Terroristas y confidentes: toda la verdad sobre las Trece Rosas y el montaje para fusilarlas
El libro del historiador Roberto Muñoz-Bolaños aborda la actividad real de las militantes comunistas y lo que sería la verdadera injusticia en el caso de estas jóvenes modistas
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Apenas un mes antes del Desfile de la Victoria del 19 de abril de 1939 que oficializaría la toma del poder del general Francisco Franco como Jefe del nuevo Estado español surgido tras la Guerra Civil, Dolores Márquez “Lolita” y Concepción Pérez se dirigen confiadas a casa de Joaquina López Laffite, una de las célebres Trece Rosas, esas jovenes modistas, antifranquistas, inocentes de delitos violentos, según el relato más difundido de la Memoria Histórica, que serán fusiladas en agosto de ese mismo año como consecuencia de una de las sentencias más duras de la inmediata represión. La historia tiene más recovecos de los que se han difundido.
Las tres son jóvenes militantes de la JSU —Juventudes Socialistas Unificadas— y actúan en la clandestinidad, pero no reparten precisamente propaganda, sino que en realidad colaboran con el PCE en la estrategia de una guerrilla urbana, violenta, con atentados para desestabilizar al nuevo régimen franquista. De hecho, nunca repartieron propaganda, como se las ha retratado en ocasiones: su misión era un tanto más activa, consistía en conseguir armas, esconderlas y facilitarlas para retomar de alguna forma la guerra contra los fascistas.
Es uno de los mitos en torno a una historia, “infantilizada y distorsionada con un componente sentimental por culpa de la manía polarizadora de la Memoria Histórica”, según explica a El Confidencial en su casa el historiador Roberto Muñoz-Bolaños*, quien acaba de publicar
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Todo habría sido consecuencia de la negligencia de la labor de vigilancia franquista que le costó la vida al comandante Gabaldón, a su hija y a su chófer, por una cuestión de luchas internas entre la Policía Urbana, el Ejército y el SIPM, protagonizadas, nada menos que por los entonces capitanes Manuel Gutiérrez Mellado, y Carlos Arias Navarro.
Antes de eso, en el portal de Joaquina López Laffite, Lolita y Concepción, son interceptadas por un joven policía, Roberto Conesa, que les pregunta a dónde van, pero que las deja seguir hasta el tercer piso, donde vive Joaquina. Cuando entran, ésta las espera en una habitación con toda su familia y rodeada de policías. Una de las hermanas de la dirigente comunista le dice entonces a Lolita; “¡Ya has caído en el lazo!”. Recordemos, es el 18 de abril de 1939 y la detención de Joaquina López Laffite es el de la primera de las Trece Rosas. En apenas un mes, el 16 de mayo, justo dos días antes del día del Desfile de la Victoria, caerá la última, Dionisia Manzanero Salas. En el intervalo hay una sucia historia de traición y de declaraciones nada romántica y también de brutalidad policial y torturas.
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¿Son todas detenidas? Todas no, porque hay mujeres de ese grupo que se libran: Dolores Márquez ‘Lolita’, se convierte desde ese momento de la detención de Joaquina en confidente del joven policía Conesa y con ella, también Carmen Vives Samaniego, ‘La Chivata’ — que está a punto de ser ajusticiada por sus propias compañeras en prisión— , además de Maria del Carmen Cuesta, ‘La Peque’, que a diferencia de Carmen Vives Samaniego y Lolita Márquez, se erigirá como una leyenda de las antifranquistas, tras haber sobrevivido a la desarticulación del grupo de la JSU-PCE y al fusilamiento de las Trece Rosas, y que sin embargo, habría colaborado desde el principio con la Policía Urbana del brigada Aurelio Fernández Fontela, donde urdía ya sus tramas el futuro supercomisario Roberto Conesa ya en la Transición. Maria del Carmen Cuesta, ‘La Peque’, recibiría grandes elogios a su labor cuando falleció en 2010.
“Lo primero que hay que entender es que esa España de la inmediata posguerra es mucho más anárquica de lo que se tiende a pensar. Se ha ganado la guerra sí, en los primeros años se ha conquistado el territorio, pero no existe un control ni una ocupación efectiva. En segundo lugar es un régimen muy corrupto porque era fácil sacar un preso de las cárceles si pagabas —en el libro explico incluso las cantidades que se podían pagar para que te sacaran de la cárcel— y además existía cierta coordinación entre las distintas instituciones del régimen aunque tampoco era una coordinación muy eficaz”.
Es en este contexto, según relata Muñoz-Bolaños y que resultará clave, en el que se desarrolla el caso de las 13 Rosas, unas activistas de la JSU que pasan a formar parte de la organización insurgente del PCE liderada por José Pena Brea en los barrios de Chamartín de la Rosa, Tetuán y Estrecho y que estaba infiltrado por la Policía Urbana, tanto entre los claveles —los integrantes masculinos—, como en las rosas —las mujeres, entre las que estarían las modistas—.
