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Tu 'playlist' está llena de artistas que no existen: cómo Spotify cambió las reglas de la industria
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EL 'PERFECT FIT CONTENT'

Tu 'playlist' está llena de artistas que no existen: cómo Spotify cambió las reglas de la industria

Sale a la luz una investigación que destapa un programa de la plataforma de 'streaming' para evitar pagar los derechos de propiedad intelectual a discográficas y artistas mediante canciones sin autoría o realizadas por IA

Foto: Foto: Reuters/Brendan McDermid.
Foto: Reuters/Brendan McDermid.

Su nombre es Johan Röhr y, aunque no te suene, aglutina más reproducciones que Elton John o los Red Hot Chili Peppers en todo el mundo. En marzo del año pasado, fue el artista más escuchado de Suecia con más de 15.000 millones de reproducciones. Semejante éxito debería ir acompañado de una fuerte exposición mediática, pero lo cierto es que más allá de alguna foto, al buscar su nombre en Google solo encontramos titulares que refrendan su enorme popularidad bajo diferentes alias: Maya Äström, Minik Knudsen, Mingmei Hsueh... Al parecer, y según reveló un reportaje del periódico sueco Dagens Nyheter, este músico ha pasado más de ocho años (aproximadamente desde 2017) lanzando más de 3.000 canciones instrumentales a Spotify con las que ha generado más de 15 billones de escuchas en listas de música ambiental para aliviar el estrés o conciliar el sueño.

Röhr no es el único. Según reveló el diario sueco, hay al menos otros 91 compositores, todos ellos afincados en el país natal de la plataforma de streaming, que se esconden detrás de miles de artistas ficticios que publicaron temas en este tipo de 'playlists'. Este caso solo es la punta del iceberg de una estrategia comercial mucho más grande y perniciosa contra los artistas de carne y hueso que buscan hacerse un hueco en la plataforma de streaming. A finales del año pasado, una periodista norteamericana llamada Liz Pelly publicó un artículo en Harper's Magazine titulado 'The Ghosts in the Machine' en el que revelaba las prácticas internas de Spotify encaminadas a obtener máximos beneficios en la industria a costa de artistas ficticios como Röhr y más aún, a través de música generada por inteligencia artificial (IA).

Hay que tener en cuenta que Spotify define su misión comercial como "ofrecer música para cada momento", invirtiendo no solo en algoritmos que personalicen la actividad del usuario, sino también diseñando listas de reproducción que van más allá del gusto melómano. Es en 2017 precisamente cuando más empiezan a popularizarse 'playlist' dirigidas a acompañar al oyente en sus quehaceres cotidianos, desde cocinar o estudiar hasta para irse a dormir. En ese año empiezan a salir investigaciones de que algunos de los artistas más top del ambient, como Brian Eno, estaban siendo reemplazados por música genérica. Ahora, según la investigación de Pelly, la situación ha ido a más, y por ello la periodista ha publicado un libro a comienzos de este año enteramente dedicado al tema, titulado Mood Machine: The Rise of Spotify and the Costs for the Perfect Playlist.

Pelly viajó hasta Suecia para conocer de cerca el caso de Röhr. Al visitar las oficinas del Dagens Nyheter, descubrió que el asunto del compositor con cientos de alias era meramente anecdótico. Había muchos más artistas que ni siquiera tenían rostro, pero en los que sí se incluían breves apuntes biográficos, como que habían estudiado en conservatorios de Reykjavik o fundado sellos de música lo-fi que habían agotado existencias. "Al margen de los periodistas del diario, nadie en Suecia quería hablar de artistas falsos", apunta Pelly. "En Estocolmo, visité la dirección que figuraba en el anuncio de una de las discográficas fantasma, pero no hubo suerte". Había un gato encerrado de tamaño considerable. "¿Por qué se añadían sus canciones a estas listas de reproducción con Spotify tan populares? Sabíamos que había artistas fantasmas a sueldo de empresas de producción musical produciendo una cantidad exorbitante de canciones, pero ¿cuál era su relación con Spotify?"

"Me pagaron unos pocos cientos de dólares por pista y me dijeron que podría hacer tantas canciones como yo quisiera"

Pelly habló con antiguos empleados de Spotify y varios músicos a sueldo, logrando acceder a los chats internos de la compañía. Al final, descubrió un entramado empresarial que no solo se basaba en contratar empresas de producción musical para la creación de artistas ficticios a los que colar en sus listas más reproducidas de géneros ambientales, sino también un equipo de empleados englobados bajo un programa llamado Perfect Fit Content (PFC). El objetivo, generar más beneficios al no tener que pagar el 70% que les corresponde a los músicos reales y a sus discográficas por derechos de autor y regalías, cuando no directamente producir música propia mediante softwares de inteligencia artificial sin coste alguno.

