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Éramos personas completamente laicas (y en abril de 1944 el convoy 71 nos llevó a Auschwitz)
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Éramos personas completamente laicas (y en abril de 1944 el convoy 71 nos llevó a Auschwitz)

Se cumplen 80 años de la liberación de Auschwitz. En 'Solo la esperanza calma el dolor' (Lumen), un texto inédito de Simone Veil, la intelectual francesa refleja los 18 meses que pasó en campos de exterminio nazis. Publicamos un extracto

Foto: Imagen de archivo que muestra las vías del tren hacia el campo de concentración nazi de Auschwitz, en Polonia. (Wiener Library)
Imagen de archivo que muestra las vías del tren hacia el campo de concentración nazi de Auschwitz, en Polonia. (Wiener Library)

Mis padres eran parisinos los dos, y, de hecho, nacieron en la misma calle por casualidad, avenue Trudaine, en París. Sus familias procedían principalmente de Alsacia y Lorena, de Estrasburgo y de los alrededores de Metz. Por lo que respecta a mi padre, encontramos documentos familiares que datan de 1750-1760 en un pueblo que visitamos hace unos años con mis hijos, que está, no sé, a unos diez o veinte kilómetros de Metz. Todavía hay un cementerio muy antiguo en una colina, en lo alto del pueblo, donde se han encontrado algunas lápidas de mis antepasados. En cuanto a mi madre, cuyo apellido de soltera era Steinmetz, es todo mucho más complicado. No hemos podido identificar las ramas de la familia, pues los elementos y la información de que disponíamos no nos han permitido llegar muy lejos.

En mi familia, por ambas partes, parece que durante mucho tiempo —en cualquier caso, tengo pruebas de ello por parte de mi padre, porque encontré un testamento de mi abuelo, o quizá incluso de mi bisabuelo, en el que decía que no quería un rabino en su funeral— fueron personas completamente laicas; la religión parece haber estado ausente durante mucho tiempo. En la genealogía de mi padre coexisten personas que trabajaban en el comercio, en diversas profesiones, pero absolutamente ningún rabino —lo cual, creo, es muy raro en las familias judías—. Por parte de mi madre tengo mucha menos información, así que no lo sé. Pero mi abuela materna también era completamente laica. Para mis padres, la religión no existía, o al menos su apego al judaísmo no estaba vinculado en absoluto a la religión. Y subrayo este apego porque, al mismo tiempo, eran judíos que se reconocían como tales. Eran parisinos de nacimiento, pero se instalaron en Niza unos años después de casarse, porque mi padre era arquitecto. Había ganado el Premio de Roma de Arquitectura y combatió en la guerra del 14. Se casaron en 1922, tuvieron dos hijas que nacieron en París y luego se trasladaron a Niza. En aquella época, la Costa Azul parecía tener un futuro muy prometedor gracias al turismo, sobre todo inglés. Mi padre se instaló como arquitecto en Niza en 1924, mi hermano nació allí en 1925 y yo en 1927. Nunca salimos de Niza hasta que nos detuvieron.

"Para mis padres, su apego al judaísmo no estaba vinculado en absoluto a la religión"

Esa ciudad siempre me ha parecido un lugar muy agradable para vivir, y siempre me he sentido muy unida a ella, me siento nizarda. Más que mis hermanas mayores, incluso, que llegaron muy jóvenes, pero que no tenían el mismo apego a la ciudad. Mis padres llevaron allí una vida bastante cómoda los primeros años, hasta 1929. La crisis afectó con especial dureza a la Costa Azul, sobre todo en lo relativo al turismo, a la expansión de la ciudad y sus alrededores; mi padre trabajaba a la vez como arquitecto en Niza y en La Ciotat, ese puerto donde se reparaban los barcos. Era ante todo un arsenal que, en aquella época, empezó a desarrollarse como ciudad turística por contraste con la cercana Marsella. La crisis de 1929 acaba con las esperanzas que podía albergar él en su profesión, y el nivel de vida de mis padres se resiente considerablemente por ello. Éramos cuatro niños muy unidos, ya que había cinco años de diferencia entre mi hermana mayor y yo, que era la menor. Hasta 1930-1932, vivimos en un edificio muy burgués, en un barrio burgués de Niza, del que guardo vagos recuerdos. Recuerdo sobre todo la casa donde nací y frente a la cual pasábamos todos los días camino del instituto, pero luego nos fuimos a un barrio más obrero, y más alejado del liceo. Ese traslado reflejaba el declive del nivel de vida de mis padres.

Dale un beso de mi parte

Mi madre empezó a estudiar Química, pero lo dejó porque se casó muy joven, antes de terminar la carrera. Era lo que se llama un ama de casa. Y ella, como ocurría a menudo con las madres que se quedaban en el hogar y contaban con ayuda, se ocupaba de la Gota de Leche: no eran dispensarios, sino lugares donde las madres podían aprender a cuidar de sus hijos, donde las ayudaban materialmente y les hacían la vida un poco más fácil.

