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Pesadilla en Alcobendas de una ejecutiva de Netflix
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Pesadilla en Alcobendas de una ejecutiva de Netflix

Hace seis años, Netflix fichó a Lisa Taback, la gran fontanera de la Academia, para conseguir el Oscar a la mejor película. Ese momento parecía haber llegado con 'Emilia Pérez', pero no

Foto: El reparto de Emilia Pérez en los Globos de Oro. (Reuters)
El reparto de Emilia Pérez en los Globos de Oro. (Reuters)

Si nada desnuda mejor a un político que los empujones en el balcón de la sede del partido cuando toca celebrar (o enterrar) un resultado electoral, el Hollywood crudo, el de la malicia bajo la sonrisa del photocall, fluye soterrado en las ceremonias de premios.

Y no hablamos (todavía) de Karla Sofía Gascón, la actriz de Alcobendas, aunque podríamos: no solo no fue invitada a la primera gala tras ser cancelada por sus tuits incendiarios, la de los Critic's Choice Awards, sino que no pusieron la foto con su cara cuando se falló el premio al que estaba nominada por Emilia Pérez. Feísimo detalle.

Siguiendo con las zancadillas en las bambalinas de las galas, hay un hilo secreto que une los Oscar de este año, los del cielo y el infierno de Gascón, con los de 1998, los del shock (otros prefieren llamarlo robo) del Oscar a la mejor película a Shakespeare in Love por delante de Salvar al soldado Ryan. El sainete de la entrega de ese Oscar es de no creer. Shakespeare in Love tenía cinco productores acreditados. El acuerdo entre ellos era que, si ganaban el Oscar, hablarían todos un poco al recogerlo. Ganaron. Subieron a escena. La cosa iba según lo previsto (discursos breves de agradecimiento) hasta que le tocó hablar al tercer productor… y se quedó con la miel en los labios ¿Sabes cuando llevas 20 minutos de cola en la carnicería y, justo cuando llega tu turno, se te cuela una señora mayor que acaba de llegar? Pues eso. Un productor que iba a intervenir al final se saltó la cola, agarró el micro y no dejó de hablar hasta que sonó la música y se acabó la gala. Los dos productores burlados de Shakespeare in Love asistieron mudos y con cara de póker a la cuchillada de su compañero. Justo colofón, por otro lado, a una de las campañas por el Oscar más sucias que se recuerden (ahora veremos por qué).

Foto: La actriz Karla Sofía Gascón en octubre pasado en Londres. (Getty Images)

El productor que robó el show les sonará, Harvey Weinstein, capo de la gran productora independiente de los noventa, Miramax (20 años después de esta gala, Weinstein inauguró estrepitosamente la era del Me Too). Pese al atropello a los otros productores, no dejaba de tener sentido que Weinstein monopolizara la escena esa noche, pues la campaña de engatusamientos y amedrantamientos que llevó a Shakespeare in Love al Oscar fue obra de su círculo corporativo íntimo. Además de gastar el doble en promoción que los grandes estudios, un nombre empezaba a brillar con luz propia en la estrategia de Miramax en los Oscar: Lisa Taback.

La misma Lisa Taback que ha estado ahora en el centro de la defenestración de Karla Sofía Gascón… Taback, la mayor especialista de Hollywood en coger una película indie (o de menos presupuesto que las otras candidatas) y llevarla al Oscar, la gran estratega de campaña. Además de Shakespeare in Love, a Taback se le atribuyen fontanerías decisivas en los Oscar a El Paciente inglés, Chicago. El discurso del rey, El artista, Spotlight y Moonlight, además de en las estatuillas a Gwyneth Paltrow, Roberto Benigni, Brie Larson, Kate Winslet, Greta Gerwig y Quentin Tarantino. Tras trabajar muchos años para Miramax, y crear luego su propia empresa por libre, en 2018, Taback protagonizó un significativo movimiento industrial: Netflix compró su chiringuito y la nombró vicepresidenta de la compañía (área de premios y relaciones con las estrellas). Fichada con un objetivo: ganar el Oscar a la mejor película, culminando así el asalto de Netflix al viejo negocio del cine. Sin reparar en gastos. Taback, que responde directamente al CEO de Netflix, Ted Sarandos, tiene un equipo de 40 personas dedicadas exclusivamente a la temporada de premios, además de 15 asesores, según datos de 2022 de Business Insider.

