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Dejad de tomarnos por idiotas: el gran blufazo de la cultura actual
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Paula Corroto

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Dejad de tomarnos por idiotas: el gran blufazo de la cultura actual

Un holograma de 'Las Meninas' nunca va a ser 'Las Meninas' por mucho empeño que le pongan en el folleto publicitario. Es un engaño. Un sucedáneo. El meme del Aliexpress. Y ese es el signo de los tiempos: un simulacro

Foto: El lienzo de la 'Magdalena' de Gentileschi junto a las proyecciones de cuadros que acompañan a la exposición en Santa Chiara. (Nápoles)
El lienzo de la 'Magdalena' de Gentileschi junto a las proyecciones de cuadros que acompañan a la exposición en Santa Chiara. (Nápoles)

El claustro del monasterio de Santa Chiara en Nápoles es un lugar precioso y muy tranquilo en medio del bullicio de motorinos y gente que recorren cada día las calles más céntricas de la ciudad. Además de su reclamo natural por su estilo gótico, sus naranjos y sus frescos, estos días publicitaba una exposición de Artemisia Gentileschi, la pintora barroca que vivió en la urbe mediterránea durante más de veinte años (1630-1654) y que tuvo una importancia tal que podía mirar de tú a tú al mítico Caravaggio. Y fui. Razones tenía de sobra: Gentileschi está hoy tan de moda como lo estuvo en el XVII.

Sin embargo, lo que me encontré no fue una gran exposición de la pintora, sino que solo había un lienzo de ella, la Magdalena que pintó en Nápoles en 1630 y que regresaba a la ciudad después de 400 años. Había pertenecido a la familia Serra di Cassano y en 1920 había llegado a Beirut, donde formó parte de la colección Sursock —millonarios y mecenas libaneses—. Estuvo a punto de ser destruida con la explosión del puerto el 4 de agosto de 2020. Fue dañada, pero se salvó.

Y sí, es un cuadro espectacular, pero es lo único que se puede ver de Gentileschi en esta muestra que se rellena con algo muy habitual últimamente: proyecciones a gran escala de pinturas. La exposición se nutre únicamente de un lienzo real —eso sí, muy bien anunciado en los periódicos napolitanos como el gran regreso de la pintora a la ciudad-— y lo demás es atrezzo. Sensación enorme de bluf.

No es la única vez que los museos (o cualquier centro público o privado) "timan" con las exposiciones. Hace unos días, en este mismo periódico informábamos de la apertura del Museo Banksy en Madrid… que no tiene obras de Banksy, sino reproducciones de otros artistas (curiosamente sí que hay un Banksy real en una plaza napolitana). Y todo por el módico precio de 15 euros. La explicación que dieron desde el museo que ha montado el empresario a Ada Nuño fue que era "una experiencia inmersiva en el mundo de Banksy, recreando obras que, en su mayoría, ya no existen físicamente, al haber sido destruidas, vandalizadas o situadas en zonas de conflicto como Palestina o Ucrania (...) Es una interpretación, una reconstrucción, una 'evocación' de la obra de Banksy, no una presentación de originales".

Lo más gracioso es que la "evocación" te cuesta lo mismo que ir al Prado a ver cuadros reales de Goya o Velázquez. Y ya te partes de risa cuando eso de que no hay ni un cuadro verdadero solo lo sabes cuando estás allí (y muy posiblemente) ya has pagado tu entrada.

placeholder Esta obra de Banksy en Madrid no es de Banksy. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Esta obra de Banksy en Madrid no es de Banksy. (Europa Press/Ricardo Rubio)

Más casos recientes de dar gato por liebre. También publicábamos por aquí hace unos días la muestra que el Museo Picasso de Málaga ha dedicado al pintor durante el tiempo que pasó en la localidad costera de Royan. Fueron diez meses, entre 1939 y 1940, justo al inicio de la II Guerra Mundial, en los que se dedicó a pintar en ocho cuadernos. Algunos eran de dibujo, otros, cuadernos normales de notas con cuadrículas o rayas; casi siempre cuadernos de pequeño formato. Según recogía Irene Hernández Velasco, los ocho cuadernos incluyen ideas para composiciones más grandes y muestran su proceso de evolución a la hora de aproximarse a una determinada forma. La exposición tiene toda una parte estupenda.

