de una familia privilegiada y acomodada después de la II Guerra Mundial, una familia con ideas fuertemente colonialistas y patriarcales. Lo que le pasó fue que aunque el mundo cambiaba, él mantuvo firmemente sus ideas originales lo que le acabó llevando a un proceso de autodestrucción”, señala Tangvald. Y a estampar su barco contra un arrecife, un “accidente” en el que se mató Carmen, la hermanastra de Virginia.
Peter Tangvald, hijo de un noruego que se había hecho rico con la venta de material de esquiar tras irse a Francia después de la guerra, era un bon vivant marinero que había creado una especie de familia de los Brady en la que todos eran muy rubios y muy guapos. Eso sí, sus esposas -llegó a tener siete- eran cada vez más jóvenes. La madre de Virginia tenía solo 18 años cuando estuvo con él, que ya tenía 62. Ella le dejó a los dos años de estar juntos porque se empezó a oler que aquella vida no la estaba haciendo feliz, por lo que se acabó yendo a Canadá donde creció la escritora. Las otras dos mujeres no tuvieron tanta suerte (de escapar). Ahora bien, ¿su fallecimiento fueron simples accidentes?
"Mi padre tenía una visión posesiva, una especie de narcisismo que le impedía aceptar que las personas podían alejarse de él"
“La pregunta persiste y me la sigo haciendo todavía. Nunca quedó claro si sus muertes fueron un suicidio, una negligencia o simplemente el resultado de una cadena de errores. Pero lo que sí parece evidente es que mi padre siempre creyó que sus hijos y mujeres le pertenecían. Tenía una visión posesiva, una especie de narcisismo que le impedía aceptar que las personas podían alejarse de él, que no eran de su propiedad. No entendía la idea de que cada ser humano es un individuo con su propia autonomía. Antes de irse, mi madre tuvo una última conversación con él. En ese momento, él le dijo con total frialdad: "Tú me perteneces". ¿Mató al resto? No hay una respuesta definitiva. Pero hay muchas formas de matar. Puede que las haya arrojado por la borda o que las haya destruido lentamente de otra manera. Para mí sí las mató con su incapacidad de ver el valor de las personas, con su forma de poseer sin comprender, con su ceguera ante la humanidad y los ideales de quienes lo rodeaban”.
La admiración hacia el héroe trágico
Así, ese héroe que retrataba la revista Paris Match era, según señala su hija, “el hombre blanco hetero” que todavía “se apoyaba en el esfuerzo de las mujeres, que cosían su ropa, cocinaban sus comidas y garantizaban el funcionamiento del sistema sin ningún tipo de reconocimiento. También se edificaba sobre la explotación colonial, sobre el trabajo gratuito de quienes fueron forzados a sostener una estructura que no les pertenecía. Su propio padre [el abuelo] encarnaba esa visión del mundo. Y en sus cartas se reflejaba su frustración al ver cómo el mundo cambiaba. Le indignaba que las mujeres ya no quisieran trabajar gratis y, con asombro casi irónico escribía que los negros se habían vuelto cada vez más arrogantes porque ahora exigían ser pagados por su trabajo. Su mundo, basado en la explotación y la jerarquía, comenzaba a desmoronarse. Pero en lugar de adaptarse, se aferró a una visión caduca que lo dejó aislado: terminó solo, empobrecido, sin nadie en quien apoyarse y atrapado en una idea de libertad que solo servía para justificar su dominio sobre otros”.
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La pregunta que viene versa sobre la seducción que todavía ejercen en las mujeres ciertos líderes que luego no resultan ser tan héroes. Sobre los relatos que hacemos los propios periodistas, pero también los escritores, las series, las películas de este tipo de hombres. Sobre el aura que desprenden ciertos hombres trágicos (donde luego no hay tanta tragedia sino puro narcisismo). “Hoy, aunque hemos avanzado, seguimos arrastrando vestigios de esa mentalidad. Por eso, es crucial reflexionar sobre las historias que consumimos, sobre el cine, la literatura y los modelos de libertad que seguimos perpetuando. Porque la verdadera pregunta no es solo qué entendemos por libertad, sino qué modelo de libertad elegimos aceptar y defender como sociedad”, comenta Tangvald.
