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Cuando el bañador 'slip' masculino (y el bikini) estaban prohibidos en España por indecorosos
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Cuando el bañador 'slip' masculino (y el bikini) estaban prohibidos en España por indecorosos

En 'Sexo en el franquismo' (Almuzara), el sociólogo Manuel Espín analiza el recorrido desde la represión al destape. Publicamos el capítulo titulado 'Nudismo y escándalo público'

Foto: La playa de La Concha en San Sebastián, alrededor de 1960. (Getty Images)
La playa de La Concha en San Sebastián, alrededor de 1960. (Getty Images)

«Nota de la Dirección General de Seguridad.

En el día de ayer, 22 de Julio de 1958 en el paraje situado junto a la playa de Los Pengales en la provincia de Tarragona, fueron sorprendidas en actitud indecorosa un grupo de individuos de diversas nacionalidades, también la española. Personas que residen en la localidad de San Miguel y en masías de los alrededores, avisaron al cuartel de la guardia civil para reclamar la urgente actuación de la Benemérita. Tras las pesquisas correspondientes la autoridad gubernativa se personó en el citado paraje sorprendiendo a una veintena de sujetos de ambos sexos en desvergonzado desnudismo en los alrededores de la playa, lo que constituye un atentado a la moralidad pública y al buen gusto de los españoles. Los individuos extranjeros descubiertos en tan indecorosa actividad, de nacionalidad francesa, belga y alemana, fueron expulsados inmediatamente de territorio nacional. Mientras los de nacionalidad española serán sancionados por la autoridad correspondiente con penas de arresto y multa».

Publicamos esta circular con el natural sentido de la indignación ante tamaños hechos practicados con descaro amparándose en la llegada de turistas a nuestras tierras. Bienvenida sea la presencia de extranjeros; pero ello no les da derecho a intentar imponer el mal gusto, la inmoralidad y las decadentes e indecorosas prácticas de exhibicionismo.

Es necesario denunciar que la relajación de costumbres y la tolerancia ante modos y vestimentas extrañas a nuestro ser tradicional, no puede ser realizada con impunidad ni de forma pasiva en la defensa de las tradiciones y los valores de nuestra Patria.

En anteriores ediciones este periódico se ha hecho eco de las campañas frente a la adopción de modas atentatorias contra el buen gusto habitual entre los españoles. Recibir con brazos abiertos a quienes llegan para descubrir nuestros preciosos paisajes, disfrutar de la gastronomía, recorrer las catedrales y lugares de culto, pasear por los encantadores conjuntos, pueblos y villas, no debe llevarse a cabo atentando contra nuestra honestidad y costumbres. Todavía más el escándalo de quienes aún en lugares recónditos, playas escondidas, piscinas o urbanizaciones privadas practican el desnudismo, aunque sea en una intimidad que siempre acaba por ser compartida. Aún mayor gravedad alcanza la protagonizada por españoles que seducidos por el placer y la copia de modas extranjerizantes desacreditadas en sus países de origen, se aprovechan de la ligereza de costumbres, imitando conductas inapropiadas de individuos foráneos carentes de moralidad.

Puestos al habla con vecinos de las tierras de labor circundantes al paraje donde fueron sorprendidos dichos sujetos en exhibición desnudista expresaron su unánime apoyo y reconocimiento a la autoridad gubernativa, respaldando entusiásticamente la nota del Gobierno Civil donde se expresa la rotunda voluntad del poder público para atajar de raíz ese mal que nos acecha. Instamos al repudio social contra este tipo de actos que merecen por su impudor la descalificación de los respetuosos ciudadanos que consideran la protección de su moralidad una virtud irrenunciable.

A su vez, la parroquia organiza una catequesis de formación para prevenir los males del turismo. La actividad está preferentemente dirigida hacia jóvenes de ambos sexos, y a padres de familia, para advertirles sobre la necesidad de un mayor control sobre esas tendencias. Instando a la condena de las modas desnudistas atentatorias contra la dignidad de las mujeres.

