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Esta pareja lleva 18 años en una cárcel de Italia por cuatro asesinatos: ¿y si fueran inocentes?
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Esta pareja lleva 18 años en una cárcel de Italia por cuatro asesinatos: ¿y si fueran inocentes?

Los 'monstruos de Erba', como fueron bautizados Olindo Romano y Rosa Bazzi, podrían no haber tenido un juicio justo. La escritora Alessandra Carati se he entrevistado durante meses con Rosa y analiza el suceso en su libro 'El caso Rosy'

Foto: Olindo Romano y su esposa, Rosa Bazzi, el lunes 17 de noviembre de 2008 mientras esperaban en el Tribunal de Como escuchar la sentencia por la matanza de Erba. (EFE/Matteo Bazzi)
Olindo Romano y su esposa, Rosa Bazzi, el lunes 17 de noviembre de 2008 mientras esperaban en el Tribunal de Como escuchar la sentencia por la matanza de Erba. (EFE/Matteo Bazzi)

Hace 18 años, el 11 de diciembre de 2006, toda Italia se vio sacudida por un crimen absolutamente espantoso. En una casa del centro de Erba, una pequeña localidad de unos 15.000 habitantes situada a 60 kilómetros al norte de Milán, fueron asesinados a cuchilladas una mujer de 30 años llamada Raffaella Castagna, su hijo de dos años y su madre, así como la vecina que vivía en el piso de arriba. El marido de esta última se salvó de puro milagro: también él fue degollado y probablemente quien le cortó la garganta le dio por muerto, pero una malformación congénita en la vena cariátide evitó que se desangrara y le salvó la vida.

El 8 de enero de 2007, 28 días después del crimen, fue detenido un matrimonio que vivía en el bajo del edificio en el que ocurrió la matanza: Rosa Bazzi y Olindo Romano, ella ama de casa, él barrendero. “Los monstruos de Erba”, les bautizaron inmediatamente los medios de comunicación y toda Italia. La faceta abominable de la pareja quedó además confirmada cuando se confesaron autores de la carnicería y trascendió el banal motivo que les habría llevado a matar: los vecinos de arriba eran ruidosos y con frecuencia el llanto del niño no les dejaba dormir. Un matrimonio que vivía en una planta superior se habría percatado de que algo raro estaba ocurriendo y habrían sido degollados también ellos para asegurarse de que no hablarían, aunque el marido lograra sobrevivir.

Rosa Bazzi y OIindo Romano fueron declarados culpables y sentenciados a cadena perpetua. Llevan 18 años en prisión.

Fin de la historia.

¿O quizás no? ¿Es posible que Rosa y Olindo sean inocentes, que no sean ellos los monstruos? ¿Podrían estar pagando por un crimen que ellos no cometieron?

placeholder Cubierta de 'El caso Rosy', de Alessandra Carati.
Cubierta de 'El caso Rosy', de Alessandra Carati.

Impactada por la matanza de Erba, la escritora Alessandra Carati decidió ahondar en ese caso. Así, durante meses, desde julio de 2019 a febrero de 2020, se entrevistó semanalmente con Rosa Bazzi. Habló también con su psicóloga y con sus abogados, y repaso en detalle el sumario del caso, las actas del proceso y el dosier de prensa con todo lo que los medios de comunicación habían publicado del crimen. Esa documentación, que ocupaba en total 18 archivos, le llevó un año y medio leerla. “Yo pensaba al principio que no había sombras en la condena. Pero empecé a ver zonas grises”, nos cuenta Carati, quien en 2022 fue finalista con otro libro al Premio Strega, el galardón literario más importante de Italia.

El resultado de todo eso es El caso Rosy (Lumen), una novela de no ficción extraordinaria y valiente, en la mejor tradición de A sangre fría de Truman Capote o La ciudad de los vivos’ de Nicola Lagioia. Es una novela, sí, pero todo lo que se cuenta en ella es absolutamente cierto.