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“El grupo de Pena Brea en el que están las Rosas sigue las directrices del secretario de organización del PCE, Pedro Fernández Checa, y consisten en actuar con atentados en los primeros meses tras la guerra” aclara Muñoz-Bolaños, “y en ese esquema están las jóvenes de la JSU, que aunque con grados de participación distintos, están dentro de esa trama de provocar atentados. Participan consiguiendo armas en unas acciones mucho más activas de guerrilla urbana y que se borran convenientemente del relato de la memoria histórica, a partir sobre todo de la mayoría absoluta de José María Aznar, porque la Guerra Civil se utiliza como arma política. En ese contexto estas jóvenes fusiladas en el franquismo se convierten en un relato irresistible contra esa derecha que se considera que ha salido indemne de la Transición”.
"Las jóvenes fusiladas en el franquismo se convierten en un relato irresistible contra esa derecha que se considera que ha salido indemne"
Las rosas participan, pues, en una organización del PCE que busca provocar atentados y que a la postre está ya infiltrada por la Policía Urbana, por el Servicio de Información de Falange y por elementos del SIMP (Servicio de Información de la Policía Militar). Los mayores confidentes de estos organismos franquistas son de hecho los ‘claveles’, como ‘El cojo’ o Bernardino Francisco que cantan prácticamente todo, delatando a sus compañeras, que a su vez se hacen confidentes de los franquistas, como es el caso de Dolores Márquez, “Lolita”, Carmen Vives o María del Carmen Cuesta.
Hay un puñetazo sucio de realidad en el libro de Roberto Muñoz-Bolaños y es que prácticamente todos, antes o después cantan y delatan a sus compañeros, lo que hace más duro aún la condena final de las 13 Rosas: “Sí, todos cantan a las primeras de cambio y por supuesto que hay brutalidad y torturas y mucho miedo, es comprensible, pero va más allá porque hay momentos en el que para libarse de la represión algunas de las rosas delatan a personas que ni siquiera tienen nada que ver, hay casos y casos, pero son excepcionales el más remarcable es el de José Canepa que se suicida o le suicidan estando detenido y que no cuenta nada”.
Los mayores confidentes de estos organismos franquistas son de hecho los ‘claveles’, como ‘El cojo’ o Bernardino Francisco, y algunas 'rosas'
¿La brutalidad policial es la clave de esas delaciones? Sólo en parte, según Roberto, que explica claramente que la clave de esa infiltración y de esos confidentes, y sobre todo de esas delaciones se debe a que Jose Pena Brea, que es detenido con anterioridad a las Rosas y que es torturado, expone absolutamente a toda la organización: “Desde ese momento de la declaración de Pena Brea están todos vendidos, por lo que conseguir las delaciones es relativamente fácil”.
Queda claro por otra parte en Las 13 Rosas. La vedad sobre el mito, la brutalidad de la represión franquista y que no omite otra de las claves tradicionales expuestas sobe las Trece Rosas: hay un ensañamiento hacia ellas por parte de las autoridades franquistas por el simple hecho de ser mujeres:
“Sí, lo hay y tiene que ver con la actitud que tenía el franquismo y los sublevados ante la mujer. Es decir, la mujer que ellos entendían era ama de casa. Lo explica muy bien el comandante Vallejo Nájera, que es el gran teórico de la represión de las mujeres. Entonces, desde el momento que participan en política deben ser castigadas, no solamente por la participación en política, sino porque están, digamos, violando las leyes entre comillas que definen su género. Y eso sí queda patente en la sentencia cuando se hace referencia explícitamente a las mujeres que participaban en la organización”.
Así, en un mes, entre el 18 de abril y el 16 de mayo las rosas son detenidas, pero aún no se desmonta toda la organización del PCE en Madrid, porque falta aún el grupo del denominado ‘Pionero’ que es a quien vigilan, a pesar de que se haya despejado el “posible atentado” del Desfile de la Victoria, que es una de las cuestiones más oscuras de la actuación policial. ¿Tenían capacidad para ello? ¿Fue uno de los primigenios montajes de Roberto Conesa?
