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"Los dos únicos éxitos globales de la derecha madrileña son Julio Iglesias y el Real Madrid"
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Peyró en los mundos del weah

"Los dos únicos éxitos globales de la derecha madrileña son Julio Iglesias y el Real Madrid"

El escritor publica una biografía sobre Julio Iglesias que, bajo la apariencia de ligereza, deja más cargas de profundidad de lo que parece a primera vista

Foto: El periodista Ignacio Peyró en 2023. (Alamy/Carles Palacio)
El periodista Ignacio Peyró en 2023. (Alamy/Carles Palacio)

Es absurdo dejarlo para más tarde, cuando uno puede establecer el marco de ensueño de este artículo -puesta de sol en Miami- ya de entrada.

PREGUNTA. La hegemonía de Miami sobre la cultura latina es ahora sofocante, pero cuando Julio Iglesias llegó a Florida, en 1979, estaba casi todo por hacer, ¿verdad?

RESPUESTA. En Latinoamérica siempre se ha visto como un fracaso que su capital simbólica sea Miami. Julio Iglesias fue el primer gran culpable de eso. Es como si Elon Musk se fuera ahora en cohete a Marte; cuando Julio Iglesias eligió Miami, convirtiéndose en el CEO único de la latinidad, el mito de la ciudad era aún una sombra de lo que sería, Julio Iglesias decidió que Indian Creek era el paraíso terrenal… y vinieron todos los millonarios detrás [no hace mucho, Iglesias le vendió a Ivanka Trump uno de sus terrenos por 24 millones de dólares].

P. Lino blanco, puestas de sol rosadas, piscinas rebosantes, mujeres esculturales… Debe haber un trillón de videos de reggaeton con estéticas parecidas, pero Iglesias hizo de abnegada vanguardia…

R. No solo redescubrió Miami, ahí encontró su verdad estética, el look propio, la autoconfianza en su cuerpo: hasta que llegó a Miami, nunca había sido tan guapo.

Foto: Imagen: Marina García

Es sábado por la noche, estamos en un restaurante de la calle Ibiza y el que habla es Ignacio Peyró, que pública biografía de Julio Iglesias: El español que enamoró al mundo (Libros del Asteroide). El libro es uno de esos cócteles sofisticados que, en cuanto atraviesa el gaznate, activa placer estival inmediato en el cerebro. Pero no solo. Es un ¡weah! con poso. Como una suave brisa en una piscina de Miami que acaba en tormenta eléctrica, el libro es un prodigio de falsa ligereza, pues entre costumbrismos y filigranas, hay cargas de profundidad sobre el éxito de Iglesias como espejo de los años desahogados de la democracia española, que Peyró sintetiza gráficamente mientras se bebe su segundo vino: “Entre 1982 y 2004, metafóricamente hablando, España fue una larga raya de cocaína, con personajes inverosímiles, como Javier de la Rosa [el nombre no es baladí: Alfredo Fraile, mánager del ascenso de Iglesias, fue luego fontanero del descenso de De la Rosa].

A Peyró, para qué negarlo, le cae bien su objeto de estudio (“tenerle antipatía a Julio Iglesias sería como sentir odio a los delfines”), lo que no le priva de transitar -sin mala sangre, pero profundizando- por los lados menos agradecidos de Julito y su troupe. “Julio Iglesias se entendió tan bien con Eduardo Zaplana porque ambos eran caimanes del mismo pozo”, explica Peyró, dejando una sugerente bomba de racimo en nuestra imaginación.

