Brutalismo: la arquitectura "fea" que nos fascina desde 1950 (ahora, con peli favorita en los Oscar)
Hablamos con varios arquitectos para entender el éxito del estilo surgido en la posguerra y que o bien amas u odias, pero no deja indiferente a nadie
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Varias cosas sorprenden de El Brutalista (es decir, The Brutalist) cuando uno ahonda un poco en la película que le ha valido el Globo de Oro a Adrien Brody y que parece una firme candidata a arrasar en los premios Oscar. Además de su extensa duración (casi cuatro horas, con parón incluido), llama la atención su éxito indiscutible en un año en el que otra película sobre un arquitecto (Megalópolis, de Francis Ford Coppola, que contaba la historia de un idealista que pretende transformar una utópica y futurista Nueva York) no ha convencido ni a público ni a crítica. Y, por supuesto, hay algo particularmente interesante: la historia del arquitecto brutalista Lászlo Tóth, judío húngaro y alumno de la Bauhaus, es totalmente ficticia.
Parece complicado hacer una película sobre los edificios de un arquitecto que no existió nunca. Lo lógico sería pensar que se basa en la vida de Le Corbusier o cualquier otro arquitecto brutalista que tuviera que huir de los nazis en su momento, pero en realidad ningún arquitecto judío importante se fue a vivir a Estados Unidos después de la guerra, lo que significa que tanto Brady Corbet como su coguionista, Mona Fastvold, han hecho una buena labor de investigación al respecto. Corbet preparó el personaje estudiando a fondo el trabajo de Marcel Lajos Breuer, inmigrante modernista (también húngaro) de ascendencia judía. Judy Becker (American Hustle, Carol) aclamada diseñadora y artífice detrás de la obra de este arquitecto que jamás existió, ha mencionado con frecuencia a Tadao Ando, arquitecto japonés nacido en Osaka con fina sensibilidad brutalista y conocimientos autodidactas. Y, por supuesto, también están los arquitectos de la Bauhaus.
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Por otro lado, en el nombre de la película reside lo que —en principio— debería ser la temática de la película, aunque la arquitectura es en realidad la manera en la que el personaje canaliza su trauma. El Brutalista tiene su origen, como no podía ser de otro modo, en el brutalismo, que a su vez surge del término francés 'béton brut' u 'hormigón crudo' y tuvo su auge entre las décadas de 1950 y 1970.
Es este un tipo de arquitectura que se basa en la percepción del material en bruto, principalmente hormigón visto, en la percepción de los sistemas estructurales y constructivos e incluso en la percepción de las instalaciones, como tuberías, líneas de alumbrado o escaleras, que se resaltan visualmente en contraste con la tendencia habitual a ocultar todos estos elementos. Fue Le Corbusier el primer arquitecto que empleó el hormigón visto para viviendas colectivas en la Unidad Habitacional de Marsella, encargada por el estado francés tras la Segunda Guerra Mundial, donde plasmó su oposición a las viviendas unifamiliares urbanas porque hacen la ciudad más insostenible, en cuanto a costes y aprovechamiento del espacio.
Pero, más allá de la propia película, lo sorprendente es por qué sigue interesándonos tanto el brutalismo, presente en nuestro país incluso en videoclips de traperos y películas míticas y aclamadas (Qué he hecho yo para merecer esto de Almodóvar, Colegas, de Eloy de la Iglesia, o la más reciente Torremolinos 73, de Pablo Berger). "Recuerdo que, de pequeña, la primera vez que vi Torres Blancas me pareció un artefacto que hubiesen dejado caer desde una nave espacial. Me encantaba", cuenta la arquitecta Teresa Castillo cuando le preguntamos por el interés que suscitan este tipo de edificios. "Pienso que nos atraen porque nos rompen los esquemas, no son como los edificios al uso, son esculturas, austeras, descontextualizadas en el entorno urbano y en el tiempo. Por un lado, conectan con las civilizaciones del pasado, las pirámides por ejemplo, y nos proyectan hacia un mundo futurista, alimentado por películas como Blade Runner".
"Conectan con las civilizaciones del pasado y nos proyectan hacia un mundo futurista, alimentado por películas como 'Blade Runner"
"No te deja indiferente, lo amas o lo detestas. Además de por nuestras preferencias estéticas, hay que valorarlo en su contexto histórico y por sus principios. Surge de la necesidad de reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Se requiere una arquitectura de estructuras regulares, de bajo coste y rápida ejecución, que da pie a geometrías puras y el uso del hormigón en su estado bruto", señala.
