¿Trabajarías de criado por 7.000 euros al mes? Dentro de la explotación dorada de los ricos
La socióloga Alizèe Delpierre publica un libro sobre las relaciones entre la élite social y su servicio doméstico. Hablamos con ella
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Melodrama con criados en tres actos.
1) Marius es un inmigrante rumano pobre que llegó a Francia a los 18 años. Pasó por España y durmió bajo un puente con miedo a ser deportado. Pero su situación cambió. Mucho. Ahora está hablando por Skype con Alizée Delpierre, autora del libro Servir a los ricos (Península), sobre la relación entre los ricos y su servicio). Marius habla desde las Seychelles, pues su patrón —un ejecutivo del IBEX 35 francés— pasa los diciembres en lugares exóticos como Nueva Caledonia o Isla Mauricio. “Las Seychelles no están mal, pero no son mis islas favoritas. A fuerza de vivir en el paraíso, ¡te vuelves muy exigente!”. Podría haberlo dicho Julio Iglesias, pero la dice un sirviente, Marius, que gana 12.000 euros al mes por organizar los desplazamientos al patrón y coordinar su servicio doméstico disperso por el mundo (3 sirvientas en la casa de Nueva York, cinco en la de la Costa Azul y trece en la de las Seychelles). Es curro.
2) Si las viejas fortunas están acostumbradas a lidiar con el servicio, los nuevos ricos no tanto. Karim (corredor de bolsa de origen marroquí) y Katy (ejecutiva británica de multinacional) viven en un palacete en el centro de Londres con sus dos hijos. Tienen criada, chófer y nanny.
La pareja confiesa su incomodidad con el servicio en el libro de Delpierre, socióloga francesa. Karim: “Cuando llegamos a este barrio, pensé: vale, tendremos que dar la talla a nivel… staff, como dicen aquí. Estar a la altura. Cuando perteneces a cierto mundo, en nuestro caso el de las finanzas, debes tener personal, es así… es una cuestión de estatus, tienes que vivir en un complejo residencial caro, con seguridad privada, tienes que… llevar a tus hijos a la mejor escuela privada de Londres, tienes que comer, yo qué sé, una ensalada traída de Perú o lo que sea”. Katy: “Yo, sobre todo, me di cuenta de que no tenía otra opción, era una forma de presión… Las otras mujeres, mis vecinas, que ahora son mis amigas me preguntaban si mi… sirvienta era buena, si hacía bien su trabajo, cuántas vacaciones le daría… de manera que si no estás dentro, no puedes participar en esas conversaciones”. Habla Delpierre: “Katy confiesa que les cuesta horrores acostumbrarse a su presencia. Pero tanto da, creen que no tienen otra opción. Si no, ¿qué dirían cuando sus amigos hablan de sus problemas con las sirvientas? ¿Cómo demostrarían que son gente respetable, si no son capaces de hacerse servir y respetar?”.
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3) Sihan es argelina, tiene sesenta años, trabaja de cocinera y mujer de la limpieza para unos aristócratas a caballo entre Nueva York, París y Londres. Delpierre la visita en la casa parisina cuando sus patrones están fuera, y realizan un experimento doméstico: Siham lleva a Delpierre a uno de los cuartos de baño de la planta baja, mientras Tasha, otra limpiadora, sube al dormitorio de la señora y se pone a andar. ¿Para qué? Para qué Delpierre escuche como cruje el suelo bajo su cabeza. Fin del experimento. Habla la criada Siham: “Los domingos, la señora nunca se levanta a la misma hora. Pero, nada más levantarse, debe tener los huevos con panceta listos y servidos en la mesa. ¿Y yo cómo me las apaño? Pues a las siete de la mañana me meto en el cuarto de baño que está justo debajo de su dormitorio. Así, cuando oigo el crujido del parqué en el piso de arriba, ¡voy corriendo a la cocina! a preparar los huevos con panceta.
Resumen de Delpierre: “Con el objetivo de preparar el desayuno a su señora a tiempo, Siham ha organizado sus quehaceres de tal manera que, los domingos por la mañana, se dedica a limpiar el cuarto de baño de abajo. Si su patrona se levanta a las siete y media, ella deja la limpieza a medias y la retoma más tarde. Como dice Siham, las sirvientas se aseguran de estar al corriente de todo con el propósito de ajustarse constantemente al ritmo a menudo imprevisible de los ricos”.