Como que, por ejemplo, en la escena del crimen, repleta de sangre, no se encontró ni un solo resto biológico de Rosa ni de Olindo. El Servicio de Criminalística tampoco halló un solo rastro de sangre en las tuberías del piso de la pareja ni en el lavadero. Dicho de otro modo: no había huella de ninguna de las víctimas en casa del matrimonio, ni huella alguna de Rosa y Olindo en la escena del crimen. La marca de una mano ensangrentada que quedó grabada en una pared de la casa en la que fueron cometidos los crímenes no corresponde a Olindo, ni a Rosa, ni a las víctimas, ni a ninguno de los agentes que estuvieron implicados en la investigación. Sencillamente, no se sabe de quién es, pertenece a un sujeto sin identificar. Tampoco se sabe de quién eran los zapatos que dejaron unas huellas en la escalera del edificio. Y aunque se supone que, al despertar del coma, el único superviviente de la matanza habría dicho “Ha sido Olindo”, posteriormente el peritaje demostró que lo que en realidad pronunció fue la frase “Estaba saliendo”.

En realidad, no había ninguna evidencia de peso contra Rosa y Olindo. Fue únicamente su confesión la que los llevó a ser condenados a cadena perpetua por la masacre de Erba.

Pero, según revela Alessandra Carati en El caso Rosy, también hay motivos de sobra para dudar de la declaración en la que Olindo y Rosa admitieron ser culpables del cuádruple asesinato. Según recogen las actas de su confesión, los dos incurrieron en graves errores y numerosas contradicciones al tratar de explicar cómo habían cometido el crimen y lo que habían hecho después. “Hay cientos de «no sé», «no me acuerdo», «me parece», «no estoy seguro» y «esto ahora se me escapa». Ni un solo detalle de su propia cosecha directamente relacionado con los hechos”, señala Carati en El caso Rosy. De hecho, cinco meses después, tanto Olindo como Rosa se retractaron de su confesión y en la primera sesión del juicio se declararon inocentes. Pero para entonces ya daba igual: el relato en torno a la culpabilidad de la pareja ya estaba completamente construido.

Olindo y Rosa se retractaron de su confesión y en la primera sesión del juicio se declararon inocentes. Pero para entonces ya daba igual

La pregunta es, ¿por qué demonios confesaron los crímenes si eran inocentes? La respuesta está en los propios Olindo y Rosa, dos seres extremadamente vulnerables, con un cuadro psíquico y cognitivo muy frágil. “Rosa es una persona con retraso cognitivo, algo muy claro cuando se habla con ella, aunque solo en 2021 se estableció que ese es su cuadro clínico. Tiene el graduado escolar, pero es incapaz de leer o de escribir”, nos cuenta Carati.

La de Rosa y Olindo es la historia de dos personas inermes que, en respuesta al mundo y a sus propias carencias, desarrollaron una unión simbiótica. Donde no llegaba uno, llegaba el otro. Rosa, incapaz de lidiar con la gestión práctica de la vida —las cuentas para organizarse y poder llegar a fin de mes, los bancos, las facturas a pagar, los plazos de la hipoteca— delegaba todo eso en Olindo. Y Rosa, por su parte, cuidaba de Olindo, una especie de niño grande al que hay atender: ella se encargaba de prepararle la comida, de tener su ropa lista, de la limpieza de la casa… El matrimonio vivía así en un precario equilibrio, ensimismada en su propio mundo, sin apenas contacto con nadie del exterior.

A la pareja, siempre según la reconstrucción realizada por Alessandra Carati, le generaba un miedo y angustia terribles el estar separados. A Olindo, no se sabe muy bien por qué, se le metió en la cabeza que si confesaban el crimen les encerrarían juntos en una celda matrimonial. “La idea es absurda, en Italia no existen celdas matrimoniales, creo que no existen en ningún país del mundo, pero durante meses Olindo estuvo absolutamente convencido de que, si les condenaban, les encerrarían a los dos juntos”, destaca Carati. Y eso es lo que la pareja anhelaba más que nada en el mundo: seguir los dos juntitos, al precio que fuera. ”Si Rosa estuviera conmigo, estaría estupendamente, quizá mejor que antes, porque no tendría que preocuparme por la hipoteca, por llevar las cuentas y por los problemas domésticos”, aseguró Olindo cuando ya estaba en la cárcel pero aún no había confesado.