Una trampa imposible de salvar

Algunas de las empresas contratadas por el programa de Perfect Fit Content como Epidemic Sound contrataban a músicos profesionales con carreras independientes que a cambio de un precio fijo componían y producían canciones que luego alcanzaban las millones de reproducciones sin que tuvieran derecho a ver ningún tipo de compensación económica posterior por su autoría. "Me pagaron unos pocos cientos de dólares por pista y me dijeron que podría hacer tantas canciones como yo quisiera", comenta uno de estos músicos a sueldo bajo el anonimato. "Pero cuando algunas de mis canciones empezaron a acumular millones de reproducciones, me di cuenta de lo injusto que había sido el trato: la empresa y Spotify estaban ganando muchísimo más dinero que yo, y yo estaba despojado de cualquier derecho sobre mis propias composiciones". Su nombre nunca aparecería en los créditos, ni siquiera en los metadatos de Spotify. Una creación salida de la nada con millones de reproducciones en todo el mundo.

"Lo más preocupante es que el modelo de Spotify está modelando el gusto general y creando una masa de oyentes pasivos y acríticos"

Obviamente, la trampa estaba bien diseñada: ni Spotify ni las empresas englobadas bajo el Perfect Fit Content obliga a ningún músico a firmar este tipo de contratos. Haciendo un pararlelismo con el mundo editorial, es como si un escritor de solvencia demostrada escribe una biografía o libro a un personaje famoso bajo el más estricto anonimato y sin que nadie llegue a saber nunca que es de su autoría. Sin embargo, al tratarse de una empresa de alcance global en la industria musical como Spotify, las repercusiones para la creación musical, las discográficas y los derechos de autor de los músicos son más que notables. Este movimiento empresarial hace presagiar una nueva era del consumo de música, a la par que unas nuevas condiciones para los y las artistas, para quienes hacerse un hueco dentro de las plataformas de streaming ya era una tarea ardua y complicada. Y, por otro lado, abre una puerta a que la música generada por inteligencia artificial sea cada vez más frecuente al ser tan rentable y generar tantos beneficios, desapareciendo el factor humano de todo el proceso creativo.

"Lo más preocupante es que el modelo de plataformas de streaming está modelando el gusto general y creando una masa de oyentes pasivos y acríticos", expresa Ainara LeGardon, artista musical y especialista en industria musical, así como en todo lo concerniente a la propiedad musical y la llegada de la IA en la música comercial. "Alan B. Krueger propone en su libro Rockonomics que el streaming es como alquilar un coche, en el sentido de que la gente que alquila tiende a ser más descuidada con el vehículo que si fuera suyo, le importa menos el desgaste. Con el streaming, estamos tratando a la música como si fuera material de usar y tirar, sin que nos importe desgastar nuestra capacidad de escucha".

Cuando la música y la cultura se vuelven "planas"

LeGardon argumenta que los algoritmos están "aplanando" la cultura en general, ya no solo la música, volviendo a las personas creadoras más conservadoras. Algo que coincide con los testimonios de los músicos a sueldo de Epidemic Sound y las empresas contratadas por Spotify para inflar sus beneficios. "Cada mes, la empresa nos daba una lista de reproducción con referencias y nos pedía que compusiéramos temas inspirados en ella", confesaba un músico anónimo que trabajó para Spotify. "El 98% de las veces, estas listas no tenían nada que ver con mi estilo o visión artística. Estaba componiendo bajo demanda, lo cual me molestaba muchísimo".

Foto: Snoop Dogg, en la conferencia del Milken Institute en la que habló sobre el 'streaming'. (Reuters/Mike Blake)
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Cualquier músico profesional vería con buenos ojos ganar una considerable suma de dinero a cambio de un puñado de canciones con la condición de no recibir ninguna compensanción económica futura por sus derechos de autoría. Al igual que si una discográfica propone a una banda emergente que realice una versión de una canción muy popular, pero que se aleja de su estilo musical, para inflar sus reproducciones en la plataforma, como hemos visto en los últimos años en casos concretos. Ser músico, a fin de cuentas, es un oficio plagado de precariedad. Es precisamente la falta de incentivos económicos lo que hace que se vuelvan más conformistas, arriesgando menos en cuanto a su propuesta y, por otro lado, aceptando condiciones en las que a largo plazo no van a salir bien parados.