Diario Regional. Sección de Noticias Provinciales

placeholder Portada de 'Sexo en el franquismo', de Manuel Espín.
Portada de 'Sexo en el franquismo', de Manuel Espín.

Imaginemos cómo podían ser Benidorm, Marbella, Torremolinos, Calpe, Matalascañas, Llanes, Salou, Peñíscola o Motril antes del fenómeno turístico, o La Manga del Mar Menor, sin una sola construcción ni carretera. También las islas de Ibiza o Formentera donde apenas llegaba la luz eléctrica.

En la posguerra, la playa o la piscina fueron puntos de obsesión por razones de moralidad, con un estricto control sobre la medida de la ropa de baño, así como de la movilidad dentro de un espacio considerado sospechoso, en el que la tentación anidaba. Una obligación de aquella época parece chocante: la de cambiarse y vestirse en la misma playa, aunque se llevara puesto el bañador previamente. Las casetas de baño eran imprescindibles. La fiscalización afectaba a su estricto control: estaba prohibido que pudieran ser utilizadas por dos personas aunque se tratara de un matrimonio. Bajo el temor a que con el cambio de ropa acechara lo pecaminoso.

Las órdenes de los gobiernos civiles no se recataban en mencionar la "moral cristiana" como eje de su acción. Lo que se denominaba desnudismo se quería enfrentar al cristianismo. Escribe Luis Araujo-Costa en 1944: "El desnudismo se opone al cristianismo y la civilización moral lo condena, y el buen sentido y la tradición se pronuncia en contra suya".

Estrictas normas de moralidad rigieron en piscinas y playas. El perfil de usuarios no tenía que ver con el actual. Era raro encontrar en una piscina tanto a mujeres casadas como a hombres de cierta edad: el pudor impedía presentarse ante los demás en recatado traje de baño. La piscina era un espacio de uso veraniego para jóvenes, por cuanto no se conocían, o eran escasas y minoritarias las cubiertas, utilizadas en otras épocas del año, dependientes de ámbitos deportivos y sindicales, o pertenecientes a clubes privados.

placeholder Un grupo de socorristas australianos, en 1970 con bañadores tipo 'slip'. (Getty Images)
Un grupo de socorristas australianos, en 1970 con bañadores tipo 'slip'. (Getty Images)

La perspectiva empezó a cambiar alrededor de 1950 cuando volvían a restablecerse lazos con el mundo exterior, y gota a gota llegaban militares americanos y el Régimen buscaba salir del aislamiento tras el boicot de la ONU de 1946. Ese mismo año, Santander acogía a un primer contingente de estudiantes extranjeros, principalmente europeos, en lo que constituyó el prólogo de la futura universidad de verano. La aparición de los visitantes creó inquietud ante la situación en la playa del Sardinero, pues bastantes muchachas se ponían el "dos piezas", prohibido en las playas españolas. La única solución: habilitar o acotar una playa en La Magdalena, exclusiva para estudiantes. En 1958 el Congreso Nacional de la Familia había impulsado la creación de playas bajo fórmulas de arriendo bien en una parte o en su integridad, para ser configuradas como espacios controlados por entidades apostólicas como Acción Católica o Padres de Familia para "tutelar y fomentar las sanas costumbres y la moralidad". Por fortuna, España ha mantenido que sus playas sean de uso público, pese a los intentos de delimitar espacios de carácter privado para preservar la moralidad.

Las peticiones de jerarquías católicas y sacerdotes a la par que la convocatoria de los Congresos Nacionales de la Decencia en Playas, Piscinas y Riberas de Ríos, dio lugar a un estricto código de vestimenta emitido por el Ministerio de la Gobernación en 1951 y que hasta finales de esa década cada verano era recordado por cada gobierno civil.

Tales normas prohíben rigurosamente:

1. El uso de prendas de baño que resulten indecorosas, como las llamadas de "dos piezas" para las mujeres y los "slips" para hombres. Aquellas deberá llevar cubiertos el pecho y la espalda y usar faldillas, y estos pantalones de deporte.

