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El periodista económico Wolfgang Münchau: "Alemania no colapsará, pero tendrá un lento declive"
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El periodista económico Wolfgang Münchau: "Alemania no colapsará, pero tendrá un lento declive"

Considerado uno de los principales expertos en economía europea, su nuevo libro ('Kaput. El fin del milagro alemán') es una lectura incómoda para quienes consideraban a Alemania un modelo de eficiencia

Foto: El periodista alemán Wolfgang Münchau. (Cedida/EC Diseño)
El periodista alemán Wolfgang Münchau. (Cedida/EC Diseño)

El título del nuevo libro de Wolfgang Münchau sobre Alemania no es muy sutil: Kaput. El subtítulo tampoco es ambiguo: El fin del milagro alemán.

Recién publicado en castellano por la editorial Plataforma, es una lectura incómoda para quienes hemos considerado a Alemania un modelo de eficiencia. Münchau, que es uno de los principales periodistas económicos de Europa, fue columnista del Financial Times y hoy es responsable de la empresa de análisis Eurointelligence, cuenta con muchos ejemplos e historias por qué la economía alemana, que tan bien ha funcionado durante años, se está sumiendo en la decadencia.

Sus políticos consideran que su trabajo consiste en ayudar a las grandes empresas tradicionales. Son reacios a la innovación y nunca pensaron que la tecnología fuera a ser tan importante. Y muchos de ellos, cuando abandonan la política, trabajan en lobbies que defienden a sectores industriales concretos o los intereses de países como China y Rusia. Eso, sumado a una burocracia cada vez más compleja, y al hecho de que Europa se ha equivocado en sus apuestas sobre los datos y la inteligencia artificial, le hacen ser pesimista. A diez días de las elecciones en su país, nos recibe en la sede de la Fundación Rafael del Pino.

PREGUNTA. Estamos hablando mucho de que Donald Trump tiene una filosofía mercantilista, una obsesión por los superávits y los déficits comerciales. Pero en su libro dice que durante décadas Alemania ha sido un país neomercantilista. ¿Qué significa eso?

RESPUESTA. Exportar es genial, no tiene nada de malo. Y los excedentes de exportación de Alemania son grandes y persistentes. Sin embargo, depende de ellos. Con lo cual, no son un signo de fortaleza económica, sino de debilidad. A Estados Unidos le ocurre lo contrario. Tiene déficits comerciales muy grandes que financia con las inversiones de la gente que invierte en dólares, que es mucha. Ese es el desequilibrio sobre el que funcionó la globalización.

Foto: El CEO de la principal industria siderúrgica alemana, ThyssenKrupp, se ajusta las gafas protectoras frente a la entrada de la empresa. (Reuters/Wolfgang Rattay)

Pero la situación se está volviendo tóxica y Trump está desafiando eso. “Los alemanes nos venden más de lo que nosotros les vendemos a ellos —dice—. Es injusto”. ¿Qué puede hacer? Poner aranceles recíprocos, por ejemplo, aunque en realidad eso no sería lo peor. Los aranceles europeos a los coches son del 10%; Trump podría igualarlos. Eso incitaría a las empresas alemanas a abandonar Alemania y fabricar en Estados Unidos los coches que vende allí, donde además el mercado para coches de combustión seguirá vivo más tiempo.

Todo eso es fruto de un desequilibrio neomercantilista que hemos desarrollado durante mucho tiempo. Nos hicimos dependientes de él. No contamos con otros modelos, no podemos hacer otra cosa y tenemos importantes dificultades para diversificar. Y ahí es donde está el problema fundamental de Alemania.

P. Eso es consecuencia de una mentalidad muy alemana. Sus líderes han estado obsesionados con la competitividad: tener salarios más bajos, producir más para exportar más. Pero han ignorado por completo la innovación, que es en parte lo que en este momento determina la economía.

