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'Las chicas del balcón': ante la duda, tú la viuda
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ESTRENOS DE CINE

'Las chicas del balcón': ante la duda, tú la viuda

La actriz francesa Noémie Merlant ya no quiere ser musa, sino directora, y se vuelve a poner detrás de la cámara con una "melodramedia" sobrenatural que se estrena este fin de semana en cines

Foto: Sanda Codreanu, Souleiya Yacoub y Noemie Mérlant en 'Las chicas del balcón'. (Filmin)
Sanda Codreanu, Souleiya Yacoub y Noemie Mérlant en 'Las chicas del balcón'. (Filmin)

Suena Concha Velasco cantando Calor (1965) en unos apartamentos en Marsella que bien podrían ser los de Lavapiés una década atrás, con sus contraventanas de madera descascarillada, sus techos altos, sus balconcitos que en verano parecen crecer como esponjas húmedas para albergar la vida imposible en un Madrid agostado sin aire acondicionado. Es un verano inusualmente cálido, por no decir asfixiante, y en uno de esos balcones marselleses, nuestras tres protagonistas, Nicole (Sanda Codreanu), Ruby (Souheila Yacoub) y Elise (Noémie Merlant) discurren cómo deshacerse del cadáver de su vecino (Lucas Bravo), que hasta hace un rato se había dedicado a pasearse desnudo frente a los ventanales, enseñando su anatomía cincelada y marmórea, antes de violar a una de nuestras "chicas del balcón" y morir en ofensa propia. Más o menos ésta, a grandes rasgos, es la premisa de Las chicas del balcón, la ópera prima de la propia Merlant, una de las actrices más solicitadas del cine francés, la Marianne de Retrato de una mujer en llamas (2019), la Nora de París, Distrito 13 (2021), la Céline de Un año, una noche (2022), la nueva Emmanuelle.

Anticipadísimo segundo largometraje como directora, esperado como en la cola del baño de una discoteca, hasta que Cannes lo proyectó fuera de competición, en sus Proyecciones de Medianoche, aguando el bombo y platillo con el que venía anunciándose. Al final, Las chicas del balcón pasó desapercibida en el Cannes de Anora y ahora llega a las salas de cine como alternativa torrefacta a las lluvias incesantes de estas semanas.

Merlant se ha lanzado a la dirección con una propuesta ambiciosa: Las chicas del balcón, ya desde su premisa, presenta una amalgama de tonos -de la comedia al drama, del drama al thriller, para acabar abrazando lo sobrenatural- difícil de controlar. La película desconcierta y, a veces, los gags no funcionan porque están rodados como un drama o como un thriller, pero en su disparidad tonal también encontramos una frescura vibrante, ruidosa y colorida, y una sensación de camaradería tanto dentro como fuera de la película.

placeholder Noemie Mérlant ha contado con la colaboración de Céline Sciamma en el guión. (Filmin)
Noemie Mérlant ha contado con la colaboración de Céline Sciamma en el guión. (Filmin)

"Está muerto", infiere uno de los personajes al tomarle el pulso a un cadáver ensartado en un palo. Y el chiste pasa desapercibido porque el momento está rodado como si fuera un drama. Aquí el principal problema de Las chicas del balcón, que muchas veces se pierde en su mezcla de tonos y que moja la pólvora del enredo cómico que supone deshacerse de un cadáver cuando una lleva tacones de aguja. En el contraste, en la dislocación, está la comedia, pero Merlant no acaba de explotar la idea de ese humor sobrenatural con carga política. Eso sí, hay que sumarle un plus de valentía por escribir, dirigir e interpretar una película que tiene uno de los planos de perneras ginecológicas más arriesgados de la historia del cine.

Las chicas del balcón podría disfrutarse como una buena comedia simpática si lo mollar de su núcleo no fuera la violencia de género y un tratamiento quizás demasiado frívolo y panfletario. Merlant, que ha vivido en primera fila el #MeToo francés -su partenaire Adéle Haenel dejó la interpretación en 2019, después de que la Academia de los Cesar premiase a Roman Polanski por El oficial y el espía-, se ha imbuido del espíritu combativo feminista, consciente de los abusos normalizados hacia las mujeres, y ha escrito una oda a la sororidad y a la lucha por defender el cuerpo femenino frente a la violencia machista, pero desde la alegría y la fuerza, no desde la lágrima. Pero aunque claramente bebe de Qué he hecho yo para merecer esto (1984), la película de Merlant no desafía los lugares comunes, sino que insiste en ellos, sin la transgresión que los personajes de Verónica Forqué o Carmen Maura aportaron a la película de Almodóvar. Aquí, lamentablemente, no hay pata de jamón serrano.

