Es noticia
El gran secreto de 'El jardín de las delicias': un paseo nocturno con Javier Sierra por el Prado
  1. Cultura
el gran lanzamiento del año

El gran secreto de 'El jardín de las delicias': un paseo nocturno con Javier Sierra por el Prado

Caminamos con el autor 'bestseller' por la pinacoteca mientras nos habla de su nueva novela 'El plan maestro', una especie de segunda parte de 'El maestro del Prado' y que lleva al lector por los misterios de algunos de los grandes lienzos

Foto: Javier Sierra delante de 'El jardín de las delicias' (PLANETA)
Javier Sierra delante de 'El jardín de las delicias' (PLANETA)

Ha vendido siete millones de ejemplares de toda su obra y sus libros se pueden encontrar hasta en 44 países. El aragonés Javier Sierra (Teruel, 1971) es, además, uno de los bestsellers españoles que mejor ha puesto su pica en EEUU llegando a estar en el top 10 de los más vendidos. Tiene dotes de chamán, con una cadencia, en voz y escritura, que actúan casi como la flauta mágica del músico de Hamelín. Te das cuenta en cuanto te relata una historia. Así sucedió con la presentación de su última novela, El plan maestro, una especie de segunda parte (o una puerta compartida) de El Maestro del Prado (2013), en la pinacoteca madrileña por la noche. Cuando no había nadie. Solo los cuadros, Sierra y un enorme grupo de periodistas. Su editorial, Planeta, quiso cerrar el museo para nosotros solos. Evidentemente, es uno de los lanzamientos del año.

“Esto va a ser una experiencia inmersiva en el trasfondo de la novela”, afirmó Sierra al comenzar a hablar y moldeando ya lo que iba a ser el encuentro. “Porque aquí yo ya no veo cuadros, sino novelas”, continuó. Se trataba de encontrar las historias secretas de algunos de los lienzos que también aparecen en El Plan Maestro y que son como una especie de membranas llenas de símbolos que nos pueden llevar a otro lado. Si El maestro del Prado terminaba con un enigma en forma de versos, en la nueva estos forman parte de la trama. Todo se interrelaciona.

"Aquí yo ya no veo cuadros, sino novelas”, continuó. Se trataba de encontrar las historias secretas de algunos de los lienzos que aparecen en el libro

Comenzamos por una de las salas más míticas del museo, la 56 A, la que está dedicada a El Bosco. Allí se despliegan dos de los cuadros que más atraen las miradas siempre: El jardín de las delicias (1500-1505) y El carro de heno (1502 o 1516, se tiene la duda). Y es obvio el interés: el primero tiene el mayor número de desnudos de todas las pinturas del mundo clásico; el segundo está lleno de criaturas extrañas (también llamadas vicios) y actuaciones pecaminosas. El Bosco era así, de pecados, virtudes, el cielo y el infierno. Del temor que causaba Dios. Y el atractivo que nos sigue provocando todo esto.

Era un pintor con una enorme simbología. El jardín de las delicias, que perteneció a la familia Nassau, que eran holandeses, “era una puerta literal. Cuando estaba cerrado, el cuadro mostraba la imagen del planeta en el tercer día de la Creación. Y cuando se abría ofrecía una imagen desbordante de color”, relató Sierra, quien insistió en que todos desarrolláramos “la segunda visión”, que consiste en “contemplar los cuadros no solo en su obviedad sino también en su geometría”. Y con esta táctica explicó cómo en la parte superior lo que parece un lago en realidad es un ojo. “Que es el ojo de Dios que vigila la Creación”.

placeholder 'El plan maestro', de Javier Sierra
'El plan maestro', de Javier Sierra

Pero hay más. Algo incluso sorprendente, nos dijo. Uno de los pintores contemporáneos más influenciados por este lienzo fue Salvador Dalí. De alguna manera, El Bosco es bastante protosurrealista. Se pasaba horas y horas viéndolo en el Prado. “Y lo increíble es que Dalí está en el cuadro”, afirmó mientras señalaba a la parte del paraíso y veíamos una especie de figura de perfil con los largos bigotes dalinianos. La mirada de Javier Sierra.

En la pared de al lado cuelga El cuadro de heno con toda una serie de figuras fantásticas, algunas terroríficas, otras bastante erotico-festivas. Y entre todas ellas, un hombre pez. “Esta figura ya aparecía en las civilizaciones antiguas. Salía del Tigris por las mañanas y después se zambullía. Era un maestro instructor que se llamaba Oannes. El caso es que esto nosotros lo conocimos en el siglo XIX gracias al descubrimiento de la Biblioteca de Asurbanipal, en Nínive. Así fue cuando supimos de los sumerios. ¿Cómo podía saber esto El Bosco en el siglo XIV?”, se preguntó Sierra. Otro de los misterios de los cuadros.

Pulmones y cavernas

En la trama de El plan maestro, donde el escritor incorpora a su verdadera familia -la mirada de sus hijos pequeños hacia las pinturas es muy relevante- no solo aparece el Prado sino también otras pinacotecas importantísimas como Los Uffizi en Florencia o la casa de Frida Kahlo en México, llenas de lienzos míticos. Uno de ellos es La primavera, de Botticelli (1477 y 1482), donde se esconde otro secreto.

