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Muere David Lynch, el artista que nos enseñó el lado más perturbador del cine
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Muere David Lynch, el artista que nos enseñó el lado más perturbador del cine

El creador de 'Twin Peaks', que en agosto pasado anunció que padecía un enfisema pulmonar, ha fallecido a los 78 años. Se quedó sin rodar su última película, rechazada por Netflix

Foto: David Lynch fotografiado en 1989. (Getty Images/Acey Harper)
David Lynch fotografiado en 1989. (Getty Images/Acey Harper)

No han sido fáciles los últimos años de David Lynch. Snootworld hubiera sido el último largometraje de Lynch si Netflix no lo hubiera rechazado. Este proyecto de animación lo había coescrito con Caroline Thompson (coguionista de -entre otras- Eduardo Manostijeras, La familia Addams o Taron y el caldero mágico) y ha sido el enésimo guion rechazado por una industria que no es ya para viejos. Lynch, necesitado de una botella de oxígeno, anunció en agosto que no dirigiría más debido a un enfisema pulmonar producto de sus muchos años como fumador. Más tarde matizó su propio anuncio, pero la realidad es que no volvió a dirigir.

David Lynch, de vocación underground, llegó al gran público con la serie Twin Peaks, estrenada en España por Telecinco. Una apuesta por una ficción televisiva diferente y contraintuitiva que marcó, pese a su brevedad, a varias generaciones. Con el lema “¿Quién mató a Laura Palmer?”, la serie que se planteó como un whodunnit (variedad del cine policíaco en el que el interés está en saber quién es el asesino), se reveló ya en su primer capítulo como un complejo fresco onírico sobre los moradores del peculiar pueblo de Twin Peaks. Una banda sonora envolvente de Angelo Badalamenti, un reparto compuesto por estrellas de antaño como Piper Laurie, actores del momento como Kyle MacLachlan y un repertorio de intérpretes tan particulares como Michael J. Anderson (quien, antes de ser actor, fue informático en proyectos espaciales de la NASA, además de poseer de la rara capacidad de hablar fonéticamente hacia atrás) o Carel Struycken.

No obstante, David Lynch no era, en 1990, un desconocido para el gran público. Pintor, músico, escritor, y por supuesto cineasta, Lynch ha sido un icono por méritos propios, siendo su rostro uno de los más reconocibles del mundo del cine. Nacido en Montana en 1946, hijo de ingeniero y profesora, pasó su infancia mudándose de un estado a otro. No cultivó un brillante expediente académico, y estudió arte y diseño antes de viajar por Europa, donde se interesaría por las vanguardias europeas. A su vuelta, retomó sus estudios en Filadelfia, donde rodó sus primeros cortos experimentales de animación: Six men get sick y The Alphabet, a los que seguirían The Grandmother y The Amputee.

Su primer largometraje fue Ereaserhead (1977), financiado en parte gracias a que el equipo renunció a cobrar, recibiendo un porcentaje de los derechos de autor (de hecho la ayudante de dirección Catherine E. Coulson fue la actriz que representó a a Lady Leño en Twin Peaks). Ereaserhead, estrenado en España como Cabeza borradora, es una película de imagen real, experimental, rodada en blanco y negro y en 35 milímetros, con un presupuesto de 100.000 dólares. La película ya muestra las constantes del cine de Lynch: trama supeditada a las sensaciones, texturas, predominancia de la música, interpretaciones contraintuitivas y onirismo subcutáneo. Lynch siempre reconoció que su fuente de inspiración fue Glen o Glenda (el primer largometraje de Ed Wood, quien fuera considerado durante años como el peor director de la historia), un filme independiente e involuntariamente experimental.

Cabeza borradora se estrenó en Los Ángeles para un público de veinticinco personas y se programó dentro de las llamadas midnight movies. Sin embargo fue llegando a más público, y artistas de la talla de Stanley Kubrick, John Waters o H.G. Giger la consideran una de sus películas favoritas. Ha sido una película profundamente influyente en el cine contemporáneo.

placeholder El cadáver de Laura Palmer en 'Twin Peaks'.
El cadáver de Laura Palmer en 'Twin Peaks'.

La siguiente película de Lynch fue El hombre elefante, biopic de Joseph Merrick, el fenómeno de circo aquejado de síndrome de Proteus. Merrick fue un caso celebérrimo dentro de los llamados freak shows, ya que su terrible malformación contrastaba con su carácter e inteligencia. En 1979, Mel Brooks estaba interesado en rodar el guion de Christopher De Vore y Eric Bregren, y le recomendaron a un prometedor David Lynch. La película tuvo un presupuesto bajo y, pese a que Brooks la producía, no quiso que su nombre saliera, para evitar que el público asociara el producto a la comedia. El hombre elefante costó 8 millones y recaudó 26 sólo en Estados Unidos, y logró ocho nominaciones a los Oscar. David Lynch ya era un director dentro del sistema.

En 1984 vino su primera decepción, la película de la que se arrepintió toda su vida. Fue Dino Di Laurentiis quien le ofreció adaptar Dune, la obra de Frank Herbert, pieza imprescindible dentro del género de la ciencia ficción. Dune (cuya saga quedó inconclusa, ya que Herbert no pudo escribir todas las novelas antes de morir), había sido el proyecto soñado de Alejandro Jodorowsky, pero las ideas megalómanas y excéntricas del chileno-francés no llegaron a buen puerto. Lynch recibió la oferta y la aceptó, usando la idea de ambientar cada planeta de una forma distinta. La película fue remontada por los productores y Lynch la repudió hasta el día de su muerte. De hecho, declaró no haber visto – ni pretender ver- la versión de Denis Villeneuve. “Nunca insistí lo suficiente en mis decisiones”, dijo. Su recomendación a los jóvenes directores siempre fue “Asegúrate de tener el montaje final”.

