Cultura gasta 7,2 millones en salvar La Ricarda, joya racionalista de la burguesía catalana
El departamento de Urtasun ha adquirido esta edificación de Antonio Bonet que estuvo en peligro por la posible ampliación del Prat. Para los arquitectos es una buena noticia, pero también se pide que no sea solo interés político
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Ha estado a punto de ser arrasada por una pista de despegue y aterrizaje, pero 7.249.077,26 euros la han salvado. Son los que ha puesto sobre la mesa el ministerio de Cultura que dirige Ernest Urtasun para evitar que la Casa Gomis, también llamada la Ricarda -por estar inmersa en este paraje natural en el Delta del Llobregat, en el Prat del Llobregat- fuera objetivo de la piqueta, pese a que desde 2021 tenía protección como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) otorgado por la Generalitat. No obstante, el año que viene se tenía que decidir la ampliación del aeropuerto del Prat -otro asunto que también lleva coleando años- y la edificación prácticamente estaba en el medio. Con esta cantidad de euros, arquitectos consultados por este periódico y otros muchos que se han expresado a través de redes sociales aseguran que habrá Casa Gomis para rato. Es lo que siempre había deseado la alcaldesa Ada Colau (y los Comuns, que es el partido de Urtasun) en su día. Ahora puede que se dé otro conflicto político (habrá que ver qué ocurre con la famosa ampliación), pero eso es otra historia. Desde el ámbito cultural, en Cataluña el recibimiento de esta noticia ha sido muy bueno.
Y lo es porque la Casa Gomis, que tiene detrás una historia de construcción muy bonita en los años 50 y 60 del siglo XX, está considerada como una de las grandes joyas del racionalismo catalán diseñada por el arquitecto Antonio Bonet Castellana, alumno de Le Corbusier y uno de los más importantes de Cataluña (si bien aunque con idas y venidas a España se exilió con la Guerra Civil). Una de esas casas grandes, singulares, con mucho diseño, muy modernas, que mandara construir la burguesía catalana, entonces muy ilustrada y muy relacionada con la cultura, y de las que ya apenas quedan. Como resume a El Confidencial el cineasta Morrosko Vila-San-Juan, que ha elaborado dos piezas audiovisuales sobre la casa (una de ellas, muy sensorial, Bienvenidos a la Ricarda se puede ver en Filmin) y ahora está trabajando en un documental largo sobre ella que contará con imágenes de archivo, “la familia estaba muy preocupada porque ya no la podían mantener. Han sido muchos años de negociaciones, llegó a entrar hasta el Reina Sofía, el MACBA, pero luego había cambios en los Gobiernos, se volvía a parar todo… Ahora se ha hecho todo ultrarrápido. Una de las personas que más lo ha impulsado es el secretario de Estado de Cultura Jordi Martí. A la propia familia le ha sorprendido la rapidez”. De hecho, en dos meses deberán entregar las llaves al Estado.
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Cultura ha asegurado que lo que pretende es convertir la Casa Gomis en un centro cultural y lugar de reunión de artistas. Que sea, además, punta de lanza de la capitalidad de Arquitectura que recae en Barcelona en 2026. De alguna manera, es volver a los orígenes de la casa, ya que esta nació como lugar de encuentro de artistas e intelectuales catalanes (y extranjeros) en los años sesenta. Cuando el franquismo angostaba tanto la creación cultural aquello era un oasis. Por allí pasaron Tapiès, Miró, Brossa… se hacían conciertos, obras de teatro, lecturas… Hay incluso hasta un par de obras musicales inspiradas en la casa: Divertimento La Ricarda, de Josep Maria Mestres Quadreny que se estrenó el 13 de septiembre de 1963, y Concierto para Ocho, de Roberto Gerhard… También ha quedado documentado el paso por allí de John Cage. Este aspecto de reunión cultural es, sin duda, otra de las grandes valías de la casa. Debía ser alucinante.
