Esta es la única de las siete maravillas aún en pie (y la construcción más pesada de toda la Tierra)
Levantada hace 4.500 millones de años, pesa 6,5 millones de toneladas. La historiadora Bettany Hughes le dedica un capítulo de su libro 'Las siete maravillas del mundo'. Publicamos un fragmento.
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La Gran Pirámide sigue siendo maravillosa. Construida hace más de4.500 años, durante el apogeo del Imperio Antiguo de Egipto, es la única de las siete maravillas que sobrevive prácticamente intacta, y es la quintaesencia de nuestra obsesión por diseñar, crear y construir. También llamada pirámide de Keops en honor a quien ordenó construirla, el rey Keops (o Jufu), esta montaña construida por el hombre es una declaración sobre el apego humano a la belleza de la vida, al poder en la tierra y sobre nuestra relación con el cosmos, ya sea durante o más allá de nuestra vida. Las pirámides, tumbas altísimas y antiguas, nos dicen mucho sobre nuestra necesidad de comprender el mundo contando historias sobre él. Reto a cualquiera que se detenga en la base de la Gran Pirámide a que no se asombre ni se maraville.
Unos diez millones de visitantes viajan cada año a Egipto para conocer de primera mano la tierra de la Gran Pirámide. El espléndido aislamiento de Ajet Jufu —el ‘Horizonte de Keops’, como lo llamaban los antiguos egipcios— que se despierta en la polvorienta meseta de Guiza, atravesado por los 2,3 millones de bloques de piedra caliza de la Gran Pirámide a unos ciento cuarenta y seis metros de altura al borde del "desierto occidental" (antaño el desierto de Libia), sigue colmando las nociones románticas (y los estereotipos) de un antiquísimo poder, así como de remotas aventuras orientales. Junto con otras dos pirámides —una erigida para el hijo del rey Keops, Kefrén, y otra para su nieto Micerino— y su gigantesca guardiana —la esfinge—, esta constelación de monumentos del norte de África ha atraído a turistas y buscadores de maravillas a lo largo de cuatro milenios. La Gran Pirámide de Keops es uno de los lugares más famosos del mundo.
No obstante, debemos borrar de nuestra imaginación casi todo lo que creemos saber sobre la más antigua de las maravillas.
En primer lugar, las pirámides no eran un hito en medio de la nada. La meseta de Guiza era, hace cuarenta y cinco siglos, un complejo abarrotado. Ajet Jufu y su familia de pirámides, templos, santuarios y vías procesionales era la expresión política y religiosa más vital de Egipto. Donde hoy vemos un erial, debemos imaginar abundancia de tréboles y miles de hogares; donde hay arenas, vías fluviales; donde hay silencio, decenas de miles de trabajadores con taparrabos y faldas de lino. Donde ahora hay horizontes neutros, antes hubo colores febriles; donde hoy vemos montones de piedra derrumbada, imaginemos pirámides enanas y mastabas de adobe. Donde vemos desierto, una fértil extensión verde. Por la noche, todo esto lo alumbraban mil llamas procedentes de lámparas con mechas de lino y combustible de ricino, y las hogueras de carbón de acacia, con su fuerte olor y una humareda que cubría el brillo lechoso de los planetas en un cielo saturado de estrellas. Un cielo que, a principios de la Edad del Bronce, apenas comenzaba a estar contaminado por los primeros pasos de la civilización.
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La creación de las pirámides, y de la Gran Pirámide en particular, fue un proyecto capaz de poner un Estado patas arriba, con un importantísimo propósito psicológico. Cada pirámide se concibió como un espacio para la eternidad, una tumba que actuaría como una ‘máquina de resurrección’, el mecanismo por el cual el rey (el gobernante egipcio solo se llamaría faraón a partir del Imperio Nuevo, hacia el 1500 a.C.) podría existir eternamente para dar a Egipto una vida duradera y sostenible. En algunas listas de maravillas se catalogan las pirámides en plural. Construidas en lo alto de la meseta de Guiza durante un frenesí de sesenta años (la pirámide de Keops en torno al 2550, la de Kefrén en torno al 2520 y la de Micerino en torno a 2490 a. C.), cada uno de estos gigantes exhibe una geometría perfecta que deja sin aliento. Sin embargo, a nuestra especie le atraen los relatos sobre lo «primero» y lo «más grande», por lo que es la Gran Pirámide la que ha logrado estar en boca de todos. Es la pirámide de Keops, la primera y más alta de la meseta de Guiza, la que domina el imaginario colectivo de la historia.