Netflix ha gastado 30 millones en vender 'Emilia Pérez' a los académicos. La película costó 21 millones en hacerse

Pero, por unos motivos o por otros, Taback todavía no ha logrado hacer su magia en Netflix. El Oscar a la mejor película se ha resistido más de lo previsto. El año que ficharon a Taback, Netflix rozó la gloria, con Roma, de Alfonso Cuarón, película personal, en español y en blanco y negro, es decir, ideal para que Taback lo volviera a hacer... con no poca ayuda externa: como en Miramax, Taback cuenta en Netflix con un chorrón de millones para promoción, muy superior tanto en Roma como en Emilia Pérez a lo que costó hacer las pelis (se dice que Netflix ha gastado 30 millones en vender Emilia Pérez a los académicos. La película costó 21 millones en hacerse).

Puede que Netflix irrumpiera en Hollywood como un negocio disruptivo, pero cuando se trataba de lograr premios, no cabía innovación alguna: pasta sin límite. "Esta empresa tan moderna tomó un camino anticuado, y lo hizo de la misma manera que ha hecho muchas otras cosas, invirtiendo una enorme cantidad de dinero en resolver el problema", contó a Vanity Fair, en 2022, Stephen Galloway, decano de la Dodge College of Film and Media Arts de la Universidad de Chapman. Tantos billetes que la carrera por el Oscar se convirtió casi "en un Netflix contra todos los demás", contó un estratega de premios en dicho artículo.

placeholder Karla Sofía Gascón, premiada en Cannes. (Reuters)
Karla Sofía Gascón, premiada en Cannes. (Reuters)

Pero cuando la cosa parecía hecha con Roma, con Cuarón ganando la estatuilla al mejor director, y con Lisa Taback llevando el Oscar a Netflix a la primera, saltó la sorpresa en Las Gaunas: Green Book ganó finalmente a Roma el premio gordo, en lo que algunos interpretaron como una colleja de Hollywood a la arrogancia industrial de Netflix.

Varios disparos más al palo —a Netflix también se le escapó por los pelos el Oscar a El poder del perro su momento parecía haber llegado por fin ahora, con Emilia Pérez batiendo el récord de nominaciones (13) para una película de habla no inglesa. "Para muchos, conseguir 13 nominaciones a los Oscar para un musical en español protagonizado por una actriz trans con un director francés que pocos suscriptores de Netflix han visto es una hazaña en sí misma", explicó el New York Times.

Relato resbaladizo

Emilia Pérez no solo se posicionó como máxima favorita al Oscar, sino que monopolizó el debate público por su trasfondo social. Aunque el concepto de creación de relato esté empezando a estar sobado, con mucho vendedor de crecepelo facturando, Taback considera crucial saber qué historia vender con cada peli, como explicó en una entrevista: "La parte divertida del trabajo es descubrir la narrativa, y mantenerte firme en ella, incluso cuando el mundo gira y tienes que cambiar tu campaña". ¿Profecía sobre los futuros problemas de Emilia Pérez?

La creación de relato, en efecto, comenzó propulsando a Emilia Pérez, musical a flor de piel sobre un narco mexicano devenido mujer, es decir, fácilmente interpretable en caso de triunfo en los Oscar como mensaje de bienvenida de Hollywood al Donald Trump anti minorías. Pero lo que el relato te da, el relato también te lo puede quitar, como sabe Sofía Gascón, cuyos tuits repescados contra el Islam, el black power y el Hollywood inclusivo dinamitaron su rol de icono trans. De ejemplo público a leprosa social, o la paradoja de Emilia Pérez, la película trans que liquidó a su protagonista trans en medio de la promoción (Netflix apartó a Gascón de la promoción de la peli y retiró las vallas publicitarias con su cara en Los Ángeles, curioso giro estalinista cuando uno vende inclusividad).

Pero como el relato no lo es todo, para algunos en Hollywood, también hubo torpeza profesional de la actriz española. En una industria en la que la cultura de las apariencias es ley y cualquier atisbo de crisis reputacional se trata con guantes de manipular plutonio, cuando se desvelaron sus gruesos tuits, Karla Sofía Gascón entró como elefante en cacharrería, con una serie de entrevistas confusas… contra el criterio de Netflix, que había pedido perfil bajo, según The Hollywood Reporter. Al ponerse a pegar tiros por su cuenta, Karla Sofía dejó de ser de fiar. Le perdió la boquita otra vez.

