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'Tardes de soledad'. Un documental de toros que no entra al trapo
El posicionamiento estético de Serra no quiere decir que eluda el posicionamiento ético, puesto que mandar al carajo todas las ideologías, ya es en sí mismo un posicionamiento ético
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Hoy en día, cuando las corridas de toros están más denostadas y censuradas que nunca por unos, y defendidas y exaltadas por otros, va y Albert Serra saca Tardes de soledad, un documental sobre el mundo taurino, que se estrena el 7 de marzo. A Serra nunca le ha importado lo más mínimo la provocación mediática, porque lo que busca es escandalizar al espectador. Cuenta en sus presentaciones que una mujer vegana y con dos perros, le dijo al terminar el pase en Nueva York: "Me has corrompido".
Serra se acerca a la lidia a partir de sus dos protagonistas. En la primera escena, muestra al toro en su respiración profunda, con una iluminación aurática en una atmósfera nocturna, casi atemporal. La mirada directa del animal nos conecta con lo atávico, con el calendario lunar mesopotámico, las taurocatapsias de Tesalia o el toro blanco que sedujo a Europa. El ser humano proyectó en el toro los valores de la fortaleza, la nobleza, la honestidad y el brío, porque esos mismos serán reclamados al torero, Andrés Roca Rey, en su encuentro con el toro. Este tendrá que forjarlos en su soledad, su miedo y su temple. El derroche de energía y recursos nos recuerda que el sacrificio ritual y la transgresión solo pueden entenderse, según decía Georges Bataille, como una afirmación de la vida.
Serra ofrece una experiencia cinematográfica nuda, genuina, no especulativa, buscando la ambivalencia de la imagen que huye de servir a los fines de una determinada ideología. Aparentemente, no hay un juicio moral sobre el toreo, sino la lógica interna del mundo del toro, a través de la fascinación que producen las secuencias escogidas, que van de lo místico del torero "en capilla" o el abandono de la vida en los ojos del toro en un super slow al natural, hasta lo cómico de los comentarios sin filtro de la cuadrilla. Tardes de soledad se sitúa mucho más cerca de la tradición que va desde Goya hasta Picasso o desde Quevedo hasta Ramón del Valle-Inclán, que de la crítica política, el españolismo, lo folclórico, el macho ibérico, el kitsch, el homoerotismo, el animalismo y la mojigatería.
Pero, ¿qué hay detrás de la decisión de un director por el género documental? Serra dice detestar el género porque, salvo excepciones, es un recurso para vagos que quieren eludir la dirección de actores y que tampoco tienen las ganas y el arrojo para escribir un libro. Explica que su elección responde a que hay cosas que requieren de la potencia de imágenes inéditas, no construidas de manera ficcional. Parte de las imágenes y sonidos que durante cuatro años de rodaje han sido recogidos por cámaras y micros que acabaron siendo ignorados a fuerza de estar. Se trata de una materia prima que no se puede alterar, pero sí seleccionar.
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Serra hace con ella un ejercicio formal de composición, a su manera, prescindiendo del narrador, del tendido y de la vida prosaica, con un sonido ambiente que sería el sueño húmedo de cualquier voyerista con propensión al ASMR. Planos cerrados desde el tendido que parecen situarse a la altura del torso del toro, retorcido como el de Belvedere, con las extremidades partidas por el encuadre: La belleza de vestirse de luces, cargar a la izquierda, la lidia en la plaza, el miedo a la muerte, "¡ole tus huevos!", "¡cumbre!", cornada, sangre en la arena, sangre en el pelaje, sangre en el traje de luces, convocatoria de la muerte, arrastre del cuerpo pesado del astado, la vuelta en la furgoneta, otra corrida, repetición y anticlímax.
La división tradicional entre cine de ficción y documental, parte de la idea de que el primero inventa historias y el segundo refleja la realidad. Pero lo cierto es que no son tan diferentes como pudiera parecer. Advierte Rancière, en La fábula cinematográfica. Reflexiones sobre la ficción en el cine, que todo producto cinematográfico es ficcional, porque se construye mediante operaciones narrativas. Así, la diferencia no radica en la supuesta objetividad del documental, sino en el hecho de que sea tomado como tal, puesto que parte de imágenes reales, mientras que la ficción tiene que ganarse la verosimilitud, que siempre será puesta en cuestión. Pero esto no quiere decir que el documental lo tenga siempre más fácil. Žižek se fija en la transición que hizo Kieślowski del documental a la ficción, al percibir que el documental estaba limitado por el trabajo de campo, puesto que meter la cámara en la intimidad ajena es lo mismo que meter las narices, mientras que la ficción permite explorar las fantasías y sueños más profundos de los individuos, sin ser una intrusión.
Sin embargo, aunque la materia prima no provenga de un artificio, no quiere decir que el documental no sea ficcional, y Serra lo sabe. Sí, el resultado final está condicionado por los medios técnicos y el material registrado, pero la determinación de su significado proviene del montaje, como una estrategia de sentido. Se trata de crear una narrativa que no necesariamente siga una estructura de presentación, nudo y desenlace, y mucho menos por ese orden, como diría Godard. El montaje errático de Chris Marker, el lineal de Lanzmann o el poético de Herzog, son diferentes formas intencionales de narrar, independientes de su contenido. Para Serra, el criterio es estético: un ejercicio formal que se muestra funcional para un resultado más cercano al arte contemporáneo que privilegia forma y color. Desde esta perspectiva, la eficacia del cine, en cualquiera de sus géneros, no depende de su capacidad para reflejar una verdad, generalmente para conversos, sino de su potencial para romper con lo dado y generar nuevas formas de experiencia sensible.
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Pero para entender la narrativa en el arte hay que situarse fuera de lo artístico, puesto que el mismo pensamiento humano está inextricablemente ligado a la narrativa. Conocemos de manera fragmentaria, pero solo entendemos de forma narrativa, así que de alguna manera hay que coser esas costuras. Se trata de estructurar nuestra vida, de conectar eventos, de dar sentido al caos de la experiencia, incluso para decir que la experiencia es un caos.
Cabe entonces preguntarnos por dónde empezamos a construir, si partimos de las cosas o hacemos que estas encajen en nuestra ideología. En este sentido, resulta curioso que algunos animalistas, tradicionalistas o antiespañolistas, a pesar de tener ideologías tan dispares y contradictorias, han querido ver en Tardes de soledad una justificación de su propio pensamiento, puesto que hacen encajar lo que ven en esa narrativa que se han hecho de la vida. Pero señala el mismo Serra que es un error intentar ver en el montaje una intención política. Serra parte del material y de lo material para presentar una experiencia cinematográfica, que reclama un visionado desprejuiciado, lo cual nos pone en alerta ante la tentación de que sea nuestra ideología la que dé forma a los fenómenos, en vez de partir de lo material para pensar y repensar el sentido.
En cualquier caso, no hay que llevarse a engaño. El posicionamiento estético de Serra no quiere decir que eluda el posicionamiento ético, puesto que mandar al carajo todas las ideologías, ya es en sí mismo un posicionamiento ético.
Hoy en día, cuando las corridas de toros están más denostadas y censuradas que nunca por unos, y defendidas y exaltadas por otros, va y Albert Serra saca Tardes de soledad, un documental sobre el mundo taurino, que se estrena el 7 de marzo. A Serra nunca le ha importado lo más mínimo la provocación mediática, porque lo que busca es escandalizar al espectador. Cuenta en sus presentaciones que una mujer vegana y con dos perros, le dijo al terminar el pase en Nueva York: "Me has corrompido".