"Entre 1982 y 2004, España fue una larga raya de cocaína"

En efecto, las contradicciones de Julio no son pocas, aunque quizá la más grande -un cráter que se ve desde Alfa Centauri- es la siguiente: siendo una de las personas que más veces ha puesto los cuernos en Occidente en el último medio siglo, ¿cómo puede tener tantas canciones derrumbándose por la traición amorosa de una mujer? ¿No es tener un poco (mucho) de morro? ¡Es como si Arévalo cantara dolido, de pronto, contra los chistes de gangosos! ¡Pero chico! Peyró trata de explicar lo imposible: “Cuenta la leyenda que Perales escribió ¿Y cómo es él? para Iglesias, que la rechazó porque hablaba de un cornudo demasiado humillado para sus estándares. Pero sí, Julio sufre mucho de desamor en sus canciones”.

En el frente ideológico, Peyró lanza una idea que es un libro en sí misma: “Julio Iglesias y el Real Madrid son los dos únicos éxitos globales de la derecha madrileña. Quizá también lo sean de la derecha española en general. Sus únicas expresiones culturales capaces de trascender clases y países en masa. Julio es un personaje muy madrileño. Nace en los años del hambre de la posguerra y prospera de manera exagerada. Clase media venida muy arriba. La entronización del pijo madrileño. Con un curioso paralelismo con Pedro Sánchez: los viajes fundacionales de ambos hacia el éxito, se hicieron en coches de gama baja por los polvorientos caminos de España. Julio Iglesias, en un Seat 850 para ganar por sorpresa el Festival de Benidorm, Pedro Sánchez, en un Peugeot 407, hacia las primarias triunfales tras ser humillado por el partido”.

Ahora que el único Iglesias que conocen los chavales es Enrique, conviene volver a medir el pelotazo de Iglesias padre en los ochenta. Convertido Michael Jackson en el mayor superventas de la historia con Thriller, le fichó Pepsi Cola, dejando a Coca-Cola con un margen estrecho para devolver el golpe a su rival. ¿Qué hizo Coca-Cola? Fichar a Julio Iglesias. ¡Chúpate esa Michael Jackson! De ese nivel de popularidad bestial hablamos.

P. Los enemigos artísticos de Iglesias, no entienden el triunfo de un cantante que, según ellos, cantaba, componía y se movía lo justito. ¿Por qué él y no otro?

R. Julio Iglesias tenía esa cosa tan difícil de explicar que es el carisma. Pero para explicar no ya por qué triunfó, sino por qué lo hizo tanto y durante tanto tiempo, hay que desplegar más factores. Si uno de los relatos habituales de los artistas contemporáneos es que el éxito les atormenta, Julio se entregó a él disfrutón, sin ningún tipo de ironía o doblez. Y trabajó a destajo para mantenerlo con frialdad de carácter.

El juego del lenguaje

Los antijulistas deberían asumir también que Julio ha creado un idioma propio, un sánscrito tropical, con un uso de la antítesis que asombraría al mismísimo Ferdinand de Saussure, como cuando solucionó el problema de la desigualdad en España por la vía maximalista: "Mi mayor ilusión es que todos los españoles tengan un avión privado". ¡Weah! O en uno de sus días más críticos, el desolador momento en el que comprendió que no podía llevar su éxito más lejos, desasosiego sintetizado en Hola con una encrucijada lisérgica: "Tuve que elegir entre el psiquiatra o las Bahamas". "En realidad, eligió las dos", matiza Peyró, "pues se recluyó deprimido en las Bahamas". Pero el cantante sabía que en la portada del Hola, donde enseñaba por primera vez su “refugio del archipiélago con la mejor de sus sonrisas, era mejor vender puesta de sol que malestar mental.

Preso del espíritu juguetón de Iglesias, de sus fogonazos con el lenguaje, Peyró deja en el libro joyas que procedemos a reproducir (anotadas) para rematar la función en lo más alto.

placeholder Psiquiatría caribeña, una portada para la historia
Psiquiatría caribeña, una portada para la historia

Sobre la ideología del cantante: "Uno de sus biógrafos definió a Julio como "un liberal ligeramente inclinado a la derecha". Uno piensa que quizá está definición le encaje más a Isaiah Berlin que a Julio Iglesias, y que al cantante le basta con ser lo que es, un señor de derechas, tolerante -sobre todo de cintura para abajo- y no sectario, con una inclinación muy clara por españolear" [Nota mental: es una pena que la derecha mundial esté abducida por el valetodo trumpista, pues un programa político conservador bajo el eslogan: “Liberales en lo económico, progresistas de cintura para abajo”, aliviaría mucho la crispación mundial en estos momentos. Yulismo o muerte].