placeholder Las tres amigas frente al cadáver del vecino. (Filmin)
Las tres amigas frente al cadáver del vecino. (Filmin)

La película arranca con un plano de las fachadas y los balcones de una plazoleta marsellesa, al uso del El quimérico inquilino (1976) -o mejor dicho, La ventana indiscreta (1954)- , dejándonos imaginar en un vistazo las vidas mirandas adentro de los vecinos del barrio marsellés. Merlant nos lleva hasta el apartamento de Denise (Nadège Beausson-Diagne), una mujer maltratada que, en un pronto arrebatado de cúmulo de violencias, agarra una especie de pala y se carga a su marido. Acude a su vecina Nicole, una escritora frustrada de novela romántica, para que llame a la Policía, no vaya a ser que ella sea incapaz de esconder su alegría. Un preámbulo violento que anticipa el desenlace de una noche de diversión que acaba en tragedia y que sirve como detonante del despertar de las protagonistas frente al sexo opuesto.

"Con la colaboración de Céline Sciamma", adelantaba su pedigrí un guion en el que también participa Pauline Munier, coescritora de aquella maravilla que el público pasó por alto que es El reino animal (2023), de Thomas Caillei. Sin embargo, nada de la sutileza de Sciamma ha permeado en un guión en al que no puede aplicarse aquello de #notallmen (#notodosloshombres), porque aquí todos y cada uno de los hombres que aparecen -en plano terrenal y subsiguientes- son culpables de haber maltratado y violado a alguna mujer. No habrá paz para los violadores ni piedad para los personajes masculinos de Las chicas del balcón, que personifican cada una de las violencias más o menos normalizadas a las que se enfrentan las mujeres en sus interacciones con los hombres: desde el novio que no se pone el preservativo durante el sexo hasta el agresor violento o el incel que considera el exterminio femenino como una forma de justicia por un agravio colectivo. Y es esa falta de profundidad y la carencia de matices la que lastra una película original y kamikaze, salida de la víscera, del grito de guerra de Merlant.

placeholder Souheila Yacoub es la más punki de las amigas. (Filmin)
Souheila Yacoub es la más punki de las amigas. (Filmin)

Ellas, por el contrario, son mucho más poliédricas. Imperfectas, perdidas, inseguras pero tridimensionales. Todo aquello que gira alrededor del trío protagonista funciona, suena honesto, genuino, producto de noches y noches de conversación, de experiencias compartidas. Mujeres que se apoyan, se entienden y se consuelan. Que buscan la libertad y que se divierten, a pesar de todo. Y es el gran hallazgo de Merlant, que culmina con ese momento final de emancipación femenina, expresado a través de los cuerpos felices y diferentes, rebosantes de seguridad, en todas las acepciones de la palabra. Las chicas del balcón toman las riendas de sus vidas.

Suena Concha Velasco cantando Calor (1965) en unos apartamentos en Marsella que bien podrían ser los de Lavapiés una década atrás, con sus contraventanas de madera descascarillada, sus techos altos, sus balconcitos que en verano parecen crecer como esponjas húmedas para albergar la vida imposible en un Madrid agostado sin aire acondicionado. Es un verano inusualmente cálido, por no decir asfixiante, y en uno de esos balcones marselleses, nuestras tres protagonistas, Nicole (Sanda Codreanu), Ruby (Souheila Yacoub) y Elise (Noémie Merlant) discurren cómo deshacerse del cadáver de su vecino (Lucas Bravo), que hasta hace un rato se había dedicado a pasearse desnudo frente a los ventanales, enseñando su anatomía cincelada y marmórea, antes de violar a una de nuestras "chicas del balcón" y morir en ofensa propia. Más o menos ésta, a grandes rasgos, es la premisa de Las chicas del balcón, la ópera prima de la propia Merlant, una de las actrices más solicitadas del cine francés, la Marianne de Retrato de una mujer en llamas (2019), la Nora de París, Distrito 13 (2021), la Céline de Un año, una noche (2022), la nueva Emmanuelle.

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