El libro deja claro que hubo un ensañamiento hacia las 13 rosas por parte de las autoridades franquistas por el simple hecho de ser mujeres
El fallo en la vigilancia de los llamados 'Audaces' del PCE que lidera el 'Pionero' es lo que provocará finalmente el asesinato “fortuito” del comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón, según la tesis de Roberto Muñoz Bolaños, y lo que conllevará la dura pena de muerte de las 13 Rosas y los 43 claveles, cuando ya se encontraban en la cárcel. Es quizás la parte más sorprendente de la investigación y también, que quede claro, la más enrevesada: con las Rosas del grupo de Pena Brea fuera de juego, la organización clandestina —que está vigilada— planea un asalto a la cárcel de Oropesa. Lo explica Muñoz Bolaños:
“Cuando los tres 'audaces', Damián García Mayoral, Sebastián Santamaría y Francisco Rivares llegan a la entrada de Talavera se les dice que la cárcel de Oropesa tiene bastantes guardias. Por tanto, no pueden asaltarla tres, que van armados sólo con pistolas así que deciden que lo mejor es volverse a Madrid. ¿Y cómo se van a Madrid? Parando un coche, asesinando a los ocupantes y volviendo a la capital. ¿Por qué piensan así? Porque son guerrilleros, y los guerrilleros durante la Guerra Civil habían actuado así. Es decir, que no es que lo improvisen. Están utilizando una táctica guerrillera ¿Cuál es el problema? Que el coche que pasa es el del comandante Isaac Gabaldón”.
Siguiendo el plan, los tres miembros del PCE asesinan al comandante Gabaldón para pasmo del SIPM y de la Policía Urbana, que les tenían teóricamente vigilados y que habían supuesto que ante la imposibilidad de llevar a cabo una acción de la envergadura del asalto de la cárcel de Oropesa les habían dejado sin vigilancia suponiendo que volverían a Madrid — tal y cómo tenían pensado—, pero sin pensar que fueran a matar a nadie y mucho menos a un comandante de la Guardia Civil.
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Es aquí cuando todo se desmadra, según el estudio de Muñoz-Bolaños, ya que la muerte del comandante exponía la negligencia del SIPM y, peor aún, dejaba a la viuda con una pensión escasa por no morir Gabaldón en acto de servicio. El responsable del SIPM, que no es otro que Manuel Gutiérrez-Mellado, con la connivencia del jurídico militar Carlos Arias Navarro, elaboran la teoría de la conspiración comunista para asesinar a Gabaldón en la que estaba implicado todo el grupo de Pena Brea, lo que incluía a las Trece Rosas.
“El problema es que Gabaldón era del SIMP, pero se llevaba muy mal con los otros miembros y además no era bien aceptado por el ejército. Este organismo usurpaba las funciones de la policía y entonces se dan cuenta de que ese asesinato se puede utilizar para ir contra el propio SIMP. ¿Qué deciden entonces? Inventarse la teoría de la Gran Conspiración Comunista para taparlo todo. Piden un juicio rápido contra los autores de la muerte de Gabaldón y piden un escarmiento contra los otros supuestos integrantes de esa Gran Conspiración Comunista que están en las cárceles de Madrid, es decir las Trece Rosas”.
La teoría de Muñoz-Bolaños es quizás la más definitoria del libro. ¿Resulta que se ha montado un mito alrededor de las jóvenes modistas, pero la realidad es peor porque son acusadas de una conspiración inexistente, como consecuencia de luchas de poder entre las fuerzas del orden franquistas? Inevitablemente la historia gana en cuanto a trama. La pregunta es inevitable.
"Si no hubiera existido la tesis de la gran conspiración comunista como mínimo hubieran establecido diferencias según la responsabilidad"
¿Habrían podido salvar la vida las llamadas Trece Rosas de no haberse producido la dejadez en la vigilancia por parte del SIMP o de haber parado a otro coche el grupo insurgente del PCE?
"Es evidente que las penas iban a ser muy duras porque a los siete primeros que cogen los fusilan el 16 de mayo, tres días antes del desfile. Es como una especie de advertencia para que nadie intente hacer ningún tipo de acción o provocar ningún incidente durante el desfile de la Victoria. ¿Las habrían fusilado si no ocurre lo de Gabaldón? Pues, sinceramente, no lo sé. Probablemente, si no hubiera existido la tesis de la gran conspiración comunista como mínimo hubieran establecido diferencias en función de las responsabilidades de cada uno de los 56 condenados a muerte. ¿Que es un barbaridad eh?".
*Roberto Muñoz Bolaños es profesor de las universidades del Atlántico Medio, Camilo José Cela, Francisco de Vitoria y Nebrija.
Apenas un mes antes del Desfile de la Victoria del 19 de abril de 1939 que oficializaría la toma del poder del general Francisco Franco como Jefe del nuevo Estado español surgido tras la Guerra Civil, Dolores Márquez “Lolita” y Concepción Pérez se dirigen confiadas a casa de Joaquina López Laffite, una de las célebres Trece Rosas, esas jovenes modistas, antifranquistas, inocentes de delitos violentos, según el relato más difundido de la Memoria Histórica, que serán fusiladas en agosto de ese mismo año como consecuencia de una de las sentencias más duras de la inmediata represión. La historia tiene más recovecos de los que se han difundido.