Total, que declararse culpables del crimen no les pareció muy terrible si a cambio les encerraban juntos y les dejaban en paz.

"No sé si son culpables o inocentes. Pero cuanto más profundizas, más elementos encuentras que alejan la certeza de la culpabilidad"

Los abogados de Rosa están convencidos de que eso es lo que ocurrió, y de que la pareja no tuvo un juicio justo. De hecho, han solicitado la revisión del proceso ante la Corte de Apelaciones de Brescia. Su solicitud ha sido rechazada, pero han recurrido. Hacia finales de marzo o principios de abril se sabrá la decisión de ese tribunal. Si se acepta el recurso, habrá que repetir el juicio contra Rosa y Olindo. Si lo rechaza, los abogados de Rosa están decididos a seguir adelante con su lucha: llevarán su solicitud al Tribunal de Estrasburgo y seguirán presentando batalla en los tribunales italianos.

“Yo no sé si son culpables o inocentes. Pero cuanto más estudias este caso, cuanto más profundizas en él, más elementos encuentras que alejan la certeza de la culpabilidad de Rosa y Olindo. Creo que en su caso no se respetaron las reglas del proceso”, subraya la autora de El caso Rosy, quien se muestra convencida de que antes o después habrá una revisión del juicio. “Además, el sentimiento en Italia hacia Rosa ha cambiado muchísimo con el pasar de los años. Ahora hay una fuerte presión mediática y social para que se revise el caso”, destaca.

Alessandra Carati se reunió por primera vez a solas con Rosa en febrero de 2019. Pero todo comenzó el año anterior, en 2018, cuando se enteró de que por primera vez desde que ingresó en prisión Rosa iba a dar una entrevista a un medio de comunicación, y escribió a la cárcel pidiendo que le permitieran estar presente. Sorprendentemente, le dieron el permiso necesario, así que acudió a la cárcel y fue testigo de dicha entrevista. “Duró cuatro horas. En ese tiempo, Rosi se puso varias veces a llorar, se confundía, decía que ya no quería seguir hablando. Cuando terminó, se acercó a mí y me preguntó que quién era yo. Le dije que una escritora. Y me soltó: ¿Y por qué no escribe un libro sobre mí?”. Alessandra Carati, con cautela, le respondió que era algo sobre lo que las dos deberían de reflexionar antes de tomar ninguna decisión. “Yo no tengo tiempo”, le espetó Rosa Bazzi. A continuación, estrechó la mano de la escritora y le dijo: “Yo no sé leer ni escribir, esto para mí es un contrato”.

placeholder Olindo Romano y Rosa Bazzi, en dos fotogramas de la entrevista que  concedieron en 2018 al programa de televisión italiano 'Le iene'.  (Mediaset)
Olindo Romano y Rosa Bazzi, en dos fotogramas de la entrevista que concedieron en 2018 al programa de televisión italiano 'Le iene'. (Mediaset)

Sin embargo, parecía imposible que el libro en cuestión se pudiera hacer realidad. Para empezar, por la dificultad de conseguir los permisos necesarios para poder entrar en una cárcel y hablar largo y tendido con una mujer condenada a cadena perpetua por cuatro asesinatos y un intento frustrado de asesinato.

Alesandra Carati decidió intentarlo y escribió en varias ocasiones a la cárcel solicitando autorización para poder conversar con Rosa Bazzi. Desde la prisión le respondían dándole largas, pero sin descartar de manera taxativa la posibilidad de esos encuentros. Así que la escritora insistió e insistió, y en julio de 2019 logró luz verde para visitar a Rosa Bazzi y pasar con ella el tiempo que quisiera. La escritora y la mujer declarada culpable de la masacre de Erba se reunieron así todas las semanas hasta febrero de 2020, en sesiones matutinas que duraban tres, cuatro horas.