Sin embargo, repitió con Di Laurenttis en Terciopelo azul (1986), y quiso usar su propio material para recuperar el control creativo. La película, a medio camino entre el noir y el terror psicológico, no fue tan lucrativa como Cabeza borradora o El hombre elefante, pero sí le dio a Lynch el reconocimiento que pudo haber perdido para siempre con Dune.

placeholder Isabella Rossellini en 'Terciopelo Azul'.
Isabella Rossellini en 'Terciopelo Azul'.

En el rodaje de Terciopelo azul se fraguó su romance con Isabella Rossellini. La pareja duró cuatro años, y la Rossellini llegó a considerarle el amor de su vida, pero las rarezas de Lynch no eran compatibles, al parecer, con ella (Lynch se quejaba de que el olor a comida contaminaba los lienzos de sus pinturas). Les dio tiempo a trabajar juntos una vez más en Corazón salvaje(1990), adaptación del otrora popular Barry Gifford, quien marcó el compás del inicio de los noventa con sus novelas sobre la pareja rebelde formada por Sailor y Lula (inicialmente seis libros). Corazón salvaje, protagonizada por Nicholas Cage y Laura Dern es un extraño paseo por el sur de los Estados Unidos, justo antes del éxito de Twin Peaks.

Twin Peaks, creada junto a Mark Frost, murió inicialmente en su segunda temporada, lastrada por capítulos que no contaban, desde luego, con el entusiasmo de Lynch. "El piloto es la única cosa de la que estoy orgulloso. Había grandes momentos ahí. La segunda temporada apestaba”, declaró. No obstante, Laura Palmer dijo al final de la serie “nos veremos dentro de veinticinco años”, y así fue: hubo una tercera temporada en 2017. Inexpliable e inexplicada.

En 1997, con Twin Peaks convertida en historia de la televisión, David Lynch estrena Carretera perdida (coescrita con Barry Gifford), una historia de difícil interpretación, con destellos de cine noir y toda la esencia de un autor que ya estaba más que consagrado. Protagonizada por Bill Pullman y Patricia Arquette, esta cinta es deudora (y conscientemente admiradora) de clásicos como Desvío, El beso mortal o el trabajo de Maya Deren, referencias parcialmente desconocidas para el gran público. En una época donde se abusaba del needle drop (canciones que suenan en momentos puntuales de la película), contaba con una banda sonora acorde con las modas del momento donde se juntaban Marilyn Manson o Nine Inch Nails con los -entonces- desconocidos Ramnstein, además de la banda sonora de su colaborador Badalamenti.

placeholder Fotograma de 'Mulholland Drive'.
Fotograma de 'Mulholland Drive'.

A Carretera perdida le siguió el inesperado volantazo de Una historia verdadera (1999), su película más accesible, y la más alejada de su estilo. Basada en una historia real, el séptimo filme de David Lynch narra la nada trepidante aventura de un hombre que va a ver a su hermano montado en un cortacésped. Recibió excelentes críticas y fue un éxito de público. La montadora y productora fue Mary Sweeney, pareja de David Lynch con quien se casó en 2006 para divorciarse en 2007.

Lynch volvió pronto a su estilo de siempre: en 2001 estrenaría una de sus película más extrañas. Mulholland Drive (que toma el nombre de una conocida calle de Los Ángeles) cuenta, en cierto modo, la historia de una aspirante a actriz (Naomi Watts) cuya vida cambia al encontrarse con una mujer amnésica. La película ha sido interpretada de muchísimas maneras, desde la psicoanalítica hasta la ocultista, pasando por la idea de la personalidad múltiple.

Con el cambio de siglo llegó también el digital, formato rechazado por casi todos los directores de cine en activo que, sin embargo, ha terminado por implantarse debido a su precio y comodidad. Lynch fue de los primeros en abrazarlo sin prejuicios con Inland Empire (2006) que fue, hoy lo sabemos, su última película. Inland Empire se puede entender como una película de terror, pero también como una película experimental. Recibida con críticas muy polarizadas en su momento, ha quedado en el imaginario colectivo del mismo modo que lo ha hecho David Lynch, quien además de sus películas tuvo tres matrimonios y tres hijos, una carrera como pintor, diseñador y como músico, amén de una importante relación con la meditación trascendental. Reconocido tanto en la cultura popular como en la alta cultura, Lynch deja un gran legado fílmico, una visión diferente del cine y de la vida y, sobre todo, una forma única de contar historias.

No han sido fáciles los últimos años de David Lynch. Snootworld hubiera sido el último largometraje de Lynch si Netflix no lo hubiera rechazado. Este proyecto de animación lo había coescrito con Caroline Thompson (coguionista de -entre otras- Eduardo Manostijeras, La familia Addams o Taron y el caldero mágico) y ha sido el enésimo guion rechazado por una industria que no es ya para viejos. Lynch, necesitado de una botella de oxígeno, anunció en agosto que no dirigiría más debido a un enfisema pulmonar producto de sus muchos años como fumador. Más tarde matizó su propio anuncio, pero la realidad es que no volvió a dirigir.

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