¿Quieres una 'expo' bonita, política y sexy? La de Huguette Caland en el Reina Sofía es un acierto
Se inaugura en el museo madrileño la primera gran retrospectiva en Europa de esta artista libanesa que siempre buscó la estética y la libertad. Parte no ha podido llegar desde Líbano por la guerra y los problemas de seguridad
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La historiadora de Arte y profesora de la Universidad de Pennsylvania (EEUU) Hannah Feldman trajo el presente más absoluto nada más empezar la rueda de prensa: “Ha quedado demostrado estos días que mi país [EEUU] no es respetuoso con Europa. Yo voy a hacer lo contrario y voy a comenzar dando las gracias”. No era ninguna tontería. Venía a presentar la exposición Huguette Caland. La vida en pocas líneas, que ella misma comisaría en el Museo Reina Sofía y a la que enseguida dio el trazo político. Se trata de la primera gran retrospectiva de esta pintora libanesa (1931-2019) -300 obras- en Europa y Feldman no dejó escapar el contexto político: “Ahora el Líbano está ocupado por Israel, está ocupado su espacio aéreo pese al alto al fuego. El presidente de mi país, no mi presidente, ha pedido la limpieza étnica de Gaza y no podemos olvidar este contexto porque Huguette Caland siempre tuvo muy presente a Palestina y a las mujeres palestinas”. Un torpedo en primera línea de flotación. Una muestra del Reina Sofía en su esplendor.
Feldman manifestó a su vez que la muestra "llega algo mermada", ya que "por razones de seguridad" no han podido llegar 30 obras que estaban en colecciones privadas y museos en Líbano y que permitían estudiar el mecenazgo en el país. "El Líbano es un país dedicado a su cultura y a su arte, no solamente un país víctima de los conflictos a lo largo de los años", reclamó la comisaria. Cuando se organizó la exposición, todavía no existía el alto al fuego y temían que les ocurriera algo en el transporte. No obstante, Feldman insistió en que la muestra no ha perdido valor estético. Y dense tiempo para saborearla: se desarrolla a lo largo de doce salas en la planta cuarta de la pinacoteca. No se ve en un rato.
Una artista libre
Es muy posible que usted no conozca a Caland. De hecho, fue una creadora muy relevante en su país, Líbano, también en Oriente Medio en la segunda mitad del siglo XX, pero es ahora cuando está empezando a llegar a los países europeos. Después del museo español irá al Deichtorhallen de Hamburgo —se hace en colaboración con este centro—y se espera que su figura se asiente en Europa. Y sí, la libanesa también se está viendo beneficiada por la mirada que tienen ahora los museos occidentales hacia las mujeres creadoras. Bienvenida sea.
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Motivos hay para que Caland se quede en el imaginario europeo. Es una retrospectiva estupenda. Llena de luz, de colorido, “de vitalismo y disfrute de la vida”, como dijo también el director del Deichtorhallen de Hamburgo, Dirk Luckow. Hay gozo, pulsión erótica, sexo y divertimento. Sin la cosa ocultista y paranormal, tiene algo en los colores de Hilma Af Klint o de Agnes Martin en las líneas verticales y horizontales.
La retrospectiva gira en torno a dos líneas, la relación que la pintora siempre estableció entre la vida y el arte —eran la misma cosa— y la estética de la línea, más recta o más curva, que aparece en toda su producción. Estas dos facetas presentes desde sus primeras obras, tal y como explicó la comisaria, revelan que siempre estuvo a la búsqueda de la libertad y la estética. Y nunca dejó de trabajar, siempre se la podía ver con un cuaderno en la mano.
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La parte más conocida tiene que ver con los dibujos que hizo sobre el cuerpo, sobre todo el femenino, y sobre los encuentros eróticos —hay incluso un lienzo en el que aparecen su marido y su amante—, aunque, según Feldman, “lo que representan es la búsqueda de su propia autonomía y su lugar en el espacio”. Pero hay también otros temas que se tocan en la retrospectiva: el lenguaje, la comunicación, la identidad a través de los otros, la migración, las costumbres sexuales, las personas vulnerables… como las mujeres palestinas refugiadas —de hecho, en 1969 fundó Inaash, una ONG para su protección—cómo afecta la economía a los artistas, el amor y el envejecimiento que, según ella, el feminismo no había abordado de forma suficiente. Por otro lado, en la exposición no solo hay cuadros, sino que también se pueden ver sus creaciones de caftanes que hizo para el modisto Pierre Cardin —y que tienen una tradición muy libanesa y provocadora: son hermosos— y una película sobre las relaciones sentimentales.
