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"La lie parda". Al Mañas del Kronen le habrías matado (cuando necesitaba un abrazo)
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Cuando los veinteañeros reinaban

"La lie parda". Al Mañas del Kronen le habrías matado (cuando necesitaba un abrazo)

Treinta años después, José Ángel Mañas vuelve a colgarse del puente de Juan Bravo... y sale bien parado. Publica biografía empática sobre sus problemas para gestionar el éxito tempranero. Historia de un malentendido

Foto: El autor de 'Historias del Kronen', José Ángel Mañas, posa para El Confidencial. (J. I. R.)
El autor de 'Historias del Kronen', José Ángel Mañas, posa para El Confidencial. (J. I. R.)
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Historias del Kronen eran unos jovencitos desmelenados en el Madrid del verano del 92. Sexo, drogas y gamberradas en los años del grunge, el nihilismo nocturno, el macarreo y los pijos malotes. Escrita por un veinteañero desconocido, José Ángel Mañas (Madrid, 1971). Leída en clave generacional. Pelotazo inesperado que convirtió a los jóvenes escritores (Ray Loriga, Lucía Etxebarría) en objetos de deseo mercantil, lo que no volvió a pasar nunca a esa escala. Todo eso está en las historias de la literatura española de fin de siglo.

De lo que nos enteramos ahora, treinta años después, cuando Mañas publica biografía (Una historia del Kronen, Aguilar) sobre sus años salvajes, es que el Kronen fue también la historia de un malentendido...

El de un chaval desconocido, al que la fama prematura le pilló por sorpresa. Incapaz de adaptarse al mundo literario, hizo cosas extrañas en público, ganó un pastón, rompió con su entorno de amistades, quemó la noche madrileña con dinerete en los bolsillos y acabó escapando de la zona cero del mañismo (primero Madrid, luego España), como si así pudiera dejar atrás todo aquello. O José Ángel Mañas descarrilando como uno de sus personajes del Kronen.

"Es el sino de mi vida, estar donde no debo"

Al Mañas de 23 años, en definitiva, le hubieras metido una hostia, pero el Mañas de 53 nos hace entender que lo que necesitaba aquel chaval que supuraba arrogancia (cuando igual eran puros nervios), era un abrazo.

El intruso

El padre de José Ángel Mañas sabía que su hijo estaba escribiendo algo porque, en el verano de 1992, le oía teclear compulsivamente en su cuarto. Lo siguiente que supo es que José Ángel había escrito una novela y quería presentarla nada menos que al Premio Nadal. La primera reacción paterna fue algo así como: ¿El Nadal? ¿Pero estás tonto? ¿Por qué no el Nobel? Pero el hijo le convenció, y como el padre tenía un viaje de negocios a Barcelona, llevó el manuscrito personalmente a la editorial. Lo que pasa es que se le ocurrió leerlo durante el vuelo... y la temperatura corporal le subió tanto que casi acaba el avión en llamas.

"Mi padre debió flipar con el lenguaje procaz, las drogas, las escenas de sexo explícito, empezó a resoplar y sufrir en el avión. No sé si es una exageración a posteriori, pero mi padre me contó que, cuando llegó a Barcelona, estuvo a punto de tirar el manuscrito a una papelera", recuerda Mañas.

placeholder 'Una historia del Kronen' de José Ángel Mañas.
'Una historia del Kronen' de José Ángel Mañas.

Pero los malentendidos absurdos solo habían empezado. Al día siguiente de fallarse el Premio Nadal, el padre llamó al hijo para decirle "oye, ha pasado algo muy raro, en la tele han dicho que has quedado finalista del Nadal, debe ser un error, ¿no?". "Sí, debe ser un error", contestó el hijo, dado que nadie se había puesto en contacto con él. Pero no era una equivocación. Lo que sin duda era extravagante es que a Mañas no le hubieran invitado a la fiesta de su propio segundo premio (anticipo de su futura errática carrera en el mundo literario). "Es el sino de mi vida, estar siempre donde no debo, y al revés", asegura Mañas con la risa floja.

"Me salté todo el escalafón literario de golpe, entré en un mundo que no conocía de nada y cometí un montón de torpezas. Como elefante en cacharrería. La lie parda", resume Mañas.

Ejemplos. Para no volver siempre a los mismos escenarios de combustión juvenil, Mañas intentó un ejercicio de estilo genérico en su tercera novela, Soy un escritor frustrado, malentendida en España, pero objeto de culto en Francia, donde se convirtió en una pequeña celebrity cultural extranjera, apareciendo en sus grandes programas televisivos literarios. Pues bien: invitado a unas jornadas de novela negra en las Bahamas (los tentáculos de la industria cultural francesa son alargados), junto a pesos pesados estadounidenses como Donald Westlake, Mañas montó un buen quilombo al abandonar una mesa redonda nada más arrancar porque decía que había mucho gringo y poco europeo. Gran escándalo y malestar en la organización. Pero la verdad era otra. Preso de un ataque de nervios, Mañas se había quedado en blanco; cuando le tocó hablar, no se le ocurrió otra cosa que decir eso y salir huyendo como alma que lleva el diablo.