La pirámide de Keops, que resplandece y parece tocar el cielo, originalmente recubierta de losas de piedra caliza pulida, se convirtió en leyenda antes incluso de pasar a la historia. Aparece en los sellos de otras dinastías egipcias —inmortalizada en una estela del Imperio Nuevo descubierta en 1937— y en la literatura de los antiguos griegos, de los romanos, bizantinos, árabes y otomanos. Domina los relatos de los eruditos de Napoleón en el siglo y de los espías nazis en el siglo XX. Con un peso aproximado de 6,5 millones de toneladas, esta maravilla es la estructura más pesada construida en la tierra. El intimidante y monstruoso palacio del Parlamento de Bucarest (Rumanía), levantado por el megalómano líder comunista Nicolae Ceauescu —el edificio moderno más pesado, con 4,52 millones de toneladas— ni se le acerca. Cuando vi por primera vez el palacio de Ceauescu tras la revolución de 1989, los humildes rumanos que lo habían construido odiaban aquel leviatán; el palacio del Parlamento se cierne como un memorándum de la obsesión y la opresión.
El Parlamento de Bucarest (Rumanía), levantado por el megalómano Nicolae Ceauescu —el edificio moderno más pesado, con 4,52 millones de toneladas— ni se acerca en peso a la Gran Pirámide de Giza.
Como con todas nuestras siete maravillas, nunca debemos olvidar que la Gran Pirámide —enormemente ambiciosa, llena de tesoros y exquisita en sus exigencias— encarna tanto las posibilidades extáticas de la maravilla como las rigurosas implicaciones prácticas de hacer realidad nuestros sueños.
Hoy, «piramigrinos» de decenas de países tienen la oportunidad de entrar en la maravilla de Keops. Desde el amanecer, todos corremos para acceder por una abertura en la cara norte, casi con toda seguridad debida a la acción del califa abasí Al-Mamún en el 832 d. C. Nieto de Harún al-Rashid, famoso por Las mil y una noches, Al-Mamún utilizó trabuquetes y fuego para abrir una estructura que se creía depositaria de oro y sabiduría antigua. Hoy se respira un ambiente febril en el pasadizo que abrieron los hombres del califa. El sudor y la respiración de los más de cinco millones de visitantes anuales han empezado a opacar y oscurecer
el interior rojo de la pirámide.
*Bettany Hughes es una galardonada historiadora galardonada, reconocida por su labor en la difusión de la historia antigua y medieval durante más de 25 años. Académica de Oxford, ha enseñado en Oxford, Cambridge y otras universidades internacionales, además de ser profesora de Historia en el New College of the Humanities. Es autora de varios best sellers y ha presentado más de cincuenta documentales para cadenas como BBC y Netflix, vistos por más de 250 millones de personas. Su nuevo libro, '
La Gran Pirámide sigue siendo maravillosa. Construida hace más de4.500 años, durante el apogeo del Imperio Antiguo de Egipto, es la única de las siete maravillas que sobrevive prácticamente intacta, y es la quintaesencia de nuestra obsesión por diseñar, crear y construir. También llamada pirámide de Keops en honor a quien ordenó construirla, el rey Keops (o Jufu), esta montaña construida por el hombre es una declaración sobre el apego humano a la belleza de la vida, al poder en la tierra y sobre nuestra relación con el cosmos, ya sea durante o más allá de nuestra vida. Las pirámides, tumbas altísimas y antiguas, nos dicen mucho sobre nuestra necesidad de comprender el mundo contando historias sobre él. Reto a cualquiera que se detenga en la base de la Gran Pirámide a que no se asombre ni se maraville.