Casa de mecenas ricos
Vayamos a sus orígenes porque la historia es digna de una novela. Todo comienza con las 350 hectáreas (ahí caben unos cuantos campos de fútbol) que compra el empresario textil Eusebio Bertrand Serra en 1908. Entonces aquel era un terreno en el que no molestaba ni medio ruido de motor porque no había. Bertrand Serra era uno de los empresarios más importantes de Cataluña, también muy metido en política -en la Lliga Regionalista y Solidaritat Catalana, los partidos nacionalistas catalanes de la alta burguesía-, pero a la vez muy ilustrado, muy relacionado con el ambiente cultural, de hecho, sería uno de los impulsores del Liceu. Ese era el ambiente: dinero, influencia política nacionalista y cultura.
Una de sus herederas es su hija Inés Bertrand que se casa con el ingeniero Ricard Gomis en los años cuarenta del siglo pasado. Ella es la que recibe parte de esta parcela. Gomis es también un hombre muy melómano y con inquietudes culturales. Así surge la idea de construir allí una casa que sea también lugar de encuentro de intelectuales y artistas. Y un espacio donde la acústica sea maravillosa. Para ello comienzan a hablar con el arquitecto Antonio Bonet, que entonces ya estaba exiliado en Uruguay (también estuvo mucho tiempo en Argentina), pero con el que guardaban una amistad.
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El diseño de la casa se hace a través de cartas. Son las que se envían entre Bonet y Gomis. Es un proyecto minucioso, metódico y en el que se diseña todo, hasta los pomos de las puertas o los muebles de los baños. Es una arquitectura total. Empezaría a comienzos de los 50, pero la casa no se inauguraría hasta 1963. Ahí comenzarían unos años dorados para la casa y los artistas. Esa cosa de la riqueza y la llamada alta cultura que hoy cada vez se estila menos. “Es que es una época en la que existía esa burguesía ilustrada con mucho espíritu de mecenazgo. Por ejemplo los Güell con los Gaudí. Ahora es algo que hacen las instituciones”, sostiene Vila-San-Juan. Por ejemplo, una curiosidad: los Bertrand fueron los grandes mecenas de una chica humilde llamada Montserrat Caballé.
El arquitecto Javier Rubio, divulgador y defensor del patrimonio arquitectónico del siglo XX a través de fundaciones como Docomomo Ibérico, también reconoce que La Ricarda es muy de su época y que hoy es difícil encontrar algo así. “En primer lugar, porque la figura del mecenas casi ha desaparecido, y en segundo lugar, por las normativas. Hoy no podrías construir en un paraje natural como ese”, señala a El Confidencial.
La Ricarda lo tenía todo en los sesenta. Hasta un pequeñito aeropuerto en el que entonces solo había avionetas de hélice. Los niños Gomis-Bertrand jugaban incluso en las pistas de aterrizaje. No sabían que aquel aeropuerto lo acabaría cambiando todo. Hasta el aire que respiraban.
Racionalismo catalán
Además del valor cultural, la Casa Gomis tiene un valor arquitectónico que los expertos consideran “incalculable”. ¿Es mucho pagar 7,2 millones de euros por ella? Pues si se atiene a su significado dentro del racionalismo catalán, los arquitectos consultados, sin mojarse, dicen que no se puede saber.
Lo que sí saben, como dice Javier Rubio, es que tiene una estructura que bascula muy bien entre lo moderno y lo clásico. “Lo más moderno son sus doce módulos iguales en adición. Son ellos los que conforman todos los espacios de la casa. Se ve lo contemporáneo y lo tradicional. Recuerda al Orfanato de Ámsterdam de Aldo Van Eick. Es una arquitectura mediterránea que adaptó el racionalismo de Le Corbusier y Mies Van der Rohe, pero en la que se pueden ver aspectos de la arquitectura catalana como esa bóveda que ya está en Guastavino (es la que usó para la estación central de Nueva York). Y después encaja muy bien en el paisaje. Tiene solo una planta baja, vidrio en todo el perímetro, reflejo de los colores y las curvas de la cubierta”. Decían que Inés Bertrand se sentaba en su rincón favorito y podía tener una visión de 360 grados. “Claro, eso lo consiguen los pilares finos y la bóveda catalana”, añade Rubio.
