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El porno no tiene la culpa de todos los males a los que se enfrenta la sociedad (y los jóvenes)
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El porno no tiene la culpa de todos los males a los que se enfrenta la sociedad (y los jóvenes)

El periodista y escritor Jorge Dioni López analiza en su nuevo libro, 'Pornocracia' (Arpa Editores), el impacto de la pornografía en la era digital. Publicamos un fragmento

Foto: Una modelo se prepara para una sesión de fotos de una revista erótica en Budapest, en 2002. (Getty/Corbis/Alessandra Benedetti)
Una modelo se prepara para una sesión de fotos de una revista erótica en Budapest, en 2002. (Getty/Corbis/Alessandra Benedetti)

El porno ha cambiado mucho. Vi mi primera película a finales de los ochenta. Desde entonces, es un mundo que no he perdido de vista y no solo por la razón más evidente. Junto a la parapsicología, considero que son dos espacios fundamentales para entender una sociedad: en qué creemos y con qué nos excitamos. La evolución de las creencias paranormales, desde el espiritismo o la ufología a las conspiraciones, revela bastante sobre el estado de ánimo social: la sustitución de la esperanza en la comunicación por el miedo sin rostro: nos controlan. El hecho de que la historia o la política tengan cada vez más presencia en el contenido dedicado al misterio y que sus principales figuras no tengan pudor en cruzar la frontera de lo que se consideraba la información seria también es revelador. Para el neoliberalismo, todo es un mercado y solo el consumidor puede decidir qué información es la más relevante. El bulo no es un error. Es otro producto que debe competir.

En torno al cambio de siglo, las divertidas parodias X se convirtieron en producciones ambiciosas bien rodadas y llenas de corpiños y tacones para pasar después a vídeos caseros que, como dice el periodista Paco Gisbert, no se diferencian mucho del reportaje de la comunión de tu primo. El porno ha perdido narratividad, es más accesible tanto para el consumo como para la producción, se ha hecho más realista y se ha endurecido. Mejor dicho, ha normalizado la dureza. Qué quiere decir que la agresividad y el dominio aparezcan en el discurso hegemónico sobre el placer. Quizá es una buena metáfora del tránsito de la sociedad del bienestar a la del malestar, donde la competencia es nuestra forma de organizarnos y, por tanto, la empatía o el goce son contraproducentes porque todo es una lucha constante por los recursos materiales o simbólicos. Las distopías nos muestran un mundo hostil donde todo el mundo trata de sobrevivir individualmente, pese a que cualquier catástrofe nos muestra que somos compasivos y nos salvamos en común.

Hay varios estudios sobre la presencia de acciones violentas, pero este no será un libro de datos. Quizá, baste decir que, en el porno actual, el primer contacto entre los cuerpos desnudos suele ser un azote en el culo de la actriz. El golpe suena; la caricia, no. Además, deja señal. Se ve. Tampoco habrá pánico social. Cuando comenté que iba a escribir sobre el porno, me encontré varias reacciones y una de las más habituales era esa sensación de miedo. Está haciendo mucho daño, me decían. Sobre todo, a los jóvenes. La edad media de iniciación en el visionado de porno en España son los doce años; aunque, en el 20% de los casos, se produce cuando el menor tiene solo ocho, según el estudio de la Universidad de las Islas Baleares de 2018, el mayor publicado en España. Quizá, la cuestión no es el porno en sí, sino qué porno, cuánto porno y, sobre todo, la ausencia de otro discurso sobre las relaciones sexoafectivas.

Se acusa al porno de la "recesión sexual", un concepto de la revista The Atlantic que señalaba el menor interés por el sexo de las nuevas generaciones. En febrero de 2024, el diario francés Libération publicó los resultados de una encuesta del IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública): solo el 76% de las personas sexualmente activas habían tenido relaciones en el último año, una caída de 15 puntos respecto a 2006. El descenso era especialmente pronunciado en el tramo de 18 a 24 años. La obsesión por el rendimiento hace que haya varones en ese tramo de edad que consuman viagra o que la relación sea insatisfactoria. "La sexualidad actual es ansiosa, de resultados, de buscar un objetivo. Es finalista y no de proceso, y eso genera mucha ansiedad anticipatoria porque hay que quedar bien, dar la talla, so pena de ser descartado por el otro y por uno mismo", sostiene la ginecóloga y sexóloga Francisca Molero.

