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Hay más sociópatas de los que piensas: son tus colegas de trabajo, son tus vecinos, eres tú...
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Hay más sociópatas de los que piensas: son tus colegas de trabajo, son tus vecinos, eres tú...

La psicóloga Patric Gagne revela en su libro de memorias 'Sociópata' cómo es el trastorno antisocial que padece y cómo tratar a las personas con falta de emociones complejas como la empatía

Foto: La psicóloga Patric Gagne. ( Stephen Holvik).
La psicóloga Patric Gagne. ( Stephen Holvik).

La historia que estás a punto de leer es verdadera. Aunque me he esforzado al máximo por presentar la información de la forma más exacta que recuerdo, he condensado algunas épocas, he reconstruido algunos diálogos y he fusionado algunos personajes. He cambiado ciertos nombres, fechas y detalles para proteger la identidad de los inocentes (y de los que no lo son tanto).

Me llamo Patric Gagne y soy sociópata. Soy una madre y una esposa apasionada. Soy una psicóloga que motiva a sus pacientes. Soy de lo más encantadora y le caigo bien a la gente. Tengo muchos amigos. Soy miembro de un club de campo. Doy fiestas para celebrar todas las ocasiones que os podáis imaginar. Vivo en una casa bonita. Soy escritora. Me gusta cocinar. Voy a votar. Hago reír a la gente. Tengo un perro y un gato y, a la hora de recoger a los niños del cole, espero en el coche al lado de otras mujeres con perros y gatos.

A primera vista, soy como cualquier otra mujer estadounidense media. Las redes sociales confirman mi existencia como madre feliz y pareja amorosa con publicaciones casi narcisistas. Vuestros amigos seguramente me describirían como una persona amable, pero ¿sabes qué?

No aguanto a vuestros amigos.

Soy una mentirosa, una ladrona. Soy emocionalmente superficial. Soy casi inmune a los remordimientos y la culpa. Soy muy manipuladora. No me importa lo que piensen los demás. No me interesa la moral. No me interesa lo que me digan. Las normas no influyen en mi toma de decisiones. Soy capaz de casi todo.

Soy una mentirosa, una ladrona. Soy emocionalmente superficial. Casi inmune a los remordimientos y la culpa. Muy manipuladora

¿Os suena de algo?

Si habéis elegido este libro, apostaría a que sí. Vosotros también podríais ser parte de los 15 millones de personas que se estima que son sociópatas en Estados Unidos. O podríais ser parte de los millones de personas más cuya personalidad se cree que forma parte del espectro de la sociopatía. Y no hablamos solo de delincuentes. Médicos, abogados, maestros, carteros... Hay sociópatas escondidos por todos lados, a plena vista. Solo hay que ponerse a buscar.

Para mí, la búsqueda empezó pronto. Mientras los otros niños de mi barrio iban en bici y quedaban para jugar con sus amigos, yo leía sobre misterios. Por lo general, se trataba de crímenes reales. Me fascinaba la oscuridad que habitaba en la gente. ¿Qué era lo que hacía malas a las personas? ¿Qué era lo que las hacía capaces de matar? Quería saberlo.

Cuando me topé con el término sociópata, creí tener la respuesta. Ya había escuchado la palabra antes, pero ¿qué significaba? ¿Qué era exactamente un sociópata? Supuse que el diccionario me lo diría. Pero, cuando abrí el ejemplar maltrecho y amarillento del diccionario de Funk & Wagnalls de 1980, descubrí que la palabra no figuraba allí.

placeholder 'Sociópata', de Patric Gagne (Planeta).
'Sociópata', de Patric Gagne (Planeta).

Pensando que sería un error, fui al despacho de mi madre y abrí otro diccionario. La suya era una edición más reciente. Sociópata tenía que estar. Pero no estaba. Vi el lugar que tendría que haber ocupado — justo entre sociología y sociopolítica—, pero la palabra no aparecía. Era como si no existiera, pero yo sabía que eso era imposible. La había leído en libros, la había visto en las noticias, la había escuchado en el colegio, la había escrito en mi diario. Sabía que la definición de sociópata estaría en algún sitio, solo tenía que encontrarla.

Si lo pienso ahora, todo cuadra. Como doctora en Psicología, no puedo evitar maravillarme ante el agudo ingenio del subconsciente para que nos atraigan ciertos temas y otros nos resulten indiferentes. Según Freud, nada ocurre por casualidad, y no hace falta un doctorado para saber por qué elegí este campo. No es necesario entender a Freud para comprender la relación. No hace falta creer en el destino para ver que la vida no podría haberme llevado a ningún otro sitio.

Las señales de alarma estaban ahí desde el principio. A la temprana edad de siete años ya sabía que me pasaba algo raro. No me importaban las cosas como les importaban a los otros niños. Experimentaba ciertas emociones (como la felicidad y la rabia) de forma natural, aunque más bien esporádica, pero no me pasaba lo mismo con las emociones sociales (como la culpa, la empatía, los remordimientos y hasta el amor). La mayor parte del tiempo no sentía nada, de modo que hacía cosas "malas" para que ese vacío desapareciera. Era como una compulsión.

La mayor parte del tiempo no sentía nada, de modo que hacía cosas "malas" para que ese vacío desapareciera. Era como una compulsión

Si me hubieran preguntado entonces, habría descrito la compulsión como una presión, una especie de tensión dentro de la cabeza que iba en aumento. Al principio apenas la notaba, era solo un puntito en mi radar cognitivo, que por lo demás estaba tranquilo. Sin embargo, con el tiempo iba ganando fuerza. La forma más rápida de aliviar la presión era hacer algo innegablemente malo, algo que sabía que haría que cualquier otra persona sintiese una de las emociones que yo no podía sentir, de modo que eso es lo que hacía.