"Detrás de la máscara dorada, la explotación bate récords. Se oculta con pequeños acuerdos y compensaciones materiales"
Desconocemos si la patrona se ha preguntado alguna vez cómo es posible que Siham siempre tenga listo el desayuno sin saber a qué hora se levanta los domingos… Siham, en definitiva, se gana el sueldo. En Servir a los ricos hay sirvientes que cobran más que usted (sobre todo los mayordomos supervisores, porque una criada normal suele estar sobre los 2.500 euros al mes, élite de un sector precario, invisibilizado y mal pagado). Pero también hay disponibilidad 24/7 (y no es una manera de hablar), hay trabajo del amanecer al anochecer y no suele haber vida más allá de las paredes del casoplón. También hay que lidiar con extravagancias propias de esta superclase social, como cocer los huevos justo durante doce segundos (pobre de ti si te pasas o te quedas corto), “despertar al patrón con una nana cantada por dos sirvientas” o secarle “las manos y la boca después de cada planto, con una servilleta muy blanca, que huela a una lejía concebida para bebés”, porque “los ricos son insaciables y siempre quieren más”, cuenta una criada. “Ellos mismos lo reconocen, y precisamente porque tienen necesidades infinitas, necesitan sirvientas que las satisfagan. Están en juego su tiempo y su reputación, porque de ello dependen su rango y todo lo que les permite mantener su posición de poder”, concluye el libro.
Jaula de oro
Delpierre hizo trabajo de campo, canguro en casas de ricos, además de 300 entrevistas, hasta desarrollar el concepto “explotación dorada”, que explica así:
1) “Comprar, a un precio muy alto, la dedicación ilimitada al trabajo por parte de las sirvientas, una especie de superpaternalismo en gran parte inédito en épocas anteriores… Las ventajas económicas y en especie pueden ser considerables: sueldos de ocho mil euros, bolsos Chanel, relojes de lujo… Cuanto más trabajan y más dóciles se muestran las sirvientas, más compensaciones obtienen, hasta el punto que, comparadas con otras trabajadoras, pueden parecer afortunadas en lo material. Sobre todo teniendo en cuenta que, para la mayoría de ellas, el servicio doméstico constituye una alternativa al paro, a la pobreza extrema… A fin de cuentas, ¿no es mejor servir a ricos que ser obrera en una fábrica, cajera en un supermercado, camarera o recepcionista? La inmensa mayoría de puestos de servicio doméstico o de limpieza tienen unas condiciones de trabajo míseras y una imagen mediocre".
2) "La convivencia entre el servicio doméstico y los señores, pues, puede parecer provechosa para todo el mundo. ¿Acaso sus atenciones recíprocas, su comprensión mutua y los años que han pasado juntos demuestran que es posible una coexistencia pacífica entre dominadores y dominadas, al margen de cualquier institución reguladora, tan beneficiosa para los unos como para los otros? (...) Aparentemente, las sirvientas viven en un mundo aparte, junto a los ricos, con quienes comparten una especie de ecosistema perfecto. Sin embargo, detrás de la máscara dorada, la explotación bate récords. Se oculta con pequeños acuerdos y compensaciones materiales que no siempre resultan beneficiosos para todas las sirvientas, dado que se basan en el valor subjetivo que les atribuyen los ricos. Asimismo, la explotación consiste en una entrega ilimitada al trabajo que revela la violencia que ejercen aquellos cuyo dinero legitima su poder”.
Trabajo de campo
Hablamos (por videoconferencia) con Alizèe Delpierre.
PREGUNTA. De primeras, si uno escucha que un sirviente cobra 6.000 euros al mes, puede parecer que su trabajo es jauja, ¿no?
"Los salarios altos no se dan a cambio de nada, permiten a los ultraricos comprar el trabajo ilimitado de trabajadores"
RESPUESTA. Fue de lo primero que me llamó la atención, sueldos no solo mucho más altos que los de una asistenta normal, también que los salarios medios de cualquier sector en España y Francia. Ahora mismo hay mucho paro en Europa, mucha precariedad, mucha gente dispuesta a trabajar por mucho menos dinero. Entonces, ¿por qué los multimillonarios pagan cantidades tan redondas a sus sirvientes? Porque los salarios altos no se dan a cambio de nada, permiten a los ultrarricos comprar el trabajo ilimitado de trabajadores poco cualificados de la inmigración o las clases populares. Por eso lo llamo explotación dorada. Para devolver la deuda que creen tener con sus patrones por pagarles mejor que a otros, los empleados domésticos trabajan a destajo. Como se sienten en deuda por el suelo y los regalos, sacrifican su vida personal, sus días libres, etc.
P. En el texto mencionas dos películas icónicas sobre burgueses y criados, Parásitos y La ceremonia, ambas con baños de sangre. Por contra, tu libro describe un (aparente) escenario de superación de la lucha de clases, con sueldos óptimos y patrones paternalistas que dicen tratar a sus criados como si fueran de la familia. ¿Qué tensiones se mueven bajo esa escenificación conciliadora?