R. En Alemania creemos que la competitividad es el camino a seguir. Pero eso es una locura en el mundo moderno, en el que todo gira alrededor de la innovación. Ser el productor de acero más barato del mundo ha estado bien, pero eso se acabó. Quiero decir, podemos producir acero en Europa y ser más competitivos, y existe un argumento de seguridad nacional para mantener cierta capacidad de producción de acero, porque no queremos depender también de China en este sentido. Pero no deberían centrarse en eso. Sin embargo, así son los alemanes. Solo han conocido la competitividad, para ellos el mundo consiste en empresas manufactureras que compiten entre sí y son competitivas.

"Los alemanes solo han conocido la competitividad, para ellos el mundo consiste en empresas manufactureras que compiten entre sí"

P. Y que basan su negocio en invenciones muy antiguas, como el propio acero, los químicos o los coches.

R. Así es. Todos esos son negocios antiguos. A las empresas modernas, las que se crearon en el siglo XXI, no les importa la competitividad. En Apple o en Google, la competitividad es casi irrelevante. Su valor no está en la producción por hora de trabajo, o en ofrecer lo que hacen un poco más barato. Ese no es su modelo.

P. Friedrich Merz, el candidato de centroderecha en las próximas elecciones de su país, y seguramente el siguiente canciller, ha reconocido que ese modelo económico está muerto. Ursula von der Leyen y el resto de la Comisión hablan ahora de la innovación europea, de la inteligencia artificial europea. ¿Ha cambiado algo?

R. No me creo ni una palabra. Si se tomaran en serio la inteligencia artificial, tendrían que reconocer que nuestra regulación de la IA y la protección de datos es un error y se desharían de ella. Aquí pensamos que las empresas hacen cosas malas y es prioritario proteger a los consumidores de sus abusos. Y es imposible competir con China y Estados Unidos —que piensan que lo importante es generar datos y defenderlos de ataques exteriores— si se cree que el problema es la protección de los datos de los consumidores. No tiene sentido tener un negocio de datos en Europa, aquí el ambiente es hostil. Me quedo dormido cuando les oigo hablar de IA, de datos y de innovación. No van a tener éxito.

placeholder 'Kaput. El fin del milagro alemán' de Wolfgang Münchau. (Plataforma Editorial/EC Diseño)
'Kaput. El fin del milagro alemán' de Wolfgang Münchau. (Plataforma Editorial/EC Diseño)

P. Dices que en Alemania, en las últimas décadas, se ha invertido poco en digitalización e innovación por dos razones sencillas: porque el gas ruso era barato y porque se exportaba mucha maquinaria y muchos coches a China, así que no era necesario diversificar.

R. Ese modelo funcionó. Se ganó mucho dinero con él. Pero también generó mucha arrogancia. Las empresas alemanas de automóviles creían que los coches eléctricos eran para chicas. El jefe del grupo Volkswagen dijo que en su garaje no había sitio para un coche eléctrico. Si lo dice el jefe, lo dirán todos los que le rodean. En la jerarquía de Volkswagen nadie dijo que los coches eléctricos fueran geniales y que hubiese que fabricar más. Creo que ese es el problema de Alemania. Se trata de un problema cultural: no es una sociedad tolerante con las opiniones minoritarias. Pero los mercados funcionan por las minorías, no por los veredictos mayoritarios: si no estás de acuerdo con el consenso del mercado, haces tu apuesta y puede que ganes. En Alemania eso no se hace, no puedes tener éxito apostando contra el consenso del mercado.

P. Lo más sorprendente de su libro es la descripción de cómo, cuando dejan su cargo, muchos políticos se dedican a hacer lobby para la industria o terceros países, y como buena parte de ese mundo apoyó la dependencia total de Rusia y de China.

R. Gerhard Schroeder, el excanciller socialista, que tras dejar la política empezó a trabajar para la gasista rusa Gazprom, ha sido probablemente el ejemplo más atroz de que esto no funciona.