"Karla Sofía Gascón ha saboteado activamente la campaña de 'Emilia Pérez'. Está siendo castigada por eso. No por el racismo"

Mientras las redes sociales se desgañitaban a favor o en contra de la cancelación, Elizabeth Belsky, experta en marketing, ponía el foco en X en el factor profesional: "La gente se muestra agraviada por cómo Netflix y otros estudios no muestran la misma energía contra otros fanáticos y abusadores, pero se olvidan de que Karla Sofía Gascón (KSG) fue completamente deshonesta en sus respuestas. Una vez más, se trata de relaciones, no de política. No es difícil de entender. Netflix le está pagando millones a Lisa Taback para que le consiga el Oscar a la mejor película y KSG ha saboteado activamente la campaña. Está siendo castigada por eso. No por el racismo. Si eres un racista o un abusador, pero sigues siendo un hombre de empresa, puedes seguir haciendo lo que quieras. Solo tienes que dejar que el estudio tome las decisiones por ti en lugar de organizar tus propias entrevistas desquiciadas, de las que las relaciones públicas del estudio no sabían nada".

O Karla Sofía liándola parda otra vez cuando trataba de arreglarlo en unas entrevistas en las que se mostró más agresiva y victimista que arrepentida y empática, y hasta sugirió que muchos de los tuits no los había escrito ella, sino una mano negra que quería destruir su carrera.

Según publicó el New York Times, "al principio, el equipo de Netflix tenía la esperanza de que la afligida disculpa de Gascón aplacara el ruido, según dos personas con conocimiento de las discusiones dentro de la empresa. Pero Gascón tenía otros planes. Primero, escribió una larga misiva en Instagram en la que decía que los tuits se habían sacado de contexto. Después apareció en CNN en una lacrimógena entrevista de una hora en la que dijo que no se retiraría de la contienda por el Oscar. Netflix no tuvo conocimiento de ninguna de las dos acciones hasta que se hicieron públicas, dijeron las dos personas con conocimiento de las discusiones dentro de la empresa".

placeholder La actriz Karla Sofía Gascón. (EFE)
La actriz Karla Sofía Gascón. (EFE)

En The Ankler, newsletter hollywoodiense de referencia, sintetizaron así el morboso drama del relato quebrado de Emilia Pérez:

1) "Como personaje principal de Emilia Pérez y primera actriz abiertamente trans nominada, fue el rostro de la campaña de premios de Netflix, centrada en la lucha de las mujeres contra los sistemas opresivos.... Su presencia en la carrera reforzó el reclamo de Emilia como la contendiente a mejor película más innovadora y con visión de futuro".

2) "Al coronar algo como la mejor película del año, la Academia, idealmente, está enviando una señal al resto del mundo sobre lo que Hollywood representa y puede ser en su mejor momento. A veces, la película ungida es un éxito que todo el mundo ya conoce, como Oppenheimer o El señor de los anillos: el retorno del rey. Pero hoy día es más frecuente que se trate de un título que podría languidecer en la oscuridad si no fuera porque los mejores y más brillantes personajes de Hollywood quieren sostenerlo y decir: "¡Sí! ¡Esto es lo que somos!".

3) "Entonces, cuando Emilia Pérez, que podría haber ganado el Oscar a mejor película, comienza a aparecer en las noticias por los motivos equivocados, se vuelve mucho más difícil para ella representar la versión más esperanzadora de sí misma de la industria… Aunque lleva tiempo pasándose en Netflix, muchos de mis familiares y vecinos parecen haber oído hablar de ella estos días, y lo que escuchan es casi universalmente negativo. Esto es, por supuesto, bastante inevitable cuando la estrella de una película nominada al Oscar emprende una gira de pseudodisculpas, provocando el tipo de drama irresistible en el que cualquiera puede interesarse ¿Quién podría culpar al público de tomarse un descanso de las noticias en Washington para leer que Netflix solo se comunica con Karla Sofía Gascón a través de su agente, o preguntarse si la nominada a mejor actriz de reparto por Emilia Pérez, Zoe Saldaña, puede mantenerse lo suficientemente alejada de su compañera de reparto como para salvar su propia campaña?".

4) "Gascón tuvo muchas oportunidades para disculparse, pero sus declaraciones solo ampliaron el alcance de lo que ya era una historia explosiva en la carrera por los Oscar".

Tiempos brutales

Según Sexo, mentiras y Hollywood, ensayo de Peter Biskind sobre Miramax, Sundance y el boom del cine indie, la batalla por el Oscar de Shakespeare in Love fue "solo un poco menos brutal que las imágenes de la matanza en las playas de Normandía de la epopeya de Spielberg". Como publicó la revista New Yorker, "Miramax pagó a una flota de veteranísimos publicistas de Hollywood (que pertenecían a la Academia), no ya para generar cobertura positiva de prensa, sino para que convencieran personalmente a los miembros más prominentes de la Academia. Compinches de los envejecidos votantes de la Academia a los que Miramax paga no solo durante la temporada de cinco meses de los Oscar, sino casi todo el año, una práctica sin precedentes en otras partes de la industria".

