El hombre que puede ganar el Oscar de animación: "Que vuestros hijos no vean mis pelis"
'Memorias de un caracol', la película 'stop motion' del australiano Adam Elliot, compite en los premios del cine y es una de las producciones más oscuras y tristes del año. Y no es para niños
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"Papá decía que la infancia es como estar borracho: todo el mundo recuerda lo que hiciste menos tú". Grace (la protagonista de Memorias de un caracol) es una niña australiana en plenos años 70 que colecciona caracoles e incluso lleva un gracioso gorrito con antenas, y podría engañar a los padres más inocentes para que llevaran a sus hijos al cine a ver esta oscura producción con tintes del recién cancelado Neil Gaiman o Tim Burton.
Sería un error comprensible, al fin y al cabo compite en la categoría de Mejor película de animación este año en los Oscar. Pero no dejaría de ser un error. Memorias de un caracol es una película para adultos, con padres nudistas, alcohólicos parapléjicos, muertes traumáticas y terroríficas terapias de conversión sexual. Un poco como la vida misma, suponemos. También es la historia de los recuerdos de una infancia, porque todo el mundo ha tenido una, aunque, como bien dice un personaje del filme: "La vida no va de mirar hacia atrás, Grace, va de disfrutar el presente".
Adam Elliot, el artífice detrás de una de las películas más oscuras y deprimentes del año, nos enseña muy sonriente su Oscar por conferencia Zoom. Lo de estar nominado para él no es nada nuevo. Ya ganó en 2004 con su cortometraje Harvie Krumpet, y desde entonces no ha abandonado la costumbre de hacer películas en stop motion sobre personajes extravagantes (hombres con síndrome de Tourette o Asperger, judíos obesos, taxidermistas. Cosas así), aunque la técnica haya evolucionado con el paso del tiempo y el avance tecnológico. Pero es que la propia infancia de Elliot fue extravagante: "Mi padre fue un payaso acrobático", explica. "Aunque he de decir que fui más feliz que Grace y Gilbert (su hermano mellizo) porque mi padre no era alcohólico".
"Llevo 28 años haciendo películas de stop motion y creo que lo que ha cambiado mucho no son las técnicas en sí, sino la tecnología. Sigo utilizando arcilla y dibujando, pero ahora hay muchos más medios digitales, software y herramientas. Antes se usaba más celuloide, ahora todo es más digital. Por otro lado, mis historias han evolucionado con el tiempo. Quizá porque me he vuelto más filosófico y existencial con la edad. Ahora tengo 53 años y me pregunto más sobre quién soy y a dónde voy. En ese sentido, mi forma de hacer cine también ha cambiado", cuenta. "El stop motion es un vehículo excelente para tratar temas complejos, nos permite exagerar expresiones, emociones y estados de ánimo de una manera que el live action no consigue. Podemos distorsionar y amplificar lo que sentimos, y eso es clave para transmitir ciertas historias".
El mismo Elliot tuvo una infancia atípica: "Mi padre fue payaso acrobático. Aunque no era alcohólico"
Le gusta a Elliot el terrorismo emocional, se puede entrever viendo sus obras y también él lo confiesa abiertamente. En Memorias de un caracol se cumple esa premisa: "Quiero que el público termine emocionalmente agotado, si no lo consigo, siento que he fallado", nos dice. La historia de Grace comienza de manera trágica: bebé prematura, nace con el labio leporino y su madre fallece durante el parto. Su padre es un mago ambulante parisino que termina en silla de ruedas y es alcohólico, también sufre apnea del sueño. Su hermano mellizo es algo así como un Holden Caulfield gótico, con una extraña obsesión por las cerillas y el fuego. Los acaban separando y enviándolos con distintas familias de acogida, a los extremos opuestos del país (Melbourne y Perth), por lo que si quieren volver a encontrarse deben atravesar el desierto. Y eso son, solamente, los primeros 20 minutos aproximados de la película, narrados magistralmente en versión original por Sarah Snook, actriz de Succession.
"Quizá la película tiene un elemento pesimista, pero quería que al final también hubiera una sensación de esperanza", cuenta Elliot, a propósito de su oscuro retrato de la infancia y, lo que es más extraño, de Australia, un lugar que parece idílico en el imaginario colectivo (si dejamos a un lado las arañas gigantes y otros bichos similares). Se ríe. "Melbourne es diferente de Sídney. Es más lluviosa y sombría, la gente es más introvertidas. No es la imagen que algunos tienen de Australia, con playas y surf. Es un lugar con su propia oscuridad".
"Melbourne no es la imagen que algunos tienen de Australia, con playas y surf. Es un lugar con su propia oscuridad"
Memorias de un caracol compite en esta próxima ceremonia de los Oscar, que se celebrará el 2 de marzo, contra un grupo de películas bastante diverso. Si la Academia opta por lo tradicional y el producto patrio, probablemente se decante por Inside Out 2 de Pixar (que ha sido al fin y al cabo la película que mejor ha funcionado en taquilla en 2024). Si arriesgan, ahí están también la aclamada The Wild Robot o la sorprendente Flow, producción letona que también compite en la categoría de Mejor película extranjera. Incluso hay espacio para Wallace & Gromit.
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Elliot muestra a la cámara un muñeco de la propia Grace, protagonista de Memorias de un caracol: "Me va a acompañar a Hollywood", confiesa. "No me preocupa mucho ganar, ya tengo un Oscar y este ha sido un año muy diverso. Pienso en la carrera hacia los Oscar como si fuera un poco una carrera de caballos, donde somos un burro compitiendo entre pura sangre. Lo que me interesa es empezar con mi nuevo proyecto, que por ahora solo está en mi cabeza. No puedo contar mucho todavía, pero siempre he querido hacer nueve películas: tres cortos, tres mediometrajes y tres largometrajes. Esta nueva película será de terror, una road movie con el tema de la escritura de cartas y la comunicación, que también estaba presente en mi película anterior".
"Disney nos ha lavado el cerebro y nos ha hecho creer que la animación es solo para niños. Es un medio, no un género"
— Ahora quiero preguntarte algo que me interesa personalmente. ¿Nunca has temido que los padres lleven a sus hijos a ver tus pelis y luego te echen la culpa porque no son películas infantiles en absoluto?
(Se ríe)
— Siempre me gusta recordar que la animación no es un género, sino un medio. Disney nos ha lavado el cerebro y nos ha hecho creer que es solo para niños, pero no es así. Y no, lo diré claro, no llevéis a vuestros hijos si son niños pequeños a ver mis películas. Recuerdo una niña muy pequeña en el cine, de unos cinco años, que apareció con un sombrero con antenas y salió traumatizada, creo que sus padres pensaban que iba a ver algo del estilo Wallace & Gromit. No, a veces los adolescentes pueden verlas, pero los niños no las van a entender, no son películas infantiles. Me gusta además que el personaje pase por muchas dificultades porque creo que la luz solo puede apreciarse si antes ha habido oscuridad. Si no hubiera sufrimiento, el final no tendría el mismo impacto.
Memorias de un caracol se estrena hoy, 31 de enero, en cines.
"Papá decía que la infancia es como estar borracho: todo el mundo recuerda lo que hiciste menos tú". Grace (la protagonista de Memorias de un caracol) es una niña australiana en plenos años 70 que colecciona caracoles e incluso lleva un gracioso gorrito con antenas, y podría engañar a los padres más inocentes para que llevaran a sus hijos al cine a ver esta oscura producción con tintes del recién cancelado Neil Gaiman o Tim Burton.