Sobre las densas relaciones con su hijo Enrique Iglesias: "Sabe que me tiene aquí para lo que necesite" son palabras de Enrique dirigidas a Julio, pero también es lo que un fontanero podría decir a su cliente... La relación entre padre e hijo se ha interpretado en términos de rivalidad: he ahí dos machos que marcan su terreno. A esto han ayudado los cacareos de Julio, dado a considerarse un donjuán de altura inalcanzable para Enrique, como si Enrique, por comparación con su padre, no hubiese preferido llevar una vida que, en cuanto a fidelidad conyugal, bien puede asimilarse a la de un mormón" [Nota mental: es curioso como Julio mataría por seguir teniendo éxito, mientras Enrique se borra de él durante largas temporadas, como si le aburriera. Detalle probablemente no menor: Julio empezó siendo un don nadie y Enrique nació rico y famoso. Enrique, en definitiva, nunca tendrá el hambre de balón de su padre; lo que, sin duda, debe desquiciar aún más a Julio, que ha visto como su hijo le daba el sorpaso entre bostezos].

Sobre cuando Fraga contrató a Iglesias como imagen del Xacobeo 93: “Si ya llevaba Galicia en el corazón, ¿por qué no lo iba a llevar también en el bolsillo? En la presentación de la iniciativa, un mano a mano de Fraga y Julio, ambos dijeron que era feo hablar de dinero: Julio iba a cobrar en “manzanas”, bromeó, y Fraga era tan “honesto” que, pese a ser político, “seguía siendo pobre”. Al final, Iglesias se llevó trescientos millones de pesetas por esta embajada del espíritu, y es justo y necesario añadir que eran trescientos millones “de los de entonces”, porque ahora casi parece un alquiler modestito, pero en 1992 trescientos kilos eran una cantidad fabulosa como el oro en las bodegas de un galeón” [Nota mental: un vis a vis de Fraga e Iglesias, en plenitud de sus poderes retóricos, el Nixon versus Frost del dadaísmo].

"Julio Iglesias se entendió tan bien con Eduardo Zaplana porque eran caimanes del mismo pozo"

Sobre la relación del cantante con Juan Carlos I: “No había que ser el profeta Ezequiel para adivinar que ambos iban a llevarse. Como es costumbre entre la aristocracia española, don Juan Carlos es un hombre notablemente incómodo ante la inteligencia abstracta, y Julio encarnaba un arte inocuo en cuanto a pretensiones cultistas: no era un poeta místico o un novelista tostón, sino algo que el rey reconocía y admiraba, un muy mundano triunfador por sus cojones” [Nota mental: poco más que añadir].

Sobre su furor sexual: “Julio no era un sex symbol. También era un donjuán o -aquí ya entran las apreciaciones- un señor algo cochino” [Nota mental: Peyró sin cadena].

Sobre todos los sueño locos que el flujo económico puede comprar: “A finales de los setenta, el cantante ganaba cada semana el equivalente al bruto de un millón de euros de hoy, solo en royalties, y aquello iba a ser mucho más. No podían, por tanto, faltar destellos de consumo conspicuo: el caviar y el salmón en la neverita del cuarto, dos Rolls-Royce en vez de uno para esperarle ronroneantes cada que quisiera salir del paraíso… En fin, recordemos que estamos hablando de una casa -¡además de mar!- con dos piscinas. Julio había captado desde el principio que, en EEUU, el pavoneo compensa, y él ya estaba en esa coyuntura de los ricos que no saben si ponerse un obelisco egipcio frente a la fachada, trasplantar árboles centenarios o comprar su propio jet (iba a completar casi toda la lista)” [Nota mental: en favor del gusto arquitectónico del cantante hay que decir algo: al contrario de esas casas castrantes de ricos que pueblan las revistas de diseño, en las que un agresivo minimalismo mal entendido aliena la líbido, a Julio siempre le preocupó poder desplomarse en cualquier estancia de la casa, un despliegue total de cojines, sofás y hamacas para que Julito pudiera desplegar su arte para la verticalidad ingrávida, algo que logra hasta cuando está sentado. O el máximo relax tórrido por encima de cualquier otra consideración estética. El siguiente punto también va por ahí].