P. Pero convencieron a la gente de que comerciar con Rusia o China era bueno porque así estos dos países acabarían abriéndose y democratizándose.

R. Hubo un gran consenso sobre eso, sí. “Wandel durch Handel”, el cambio a través del comercio. Gustaba mucho porque rima, pero en el mundo real eso no rima. Los tiranos también comercian y no por ello se vuelven demócratas. Nunca me lo creí, era solo hipocresía.

P. ¿Cree que el Gobierno de coalición ha fracasado, y ha tenido que convocar elecciones anticipadas, en parte porque se está volviendo evidente que el modelo económico de Alemania está empezando a fallar?

R. Sí. La política es el arte de contar historias. Esa coalición se contó a sí misma la historia de que Alemania es un país industrial y necesita seguir siéndolo, y que para ello las energías renovables son clave, porque nos harán menos dependientes. Robert Habeck, el ministro de Economía, de los Verdes, lo decía todo el rato. Pero eso no ha ocurrido. Las energías renovables no son baratas, no son seguras. Se necesitan muchas centrales eléctricas de gas y de carbón de reserva, y se equivocaron en el cálculo de la necesidad total de energía, porque la inteligencia artificial requiere mucha energía. Antes la requerían el acero y el hormigón, y ahora la IA.

"Las energías renovables no son baratas, no son seguras. Se necesitan muchas centrales eléctricas de gas y de carbón de reserva"

P. ¿Y cree que Alemania puede volver a la energía nuclear?

R. No lo creo, porque tendría que cambiar la Constitución. Uno de los problemas de Alemania es que los Gobiernos ya no pueden gobernar. No pueden ponerse a firmar órdenes ejecutivas como ha hecho Trump. Todo está protegido por la Constitución y es imposible hacer algo. En Alemania se tardarían quince años en construir una central nuclear, porque todo el mundo tendría derecho a impugnar la decisión en los tribunales. Un tribunal ordenaría entonces algún tipo de investigación y luego habría otra investigación que investigara a los investigadores. Y así durante quince años.

P. ¿Cree que en Alemania la gente, los empresarios o los políticos, se están dando cuenta de que este modelo estaba equivocado?

R. Existe un debate sobre la burocracia, pero la burocracia no es el resultado de los burócratas. La burocracia es el resultado de las leyes. Y hay muchas leyes.

P. Merz ha prometido enfrentarse a eso.

R. Merz plantea algunas de estas cuestiones cuando habla de economía. Pero no me fío, no está centrado en eso. En lugar de hablar de economía habla de inmigración. Y piense que tendrá que gobernar en coalición con los socialistas y, quizá, con los verdes.

P. ¿Cree que los alemanes acabarán cansados si hay otra gran coalición, aunque sea con el añadido de los verdes? Es como si el país no pudiera escapar de las mismas políticas de siempre.

R. Se sentirán muy cansados. Creo que es una buena forma de decirlo. Se dirán: “No importa lo que votes, siempre obtienes lo mismo”. La única manera de forzar un Gobierno de derechas o de izquierdas es votar a la extrema izquierda o la extrema derecha, pensarán muchos. No creo que esta última resuelva ningún problema. No tengo esperanzas porque no son inteligentes, solo se alimentan del descontento.

P. En el libro usted dice que Alemania no pasará de cien a cero en un par de años. Pero, ¿cómo ve al país en algunos años?

R. Veo una lenta decadencia, un declive relativo. Un crecimiento medio del 0,5% mientras el de otros países es del 3, el 4 o el 5%. No estoy diciendo que Alemania vaya a colapsar. No veo un colapso, pero sí un lento declive durante un tiempo. Y luego dependerá de la voluntad política.

El título del nuevo libro de Wolfgang Münchau sobre Alemania no es muy sutil: Kaput. El subtítulo tampoco es ambiguo: El fin del milagro alemán.

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