"Al componer este tipo de contenidos, estás reproduciendo una y otra vez el tipo de canción que premia el algoritmo mediante un mecanismo opaco que varía a voluntad de las empresas tecnológicas", advierte LeGardon. "Cuando la línea que separa lo mediocre de lo inaceptable se mueve, probablemente haya cuestiones que antes caían en el espectro de lo inaceptable social o artísticamente que ahora caen en la parcela de lo simplemente mediocre. Y en ese punto de lo estándar, de lo inocuo, es donde las grandes corporaciones saben que les va a salir muy fácil y muy barato produir contenido, ya no solo música, sino en términos de derechos laborales o de propiedad intelectual".

El futuro de la música tras la IA

Esto conecta con la incipiente producción de música por inteligencia artificial. Quién sabe, en un futuro es posible que ya nadie repare en la importancia de que un producto musical esté hecho mediante IA o nazca de la creatividad humana. Por ejemplo, hace unos años se hizo muy popular un tema de Nirvana creado por IA. Tan solo basta con suponer que esta clase de contenidos continúan haciéndose a gran escala hasta engrosar una discografía más voluminosa que la original. No lo sabemos aún, pero para las nuevas generaciones que crezcan escuchando paralelamente la discografía real y la virtual... Quizá ya no importe tanto que Kurt Cobain sea el que cante o un software.

Esto podría tener grandes repercusiones para los dueños de los derechos de explotación y propiedad intelectual (en este hipotético caso de Nirvana), que verían mermados sus beneficios a costa de una competencia desleal de una empresa tecnológica que ha hecho una versión demasiado fidedigna de su producto, aunque sea de culto. Pero si trasladamos este caso al de las bandas emergentes y discográficas pequeñas, los profesionales creativos verían comprometida con creces su supervivencia económica en un mercado ya de por sí injusto.

"Este tipo de empresas de IA y sus valores atacan a las personas creadoras y a nuestro trabajo más preciado: el proceso artístico"

"Estamos, por tanto, en un contexto perfecto para que el público general acepte la escucha de pistas de audio generadas por IA que ya no son distinguibles de las creadas por seres humanos que operan en lo estándar, porque es lo que el algoritmo premia", asevera LeGardon. El resultado, más allá de lo económico y en términos musicales, podría ser un bucle infinito del grunge nirvanero creado artificialmente sin que ninguna banda real influenciada por Nirvana tenga la oportunidad de sobresalir o sobrevivir con un estilo propio que ampliase el legado y recogiese el testigo de lo que creó en su día Kurt Cobain. En otras palabras, si quieres despuntar en la música, mejor cómprate un software potente y deja de ensayar, deja de organizarte con amigos para crear música, y de gastar tiempo, dinero y esfuerzo en crear un producto auténtico y genuino. Deja que la máquina copie a otros en apenas unos minutos.

"Lo que más me preocupa no es el ataque a la industria musical, que tiene mucho dinero, buenos abogados y un nivel ético bastante bajito", concluye LeGardon. "Lo que realmente me parece peligroso es que este tipo de empresas de IA y sus valores atacan directamente a las personas creadoras y a nuestro trabajo más preciado: el proceso artístico. Un proceso a veces lento, arduo, y casi nunca lo suficientemente valorado. En lo que se están basando es en decir que estamos ya en una nueva era y que la música ya no se va a componer, se va a generar de otra forma más rápida y productiva. Velocidad y productividad es lo único que importa ya. Se elimina el proceso de aprender a tocar, de perfeccionar una técnica, algo que lleva mucho tiempo y esfuerzo, pero, más importante aún, también el de reflexionar, de sentir, de aprender y de vivir la experiencia transformadora de la creación artística".

Su nombre es Johan Röhr y, aunque no te suene, aglutina más reproducciones que Elton John o los Red Hot Chili Peppers en todo el mundo. En marzo del año pasado, fue el artista más escuchado de Suecia con más de 15.000 millones de reproducciones. Semejante éxito debería ir acompañado de una fuerte exposición mediática, pero lo cierto es que más allá de alguna foto, al buscar su nombre en Google solo encontramos titulares que refrendan su enorme popularidad bajo diferentes alias: Maya Äström, Minik Knudsen, Mingmei Hsueh... Al parecer, y según reveló un reportaje del periódico sueco Dagens Nyheter, este músico ha pasado más de ocho años (aproximadamente desde 2017) lanzando más de 3.000 canciones instrumentales a Spotify con las que ha generado más de 15 billones de escuchas en listas de música ambiental para aliviar el estrés o conciliar el sueño.

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