La Humanidad pierde el norte cuando deja de mirar al cielo
De las cuevas rupestres a Pollock, Bruno Remaury convierte el relato de 'El mundo horizontal' en una crónica hermosa y sensible y dolorosa de la cadena de eslabones que conformamos y que a veces se descoyunta
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No está claro el género al que pertenece
Las ambiciones filosóficas y sociológicas del opúsculo (143 páginas) están por completo subordinadas al talento narrativo de Remaury y al ingenio con que encadena unas y otras historias como si fueran los eslabones de una historia común. Las hay tan desgraciadas como la catástrofe minera de Courrières -un millar de muertos sepultados en 1906- y tan reveladoras como el día o la noche en que Jackson Pollock descolgó el lienzo en blanco de la pared y lo dispuso como una alfombra con el ánimo de pintar encima. Había cambiado el eje y la perspectiva el maestro americano. Y había invertido el sentido de los artistas remotos que “decoraron” las primeras cuevas aprovechando los volúmenes de la techumbre y la providencia de los primeros pigmentos. Podría ser la revelación de Pollock un “momento estelar de la Humanidad” si Stefan Zweig no se hubiera suicidado en el umbral del Holocausto. De hecho, Bruno Remaury parece haber heredado como propia la antorcha incandescente del humanista judío. Y haberse adherido a la familia de los escritores franceses -Vuillard, Echenoz…- que escriben con tanta brevedad como intensidad, casi siempre inspirándose en la inercia de los acontecimientos humanísticamente reales.
Es real el drama de los soldados americanos que no encontraron su sitio ni su alma después de la experiencia de la II Guerra Mundial, aunque Remaury se entretiene en destacar la peripecia de un exmilitar cuyo desarraigo le convirtió en conductor de autobús por el horizonte eterno de EEUU.
La mitología americana es la historia de un paisaje, de una usurpación y de una misión que los fundadores de la nación depositan en sus herederos. Y es cierto que el hermoso relato de Remaury ha necesitado seis años para traducirse al español, pero la vigencia de la literatura resulta tan elocuente como la actualidad del trumpismo en el contexto de un mundo horizontal y expansivo. “Combatir las fuerzas del mal y verlas por todas partes, darles forma e insuflarles vida una y otra vez, es la base del vínculo estadounidense con lo que allí llaman el mal, que es siempre, en su forma más ingenua, el nombre que el ser humano otorga a la forma informe y a los monstruos agazapados en la oscuridad” escribe el maestro francés.
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Se maneja Remaury como un sherpa en las coordinadas del espacio y del tiempo. Y encuentra el latido de la Humanidad como si fuera un zahorí. Y como si pretendiera demostrarnos que nuestra especie prospera cuando los eslabones de la cadena jalonan el gran relato común. Y que se descoyunta cuando subestimamos el valor ejemplar de nuestros mitos fundacionales, sean las huellas de unas manos en la cueva rupestre de Gargas, sean las alegorías premonitorias del Antiguo Testamento o sea el estupor de Leonardo da Vinci en la comprensión humanista del universo.
Lo contrario nos conduce a la pérdida de la estupefacción y nos somete a un cambio de paradigma que recela de lo sagrado. “Tal vez sea eso el mundo horizontal, un mundo en el que la visión mitológica del espacio ha reemplazado a la visión mística del tiempo. Un mundo que piensa su consumación no ya en un futuro situado ante él, sino en un presente continuo situado alrededor, en una especie de lateral. Un mundo, en fin, que de algún modo ha separado el curso del tiempo del curso de las cosas, y ya no se plantea la cuestión de su desarrollo sino en términos de crecimiento de su espacio vital y de fuerzas homólogas”.
No está claro el género al que pertenece