2. La permanencia en la playa en traje de baño indecoroso y en clubs, bares, restaurantes y establecimientos análogos, bailes, excursiones, embarcaciones, y en general fuera de la playa en traje de baño, ya que este tiene el empleo adecuado dentro de ella y no puede consentirse más allá de su verdadero sentido.

3. Que hombres o mujeres se desnuden o vistan en la playa, fuera de la caseta cerrada para cambiar el traje de calle por el de baño y viceversa.

Foto: Fuente: iStock.

4. Cualquier manifestación de desnudismo o de incorrección en el mismo aspecto que pugne con la honestidad y el buen gusto tradicionales entre los españoles.

5. Los baños de sol fuera de los solarios. Estos habrán de estar tapados del exterior y con la debida separación de sexos, siendo imprescindible el uso dentro de ellos de las prendas de baño permitidas. Tanto a la entrada como a la salida del solario será necesario el uso de albornoz.

6. Y, en general, cualquier extralimitación que con motivo de baños o mal entendidas prácticas higiénicas puedan menoscabar el decoro público o atacar la raigambre moral del país.

Vestir con prendas ajenas al estricto código representaba un quebradero de cabeza para las autoridades. Diversos documentos eclesiásticos denominaban "nudismo" o "desnudismo" a vestir ropas más ligeras que los bañadores y los largos albornoces que se exigían en las playas.

Había playas separadas para hombres y para mujeres, y en ocasiones a ellas se las trasladaba hasta el borde del agua en un carro cerrado

Comenta Ismael Rodrigo, presidente de ADN (Asociación de Desarrollo Naturista de España):

"La 'moral pública' era la herramienta por la que se articulaban las discriminaciones de índole moral de una forma legal. Así las circulares del Ministerio de la Gobernación prohibiendo 'cualquier manifestación de desnudismo e incorrección en el mismo aspecto, que pugne con la honestidad y el buen juicio tradicionales de los españoles'. Llegó a haber playas separadas para hombres y para mujeres, y había ocasiones en las que a ellas se las trasladaba hasta el borde del agua en un carro cerrado.
Los primeros cambios habían llegado por la aparición del turismo extranjero en las playas- y aceleraron los contrastes con las famosas persecuciones a nudistas en playas de Galicia de los ochenta. Una nudista se atrevió a llegar al Supremo y perdió, ya que se mantenía el delito de “escándalo público”.

El Supremo en la Sala de lo Criminal se pronunció sobre el nudismo el 2 de mayo de 1984: 'El Tribunal declara no haber el recurso de casación, por infracción de ley interpuesto por M.D.A. contra sentencia de la Audiencia que la condenó como autora de un delito consumado de “escándalo público” del artículo 431 del Código Penal a la pena de un mes de arresto mayor y multa de 20.000 pesetas'.

Aquella sentencia del Tribunal Supremo mostró la necesidad de reformar el Código Penal aboliendo el delito de 'escándalo público'. Presentándose finalmente una proposición de ley en marzo de 1987, en la que se calificaba de 'radicalmente incompatible' con un orden democrático y pluralista como el que la Constitución consagra como mandato del legislador. Incluso en el Boletín de las Cortes se habló del 'escándalo de la sentencia del escándalo público', pero la responsabilidad última del mismo se encuentra en la propia ley [...]. El Código ha protegido desde entonces con la pena de un delito determinada concepción de la moral, que entre nosotros no ha aparecido más que como moral sexual [...].Las penas servían para el vivir pacífico de los españoles y la eficaz sanción de la ley para los que se aparten de las reglas de la moralidad y rectitud, que son norma de toda sociedad, iluminada en la marcha a través de la historia por los reparadores principios del cristianismo y el sentido católico de la vida. El mantenimiento como delito del 'escándalo público' parecía incompatible con un orden democrático y pluralista como el que ofrecía la Constitución. La reforma fue aprobada por unanimidad".

