La película sobre familias tóxicas que promete arrasar en los Goya: tiene 8 nominaciones
Desde su estreno, 'Casa en llamas' ha recaudado 1.865.000 euros y se encuentra en el top 10 de películas más vistas. Hablamos con su director sobre el silencioso pero arrollador éxito del verano
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Todas las familias felices se parecen, pero las tóxicas son todas distintas, parafraseando un poco a Tolstói. O quizá no, quizá podamos sentir empatía por ellas porque en el fondo se parecen un poco a la nuestra. Esa es en parte la premisa de Casa en llamas, la película de Dani de la Orden que este verano triunfó en cartelera ("Casa en llamas le ha gustado a Boyero. Ya está. Esa es la crítica", señalaba Cines Renoir en su perfil de Twitter, lo que parece un triunfo comparable a subir el Everest a la pata coja).
Las cifras hablan por sí solas: además de tener el visto bueno de Carlos Boyero, no salió del top 10 de películas más vistas durante su estreno, en junio. Un éxito silencioso pero arrollador.
Y contra todo pronóstico, quizá, pues es poco efectista y está rodada casi completamente en catalán. La premisa es sencilla pero potente, estilo obra de teatro: una familia que prácticamente no tiene trato se reúne en la casa de la playa en Cadaqués, abandonada durante años y perteneciente a un pasado remoto y aparentemente feliz, para decidir si van a venderla con la idea de poder pagarle a la abuela materna una residencia. Consigue mantenerte en tensión en todo momento, esperando que algo malo suceda, como suele pasar con las tragedias, que llegan sin avisar a nadie. "Era la intención de la peli, que hubiera una tensión continua", explica Dani de la Orden en entrevista con El Confidencial. "Eso es lo que más me ha costado, porque el tono es un poco extraño. ¿Es una comedia dramática? ¿Un drama con comedia? Hay una sensación de incomodidad en todas las escenas".
La trayectoria de Dani de la Orden es singular, pues además de haber dirigido la archifamosa serie adolescente Élite, también ha trabajado en otras comedias como El pregón (2016), con Andreu Buenafuente y Berto Romero, Hasta que la boda nos separe (2020), con Belén Cuesta y Alex García —remake de una comedia francesa—, o la serie de Netflix Loco por ella, con Álvaro Cervantes y Susana Abaitua. De hecho, si no fuera por la tensión, su director asegura que Casa en llamas podría pasar perfectamente por "comedia francesa del año". Él le quita importancia al eclecticismo de su trabajo: "No soy consciente de que haya un punto de unión en mi carrera. Me gusta la comedia, ese es el único punto que veo", señala. "Pero vamos, no veo un 'Daniverso' en el que todo encaje. La palabra carrera se me hace un poco... no sé, al final esto es un trabajo. Un panadero no tiene carrera. Es un curro y ya está".
Tampoco ve nada remarcable en haber hecho publicidad. "Sirve para probar cosas. La publicidad es muy complicada, no te creas, porque hay que conseguir que el espectador atienda y vender un mensaje en 30 segundos o 25 o 20. Entrar en una historia en tan poco tiempo es muy difícil. Yo me pasé dos años de mi vida rodando con perros y gatos, pero tampoco sé cómo es la otra parte de la publi. Y rodar con perros y gatos mola, es más fácil que trabajar con cualquier actor porque están entrenados y solo tienes que llevarlos de un sitio a otro y darles una chuche".
"¿Es una comedia dramática? ¿Un drama con comedia? Hay una sensación de incomodidad en todas las escenas"
Casa en llamas se sustenta especialmente en sus interpretaciones. Una increíble Emma Vilarasau, Enric Auquer, María Rodríguez Soto y Alberto San Juan componen la tóxica y detestable familia que debate si debe vender o no la casa de veraneo de la costa Brava. Los acompañan en su periplo Clara Segura, José Pérez-Ocaña y Macarena García, testigos más o menos acostumbrados a la mala relación de los miembros de la familia, incómodos porque en cualquier momento todo puede estallar por los aires. En un ambiente que podría o debería ser feliz (una idílica casa con piscina, un viaje en barco hacia una cala preciosa), tanto los que no forman parte de la familia como los propios espectadores van descubriendo que ahí nadie ha sido feliz ni podrá serlo nunca, aunque se engañen evocando un pasado que realmente no existió. Y, sorprendentemente, el espectador consigue empatizar con ellos. Probablemente ese sea el mayor acierto de la película, conseguir que sus personajes, aunque detestables, no sean en absoluto unidimensionales.