Sobre el libro y el autor 

En un ecosistema saturado de imágenes, plataformas y algoritmos, el porno ha dejado de ser un producto marginal para convertirse en la narrativa dominante de la sexualidad. Ya no se consume en secreto: es accesible desde cualquier dispositivo, gestionado por grandes corporaciones tecnológicas y moldeado por lógicas de mercado. Pero ¿qué implica esta transformación y cómo afecta a nuestras relaciones, nuestra autoestima y nuestra capacidad de disfrute?

El escritor y periodista Jorge Dioni López, autor del best seller La España de las piscinas, analiza en Pornocracia (Arpa Editores) el impacto del porno en la era digital.

Quizá se olvida que el sexo es, sobre todo, pasarlo bien. Si quieres hacer cardio, apúntate a body pump. La saturación ahoga el deseo, algo que se ve bien en los casos de la llamada adicción al porno. Un estudio realizado con más de 3.400 varones de 18 a 35 años publicado en 2021 por la revista científica JMIR Public Health and Surveillance reveló que, a mayor frecuencia del visionado, mayor desarrollo de la disfunción eréctil. En las plataformas, abundan los banners sobre correrse más rápido. Además de probarlo todo, en la mesa y en la cama, hay que ir despacito.

También se atribuye al porno la proliferación de agresiones sexuales en grupo, como si no fuera algo que ha sucedido durante toda la historia de la humanidad porque forma parte del modelo de dominación masculina. Los discursos del amor, la familia y el cuidado son una forma de aleccionar, pero siempre cabe activar el estado de excepción. Como sostiene la antropóloga Rita Segato, la violencia contra las mujeres es un lenguaje estable, un sistema de comunicación sobre la percepción del espacio, comenzando por el propio cuerpo. La mujer debe ser deseable, pero no mucho y, sobre todo, debe tener mucho cuidado con desear, ya que implica una trasposición de la responsabilidad: no has tenido cuidado. ¿Cerró usted las piernas? La violencia contra las mujeres no es algo que pasa "a veces", dice Nerea Barjola, sino que es una noción política que estructura y vertebra el sistema social.

placeholder Cubierta de 'Pornocracia', de Jorge Dioni López.
Cubierta de 'Pornocracia', de Jorge Dioni López.

Crear un monstruo se basa en una dinámica simbólica: condensar el mal para tener la ilusión de acabar con él y, de paso, absolver al resto. Se trata de situar las cosas como causa y consecuencia para poder asimilarlas. Es algo que se ve bien con los tiroteos en centros educativos estadounidenses. Se ha echado la culpa a la música, los videojuegos o el rol porque nos gustaría que hubiera una causa única. Escuchó esa canción y, como el hechizo del gólem, su cerebro hizo clic. Nos tranquiliza. Hablar de lo excepcional, de una sociedad desquiciada o de individuos enfermos es una estrategia para ocultar la dimensión real de la estructura de poder y desresponsabilizar a la mayoría. También, evita la discusión política y, como afirma Barjola, centra la mirada en el punitivismo nostálgico, la idea de que antes todo era más seguro y que basta con castigar. Por último, impone un discurso securitario sobre la relación con el espacio público: tenéis que dejaros proteger.

El porno ha cambiado mucho. Vi mi primera película a finales de los ochenta. Desde entonces, es un mundo que no he perdido de vista y no solo por la razón más evidente. Junto a la parapsicología, considero que son dos espacios fundamentales para entender una sociedad: en qué creemos y con qué nos excitamos. La evolución de las creencias paranormales, desde el espiritismo o la ufología a las conspiraciones, revela bastante sobre el estado de ánimo social: la sustitución de la esperanza en la comunicación por el miedo sin rostro: nos controlan. El hecho de que la historia o la política tengan cada vez más presencia en el contenido dedicado al misterio y que sus principales figuras no tengan pudor en cruzar la frontera de lo que se consideraba la información seria también es revelador. Para el neoliberalismo, todo es un mercado y solo el consumidor puede decidir qué información es la más relevante. El bulo no es un error. Es otro producto que debe competir.

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