Política, grotesca y vital
Huguette Caland, fallecida hace solo seis años, fue “una artista rebelde”, según la definió Luckow. Es obvio que venía de una familia privilegiada y eso siempre ayuda a la hora de dedicarse a las artes plásticas y la rebeldía: su padre, Bechara El Khoury, fue el primer presidente del Líbano independiente. Caland estudió arte, se paseó por los mejores lugares libaneses en décadas tan bulliciosas y libres para el país como los sesenta y setenta para marchar a París —con todo el glamour de los setenta y ochenta— y Los Ángeles —con la vibración de Venice Beach en los noventa y dosmil— con la desestabilización política del país (y el estallido posterior de la cruenta guerra civil). Hasta sus últimos años de vida no regresaría a Beirut. Una vida de arte, privilegio —si bien al principio le costó entrar en los cenáculos y museos occidentales— pero también conciencia, y esto último no siempre se tiene.
Desde el principio se vio que no era una artista convencional. Tampoco en su vida. “Quiso vestirse como quisiera, vivir como quisiera, hacer arte como quisiera, amar a quién y cómo quisiera y a ser madre como quisiera”, dice la nota informativa del Reina Sofía. Si se piensa en la liberación sexual y de todo tipo de la mujer, Huguette Caland fue una de ellas. Y ahí están sus cuadros de líneas sinuosas o sus dibujos de hombres y mujeres completamente desnudos. Y a la vez es todo muy bonito, no es nada feísta, ni antiestético, ni vulgar ni cutre. Al contrario, estaría en las antípodas de eso.
Por todo esto, la obra de Caland también es eminentemente política. Ella no se inmiscuyó en la política de su país, pero siempre la tuvo muy presente. De ahí las primeras palabras de la comisaria Caland y que Luckow definiera la muestra como “multifacética: política, grotesca y vital”. “Hay minimalismo y pop art, juega con las líneas y la indefinición de fronteras. Hay ternura y vastedad, hay una grandiosidad que a mí me conmueve”, manifestó este comisario. Y después ahí están todas las influencias árabes y asiáticas, toda la presencia de Beirut, de París, de Los Ángeles. No se pierdan tampoco sus tapices y colchas. Su última obra, el tapiz Le grand Bleu (2012), que evoca al mar Mediterráneo y a las casas tradicionales libanesas, la tuvo encima de la chimenea de su última casa hasta su muerte. A cualquiera la encantaría que estuviera en su salón.
Huguette Caland. Una vida en pocas líneas se inaugura mañana y estará en el Reina Sofía hasta el 25 de agosto de este año. Y no se la pierdan porque es uno de los grandes descubrimientos de la temporada.
La historiadora de Arte y profesora de la Universidad de Pennsylvania (EEUU) Hannah Feldman trajo el presente más absoluto nada más empezar la rueda de prensa: “Ha quedado demostrado estos días que mi país [EEUU] no es respetuoso con Europa. Yo voy a hacer lo contrario y voy a comenzar dando las gracias”. No era ninguna tontería. Venía a presentar la exposición Huguette Caland. La vida en pocas líneas, que ella misma comisaría en el Museo Reina Sofía y a la que enseguida dio el trazo político. Se trata de la primera gran retrospectiva de esta pintora libanesa (1931-2019) -300 obras- en Europa y Feldman no dejó escapar el contexto político: “Ahora el Líbano está ocupado por Israel, está ocupado su espacio aéreo pese al alto al fuego. El presidente de mi país, no mi presidente, ha pedido la limpieza étnica de Gaza y no podemos olvidar este contexto porque Huguette Caland siempre tuvo muy presente a Palestina y a las mujeres palestinas”. Un torpedo en primera línea de flotación. Una muestra del Reina Sofía en su esplendor.