"Yo creo que al final es un poco lo que pasa en Sucession" explica de la Orden. "Estás enganchado a una serie donde cada personaje mira por lo suyo. Aquí, la madre es una tóxica pero también ves que se siente sola, el hijo es un narcisista pero porque siempre ha sido un mimado... no puedo decir que todas las familias españolas sean así porque me da cosa generalizar, pero sí tengo la sensación de que, como todos los miembros de la familia, todos tenemos un componente egoísta que nos cuesta reconocer y en situaciones extremas siempre velamos por nosotros mismos y ya está, no pasa nada. Parece que el concepto de familia en el cine siempre es idílico, siempre es como un refugio. Se lo cuentan todo, se comunican, tienen buen rollo y piensas... pero, ¿por qué la mía no es así?".
"El concepto de familia en el cine siempre es idílico. Se lo cuentan todo, se comunican, tienen buen rollo y piensas... ¿Por qué la mía no es así?"
"Al final todo surgió porque quería hacer algo así como otra versión de Pequeñas mentiras sin importancia cambiando la amistad por la familia. Una casa de verano y una madre que quiere recuperar a su familia. No sé por qué quería contar eso", señala. "Es una película muy austera. A nivel de dirección con los actores, con los que estás todo el rato, y además la fotografía no es muy efectista. Todo va en esa línea, aunque también es algo que no sabes si va a funcionar. En otras pelis quería que me saliesen las cosas naturalistas y la cagué".
Aunque doblada al castellano, la película como decíamos se rodó en catalán prácticamente de manera íntegra (como excepción está el personaje de Macarena García, que habla castellano durante toda la película). Dani de la Orden ya había rodado otras películas con Cataluña como centro neurálgico —Barcelona, nit d'estiu (2013), Barcelona, noche de invierno (2015)—, pero sabía que se arriesgaba a llegar a un público menor eligiendo grabar en catalán, pese a que cada vez más directores se atreven con las lenguas cooficiales —Handía (2017), Akelarre (2020) o la premiada Alcarràs (2022) son algunos ejemplos de ello—.
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"Me ha sorprendido un huevo el éxito", admite. "Que la ruedes en catalán hace que la peli tenga menos visibilidad, pero también hay películas en castellano que tienen muy poco público. A la gente en Cataluña le gusta ver pelis en catalán y, de cualquier manera, nos estamos acostumbrando a ver películas con subtítulos, aunque haya gente a la que todavía le dé palo. Y al final, ver una peli doblada de un idioma cooficial... pues no es lo mismo que ver doblada Deadpool, hay falta de naturalidad".
Mientras su película triunfa en cartelera, de la Orden se prepara para próximos proyectos. "Por ahora estamos gestionando la versión y el guion de El director" —basada en el libro de David Jiménez, que cuenta sus pericias durante su breve cargo como director de El Mundo—, "Yo tenía que grabar una película antes, así que lleva un tiempo, pero por ahora estoy con eso".
A la espera de que llegue, Casa en llamas se alza sin duda como la mejor película del director hasta la fecha.
Todas las familias felices se parecen, pero las tóxicas son todas distintas, parafraseando un poco a Tolstói. O quizá no, quizá podamos sentir empatía por ellas porque en el fondo se parecen un poco a la nuestra. Esa es en parte la premisa de Casa en llamas, la película de Dani de la Orden que este verano triunfó en cartelera ("Casa en llamas le ha gustado a Boyero. Ya está. Esa es la crítica", señalaba Cines Renoir en su perfil de Twitter, lo que parece un triunfo comparable a subir el Everest a la pata coja).