¿El problema? En el museo no están físicamente los ocho cuadernos. Solo exponen cuatro cuadernos originales. Otros tres solo están en formato digital y el restante en versión facsímil. O sea sí, pero no. Explicación desde el museo: "Es muy complicado conseguir en préstamo cuadernos, son obras en papel muy delicadas. Y además, ahora mismo se están llevando a cabo investigaciones muy potentes sobre los cuadernos de Royan, una de ellas por parte del Museo Metropolitan de Nueva York".

Ya, pero la exposición se titula Picasso: los cuadernos de Royan y se vende así: "reunidos por primera vez los ocho cuadernos de dibujo que Picasso realiza durante su estancia en esta ciudad francesa de la costa atlántica, contextualizándolos junto a otros dibujos, gouaches, pinturas, una paleta del pintor y poemas que ejecutó en ese período, así como junto a un grupo de obras de su compañera, la artista y fotógrafa Dora Maar".

Lo más gracioso es que la "evocación" te cuesta lo mismo que ir al Prado a ver cuadros reales de Goya o Velázquez

Hace ya años que las exposiciones que carecen de los lienzos y se conforman con proyecciones y hologramas —habitualmente de cuadros extraordinariamente famosos— se han multiplicado por todas las ciudades del mundo. Es evidente que hay una razón de peso: son mucho más baratas y son muy rentables. Hay un público que quizá nunca "se atrevería" a entrar en un museo de verdad a ver una exposición de verdad, pero una muestra con aspectos interactivos y juegos digitales le resulta mucho más atractiva. Lo digital también posibilita que lienzos que jamás saldrían de un museo puedan ser vistos —de aquella manera— por personas que quizá jamás puedan trasladarse a ese museo.

Allá por la II República, el Museo del Prado puso en marcha un proyecto en el que llevaba copias de sus cuadros a otras ciudades españolas para que los ciudadanos que nunca iban a obtener un billete a Madrid pudieran ver desde Los fusilamientos del 2 de mayo a La fragua de Vulcano como si estuvieran delante del cuadro real. A esto se le llama acceso a la cultura y creo que merece un aplauso. La iniciativa, por cierto, fue retomada recientemente por el Prado con gran éxito.

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La diferencia entre esto, las exposiciones inmersivas (no son las que más me gustan, pero si sabes a lo que vas…) y las que dan duros a pesetas con reproducciones digitales está en contar la verdad. Como casi siempre. ¿Es una reproducción una obra de arte? ¿Lo es una proyección gigante? Pudiera ser, pero no es lo que vende ni lo que te propone. Un holograma de Las Meninas nunca va a ser Las Meninas por mucho empeño que le pongan en el folleto publicitario. Es un engaño. Un sucedáneo. El meme del Aliexpress.

Probablemente, es el signo de los tiempos y los hechos alternativos: todo es un simulacro.

El claustro del monasterio de Santa Chiara en Nápoles es un lugar precioso y muy tranquilo en medio del bullicio de motorinos y gente que recorren cada día las calles más céntricas de la ciudad. Además de su reclamo natural por su estilo gótico, sus naranjos y sus frescos, estos días publicitaba una exposición de Artemisia Gentileschi, la pintora barroca que vivió en la urbe mediterránea durante más de veinte años (1630-1654) y que tuvo una importancia tal que podía mirar de tú a tú al mítico Caravaggio. Y fui. Razones tenía de sobra: Gentileschi está hoy tan de moda como lo estuvo en el XVII.

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