R. Es curioso que haya tantas ficciones sobre venganzas de los criados hacia sus patrones. Es la lucha radical del proletariado contra el capital, como contó Marx, reflejada también en obras como Las criadas, de Jean Genet, basada en un caso real. Pero que los patrones o sus hijos acaben muertos son casos totalmente anecdóticos.
Al contrario, lo que he visto yo entre sirvientes y patrones es una lealtad muy fuerte que emana, por una parte, del contrato laboral, ganado cuando uno está dispuesto a entregarse totalmente a la familia. A cambio de la lealtad total del sirviente, el patrón promete tratarle con paternalismo. No es exactamente el antiguo paternalismo empresarial hacia los obreros fabriles a los que se permitía vivir cerca de las fábricas, sino que se expresa en la intimidad del domicilio a través de un sueldo alto, dejar que los hijos de los criados también vivan en las casas de los patrones e incluso escolarizarles.
Un acuerdo, por tanto, que compensaría a todos. A los criados, económicamente. Para los ricos, esta domesticidad apaciguada demostraría que el orden social, jerarquizado económica y culturalmente, funciona. Y para que funcione, de ambas partes no se tienen que mover de su lugar. Pero no es una relación de igual a igual. Los patrones pueden prescindir cuando quieran de sus criados, que pierden de golpe trabajo, sueldo y vivienda, y han cotizado poco o nada por no estar declarados. No podemos decir que este orden social sea tan beneficioso para todos. Es difícil para un criado volver a encontrar trabajo. Hay pocos empleos así a tiempo completo. Es mucho más fácil para un patrón volver a encontrar un criado. Son relaciones muy desequilibradas, pero la desigualdad no se expresa como lucha de clases colectiva.
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P. ¿El servicio no puede o no quiere rebelarse?
R. Cuando los criados negocian sus condiciones laborales, lo hacen siempre de forma individual. Tengo compañeros sociólogos especializados en movimientos sociales. Cuando les conté mi investigación, dijeron: “Guau, genial, vas a conocer a criados de la misma casa organizando colectivamente la lucha contra su patrón”, pero para nada. La solidaridad entre criados es para que la casa funcione, para servir bien al patrón. También hay competencia entre criados, porque no se les trata igual, sus cargos tienen características y sueldos diferentes. Sus niveles de confidencias con sus patrones también son desiguales. Es management típico de cualquier empresa, los patrones no solo individualizan las relaciones con el servicio, desplazan la carga laboral hacia lo familiar o lo emocional, nadie se vuelve en contra de unos patrones con los que los sirvientes empatizan. Al vivir bajo el mismo techo, los criados acceden a la intimidad de sus patrones, es decir, a su posible sufrimiento.
P. Los ricos también lloran...
"A cambio de la lealtad total del sirviente, el patrón promete tratarle con paternalismo"
R. Claro, no por ser rico uno deja de sufrir en la vida, ¿verdad? Los ricos también tienen problemas laborales o sentimentales. Al ver a su patrón más como a una persona que como a un patrón, los criados llegan a entenderlos o a disculpar su mal comportamiento. Algunas criadas me decían que las señoras les reñían o humillaban, pero también que las señoras tenían trabajos estresantes, que sus hijos no iban bien en el cole, que las cosas con sus maridos no iban bien, entonces, no podían reprochar a las señoras que les trataran mal. Del patrón contra el que se hicieron las grandes huelgas en el siglo XX, solo sabíamos que quería el máximo beneficio. Pero dentro de una casa, el patrón es una persona como cualquier otra. Le vemos desnudo, borracho, enfermo. Sabemos qué medicinas toma y cómo se porta con sus hijos. Es un hombre cualquiera. Esa es la trampa, pero también lo fascinante de estas relaciones, donde hay verdaderos sentimientos en juego, no solo hipocresías. Tienes a alguien en tu casa las 24 horas, que limpia y duerme allí, ¡por supuesto que estableces algún tipo de relación humana con ella! Es natural.
La trampa, como digo, es que esto impide los cuestionamientos colectivos. No ya digo una huelga, ni siquiera una demanda laboral. Ningún criado me dijo: “Odio a mi patrón”. Son relaciones muy ambivalentes, incluso en contextos laborales difíciles con patrones “iracundos”. También está el miedo a denunciar laboralmente a un rico por su capital social o sus muchas relaciones con abogados, jueces, etcétera. Los criados piensan: para qué ir a juicio, si voy a perderlo. Pero cuando consulté a letrados, sindicatos e Inspección de Trabajo, me dijeron que esos juicios se pueden ganar. Pero los criados no lo ven así. Así que, en resumen, no hay lucha de clases. Los criados tienen cierta fascinación por la riqueza. Pueden criticar a los ricos, pero están orgullosos de trabajar para ellos. Lo que traté de plasmar en mi investigación fue esta complejidad relacional entre personas de clases sociales tan diferentes.