No fue el único episodio que le ganó fama en el mundillo de incontrolable y arrogante. Otro ejemplo. Mañas ganó el Goya al mejor guion (junto a Montxo Armendáriz) por la adaptación de Historias del Kronen, pero no solo no pasó a recogerlo, sino que Juan Diego Botto, protagonista del filme, dijo ante toda España: "Armendáriz no ha podido venir porque está rodando. José Ángel no sé dónde está...".

"Era inseguro, pero parecía arrogante. Cuando fui a 'Lo Más Plus', no solo funcionó fatal, es que estuve directamente agresivo"

La cosa tenía miga y venía de lejos. No es que Mañas desapareciera antes de los Goya, es que no se supo nada de él desde el segundo día de rodaje, cuando tuvo un rifirrafe con el productor Elías Querejeta, que controlaba el plató con mano de hierro. A Querejeta, tótem del cine español de autor, no le gustó que Mañas le hicera una sugerencia costumbrista: "Si en mi libro todos beben whisky con Coca-Cola, ¿por qué en la peli beben vodka con naranja?" A Querejeta se le hincharon las pelotas y le metió un rapapolvo delante de todos. Mañas no volvió nunca, ni al rodaje, ni a la promoción, ni a los Goya. Más allá de gustos etílicos y roces personales, a Mañas nunca le gustó el filme, creía que Armendáriz y Querejeta no habían entendido el espíritu del libro, lo que Mañas resume metafóricamente en un detalle: "Los personajes de la película no iban vestidos como madrileños de los noventa, sino como navarros de los setenta". No era su mundo, era el de ellos.

Mañas quita hierro ahora diciendo que muchos creen que Historias del Kronen es una "buena película", pero cuando el director Julio Medem le advirtió que su novela no le pegaba nada a Armendáriz, no iba desencaminado.

El Mañas cincuentón lo achaca casi todo a su "torpeza social". "Era inseguro, pero parecía arrogante. Cuando fui a Lo Más Plus con Máximo Pradera y Fernando Schwartz, no solo funcionó fatal, es que estuve directamente agresivo".

"A todo esto había que sumarle mis ínfulas juveniles. El Kronen es también la historia del fracaso de una actitud, la mía", añade.

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Foto: J. I. R.

Sobre las habilidades sociales, Mañas tiene palabras para el otro gran macho alfa literario juvenil de la época, Ray Loriga, con el que tuvo encuentros y desencuentros. "Loriga tenía facilidad para hacerse amigo de famosos, lo mío eran los marginales. Él se hacía amigo de Saura y Almodóvar, yo de poetas malditos. Él sabía jugar el juego, yo no. Él tenía una novia famosa que lo coacheaba y fue su estilista. En eso Loriga era insuperable. Tenía un sentido de la estética extraordinario: nadie podía rivalizar con él". "Ray arrancó antes que yo y le editó Constantino Bértolo, con quien en la década de los 2000 tuve una trifulca cuando en una mesa redonda se atrevió a decir que yo era un producto y Loriga lo original. Yo no sé muy bien lo que seré, pero basta ver las fotos de Loriga para ver quién sabía jugar el juego y quién no. Si hay algo que nunca he sido —y lamentablemente— es un producto", escribe en el libro.

Preguntado si la imagen rockera de Loriga era totalmente calculada, Mañas responde: "Hombreeee, eso es así, pero también te digo que, aunque a mí entonces me traía sin cuidado, ahora sé que cuidar la imagen es importante, una parte del trabajo, que Loriga, hay que reconocerlo, hacía muy bien. Además, su primera novela, Lo peor de todo, me gusta mucho".

Fin de fiesta

Todo ello sucedía mientras Mañas seguía dándole fuerte a la fiesta, para bien (ya que estás estresado, por lo menos desahogas) y para mal (añadir más confusión a la confusión). Escribe Mañas en el libro. "El problema cuando uno gana dinero es que se lo gasta. Y si eres joven -yo tenía 22 años cuando quedé finalista del Nadal-, te lo gastas tontamente. En mi caso pude cumplir el sueño de cualquier españolito de mi edad: comprar un bar... Las noches se eternizaban. Nos podíamos tirar dos o tres días sin pasar por casa. Y por supuesto, yo era un compañero ideal para ir de farra, dado que tenía más pasta de la que debería para mi edad... y escaso aprecio por mis neuronas".

Foto: Imagen de la película 'Historias del Kronen'

Por si estar fuera de lugar, con la gente mirándote raro y tú haciendo cosas más raras todavía, y con la cabeza oyendo constantemente los HU-HAS de Chimo Bayo, no fuera suficiente, Mañas tuvo que luchar contra un desafío aún mayor: sobrevivir literariamente a una ópera prima no solo superventas, sino fetiche generacional. Nunca lo logró del todo, pero ahora mira hacia atrás sin ira. Se lo dijo un conocido -Germán Gullón- esos años: "Tú te morirás y solo quedará el Kronen". El Mañas cincuentón, más de treinta novelas después, tiene ya asumido que Gullón tenía razón, pero ve el vaso medio lleno. "No voy a renegar de la novela que me permitió tener una carrera haciendo lo que más me gustaba: escribir novelas".

