Como juegos de niños: la gala de los Goya en la que todo el mundo tuvo un trozo del pastel
La Academia ha optado por conceder insólitamente el Goya a la Mejor película a 'El 47' y 'La infiltrada' en una noche bastante igualada para todos los candidatos
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Si no hubiera sido por ese final insólito, que dejó a sus asistentes completamente perplejos (de alguna manera recordaba a ese extraño momento que se vivió en la gala de los Oscar de 2017, cuando Warren Beatty y Faye Dunaway se equivocaron al nombrar La La Land en lugar de Moonlight como Mejor película), la gala de los Goya de este año habría sucedido sin muchos sobresaltos a la vista. Compartía con otras ediciones, según los internautas en redes sociales, algunos de los problemas habituales de estos premios: excesivo tiempo para los agradecimientos y demasiados discursos políticos. Hubo incluso unos sonrojantes subtítulos para el discurso de Richard Gere hechos claramente con Inteligencia Artificial. Pero lo que realmente cambió la gala y la hizo única en su historia fue la decisión de elegir no una sino dos películas como la Mejor del año: comparten el premio por primera vez, de manera salomónica, La infiltrada y El 47.
Fue como uno de esos juegos para niños en los que todos acaban llevándose finalmente un trozo del pastel con la espera de que nadie se enfade. Las cosas estaban muy igualadas desde el primer momento y, aunque se partía con dos claras favoritas (justamente las que comparten el premio a Mejor película), hubo para todos: El 47 se alzó como ganadora de la noche y se llevó cinco estatuillas, seguido de cerca por Segundo Premio y La habitación de al lado (ambas con tres), Marco, La estrella azul y La virgen roja consiguieron dos. Incluso Salve María (cinta que sorprendió en los Feroz) se llevó una candidatura (mejor actriz revelación para Laura Weissmahr), en una noche en la que la verdadera perdedora fue Casa en llamas, película de Dani de la Orden en la que se habían puesto grandes esperanzas y que, finalmente, solo se llevó Mejor guion original.
'Casa en llamas', película de Dani de la Orden en la que se habían puesto grandes esperanzas, finalmente solo se llevó Mejor guion original
Pero aunque triunfaron el autobús y la lucha vecinal de Torre Baró (lo que sirvió para que algunos discursos más políticos se centraran en un tema particularmente grave y actual como es el de la vivienda), hubo tiempo de acordarse de todas las demás candidatas en un año que ha sido especialmente diverso. La estrella azul partía con la ventaja de haber entusiasmado a la crítica desde su estreno y haber estado apunto de marcharse a Estados Unidos a competir: tanto su director (Javier Mancipe) como su estrella (Pepe Lorente) se llevaron a casa los Goya revelación. Dio además el primero un bello discurso que parecía concebido para que el público crea que puede haber algo más que agradecimientos infinitos que se saltan el tiempo estipulado y continúan incluso cuando la música de despedida se pone a toda potencia.
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Las apuestas daban por ganadores a Eduard Fernández (Marco) y Carolina Yuste (La infiltrada) y no se equivocaban. Completaban la noche Salva Reina y Clara Segura por El 47 como actores de reparto. Que Pedro Almodóvar no pudiera acudir en el último momento, al igual que sus dos actrices principales, quizá podía dar pistas de quién iba a llevarse la estatuilla a Mejor dirección: era de recibo que en Granada, esa ciudad con nombre de bomba, se llevaran la Mejor dirección aquellos que compusieron una película homenaje a esa tierra. Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez confiaron en un proyecto amargo que durante el rodaje les dio muchos quebraderos de cabeza, pero finalmente han triunfado con su antibiopic de Los Planetas, que aunque se marchó más allá del Atlántico no convenció para los Oscar.
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Pocas sorpresas más en una gala con varios homenajes a Lorca -entre ellos un Romancero gitano entonado por Dellafuente y Lola Índigo-, algunos chistes que no funcionaron especialmente bien, discursos sobre el cambio climático y otras cuestiones de las que importan, además de muchas preguntas sobre el elefante en la habitación (y no de al lado precisamente): Karla Sofía Gascón y sus polémicos tuits.
Fue bastante certero C. Tangana cuando subió a recoger el cabezón por el documental La guitarra flamenca de Yerai Cortés: "Seamos comprensivos: cuanto mayor es el error, más necesitamos el perdón de los demás". Con polémicas incluidas, Emilia Pérez se alzó con el Goya a Mejor película internacional en una noche que terminó de una manera inaudita, como en esos juegos de niños en los que nos recordaban que lo importante, ante todo, era participar.
Si no hubiera sido por ese final insólito, que dejó a sus asistentes completamente perplejos (de alguna manera recordaba a ese extraño momento que se vivió en la gala de los Oscar de 2017, cuando Warren Beatty y Faye Dunaway se equivocaron al nombrar La La Land en lugar de Moonlight como Mejor película), la gala de los Goya de este año habría sucedido sin muchos sobresaltos a la vista. Compartía con otras ediciones, según los internautas en redes sociales, algunos de los problemas habituales de estos premios: excesivo tiempo para los agradecimientos y demasiados discursos políticos. Hubo incluso unos sonrojantes subtítulos para el discurso de Richard Gere hechos claramente con Inteligencia Artificial. Pero lo que realmente cambió la gala y la hizo única en su historia fue la decisión de elegir no una sino dos películas como la Mejor del año: comparten el premio por primera vez, de manera salomónica, La infiltrada y El 47.