Los niños desde dos años estaban obligados a llevar albornoz en las playas

El miedo al cuerpo había llevado nada más terminada la guerra a que responsables políticos impusieran restricciones como la del gobierno civil de La Coruña recordando que los niños desde dos años estaban obligados a llevar albornoz en las playas. La conversión del cuerpo en tabú provocaba pasar de la naturalidad a una lectura en clave de morbosidad, bajo una sexualización inexistente en el origen. Un temor que forzaba a tapar el seno de las madres cuando amamantaban en público, oponer resistencia a descubrirse ante una consulta médica o al ser tallado para cumplir el servicio militar.

El repetido uso de la palabra "pudor" impuso códigos de vestir tan significados como los "pololos" imprescindibles en los coros y danzas de la Sección Femenina, para que no se adivinaran las piernas femeninas, al igual que las mallas debajo de las faldas de las bailarinas de espectáculos musicales.

placeholder Una turista inglesa aprendiendo a beber vino de una bota durante unas vacaciones en Mallorca en julio de 1967. (Chris Ware/Getty Images)
Una turista inglesa aprendiendo a beber vino de una bota durante unas vacaciones en Mallorca en julio de 1967. (Chris Ware/Getty Images)

Frente a la asociación cuerpo-erotismo y cuerpo-sexo en 1975 desde Estados Unidos, el escritor Ramón J. Sender publicaba un jocoso artículo titulado Sobre la desnudez:

"[...] Cerca de donde yo vivo hay unas playas donde la gente se baña completamente desnudo. Las autoridades se limitan a poner indicaciones en las carreteras, de modo que los que no gusten del nudismo no sean desagradablemente sorprendidos. Yo no he ido por varias razones, la primera porque ya he estado más de una vez en campos nudistas —en Francia y en Alemania, accidentalmente, es decir, no a propósito. La primera en Francia, con otros amigos, huyendo de una tormenta y aguacero [...]".

Buscando un refugio les advirtieron que era un "campo nudista". Sender cuenta que con ellos venían tres muchachas "a las que no les importaba, decían no tener prejuicios". Al entrar en el recinto encontraron a gentes de todos los perfiles y edades. Escribe el autor de Crónica del alba: "[...] Lo primero que me impresionó es que no me impresionaba el desnudo lo más mínimo [...] No se admitía la menor sombra de timidez en los adultos ni en los niños, ni el menor asomo de coquetería en las muchachas". Todo era natural y honesto [...]. Aunque reconoce que “en el desnudo humano, en todas las cosas de la naturaleza, la belleza no es lo más frecuente [...]".

"[...] Ya se sabe que el verdadero sentido de la palabra obsceno no se refiere al sexo, sino en general a cualquier clase de sorpresa escandalosa. Por ejemplo, el precio excesivo de algo, el calor sofocante o las alteraciones en la Bolsa de valores [...]".

El término fue utilizado repetidamente en otra época para referirse a situaciones, productos, obras o costumbres. Junto a otro como el de inverecundo, hoy muy poco usado en el lenguaje cotidiano o en los medios de comunicación. Antes se repetía de forma continua, especialmente en documentos, cartas y declaraciones de altos representantes de la Iglesia española, aplicado a conceptos como modas, costumbres, obras, publicaciones... a las que se les solía añadir el calificativo de inverecundas.

*Manuel Espín es doctor en Sociología (UNED) y licenciado en Derecho, Ciencias de la Información y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de varios libros tanto de ficción como no ficción. Entre los últimos destacan 'Los años reveldes 1966-1969' (2018), 'La España Resignada 1952-1960' (2020) y, más recientemente, 'Vida cotidiana en la España de la posguerra' (2022) y 'La España Ye-yé' (2023). Su nuevo ensayo se titula 'Sexo en el franquismo' y sale a la venta el día 20 de este mes de enero.

«Nota de la Dirección General de Seguridad.

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