Seguimos hablando con Mañas sobre el impacto del Kronen en él y en los demás, sobre el Madrid que ya no existe y sobre estar en paz.

PREGUNTA. Tu vida literaria ha sido accidentada.

RESPUESTA. Desde el principio, sentí que no encajaba del todo en el mundo literario. No conocía las reglas no escritas, las costumbres, las expectativas que se tenían de un autor. Cometí muchas torpezas. Por ejemplo, no entendía cómo funcionaban las promociones o los eventos literarios. Me invitaban a programas y mesas redondas, pero no sabía cómo comportarme en esos contextos. Había un protocolo implícito que desconocía.

Incluso en las entrevistas cometía errores, como cuando le dije a un periodista que no quería dar entrevistas porque no se me daban bien, y luego publicó esa misma frase en su artículo. Todo esto lo entendí con el tiempo, pero al principio fue complicado adaptarme.

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Foto: J. I. R.

PREGUNTA. Historias del Kronen marcó una época. ¿Te condicionó como autor que fuera una obra tan generacional?

RESPUESTA. Sin duda. Historias del Kronen, que habla de la energía y rabia que tienes a los 20 años, conectó con una generación y marcó un momento muy específico.

Fue maravilloso -me permitió dedicarme a escribir y vivir de ello-, pero también me encasilló, creando unas expectativas difíciles de superar. Con el tiempo, he aprendido a convivir con el legado de la novela. Es algo que siempre estará ahí, pero he intentado seguir adelante, explorar nuevos territorios y evolucionar como escritor. Entiendo que para muchas personas siempre estaré asociado a Historias del Kronen y a lo que representó en su momento.

PREGUNTA. Si piensas en Kronen piensas en Madrid. Me ha sorprendido que en el libro digas que Madrid te “irrita”.

RESPUESTA. Madrid ha sido siempre un lugar muy importante para mí, pero también un desafío constante. Siempre digo que soy madrileño y madridista. Durante mucho tiempo quise irme de Madrid porque me sentía cansado de la ciudad, y me fui, pero siempre acababa volviendo. Hay algo en Madrid que te atrapa, aunque también te exaspera.

"Madrid era más oscuro, más caótico, menos domesticado. Ahora todo es más limpio, más turístico, más ordenado"

En los años 90, Madrid era un lugar muy diferente al que es hoy, sobre todo el centro. Era más oscuro, más caótico, menos domesticado. Había bares donde solo había música y una barra, nada más. Ahora todo es más limpio, más turístico, más ordenado. Ese Madrid de los 90, con su peligro y su encanto, marcó mucho mi vida y mi obra. Había una tensión palpable en las calles, una energía que, aunque a veces era peligrosa, también era vibrante y emocionante. Hoy en día, ese Madrid ya no existe, pero sigue siendo una parte fundamental de mi historia personal.

PREGUNTA. Al anclarte en el Madrid de los 90, ¿corres el riesgo de caer en un tipo de nostalgia, muy de ahora, que algunos consideran reaccionaria? ¿Se puede tener nostalgia por los tiempos pasados sin idealizarlos?

RESPUESTA. La nostalgia es un sentimiento engañoso. Yo no soy de idealizar el pasado, vivo muy en el presente, pero reflexionar críticamente sobre el pasado es una herramienta valiosa. Los 90 no fueron ni mejores ni peores, simplemente diferentes.

PREGUNTA. En los últimos años, ha habido un auge de la autoficción entre autores muy jóvenes, pero tú has hecho tu biografía con más de 50, ¿Hay que tener una determinada edad para escribir autobiografías?

RESPUESTA. La autoficción es una herramienta interesante porque permite jugar con los límites entre la realidad y la ficción, pero escribir una autobiografía requiere más bagaje. Es como patinar sobre hielo, un género muy resbaladizo, en el que puedes caer fácilmente en ridículo, o dar una imagen propia demasiado edulcorada. No es fácil mirar hacia atrás y asumir las tonterías que hiciste, cosa que espero haber logrado en este libro.

Historias del Kronen eran unos jovencitos desmelenados en el Madrid del verano del 92. Sexo, drogas y gamberradas en los años del grunge, el nihilismo nocturno, el macarreo y los pijos malotes. Escrita por un veinteañero desconocido, José Ángel Mañas (Madrid, 1971). Leída en clave generacional. Pelotazo inesperado que convirtió a los jóvenes escritores (Ray Loriga, Lucía Etxebarría) en objetos de deseo mercantil, lo que no volvió a pasar nunca a esa escala. Todo eso está en las historias de la literatura española de fin de siglo.

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