Sobre el confort doméstico como religión: “[Sus casas] no son museos ni palacios: en ellas solo rige la máxima de estar cómodo, su suavidad, su flow habitual. Llevar el género de vida que le ha permitido andar por el mundo, como dijo no sé qué periodista americano, con “las típicas cosas que te pones por encima después de un polvo a media tarde”, Julio fue Miami Vice antes de Miami Vice” [Nota mental: amén].

Sobre un número especial de la revista de Billboard consagrado al cantante en pleno fragor: “Foto uno: Julio con los Reagan. Foto dos: Julio con Sinatra. Foto tres: con los Beach Boys. Luego hay otras de Julio siendo Julio con sus trajes blancos y esa cara de estar ligeramente descojonado de todo, o de Julio en su versión galán de noche, con un esmoquin por el que uno le podría confundir con un duque y nunca con un camarero. El mensaje estaba claro: Julio es una estrella y aquí, señores, se puede hacer mucho dinero” [Nota mental: a partir de ahora, poner cara de estar ligeramente descojonado de todo en cualquier reunión de trabajo].

Sobre el videoclip de All of You, con Julio Iglesias y Diana Ross, grabado en plena conquista estadounidense, síntesis de una estética no apta para diabéticos: “Merece la pena verlo si uno tiene cinco minutos o ganas de emprender un doctorado en semiótica, porque algo nos cuenta de cierto espíritu new romantic de los ochenta en su exageración y su prosperidad. En sí, el vídeo no es sino la coreografía de un ritual de apareamiento -Ross e Iglesias- más complicado que la danza nupcial de los escorpiones… Es la hora violeta del final del día. Estamos en una casa que encarna una visión arquitectónica entre Luis XIV y Jesús Gil y Gil. En ella parece haberse prohibido cualquier color distinto al pastel. Hay un grupo de chicas en bikini y chicos en pampanillas que salen de la piscina y bailan cariñosos. El resto de la gente lleva traje largo -ellas- o chaqueta de esmoquin color crema -ellos- y también bailan entre sorbo y sorbo de champaña. Pensaríamos que la infidelidad hubiera sido abolida de este mundo. En ese escenario, Diana y Julio se miran, se van enamorando con los ojos y se dicen coplas muy encendidas el uno al otro hasta que el diálogo les lleva a un cuarto más privado donde ya no se nos está permitido entrar. Cómo será el vídeo que, de todos los que aparecen, ellos son los más feos” [Nota mental: quizá no venga a cuento, pero dentro del exceso de todo aquello, uno no puede evitar fantasear con el asombro de una Diana Ross que, enviada a grabar un dueto con un crooner español, se encontró a una persona -Julio- más negra que ella].

Siguiendo un poco esta línea, ya a los postres, Peyró lanza una verdad histórica incómoda, pero innegable: “Diana Ross era negra y Julio Iglesias latino. Era la primera vez que un negro y un latino entraban en Indian Creek a hacer algo que no fuera limpiar las mansiones”. ¡Y nada menos que a procrear! ¡Esto sí que era el sueño americano, y no lo de ahora!

Es absurdo dejarlo para más tarde, cuando uno puede establecer el marco de ensueño de este artículo -puesta de sol en Miami- ya de entrada.

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