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Por mucho que te esfuerces es imposible que consigas ser un verdadero estoico
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Por mucho que te esfuerces es imposible que consigas ser un verdadero estoico

Aunque esa corriente de pensamiento lleva años de moda, en realidad es muy difícil abrazar todos sus preceptos. En 'Lecciones de estoicismo' el clasicista Antonio Cascón Dorado analiza sus grandes enseñanzas

Foto: 'La muerte de Séneca', de Jacques-Louis David. (Musée du Petit-Palais, París)
'La muerte de Séneca', de Jacques-Louis David. (Musée du Petit-Palais, París)

¿Serías capaz de obligar a tu hijo de 16 años a abandonar el cómodo nido protector de papá y mamá para seguir su propio camino y hacerse independiente? ¿Estás dispuesto a que no te importen los bienes materiales y a abrazar con alegría la pobreza si es eso lo que te depara la vida? ¿Podrías renunciar a las relaciones sexuales que no vayan encaminadas a la procreación pura y dura?

Con el corazón en la mano, confiesa: ¿Crees que conseguirías renegar del amor pasional que desde hace siglos exaltan poetas, músicos y demás artistas y empezar a considerarlo como una especie de enfermedad transitoria? ¿Lograrías aparcar tu ego y tu vanidad para hacer oídos sordos de halagos y adulaciones y que no te importen lo más mínimo la fama y el reconocimiento de los demás? ¿Podrías cambiar tus esquemas mentales para que dejes de considerar la esperanza una virtud y la veas como la causa de muchos males y contrariedades? ¿Podrías vivir sin desear nada y sin tener miedo a nada, ni siquiera a la muerte?

Por mucho que te empeñes, si no cumples con todos esos preceptos (y algunos más), nunca podrás ser un verdadero estoico.

“Hoy en día es imposible serlo. Incluso en la época grecorromana, cuando los estoicos formularon su doctrina filosófica, eran conscientes de que muy pocos podrían seguirla íntegramente. Para que se pudieran llevar a la práctica los preceptos de la filosofía estoica sería necesaria una auténtica revolución que cambiara de manera radical nuestra forma de entender la vida y de vivirla”, asegura Antonio Cascón Dorado, profesor de Filología Latina en la Universidad Autónoma de Madrid, gran conocedor de la cultura clásica y autor de Lecciones de estoicismo (Arpa), un libro magnífico en el que analiza de manera pormenorizada los grandes principios y máximas de los estoicos, desgranando las decenas y decenas de lecciones prácticas de una filosofía que analizó todos y cada uno de los aspectos de la vida.

Foto: Estatua de Marco Aurelio en Roma. (iStock/PennaPazza)

Los estoicos tenían unos principios tan difíciles de seguir que era extremadamente complicado para alguien asumirlos completamente. Cicerón ya se quejaba de ello en Sobre la amistad. Aunque, como señala Epicteto en su Manual de vida, no se trata tanto de cumplir al pie de la letra con todos y cada uno de los preceptos como de esforzarse por lograrlo, no se trata de ser Sócrates, sino de querer ser como Sócrates.

Pero ni entonces ni ahora era fácil ser estoico.

placeholder Estatua de Marco Aurelio en Roma. (iStock/PennaPazza)
Estatua de Marco Aurelio en Roma. (iStock/PennaPazza)

"Ni siquiera ocupando la cima del poder, primero Séneca y luego Marco Aurelio consiguieron imponer el plan de vida de los estoicos. Los cambios individuales y sociales que perseguían se produjeron solo en pequeña medida, y, si algunas de sus ideas perviven, es gracias a su asunción por el cristianismo", subraya Cascón Dorado. Y no le falta razón: el amor al prójimo, el perdonar a quien nos agrede o la concepción del sexo para la reproducción son preceptos estoicos que el cristianismo hizo suyos, aunque hubo otros muchos que, sin embargo, obvió por ser contrarios a sus intereses y objetivos estratégicos.

Desde hace al menos una década está de moda el estoicismo, una doctrina que aseguran abrazar desde entrenadores de fútbol hasta millonarios y empresarios de éxito. Una avalancha de libros sobre esta filosofía inunda el mercado: la mayoría de ellos, manuales de autoayuda que prometen a quienes los leen alcanzar la felicidad si se siguen unas cuantas reglas, desfigurando y pervirtiendo con frecuencia la realidad de esa escuela de pensamiento.

