'Dostoievski': ¿No se acaban nunca las series de policías?
La producción italiana destaca por su crudeza y originalidad sobre otros estrenos agotadoramente repetitivos
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Ignoro si los creadores de series de policías se molestan todavía en hablar con policías, documentarse o preguntar al cuñado guardia civil cómo se empapela a la gente. Hay (y hemos visto) tantas series de policías, y tantas películas de lo mismo, que puede uno hacer su propio guion policial prácticamente de memoria. Los westerns acabaron, y algún día dejarán de rodarse películas de superhéroes; pero de policías tendremos series y películas hasta la eternidad.
Una de ellas es On call (PrimeVideo), que parece encontrar en la tecnología una manera de refrescar el género. En efecto, lo único interesante de toda la serie son los planos tomados por la cámara que cada policía de Los Ángeles lleva prendida en el pecho, y de los que se abusa capítulo a capítulo. Todo lo demás es lo de siempre; la policía traumada, el novato que llega, los bares de alterne y el corrupto en el cuerpo y que nunca he disparado un arma. Actores guapos, mucha luz, mucho neón, la Disneylandia de pilla-pilla policial.
Los westerns acabaron, y algún día dejarán de rodarse películas de superhéroes; pero de policías tendremos hasta la eternidad
Me alargaría sobre esta serie si no hubiera decidido darle una oportunidad a Dostoievski (SkyShowtime), que tiene mucha más sustancia. Anunciada como serie policial, de primeras uno piensa en la soberbia que debe acumularse en Italia (es italiana) para hacer una serie titulada Dostoievski y que no vaya de Dostoievski. Sin embargo, creo que el autor de
Adivinen: un policía traumado, un novato que llega, bares de alterne y el corrupto en el cuerpo. Sin embargo, no hay luz, sino tinieblas; nadie es guapo, sino singularmente feo. Toda la serie es como un True Detective hecho por actores a los que todavía se les debe dinero.
La figura del novato o recién llegado sirve, como siempre, para contar los entresijos del mundo policial. El novato en todas estas historias policiales representa, en rigor, al propio espectador, que guiado por el personaje cándido se adentra en un entorno con códigos propios y dinámicas muy asentadas.
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Dostoievski sigue los pasos del asesino en serie así apodado, pero, como en True Detective, son el tono y la textura moral y los tiempos muertos los que vigorizan todo el show. Estamos en la provincia italiana, tan fea como las afueras de Alcorcón, y se filma con pulso infalible todo lo que es decrépito, sucio, arrabalero y desaconsejable en el agro itálico. Los policías visten como si se prestaran la ropa unos a los otros. Salen muchas ventantas tristísimas como en los cuadros de Andrew Wyeth. También resuena aquí y allá el thriller Memories of murder (Bong Joon-ho, 2003) y hasta detectamos cierta poética colindante con las polaroids de Tarkovski. Hay escenas en las que uno piensa que la vida en Italia no merece la pena ni un segundo. Así de depresiva es esta serie.
La firman los hermanos D´Innocenzo, a los que la vida seguro que no les ha hecho nada. Sin embargo, en algún capítulo escuchamos: “La única manera de garantizar a cierta gente un futuro mejor es darle un presente espantoso”. Desde el protagonista al último personaje, vemos sobre todo hombres totalmente devastados, totalmente inservibles, totalmente solos. Es la típica serie que escribirías después de divorciarte y acabar viviendo en un coche.
Es la típica serie que escribirías después de divorciarte y acabar viviendo en un coche
Sin embargo (o como no podía ser de otra manera), la serie es muy buena, porque en Italia las series de mafiosos y corruptos les salen solas (Gomorra, 1992,
La violencia es cruda y explícita, aunque no muy abundante. En este cruce entre Víctor Erice y los hermanos Safdie (Diamantes en bruto), el asesino en serie es el único que tiene motivos para vivir. Todos los demás afrontan vidas tan miserables, tan sórdidas, y comen tan mal, y se tratan tan mal entre ellos, y van a restaurantes tan grasientos y antipáticos, que recomendar esta serie es casi un acto de sadismo.
Véanla.
Ignoro si los creadores de series de policías se molestan todavía en hablar con policías, documentarse o preguntar al cuñado guardia civil cómo se empapela a la gente. Hay (y hemos visto) tantas series de policías, y tantas películas de lo mismo, que puede uno hacer su propio guion policial prácticamente de memoria. Los westerns acabaron, y algún día dejarán de rodarse películas de superhéroes; pero de policías tendremos series y películas hasta la eternidad.