Es curioso que Peter Tangvald, aunque noruego, se criara en la cultura francesa, considerada tan moderna y chic, tan llena de seducción durante tanto tiempo y en la que hoy empiezan a salir ciertas podredumbres de la relación entre hombres y mujeres. El caso más espeluznante ha sido el de Giselle Pelicot, que durante décadas consideró a su marido “un tipo genial”. Francia ha sido uno de los países más tardíos -entre los occidentales- en reaccionar al metoo.
"Francia sigue siendo bastante reacia a tomar conciencia. Hay una resistencia cultural a enfrentarse a las realidades incómodas"
“En Francia todavía queda un largo camino por recorrer. Aún existen hombres que explotan a las mujeres, que no las ven como seres humanos completos. Y hay figuras públicas como Gerard Depardieu que, a pesar de sus acciones cuestionables, sigue siendo defendido con fervor. La historia de Giselle Pelicot muestra con crudeza la banalidad de la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres. Expone cómo muchas veces actúan sin plena conciencia de la gravedad de sus actos, sin entender la magnitud del daño que causan. Se banaliza la violencia, se normaliza. En este sentido, Francia sigue siendo bastante reacia a tomar conciencia de estas problemáticas. Hay una resistencia cultural a enfrentarse a las realidades incómodas”, apostilla Virginia Tangvald.
Su familia paterna hoy
Tras su éxito en Francia, España es el primer país en el que se ha traducido el libro. Todavía no ha llegado a Noruega donde vive parte de su familia paterna con la que sí que guarda una buena relación. Tiene tres tías octogenarias, pero tampoco supieron nunca demasiado de su hermano. Es más, también en su momento miraron para otro lado. Era el héroe, el marinero valiente. “Hay un vacío en la narrativa familiar, un personaje del que se habla sin conocer del todo, una presencia difusa que sigue marcando las conversaciones, aunque nadie pueda reconstruirlo del todo. Los relatos que él escribía eran todo lo que se conocía sobre él, y con eso se habían conformado. Así que no sé cómo será recibida toda la información que lean ahora”, manifiesta.
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La que sí lo ha leído es su madre, la que se escapó, y a la que, según Virginia, le costó mucho acceder a esta historia. Tan solo tenía 18 años cuando se enamoró y se embarazó del héroe. Tras separarse siendo solo una veinteañera quiso cerrar el capítulo. “Para mi madre era un tema tabú y prefería no hablar de ello. Seguir hacia delante como si no hubiera pasado nada -tampoco las muertes de las otras mujeres ni de la otra hija-. Tenía 18 años cuando estuvo con él y solo creía en los ideales de libertad. Pensaba que tal vez se trataba de accidentes. Pero ahora, después de toda la información que ha encontrado, algunas de sus ideas y concepciones han cambiado. Lo que antes veía como parte de su juventud, ahora lo mira desde una perspectiva diferente, más madura y consciente de lo que realmente sucedió”, zanja su hija. Peter Tangvald, otro héroe que ha caído desde sus altares de barro.
El noruego Peter Tangvald (1924-1991) era un héroe trágico. Un aguerrido capitán, valiente y salvaje, que surcaba los mares sin importarle oleajes, tormentas o los delincuentes. Era también un hombre atractivo, galán de película y de novela romántica. Además, había perdido a dos esposas en sus travesías -una por el ataque de los piratas en Borneo; la otra se cayó del barco en alta mar, según las versiones oficiales-, y eso le daba el aura de “el marinero más triste del mundo” que navegaba solo con su tropa de hijos pequeños. Así fue reseñado en numerosos reportajes que aparecieron en las revistas en los años sesenta, setenta u ochenta. Incluso cuando falleció en 1991 frente a la isla de Bonaire en un naufragio junto a una de sus hijas fue así retratado. El pobrecito marino. Una figura irresistible.