"Celestial, angélico": la inglesa groupie de Hitler que documentó sus 139 citas con el Führer
Salen a la luz los diarios de la aristócrata británica (y simpatizante nazi) Unity Mitford, que durante 10 meses acudió religiosamente al restaurante donde le habían dicho que comía Hitler hasta lograr conocerlo
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F5bd%2F1f8%2Fa05%2F5bd1f8a059512345f0b65bbea731fbfe.jpg)
"El día más maravilloso de mi vida", se lee en la entrada correspondiente al 9 de febrero de 1935. La ocasión referida en el diario es el encuentro de la aristócrata británica Unity Mitford y un Adolf Hitler que aún no se había iniciado en el genocidio, pero ya había hecho prácticas en la Noche de los Cuchillos Largos. Y lo sabemos porque hace pocos días el tabloide inglés The Daily Mail anunciaba que había localizado los diarios largamente perdidos de la aristócrata inglesa. Las anotaciones muestran una adoración enfermiza ("celestial"o "angélico" son algunos de los calificativos empleados por la autora para referirse al Führer) y que pudo trascender lo platónico.
Poco se habla de los fans británicos del nazismo en los años treinta del siglo XX. Desde miembros de la realeza como Eduardo VIII a representantes de la aristocracia rasa como Lord Walter Montagu o la propia familia Mitford. De qué pie cojeaban estos últimos cabe imaginarlo si tenemos en cuenta el nombre completo de la diarista: Unity Valkyrie Freeman-Mitford, una de las famosas hermanas Mitford. Se dice, además, que fue concebida en la localidad canadiense de Swastika.
El diario, cuya autenticidad ha quedado certificada por los expertos, narra en un volumen encuadernado en cuero negro los ciento treinta y nueve encuentros con Hitler que mantuvo entre 1935 y 1939. La obsesión de Unity la había llevado a mudarse a Múnich unos meses antes de ese primer encuentro. "Comida Osteria 2:30. EL FUHRER llega a las 3:15, después de que yo terminase de comer. A los diez minutos llama al Wirt [propietario] PARA PEDIRME QUE VAYA A SU MESA". Fue entonces cuando se produjo la conjunción astral que ella ansiaba. Había pasado diez meses acudiendo religiosamente al restaurante donde Hitler, según le habían dicho, solía comer.
A partir de ese momento, Unity se codeó con la cúpula nazi con tal asiduidad que, al parecer, Eva Braun mostró señales de celos de aquella rubia que le sacaba seis centímetros de altura al Führer.
Había pasado diez meses acudiendo religiosamente al restaurante donde Hitler, según le habían dicho, solía comer
"Hitler habla mucho de los judíos, es un tema que le encanta", escribe Unity en otra ocasión de forma lacónica. Aunque el diario no incluye comentarios explícitamente antisemitas, la autora sí que publicó una diatriba en esa línea en el periódico Der Stümer por esas mismas fechas. El artículo terminaba con esta frase: "Deseo que se publique con mi nombre y apellidos completos, quiero que todo el mundo sepa de mi odio a los judíos".
Hitler correspondió su devoción poniéndole un pisito en Múnich, regalándole una insignia con una esvástica de oro y ofreciéndole un palco para los Juegos Olímpicos de Berlín. También la obsequió con una pistola de culata nacarada. Fue el arma con que ella se voló la tapa de los sesos en un parque de Múnich el 3 de septiembre de 1939, recién comenzada la Segunda Guerra Mundial. Unity no resistió la idea de dividir su lealtad entre su país de origen y el régimen al que admiraba. Sin embargo, no murió hasta 1948, víctima de una meningitis ocasionada por la bala.
Para enredar un poco más la historia, años después, una mujer llamada Val Hann, sobrina de la directora de un hospital materno de Oxford, abrió otro melón. Val Hann declaró que ese hospital privado acogió a una Unity embarazada tras su regreso desde Alemania. Y que poco después dio a luz a un hijo ilegítimo de Hitler. Quién sabe, quizá haya un Adolf júnior que se dedique a pasear al perro por un parque inglés en la actualidad.
El culebrón de los diarios de Hitler
Pero aún hay más historias de diarios. A finales de diciembre de 2024 el New York Times publicó un obituario sobre Gerd Heidemman. Se trata del periodista alemán que pasó a la posteridad por localizar los sesenta volúmenes de lo que por entonces se consideraron los diarios perdidos de Hitler, y cuya autenticidad quedó certificada en un primer momento por el historiador británico Hugh-Trevor Roper.
Los textos se fueron publicando por fascículos en la revista Stern. El semanario alemán había pagado en 1983 la prodigiosa cifra de 3,7 millones de dólares por los derechos de los diarios, que posteriormente cedió en franquicia a periódicos como The Sunday Times.
Val Hann declaró que ese hospital privado acogió a una Unity embarazada tras su regreso
Sin embargo, más adelante se descubrió que todo era un monumental fraude obra de un admirador de Hitler llamado Konrad Kujau, quien se había dedicado a falsificar meticulosamente entre 1981 y 1983 los diarios que hicieron pasar como obra de Hitler. Heidemann pagó aquel fraude con cuatro años y medio de cárcel.
Años después, el periódico alemán Der Spiegel determinó que el periodista había trabajado como agente doble para la Stasi, y que todo había formado parte de un complot de la RDA para descrédito de los países al otro lado del Muro.
Es posible que Rupert Murdoch, dueño de The Daily Mail además de The Sunday Times, haya querido redimirse de aquel fiasco con la publicación de los diarios de Unity Mitford que, con un poco de suerte, esta vez sí que serán genuinos.
"El día más maravilloso de mi vida", se lee en la entrada correspondiente al 9 de febrero de 1935. La ocasión referida en el diario es el encuentro de la aristócrata británica Unity Mitford y un Adolf Hitler que aún no se había iniciado en el genocidio, pero ya había hecho prácticas en la Noche de los Cuchillos Largos. Y lo sabemos porque hace pocos días el tabloide inglés The Daily Mail anunciaba que había localizado los diarios largamente perdidos de la aristócrata inglesa. Las anotaciones muestran una adoración enfermiza ("celestial"o "angélico" son algunos de los calificativos empleados por la autora para referirse al Führer) y que pudo trascender lo platónico.