Ese año, Miramax llevaba también La vida es bella, del italiano Roberto Benigni. Según cuenta Biskind, uno de los académicos a sueldo de Miramax, veterano ex director de una poderosa firma publicitaria, "organizó una serie de cenas para presentar a Benigni a sus influyentes clientes y amigos, incluidos Kirk Douglas, Jack Lemmon y Elizabeth Taylor. Lo cuenta en el libro un testigo de los saraos: "Benigni se mudó a Los Ángeles durante un mes en el pico del período de votación. Todas las noches alguien organizaba una fiesta para él. Roberto hizo muchos amigos y eso le valió un Oscar como actor… que creo que la historia tal vez nos diga que no fue merecido. En realidad lo ganó por sus actuaciones durante esas cenas".

Dos de los productores de Shakespeare in Love contaron a Biskind que, antes de la ceremonia, Weinstein les pidió que renunciaran a subir a escena en caso de ganar el Oscar, con mensajes sutiles del tipo: "Voy a arruinar tu carrera en Hollywood, nunca volverás a trabajar. No sabes cuántos enemigos tienes en esta ciudad, no sabes con quién estás tratando", etcétera. Pero, además del palo, Harvey sacó también la zanahoria: les ofreció 100.000 dólares si se quedaban en casa. Como nada de eso funcionó, Weinstein lo hizo a las bravas: agarró el Oscar y ocupó el micro hasta que se cerró el telón.

Eso es lo que pasa en Hollywood en los premios cuando vienen bien dadas. Cuando vienen mal dadas, como el caso de Karla Sofía Gascón, uno puede acabar en una cuneta… aunque todo indica que enterrar a la actriz española no va a servir para que Netflix gane por fin el Oscar a la mejor película y ponga broche simbólico a su dominio sobre el audiovisual mundial.

Foto: La actriz Karla Sofía Gascón. (EFE/Sáshenka Gutiérrez)

Netflix se las prometía muy felices con Emilia Pérez, pero no contaban con el piquito de oro de una mujer de Alcobendas, imprevisto que ha generado cuchicheos en Hollywood sobre el equipo de Taback por no haber revisado las redes sociales de Karla Sofía antes de la temporada de premios. Pesadilla en Alcobendas de una ejecutiva de Netflix. "¿Cómo es posible que Netflix o los representantes de la actriz no examinaran los tuits antiguos de Gascón? Es posible que los pelotones de fusilamiento no surjan hasta después de los Oscar, cuando se aclare el alcance de daños, pero seguramente alguien acabará pagando los platos rotos", escribió Katey Rich en The Ankler. "Dejando a un lado la polémica de Gascón, los que están dentro de la empresa dicen que no esperan que cambie su estrategia de premios. Se seguirá gastando dinero. Los eventos seguirán siendo extravagantes. Habrá, por supuesto, una modificación: las cuentas en las redes sociales de cualquiera con quien Netflix esté considerando asociarse serán examinadas mucho más de cerca", añadió el New York Times.

Silencios que matan es el título de una novelaza negra publicada ahora en España. La clásica historia malrollera de Los Ángeles. Escrita por Jordan Harper, ex guionista de El mentalista y Gotham, cuenta las peripecias de una joven que trabaja de solucionadora de problemas en Hollywood. Cuando una gran estrella se mete en follones chungos, nuestra heroína se dedica a taparlos sobre el terreno, a vender cortinas de humo a la prensa y a convencer a la opinión pública de que ha pasado lo contrario de lo que ha pasado. Su jefe le contrató con el siguiente discurso: "Llevar la comunicación del mundo del espectáculo es pura adrenalina. Lo nuestro no es sacar las buenas noticias, sino impedir que salgan las malas. Somos como James Bond, pero en una versión ligeramente más sórdida al más puro estilo hollywoodiense. Accederás a sitios en los que no entra nadie más en el mundo. Sabrás cosas que nadie más conoce en todo el mundo. Harás cosas inmorales para gente inmoral, pero oye, cobrarás en consonancia. Tendrás ocasión de vislumbrar lo que pasa entre bambalinas. Te dará miedo, pero también te hará sentir viva".

Resumiendo: There is no business like show business, el que se mueva no sale en la foto y (salvo milagro) Netflix va a tener que seguir quemando billetes unos años más para hacerse con el último juguete que le falta.

Si nada desnuda mejor a un político que los empujones en el balcón de la sede del partido cuando toca celebrar (o enterrar) un resultado electoral, el Hollywood crudo, el de la malicia bajo la sonrisa del photocall, fluye soterrado en las ceremonias de premios.

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