“En el centro se encuentra Venus rodeada de otros personajes. Y si nos fijamos vemos que aparecen dos pulmones humanos. Lo curioso es que en la época en la que lo pinta Botticelli estaba prohibido hacer autopsias porque era un pecado de necromancia. Sin embargo, estos pulmones demuestran que Botticelli tuvo que asistir a alguna y lo quiso mostrar en el cuadro. Hay siempre un arte subyacente al que se puede entrar con una mirada distinta. Como la mirada del niño que vamos perdiendo”, contó el escritor.

placeholder Sierra en el Prado (PLANETA)
Sierra en el Prado (PLANETA)

Precisamente, El Plan maestro empezó a gestarse a partir de unas vacaciones de Sierra en Cantabria, muy cerca de Puente Viesgo y al ladito de todas las grandes cuevas. Comenzó a llevar a sus hijos y observar cómo miraban las pinturas. Ahí fue cuando vislumbró esa capacidad de la pintura como una membrana que te puede llevar a otro lugar. “En esa época se pintaba en los lugares más oscuros y utilizaban los recovecos de la pared para la barriga del animal. Para ellos, el bisonte estaba al otro lado y lo que hacían era marcarlo. Por eso el arte está para marcar el más allá”, explicó Sierra.

"En las cavernas el bisonte estaba al otro lado y lo que hacían era marcarlo. Por eso el arte está para marcar el más allá"

Avanzamos por los pasillos en el silencio de la noche -es algo un poco abrumador- dejando atrás auténticas obras maestras y nos detuvimos en La perla, de Rafael, el lienzo favorito de Felipe IV. Fue allí donde hace 35 años el escritor se topó con el maestro protagonista de El maestro del Prado a quien le dio el nombre de Luis Fovel aunque él nunca se lo dijo. Este es un cuadro que muestra a la Virgen, su madre Ana, el primo Juan y el niño Jesús. “Vine a verlo muchísimas veces y una vez ya vi algo que nunca había visto y es que en la esquina derecha inferior, en un tronco reseco se puede ver una inicial que no aparece en ninguno de los catálogos y que es una F. Rafael Sancio no lleva ninguna F, tampoco Ludovico Canossa, el obispo que se lo encargó. No sé qué hace una F como la de Fovel allí”, manifestó misteriosamente.

Enfrente se encuentra La virgen del pez, también de Rafael, con la Virgen, el arcangel Rafael, Tobías y San Jerónimo, y en el que, según Sierra, aparecen personas reales haciendo de alguno de los personajes como traductor Pietro Bembo y el filósofo de la cábala Pico della Mirandola. “Por eso digo que yo siempre veo novelas en los cuadros”, insistió.

Perro hundido

Tras pasar por los enormes cuadros que crearon el mito de Juana La Loca, de Pradilla y El fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert -siempre estremecedor- llegamos a los corredores de hombres ilustres de la política del XIX. Allí habita un pintor singular, Vicente López Portaña (que, entre otros, pintó a Goya), que en ese mundo al que ya llegaba la fotografía, supo imprimirle magia a los cuadros, como resaltó Sierra. Lo hizo, por ejemplo, con el aposentador real Luis Veldrof (1820-23) que tiene una llave en la mano “y que desvelará los enigmas de la novela”, añadió Sierra.

placeholder Sierra delante del cuadro de Vicente López (PLANETA)
Sierra delante del cuadro de Vicente López (PLANETA)

Culminó el paseo con un cuadro que no puedes dejar de mirar: la famosa pintura negra del perro de Goya. Ese can que se está medio hundiendo o medio saliendo de la arena. Hay múltiples interpretaciones. Sierra contó la historia de un lector que le dijo que de niño se quedó encerrado en el museo y que, a solas, vio como la cabeza del perro se giró y le miró. “La visión racional solo es una de las visiones. Luego están las otras”, señaló el escritor que afirmó que uno nunca está solo en un museo con los cuadros… También están los fantasmas de los cuadros.

Y por ahí va su nueva novela, en la que hay ángeles y demonios, los buenos y los malos, el propio Sierra y el famoso maestro… Una novela que, dice la editorial, también juega con la ciencia ficción y que será uno de los acontecimientos del año. El escritor ya tiene previstos 34 actos públicos en dos meses y medio. Desde luego, Planeta lo tiene bastante claro y ha tirado la casa por la ventana.

Ha vendido siete millones de ejemplares de toda su obra y sus libros se pueden encontrar hasta en 44 países. El aragonés Javier Sierra (Teruel, 1971) es, además, uno de los bestsellers españoles que mejor ha puesto su pica en EEUU llegando a estar en el top 10 de los más vendidos. Tiene dotes de chamán, con una cadencia, en voz y escritura, que actúan casi como la flauta mágica del músico de Hamelín. Te das cuenta en cuanto te relata una historia. Así sucedió con la presentación de su última novela, El plan maestro, una especie de segunda parte (o una puerta compartida) de El Maestro del Prado (2013), en la pinacoteca madrileña por la noche. Cuando no había nadie. Solo los cuadros, Sierra y un enorme grupo de periodistas. Su editorial, Planeta, quiso cerrar el museo para nosotros solos. Evidentemente, es uno de los lanzamientos del año.

Libros Novela Arte Museo del Prado