Un viaje a la infancia arrebatada: "No hay nada más aterrador que un padre que te abandona"
El guionista Fernando Navarro publica este mes su primera novela, 'Crisálida', una inquietante historia sobre la desprotección de unos niños en Granada. Conoce muy bien el mundo del cine y las paradojas de sus galardones
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Fernando Navarro (Granada, 1980) tiene una voz auténtica. Le sale ahí, batallando con el papel en blanco, ya sea para los guiones de cine o para relatos y narrativa. Es un escritor muy a tener en cuenta. Lo dejó claro con su libro de relatos Malaventura. Lo vuelve a dejar con su nueva y primera novela,
Charlamos por teléfono. Tema actual: los premios Goya. Segundo premio estuvo ahí, en la terna final. La historia de los Planetas que no son los Planetas se acabó llevando tres galardones, mejor sonido, mejor montaje y mejor dirección para Lacuesta y Pol Rodríguez. Confiesa que no vio la gala. No le gustan demasiado. “Siento mucho desapego por los premios en general. Yo me dedico al cine pero no para competir. Me alegro por los premios de otros compañeros. Antes se hacían para levantar la taquilla, pero ahora se estrenan rápidamente en las plataformas y es raro que vuelvan luego al cine. Y luego perjudican a algunas películas, ya que ahora se financian muchas pelis para que ganen premios. Son injustos. Y este año han sido raros… Por ejemplo, la que ha ganado el guion adaptado [la de Almodóvar] no estaba a mejor película”, confiesa.
De hecho, este año que todo haya estado tan repartido, que incluso dos películas ganaran ex aequo el premio gordo… es, como poco, llamativo. “No sé si es para que todo el mundo esté contento o nadie lo esté”, afirma. “Me mantengo alejado de esto. El año pasado me hubiera gustado algún reconocimiento para [Víctor] Erice… Creo que cada vez hablamos más de los premios y menos de las películas. ¡E incluso se habla de los premios sin haber visto las películas!”, añade con cierta sorna.
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De ahí que ni siquiera esté muy atento a las polémicas como la que ha rodeado a Karla Sofía Gascón en estas últimas semanas y que la ha dejado fuera de la promoción de Emilia Pérez de cara a los Oscar. “No, no, no tengo redes sociales. Además, a mí es que los Oscar no me han interesado nunca. Siempre me han parecido una sucesión de grandes despropósitos y siempre han premiado a las peores películas. Ya con esa bofetada de Will Smith… Y lo de este año es otro despropósito”, sostiene. Segundo premio, por otra parte, fue la candidata española a estos galardones aunque no pasó el corte.
A Navarro lo que le interesa es el trabajo creativo de la escritura en el cine. Le gusta mucho, por ejemplo, lo que sucede en la llamada “mesa italiana” que es cuando se reúnen los actores y actrices en una mesa para leer todo el texto. Dice que eso es de lo mejor que tiene el cine: siempre necesitas a otra persona para crear algo, nunca es algo solipsista, como sí ocurre con la literatura.
"Los Goya perjudican a algunas películas, ya que ahora se financian muchas pelis para que ganen premios. Son injustos"
Hablamos de la creación de Segundo premio porque tuvo mucho que ver con eso. Todo se tiene que hacer con mucha gente. En esta película ocurrieron unas cuantas desdichas que dejaron prueba de que para tantas cosas, mucho mejor acompañado que solo. El primero que estuvo en el proyecto fue Jonás Trueba, que salió por otros trabajos y le sustituyó Isaki Lacuesta, que enseguida se encontró con un problema familiar fuerte y tuvo que rodar a distancia. Cristóbal García, productor del filme, se echó la película encima y decidieron tirar para adelante para rodar una historia que, a su vez, esconde una enorme tristeza. “Fue un rodaje doloroso. Era una película herida. Y llegamos a ella todos muy cansados. No sé si la hubiera escrito así si no hubiera pasado todo lo que pasó. Además, fue la primera película grande para muchas personas y eso ha marcado… Creo que de ahí han salido amistades duraderas”, rememora Navarro.
La poesía de Granada
Otro protagonista de la película, pero también de Crisálida, es la ciudad de Granada y sus alrededores. Desde los bares a ese paraje tan brutal. Esto no le ocurría antes, pero con los años ha querido centrar su mirada allí donde nació y ha vivido tiempo. De hecho, vivió una época en un pequeño pueblecito de Las Alpujarras y la primera escena de Segundo premio te coloca directamente en Sierra Nevada. “Sí, ahora Granada se ha colocado en el centro de todo lo que escribo. Las montañas guardan lugares muy recónditos y a día de hoy todavía desaparecen montañeros. Yo recuerdo que subía ahí con mis padres… Son mundos muy misteriosos”, sostiene.
Luego está la propia ciudad, que tiene esa mezcla en la que aún habitan Lorca, Enrique Morente o los Lagartija Nick. “Es una ciudad de poetas, hace mucho calor y mucho frío. Hay glaciares a solo 40 minutos… La naturaleza salvaje está en toda la ciudad, que fue además la de los moriscos expulsados, la última ciudad católica de Europa… Y después los punkis, los hippies”, señala. Que te subes al Albaicín y todavía tienes todo eso. Y no muy lejos, las cuevas del Sacromonte. Normal que le haya dado para película y novela.
La infancia arrebatada
Porque hippies de guitarra en mano son los padres protagonistas de Crisálida. Padres que parecen niños, y niños, sus hijos, que tienen que adquirir las responsabilidades de un padre. Crisálida es una novela que va del desamparo infantil, no tanto del abandono, y eso es casi peor. Un libro tristísimo. Se ríe un poco Navarro cuando se le hace esta observación. “Es verdad que es triste, pero es que yo soy espectador de películas tristes, lector de libros tristes… Me gusta mucho
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La infancia arrebatada es un asunto que obsesiona a Navarro. También ocurre en sus películas: en Romancero, en Verónica, en Segundo premio. Niños que no quieren crecer todavía. “Es que yo creo que la infancia se podría prolongar un poquito más. Me ronda siempre esa idea de padres que se convierten en niños y que no dejan ser niños a los niños. Yo a veces también pienso que mi infancia se podría haber prolongado un poco más”, manifiesta. Padres irresponsables… infancias robadas.
Es algo que el escritor ve mucho en nuestra sociedad con todos esos apelativos al infantilismo, al hedonismo, a abandonar tu trabajo y ser libre… Algo que ocurría también en esos ochenta -la época de su propia infancia- con los últimos hippies. “Claro, es que la familia es un deber, una responsabilidad. Y a mí me parece aterrador alguien que no cumple sus compromisos, que te abandona cuando lo que tiene que hacer es protegerte”, zanja. Para todo siempre se necesita a alguien que nos cuide.
Fernando Navarro (Granada, 1980) tiene una voz auténtica. Le sale ahí, batallando con el papel en blanco, ya sea para los guiones de cine o para relatos y narrativa. Es un escritor muy a tener en cuenta. Lo dejó claro con su libro de relatos Malaventura. Lo vuelve a dejar con su nueva y primera novela,