"Es un estilo que no se esconde", indica Raúl García Taranco, arquitecto y redactor de Arquitectura y Empresa. "Esta sencillez aparente y la falta de “disfraz” se adapta de manera clara a la necesidad actual de gran parte de la población de buscar la esencia, de buscar elementos y formas que se muestran tal y como son. Debemos entender que se trata de una corriente arquitectónica que surge en la posguerra y busca la primacía de la funcionalidad sobre el ornamento. Para ello, emplea el hormigón como material principal no solo de construcción, como ocurre en la mayoría de edificios, sino también como acabado, generando una estética que, junto al uso de líneas firmes y bien definidas, transmite armonía en sus proporciones. A pesar de ser un estilo ampliamente denostado por muchos, gran parte de su influencia y presencia en la sociedad se debe a sus apariciones en otras artes como la música o el cine. Que C. Tangana decidiera grabar el videoclip de Comerte entera en una joya brutalista nacional como es la Casa Carvajal, o su aparición en películas como La Naranja Mecánica, 1984, Resident Evil: Ultratumba, incluso algunas más actuales y ambientadas en épocas futuras como Blade Runner 2049 o Dune, han demostrado que se trata de un estilo cuya rotundidad y dinamismo le permiten adaptarse de manera inmejorable a las situaciones sociales más dispares y los escenarios más futuristas".
"Debemos entender el brutalismo no solo desde el punto de vista estético, sino también desde el punto de vista ético"
¿Por qué sigue interesándonos así? "Debemos entender el brutalismo no solo desde el punto de vista estético, sino también desde el punto de vista ético", indica García Taranco. "Se trata de un estilo y unas construcciones que responde a unos principios éticos que lograron reconstruir una Europa que todavía estaba recuperándose de las heridas sufridas tras las II Guerra Mundial. Hoy en día sigue presente por los arquitectos y diseñadores que quedan cautivados por lo bello y lo práctico de estas construcciones tan austeras. Este renovado interés viene de la mano de la preocupación por la sostenibilidad de la sociedad. El empleo de un único material de construcción elimina el empleo de la ornamentación, reduciendo al mínimo el impacto ambiental de las construcciones. Algo aparentemente novedoso pero que ya empleó Le Corbusier. Además, se trata de un estilo arquitectónico que responde eficazmente a los desafíos actuales no solo a nivel constructivo, sino también a nivel urbano. La eficiencia energética de las construcciones y los márgenes de ganancia positivos, que radican en aprovechar el uso de materiales de construcción expuestos, provoca una integración en el entorno que crea una estética de armonía y eficiencia tanto en el interior de los edificios como en su relación con el entorno urbano".
Señala también el arquitecto que aquellos que no se sienten atraídos por este estilo es porque tienen en mente "edificios masivos y contundentes que generan un rechazo casi inmediato al verlos". "Sin embargo, invitaría a todos ellos a realizar una visita a la Corona de espinas, de Fernando Higueras. Esta construcción es uno de los principales iconos del brutalismo en España y, tanto la armonía de las formas y proporciones exteriores, como la belleza de su espacio interior son una muestra de lo refinado que puede llegar a ser un edificio sin necesidad de hacer uso de ornamentos adicionales".
"Debemos intentar eliminar de nuestra mente el pensamiento de que es un estilo cuyas formas son frías y poco amables. El empleo de la luz en edificios como el Salk Institute o el Parlamento Nacional de Bangladesh, diseñados por Louis Kahn, o la sutileza de las formas logradas con el hormigón en los edificios de Félix Candela o el Museo de Arte de Teshima de Ryue Nishizawa, donde el hormigón se entiende como una continuación natural del entorno, son una muestra de como un material aparentemente frío y rígido puede tornarse en espacios acogedores que transmiten serenidad y belleza a quienes los visitan".
Varias cosas sorprenden de El Brutalista (es decir, The Brutalist) cuando uno ahonda un poco en la película que le ha valido el Globo de Oro a Adrien Brody y que parece una firme candidata a arrasar en los premios Oscar. Además de su extensa duración (casi cuatro horas, con parón incluido), llama la atención su éxito indiscutible en un año en el que otra película sobre un arquitecto (Megalópolis, de Francis Ford Coppola, que contaba la historia de un idealista que pretende transformar una utópica y futurista Nueva York) no ha convencido ni a público ni a crítica. Y, por supuesto, hay algo particularmente interesante: la historia del arquitecto brutalista Lászlo Tóth, judío húngaro y alumno de la Bauhaus, es totalmente ficticia.