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P. La clase media española se creó en los años 60 del pasado siglo. Rápidamente, el cine empezó a tratar el tema de las criadas, y la paranoia de la clase media con el servicio. La típica desconfianza del “estoy metiendo a una extraña en casa”. La pregunta sería: ¿Los ultrarricos son más paranoicos con el servicio que la clase media?
R. Yo participé en una encuesta colectiva sobre las asistentas de la clase media. La gestión del servicio generaba malestar a algunas señoras (porque son las mujeres las que contratan a las asistentas, la carga doméstica corresponde siempre a las mujeres… hasta cuando la delegan). Mujeres incómodas porque no estaban acostumbradas a tener a alguien en casa. No sabían bien cómo hacerlo. No se atrevían a criticar a las asistentas cuando hacían algo mal. Otros compañeros que estudian a las cuidadoras de mayores, se toparon con algo parecido. Personas dependientes de clases populares, pero que se benefician de ayudas del Estado, se ven de pronto viviendo con alguien en casa y se sienten muy incómodas. No saben cómo tratar con ellas, no les gusta que invadan su intimidad, etc.
En otro contexto, es algo que vi también en parte de los multimillonarios con los que hablé. Porque, claro, la palabra “rica” no significa nada. Hay muchas formas de ser rico, muchos niveles de riqueza, parte de los ultrarricos a los que conocí procedían de la nueva burguesía, eran nuevos millonarios, primeros ricos de un linaje generacional. Enriquecidos con trabajos muy bien remunerados. Criados en familias de clase media sin asistentas. Los primeros años de sus nuevas vidas, no sabían cómo tratar al personal doméstico, ignoraban a los criados en casa, se escondían en los cuartos de baño… Malestar desconocido en otro sector de los millonarios, la aristocracia francesa, que heredó un capital económico, pero también una manera de tratar el servicio, familiarizados con él desde pequeños. Así que no hay vergüenza. Hay menos tabúes. ¡Hay criados que se escandalizan cuando ven a su aristocrático patrón paseándose desnudo por la casa! ¡Como si los criados no estuvieran delante! De hecho, los criados se sienten muchas veces más incómodos que los patrones.
Por otro lado, hay casas de ricos con cámaras de vigilancia para los criados, más por disuasión que por otra cosa. Hay aprensión y desconfianza de fondo. Siempre alerta con los criados.
P. En el lenguaje corporativo es habitual calificar a los empleados de “familia”. Cuando estás en un empleo normal, es más fácil distanciarse de ese concepto, sabes que tu empresa no es tu familia, sino alguien que te paga un salario. Pero cuando tu patrón es la persona con la que convives en la misma casa, es fácil creer que tú formas parte de su familia, ¿no?
R. Es así. Algunas empresas tienen un sistema similar al de la domesticidad, con patrones que intentan tener relaciones cercanas con los empleados, los tutean, organizan fines de semana con team building, o eventos afterwork para generar un ambiente familiar. Es algo bastante común en las empresas. Los sociólogos de las mutaciones del management capitalista han demostrado que se trata de estrategias para que los trabajadores trabajen más sin darse cuenta, o trabajen para no incomodar al jefe, convertido en amigo. Esto es algo exacerbado en las relaciones paternalistas con el servicio doméstico, donde, como hemos visto antes, los sentimientos son importantes: las relaciones entre patrones y criados no son meramente hipócritas, los criados pueden llegar a tener cariño a los patrones, y sobre todo a sus hijos, a los que han cuidado durante años. También hay patrones que tienen afecto a sus criados. El apego puede ser real, aunque los criados estén ahí para servir.
Por eso, cuando se despide a los criados de un día para otro, es muy doloroso para ellos. Aunque en el fondo saben que no forman parte de la familia, mantienen la esperanza de ser un poco parte de la familia. Es un trabajo ambivalente, inestable y atravesado por relaciones de poder. Pero no hay que olvidar que las relaciones familiares en general también pueden estar regidas por el dinero, pueden ser interesadas, de dominación y de violencia. La sociología familiar ha demostrado que representar las relaciones familiares como desinteresadas de amor, etcétera, no es real. Hay conflictos de género, rupturas, violencia intrafamiliar, hacia los hijos. La familia es una de las instituciones donde más violencia se ejerce entre individuos. No estoy relativizando las relaciones entre patrones y criados, solo recordando que, para algunos sociólogos, la familia es la cuna de la dominación. Quizá lo que pasa en las casas de los ultrarricos sean un espejo aumentado de lo que pasa en el resto de las familias.
Melodrama con criados en tres actos.