No es que los estoicos no buscasen la felicidad, para nada. El objetivo de esa doctrina, como el de otras escuelas filosóficas, era precisamente alcanzar ese estado de satisfacción espiritual. Pero los estoicos, que creían a pies juntillas en el valor de la racionalidad, abjuraban de aquellos comportamientos dictados por los sentimientos y no por la cabeza, como por ejemplo el miedo, la pasión o el deseo. Para ellos, la serenidad y la paz interior solo podían alcanzarse a través del raciocinio.

placeholder 'Lecciones de estoicismo', de Antonio Gascón Dorado.
'Lecciones de estoicismo', de Antonio Gascón Dorado.

Para ser un verdadero estoico habría para empezar que acudir durante varios años a escuelas como las que tuvieron Musonio o Epicteto, donde enseñaban el estoicismo práctico, un modo distinto de pensar y de enfrentarse a la vida. Los estoicos estaban convencidos de que las acciones humanas estaban profundamente condicionadas por nuestros deseos y temores, así que lo primero era conseguir dominar esos impulsos a través de la razón y de la filosofía y mostrarse imperturbables ante ellos. Se trataba, como señalaba Marco Aurelio en una de sus reflexiones, no de suplicar a los dioses que nos concedan aquello que deseamos y eviten lo que nos atemoriza, sino de implorarles que anulen nuestros deseos y temores. "La primera enseñanza de la doctrina estoica era que no había que tener miedo a la muerte", destaca en ese sentido Cascón Dorado, quien se ocupó con profusión de ese asunto en su anterior libro, Cómo morir. Cartas sobre la vejez y la muerte, un volumen que recopila todas las epístolas de Séneca a Lucilio sobre la senectud y la muerte, con traducción, introducción y notas del propio Cascón Dorado.

Pero aunque el poder de la razón sobre los deseos y temores constituye el pilar fundamental de la filosofía estoica, esa escuela se ocupó de prácticamente todos los aspectos de la vida, incluido el modo de vestir (que debía estar regido por la austeridad), la alimentación a seguir (evitando la gula, los excesos y la carne), la educación que se debía dar a los hijos (empujándoles lo antes posible a ser independientes), las virtudes que había que alcanzar (la templanza, la fortaleza, la prudencia y la justicia, según especifica Séneca en una de sus cartas), los males que se debían evitar (con especial énfasis en el rechazo al placer, la riqueza, el poder y la fama), el modo de relacionarse con los demás y de vivir en sociedad (amando al prójimo y preocupándose por él)... Los estoicos reflexionaron incluso sobre los viajes, concluyendo que estos no siempre nos hacen mejores y que viajar constantemente podría ser, Séneca dixit, un síntoma de desvarío espiritual.

Se trata no de suplicar a los dioses que nos concedan lo que deseamos, sino de implorarles que anulen nuestros deseos

Todo eso está en las Lecciones de estoicismo de Antonio Cascón Dorado, un libro que deja muy clara la radicalidad del pensamiento estoico, pero que, al mismo tiempo, analiza decenas y decenas de lecciones de esa corriente filosófica, algunas de las cuales sí que se pueden aplicar al mundo de hoy. "Hay algunas propuestas aisladas del estoicismo que son muy atractivas y que se pueden seguir; la actual resiliencia, por ejemplo, tiene mucho que ver con el carácter estoico. Vivimos tiempos difíciles en los que el futuro es muy incierto, y agarrarse a algunos principios estoicos siempre viene bien", admite Cascón Dorado. "Pero el estoicismo es una doctrina plenamente coherente que si se toma en su conjunto es muy difícil de abrazar", concluye.

¿Serías capaz de obligar a tu hijo de 16 años a abandonar el cómodo nido protector de papá y mamá para seguir su propio camino y hacerse independiente? ¿Estás dispuesto a que no te importen los bienes materiales y a abrazar con alegría la pobreza si es eso lo que te depara la vida? ¿Podrías renunciar a las relaciones sexuales que no vayan encaminadas a la procreación pura y dura?

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