La relación con Rosa fue extremadamente difícil para la escritora. “Las primeras veces salía con un dolor de cabeza terrible, porque es absolutamente imposible seguir la conversación de Rosa. Salta de un tema a otro sin ton ni son, mezcla hechos que han sucedido realmente con fantasías. No es que mienta, es que su confusión mental le impide separar la realidad de las ilusiones. Para ella, todo es lo mismo. Pero acabé sintonizándome con su forma de hablar, me abandoné a su modo de conducirse”, confiesa Carati.

Escribir El caso Rosy fue aún más complicado. Por varios motivos. Para empezar porque Rosa Bazzi depositó en Alessandra una confianza incondicional. “Y lidiar con eso es muy difícil”, revela. Y también porque hay gente ferozmente contraria a pensar que pueda haber otra realidad en la matanza de Erba, tal y como se plantea El caso Rosy. De hecho, aún no había salido el libro y Alessandra Carati ya había recibido cientos de insultos a través de la cuenta de Instagram de su editorial italiana. “Pasé miedo, la verdad”, reconoce. “Hay gente que ha convertido este caso en algo personal. Hasta cierto punto puede ser comprensible, porque cuando uno se plantea que aquello en lo que siempre ha creído puede no ser verdad, da mucho vértigo”.

Hay quien considera que repetir el juicio contra Olindo y Rosa supondría admitir que el sistema de Justicia italiano no funciona. Alessandra Carati no lo ve así. “Es al contrario. La justicia contempla que pueda haber una revisión de un juicio, la propia Justicia tiene mecanismos para este tipo de situaciones”.

Se abre paso la hipótesis de que detrás de la matanza pueda haber un ajuste de cuentas por parte de la organización mafiosa 'Ndrangheta

Y si Olindo y Rosa no son los monstruos de Erba, ¿quién cometió la matanza? Se abre paso la hipótesis de que detrás de los crímenes pueda haber un ajuste de cuentas por parte de la organización mafiosa ‘Ndrangheta. El marido de Raffaela —quien se encontraba en Túnez en el momento del crimen y quien, por cierto, siempre ha mostrado dudas respecto a que Olindo y Rosa fueran los responsables de los crímenes— fue condenado por tráfico de drogas después de la matanza. Los investigadores han llegado a la conclusión de que eran células de la ‘Ndrangheta las que gestionaban el tráfico de estupefacientes y el lavado de dinero negro en la zona, sirviéndose para ello de gente de la zona, quizás del marido de Raffaella.

No sabemos qué pensará Rosa Bazzi del libro de Alessandra Caratti. Ella no puede leerlo, y por ahora nadie se lo ha leído. Además, ahora Rosa está ilusionada con otra cosa: está trabajando fuera de la cárcel, limpia unas oficinas de lunes a sábado, y para llegar hasta su puesto de trabajo tiene que coger el autobús y el metro ella sola, algo que no había hecho nunca en su vida. Al principio se perdió varias veces porque, como no es capaz de leer las estaciones, lo tiene que aprender todo de memoria. Pero ahora va y viene sin problemas. “Paradójicamente, la cárcel para ella ha supuesto un recorrido de emancipación, la cárcel le ha permitido ir ganando seguridad y espacios”, concluye Alessandra Carati.

Hace 18 años, el 11 de diciembre de 2006, toda Italia se vio sacudida por un crimen absolutamente espantoso. En una casa del centro de Erba, una pequeña localidad de unos 15.000 habitantes situada a 60 kilómetros al norte de Milán, fueron asesinados a cuchilladas una mujer de 30 años llamada Raffaella Castagna, su hijo de dos años y su madre, así como la vecina que vivía en el piso de arriba. El marido de esta última se salvó de puro milagro: también él fue degollado y probablemente quien le cortó la garganta le dio por muerto, pero una malformación congénita en la vena cariátide evitó que se desangrara y le salvó la vida.

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