Por regla general, estaba especialmente disponible para sus amigos, para todos los que necesitaran apoyo o ayuda. Era una persona particularmente generosa y muy muy guapa. Pero ignoraba por completo su belleza, no le importaba. Por encima de todo, era extremadamente dulce, aunque esa no es la palabra exacta, no me gusta mucho usar ese término porque sugiere que no tenía carácter, que era demasiado flexible, incapaz de pensar o algo así. Por encima de todo, era extraordinariamente generosa y digna… Yo llevaba muy mal no estar junto a mi madre, muy mal. Era la más pequeña y, como ya he dicho, no había mucha diferencia de edad entre los hermanos, pero siempre era yo quien me sentaba en su regazo o la cogía de la mano cuando cruzábamos la calle. Y enseguida me enrabietaba si no era yo quien le daba la mano. Del mismo modo, cuando nos sentábamos alrededor de la mesa, a la hora de comer, ya un poco más mayores, siempre sufría por no estar al lado de mamá y tener que sentarme junto a mi padre, que era mucho más severo. Necesitaba su presencia, y para mí era una cuestión casi, no diría de supervivencia, pero sí esencial, afectiva… Si por la noche, incluso de ya —ellos no salían mucho, pero, bueno, tenían amigos—, no me daba el beso de buenas noches cuando me iba a la cama, no me dormía. Así que ella delegaba en mi hermana. Yo quería mucho a mi hermana mayor, solo me llevaba cinco años, pero para mí siempre fue, en cierto modo, una segunda madre. De hecho, nos deportaron a las tres juntas. Así que, antes de salir, mamá le decía: "Dale un beso de mi parte", y así yo contaba con doble protección. La vida en casa era muy familiar.

placeholder Portada de 'Solo la esperanza calma el dolor', el libro inédito de Simone Veil.
Portada de 'Solo la esperanza calma el dolor', el libro inédito de Simone Veil.

Además, vivíamos cerca de la iglesia rusa, una especie de reproducción de las iglesias moscovitas. Se construyó cuando el zar llegó a Niza a principios de siglo. Muchos rusos refugiados en Niza tras la Revolución de Octubre acudían a esa iglesia ortodoxa. La persona que ayudaba a mamá era una rusa que me caía muy bien, debió de llegar a casa cuando yo tenía tres años más o menos, y se vino con nosotros cuando nos mudamos. Como más adelante empecé a hacerme trenzas, todo el mundo pensaba que era rusa, me hablaban en ruso en el barrio. Me decían: "¡Pero, bueno, estás renegando de tu nacionalidad al no hablar ruso!"; y no querían creer que esa con la que me paseaba por el barrio no era mi madre. (Sonríe).

"Quería mucho a mi hermana mayor, para mí siempre fue una segunda madre. De hecho, nos deportaron a las tres juntas"

Se llamaba Antoinette, y seguramente venía de una gran familia rusa. Se casó joven, con un marido complicado. Cuando volvimos de la deportación y la vi de nuevo, me dijo: "¿Sabes?, no creas que alguna vez he echado de menos Rusia. La persona que más he querido en el mundo ha sido tu madre, y fui muy feliz en su casa. Su… [desaparición] ha sido la desgracia de mi vida".

Aquí estoy dando un salto porque estoy hablando de ella y me gusta hablar de ella... Se enteró del día en que nos iban a deportar y la vimos, creo que fue la última persona en el momento de la deportación que distinguí desde el tren, nos despedía. Debió de ser una de las personas que más sufrió… porque mamá no volviera. Era como una hermana para ella. Quise mucho a Antoinette. Mamá no hacía ninguna diferencia, Antoinette trabajaba en casa, la ayudaba, pero en realidad trabajaba con ella, como si se lo hubiera pedido a una hermana. Eso explica por qué la gente del barrio pensaba que ella era mi madre, además de mamá. Quienes no conocían a mamá y me veían con Antoinette, pensaban eso. Así que era una vida muy muy familiar.

Mis padres eran parisinos los dos, y, de hecho, nacieron en la misma calle por casualidad, avenue Trudaine, en París. Sus familias procedían principalmente de Alsacia y Lorena, de Estrasburgo y de los alrededores de Metz. Por lo que respecta a mi padre, encontramos documentos familiares que datan de 1750-1760 en un pueblo que visitamos hace unos años con mis hijos, que está, no sé, a unos diez o veinte kilómetros de Metz. Todavía hay un cementerio muy antiguo en una colina, en lo alto del pueblo, donde se han encontrado algunas lápidas de mis antepasados. En cuanto a mi madre, cuyo apellido de soltera era Steinmetz, es todo mucho más complicado. No hemos podido identificar las ramas de la familia, pues los elementos y la información de que disponíamos no nos han permitido llegar muy lejos.

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