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Heras-Casado y Calixto Bieto conquistan el Valhalla en París
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Heras-Casado y Calixto Bieto conquistan el Valhalla en París

La alianza del maestro granadino y el director de escena mirandés inaugura la primera entrega de la “Tetralogía” (“El oro del Rin”) en La Bastilla, precisamente cuando ambos han perfeccionado su experiencia wagneriana

Foto: Un momento del montaje de 'El oro del Rin'. (Ópera de París)
Un momento del montaje de 'El oro del Rin'. (Ópera de París)

Tiene sentido evocar ahora el insólito debut de Pablo Heras-Casado en la Ópera de París. Porque se produjo hace casi dos décadas (2006). Y porque se le ofreció dirigir un ballet del compatriota Jose Carlos Martinez que adaptaba una obra maestra del cine francés (Les enfants du paradis).

Impresionan los progresos que jalonan desde entonces la carrera del maestro granadino. Y la autoridad, la auctoritas wagneriana con que regresa al templo parisino para oficiar la primera entrega de El anillo del nibelungo. Ya ha dirigido en el Teatro Real la Tetralogía wagneriana en alianza con Robert Carsen, aunque más destaca que el Festival de Bayreuth lo haya reclutado para alumbrarla en la edición veraniega de 2028. Mérito del acontecimiento que supuso su deslumbrante Parsifal en 2023 y prueba de una especialización progresiva que redunda en la experiencia adquirida por Calixto Bieito en todos años de ejecutoria internacional.

El laureado director de escena burgalés es el aliado de Heras-Casado en el ascenso al Valhalla. Se prolongan las funciones parisinas hasta el 19 de febrero. Y se irán proponiendo los restantes títulos -La valquiria, Sigfrido, El ocaso de los dioses- en los años sucesivos, aunque el proyecto de la Tetralogía se le había ofrecido a Bieito para estrenarlo en 2020.

La pandemia malogró la iniciativa. Y el transcurso de los años tanto ha permitido a Calixto explorar el repertorio wagneriano -todas las óperas canónicas menos Los maestros cantores- como le ha dado tiempo para repensar y reconsiderar su aproximación a la forja del Anillo.

Y la actualidad le otorga la razón. Bieito extrapola la obra de Wagner a la élite de la casta tecnológica, como si Elon Musk hubiera suplantado a Wotan en la cima de la mitología nórdica. “La civilización se ha transformado y el objetivo es ganar dinero. Los hombres han destruido finalmente la fantasía de Dios y se han transformado en sus propios dioses, ya no hace falta recurrir a la mitología. Ahora sabemos que hay personas, de carne y huesos, que se creen Dios, que pueden hacer lo que quieran”, explicaba a la revista Ópera Actual en alusión a la nueva religión de la high-tech.

placeholder Un momento de 'El oro del Rin'. (Ópera de París)
Un momento de 'El oro del Rin'. (Ópera de París)

Ha sido La Bastilla un territorio afín y fértil a la ejecutoria de Calixto Bieito. Concibió aquí el éxito universal de Carmen (Bizet) y propuso igualmente otros ejemplos de su versátil y enjundiosa trayectoria dramatúrgica, incluidos los felices montajes de Lear (Aribert Reinmann), Simon Boccanegra (Verdi). Y El ángel exterminador (Thomas Adès).

Los antecedentes de Bieito y la reputación wagneriana de Heras Casado explican la repercusión del acontecimiento en la prensa francesa y en la taquilla. Se agotaron las entradas para el estreno de este miércoles y es casi imposible encontrarlas para las ocho funciones restantes.

Y no es cuestión de ponerse chauvinistas, pero resulta del todo extraordinario que sean dos artistas españoles -un “granaíno”, un mirandés- quienes alumbren en París el monumento de la Tetralogía.

Han colaborado poco hasta ahora Heras y Bieito. Y se entendieron muy bien cuando el Teatro Real los alineó para llevar a escena un sobrecogedor espectáculo de Los soldados de Zimmermann en 2018.

Siete años después se reencuentran en París para responsabilizarse de El oro del Rin y para gestionar los recursos de un reparto extraordinario. Y es verdad que Ludovic Tézier ha tenido que renunciar al papel mayúsculo de Wotan por el contratiempo de una gripe, pero le sustituye el colega Iain Peterson en cabeza de otros especialistas wagnerianos -Simon O’Neill, Kwangchul Youn, Mika Kares, Eve-Maud Hubeaux, Marie-Nicole Lemieux- que avalan el viaje y la gran experiencia.

Tiene sentido evocar ahora el insólito debut de Pablo Heras-Casado en la Ópera de París. Porque se produjo hace casi dos décadas (2006). Y porque se le ofreció dirigir un ballet del compatriota Jose Carlos Martinez que adaptaba una obra maestra del cine francés (Les enfants du paradis).

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