De niña, no era consciente de que había otras opciones. No sabía nada de las emociones ni de psicología. No entendía que el cerebro humano ha evolucionado para funcionar de forma empática, ni que el estrés de vivir sin acceso natural a los sentimientos se considera una de las causas de los actos compulsivos violentos y del comportamiento destructivo. Lo único que sabía era que me gustaba hacer cosas que me hicieran sentir algo, que me gustaba sentir algo, lo que fuera. Era mejor que nada.

Ahora que soy adulta, puedo explicar por qué me comportaba así. Puedo citar estudios en los que se examina la relación entre la ansiedad y la apatía, y contar que se considera que el estrés asociado a los conflictos internos fuerza de forma subconsciente a los sociópatas a comportarse de forma destructiva. Puedo razonar que la presión que experimentaba era casi con certeza una reacción negativa a mi falta de emociones, que era probable que el impulso de portarme mal fuera la forma que tenía mi cerebro de intentar sentir un atisbo de normalidad. Sin embargo, no fue nada fácil encontrar esta información. Tuve que darle caza.

Y sigo de caza.

El estrés asociado a los conflictos internos fuerza de forma subconsciente a los sociópatas a comportarse de forma destructiva

Sociópata es una palabra misteriosa. Su origen está en una disciplina científica de hace más de un siglo, pero desde aquel momento se ha usado de forma errónea para describir cualquier pecado. Ya no hay una sola definición del término. La palabra, igual que las personas a las que representa, se ha convertido en una especie de paradoja. Sociópata es un adjetivo metamórfico cuyo significado a menudo lo deciden la rabia y el agravio, una palabra que evoca muchas más emociones que análisis. ¿Y eso por qué?

¿Por qué la palabra sociópata hace que la gente sienta mucho más de lo que les hace pensar? Paradójicamente, eso era lo que yo quería saber antes de que me diagnosticaran, y descubrirlo se convirtió en mi misión.

Este libro es la historia de esa misión, una historia que me he visto llevada a escribir porque la experiencia de la sociopatía merece ser ilustrada. Quiero ser clara: mi intención no es minimizar la gravedad de este trastorno. Y tampoco quiero idealizarlo. La sociopatía es una enfermedad mental peligrosa cuyos síntomas, causas y tratamientos requieren investigación y atención clínica, pero ese es precisamente el motivo de que quiera compartir mi historia: para que los individuos afectados por la sociopatía puedan recibir la ayuda que hace demasiado tiempo que les falta y — tal vez lo más importante— para que otros sociópatas puedan verse reflejados en una persona que tiene más que ofrecer, aparte de oscuridad.

Es evidente que no todo el mundo se sentirá identificado con mis experiencias. Es pura suerte que yo pueda contarlas. Tuve suerte de haber nacido en un mundo en el que se me han dado casi todos los privilegios imaginables. Soy muy consciente de que mi vida habría sido muy diferente si fuera de otra raza, otra clase u otro género. Ha sido en parte la suerte la que me ha mandado por el camino de desentrañar el misterio de mi enfermedad y crear una vida en la que he tenido la fortuna de poder ayudar a los demás. Desde luego, ya es una suerte que este libro exista. Y es una suerte que yo haya llegado a entender el valor de sentirnos identificados y representados.

La mayoría de los sociópatas no son como los personajes de las películas. No se parecen a los asesinos en serie de Killing Eve o Dexter ni a los antagonistas unidimensionales que sugieren muchas novelas negras. Son más complejos que los ejemplos ficcionados que se presentan en El sociópata de la puerta de al lado. Diagnosticarlos requiere más que las veinte preguntas de los "test de sociopatía" de las revistas generalistas y entenderlos no se consigue con los "tutoriales de sociopatía" de YouTube.

Pocas veces me he arrepentido. Soy amable. Soy responsable. Soy invisible. Paso de lo más desapercibida. Soy una sociópata del siglo XXI

¿Pensáis que conocéis a un sociópata? Estoy segura de que sí, pero también estoy segura de que es la persona de la que menos os lo esperáis. A diferencia de lo que se suele pensar, los sociópatas son más que sus marcadores de personalidad. Son niños que buscan comprensión. Son pacientes que esperan validación. Son seres humanos que necesitan compasión. Sin embargo, el sistema les falla. Los colegios no los reconocen. Los profesionales no los tratan. Apenas tienen dónde buscar ayuda.

La representación es importante. Ofrezco mi historia porque ilustra la verdad que nadie quiere reconocer: la oscuridad se encuentra donde menos te la esperas. Yo soy una delincuente sin antecedentes penales. Soy una maestra del disfraz. Nunca me han pillado. Pocas veces me he arrepentido. Soy amable. Soy responsable. Soy invisible. Paso de lo más desapercibida. Soy una sociópata del siglo XXI. Y he escrito este libro porque sé que no estoy sola.

*Patric Gagne es una psicóloga estadounidense cuyo libro de memorias 'Sociópata' (Planeta), del que publicamos un extracto y en el habla del trastorno de sociopatía que padece (y que padecen hasta 15 millones de personas solo en EEUU), se convirtió el año pasado en todo un bestseller y libro destacado de medios como The New York Times y The Guardian.

La historia que estás a punto de leer es verdadera. Aunque me he esforzado al máximo por presentar la información de la forma más exacta que recuerdo, he condensado algunas épocas, he reconstruido algunos diálogos y he fusionado algunos personajes. He cambiado ciertos nombres, fechas y detalles para proteger la identidad de los inocentes (y de los que no lo son tanto).

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