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También Josep Boronat, arquitecto y presidente de la AADIPA, la Asociación de Arquitectura en Defensa del Patrimonio Catalán, resalta los aspectos más singulares de la casa, además de mostrarse muy contento con la compra por parte del Ministerio de Cultura. “Es una arquitectura muy horizontal y cuando estás dentro no sabes si estás dentro o fuera. Ves siempre el exterior”, manifiesta. Es una casa sin pasillos, no se pierde el tiempo en ir de un espacio a otro. “Sí, tiene una continuidad que le da esa bóveda”, explica.
Ahora podrá ser visitada por muchos más ciudadanos. En parte ya era visitada ya que la familia Gomis Bertrand realizaba encuentros guiadas. Sobre todo los hacía una de las hijas, Marita Gomis Bertrand, con recorridos que podían durar un par de horas ya que sus espacios esconden numerosas historias.
"El patrimonio español del siglo XX está bastante dejado". Obras de otros arquitectos de los años 50 y 60 no han corrido tanta suerte
En definitiva, la noticia ha caído muy bien entre los arquitectos. “Sí, porque el patrimonio español del siglo XX está bastante dejado”, recuerda Javier Rubio. Otras edificaciones de arquitectos de los años 50 y 60 como Alejandro de la Sota o Miguel Fisac no corrieron tanta suerte (ahí está el terrible caso de La Pagoda de Fisac). O, como dice Boronat, “el Hospital Evangélico de Álvarez Trincado, que es un edificio de los años 70 con un ladrillo rojo precioso se va a acabar tirando. Ojalá se mantenga esta política de comprar patrimonio arquitectónico igual que se compran obras de arte. La arquitectura engloba toda la cultura”.
¿Y Velintonia, para cuándo?
Con los 7,2 millones en el cheque La Ricarda resiste, pero ya hay quien también mira de reojo al Ministerio de Cultura y pregunta: ¿Y Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre en Madrid, para cuándo? Esta casa, en la que habitó el Nobel y también fue un lugar de reunión de artistas e intelectuales, llegó a salir a subasta por un valor de 4,5 millones de euros y fue declarada Bien de Interés Patrimonial a finales de 2021, pero no Bien de Interés Cultural, debido a la falta de contenido mueble y documental del activo inmobiliario.
La Comunidad de Madrid la compró, pero recientemente ha sido anulada su compra (por diferencias entre los herederos, según informaba este viernes ABC) mientras que el Ministerio no ha mostrado demasiado interés hasta la fecha. Yolanda Díaz manifestó en su día que le parecería una gran idea. La reacción de Urtasun ha sido poco concreta. Por tanto, que la Ricarda sea el ejemplo de otras obras que vengan detrás y su salvación no sea solo por un interés… político y partidista.
Ha estado a punto de ser arrasada por una pista de despegue y aterrizaje, pero 7.249.077,26 euros la han salvado. Son los que ha puesto sobre la mesa el ministerio de Cultura que dirige Ernest Urtasun para evitar que la Casa Gomis, también llamada la Ricarda -por estar inmersa en este paraje natural en el Delta del Llobregat, en el Prat del Llobregat- fuera objetivo de la piqueta, pese a que desde 2021 tenía protección como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) otorgado por la Generalitat. No obstante, el año que viene se tenía que decidir la ampliación del aeropuerto del Prat -otro asunto que también lleva coleando años- y la edificación prácticamente estaba en el medio. Con esta cantidad de euros, arquitectos consultados por este periódico y otros muchos que se han expresado a través de redes sociales aseguran que habrá Casa Gomis para rato. Es lo que siempre había deseado la alcaldesa Ada Colau (y los Comuns, que es el partido de Urtasun) en su día. Ahora puede que se dé otro conflicto político (habrá que ver qué ocurre con la famosa ampliación), pero eso es otra historia. Desde el ámbito cultural, en Cataluña el recibimiento de esta noticia ha sido muy bueno.