Esta mujer de Logroño ha vendido más discos que Rosalía (y está cabreada)
En 1977, dos bailarinas españolas desconocidas reventaron las listas mundiales con 'Yes Sir, I Can Boogie'. Había nacido el mito Baccara. Luego llegó la ruptura y una disputa por el nombre del grupo que dura hasta hoy
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Generación Tocata. Es el nombre de una gira por pabellones de iconos nostálgicos (Samantha Fox, Boney M, Azul y Negro), en la que también están Baccara, que en 1977 rompieron las listas mundiales con un himno disco aterciopelado, Yes Sir, I Can Boogie, que sigue levantando pasiones comerciales (en el último anuncio veraniego de Estrella Damm, sonaba una versión).
En una reciente entrevista promocional de Generación Tocata, las Baccara declararon: "La clave del éxito para que un grupo se mantenga activo, después de casi cincuenta años, a pesar de los cambios, es la ilusión". Bienvenida sea la ilusión después de tanto tiempo, salvo que en estas Baccara que giran ahora por España no hay ninguna Baccara original (las fundadoras del grupo son Mayte Mateos y María Mendiola, muerta hace tres años).
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De hecho, a Mayte Mateos (Logroño, 1951) se la llevan los demonios hablando de las nuevas Baccara, a las que ve como alguien que se hace pasar por ella para parasitar su legado. “Son ridículas y patéticas”, afirma tajante.
Es el último episodio de un embrollo que dura cuarenta años. Esta es la historia de cómo los piques devoraron al grupo español con más singles vendidos de la historia. Pero también el relato de una de las carambolas más exóticas vistas nunca en el pop: o como pasar de tocar en un hotel de Fuerteventura al infinito. “Tuvimos la suerte de caer entre ángeles”, recuerda Mateos; en concreto, entre ángeles alemanes de jarana en las Canarias.
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Papá, quiero ser artista
Maye Mateos vivió en Logroño hasta que, cumplida la mayoría de edad, decidió ir a estudiar ballet clásico a Madrid. “Salir de Logroño fue complicado. Mi padre era militar. Un hombre serio y estricto. Piensa que estábamos en 1969. Cuando solté en casa que quería irme a bailar a Madrid, sonó regular. Mi padre me dijo que ¡ni bailar ni leches! Pero argumenté que volvería pronto para abrir una academia de ballet en Logroño, y coló”, recuerda.
"Hay que estar loca para tirar todo por la borda cuando estás en lo más alto"
Su padre estaba lejos de poder imaginar que, ocho años después, su hija estaría contorneándose en las mayores boites de Europa, convertida en diva pop para las masas. Pero no nos adelantemos.
Mayte llegó a Madrid. A un colegio mayor de monjas. Estudió ballet clásico y danza española en el conservatorio de arte dramático y danza. Al tercer año, conoció a María Mendiola. Hubo química. “María tenía mucha fantasía. Decía que teníamos que ponernos a cantar. Cuando contábamos que queríamos hacer un grupo, nuestras compañeras nos tomaban por locas”. Pero tablas tenían: les contrataron en el ballet de TVE. “Era un trabajo bien pagado”, rememora Mateos. Mayte y María salieron dando brincos en varios programas de la tele, pero seguían empeñadas en lo del grupo.
Con una canción propia en el repertorio, dieron sus primeros bolos en Zaragoza en algo parecido a… un antro. “Era un sitio extraño”, aclara Mateos. O quizá es que estaban destinadas a cotas estéticas mayores. “Una noche, el dueño nos dijo que éramos demasiado elegantes para su local”, explica Mateos entre risas.
Parecía el principio del fin, pero la gran carambola se acercaba. El exmarido de María trabajaba en un hotel de cinco estrellas en Fuerteventura, donde había actuaciones para turistas. Mayte y María comenzaron a tocar allí “para ingleses y, sobre todo, alemanes”. Un poquito de esto (bailes), un poquito de lo otro (flamenquito). “Era un cinco estrellas, pegado al mar, estábamos como reinas”.
Tras varias semanas tocando en el hotel, después de una actuación, se les acercó un turista alemán. “Dijo que quería grabarnos un disco”. En efecto, sonaba a guiri venido arriba en Canarias, con exceso de sangría en la sangre, con más ganas de ligar que otra cosa, pero no era un teutón cualquiera, sino Leon Deane, jefe del sello RCA en Alemania, que acababa de tener una iluminación: Mayte y María tenían madera de estrellas. Así se escribe la historia del pop.
El pelotazo
Sin comerlo ni beberlo, Mayte y María se vieron en un estudio en Hamburgo, donde conocieron al productor Rolf Soja, que les propuso grabar una composición suya que tenía en un cajón, Yes Sir, I Can Boogie, escrita por Frank Dostal. Dos alemanes (Soja y Dostal) componiendo canciones en inglés para dos bailarinas españolas duchas en Spanglish, no parecía la mezcla más cabal, pero el pop es lo que tiene, de la mezcla imposible salió un artefacto extrañamente sofisticado. Había nacido el mito Baccara.
Poco después, media Europa tarareaba el I Can Boogie, número 1 en Inglaterra, Alemania y varios países más. Según el Libro Guinness, despachó más de 18 millones de copias, el noveno single más vendido de todos los tiempos, por delante de All I Want For Christmas is You, de Mariah Carey, y de My Heart Will Go On, de Celine Dion. Palabras (muy) mayores. “María se defendía con el inglés, pero yo no hablaba una sola palabra. Yo canté el I Can Boogie aprendiéndome la letra palabra a palabra. Hay quien sostiene que esa fue una de las claves del éxito de la canción: los acentos”, afirma Mayte.
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¿Cómo gestiona una pasar de cantar en un hotel para cuatro alemanes beodos a la estratosfera? “No puedo decir que la fama me cambiara de pronto, porque tardé bastante en reaccionar y darme cuenta de lo que estaba pasando. Era todo increíble”, recuerda Mateos. Surfeando la nube.
La máquina de los hits no se detuvo. ¿Luego vinieron Sorry I´m a Lady o Parlez vous francais?, que representó a Luxemburgo en Eurovisión (quedaron séptimas, pero fue la canción más vendida de esa edición), nueva muestra de la soltura de las Baccara para cantar en cualquier idioma sin miedo al que dirán. Lo que en otras bocas hubiera sonado chapucero, a ellas les sonaba desenfadadamente cool. Los misterios de la música de consumo.
El quilombo
Pero cuando la carrera de Baccara parecía no tener límite, llegó el gran quilombo. Lo que empezó con una discusión sobre la visibilidad de cada miembro del dúo, acabó en bronca incontrolable, algo nada raro en el pop.
Inciso sobra la traumática ruptura de Ella Baila Sola (Marta y Marilia) para entender mejor el terreno que pisamos. Lo contó en Vanity Fair Gonzalo Benavides, productor, exmanager y descubridor de Ella Baila Sola: "El primer día las críticas aplaudieron a Marilia. Dijeron que se movía por el escenario como una cantante de rock experimentada. Pero de Marta apenas hablaban. Así que las reuní a las dos y dije "Marta, tú eres el 50% de Ella Baila Sola y tienes que salir al escenario a sudar la camiseta, a que se te oiga y a que se te vea. No puedes salir ahí como una seta a tocar la guitarra sin que se te vea… De repente Marilia se puso a gritarme. ¿Y tú por qué le tienes que decir a ella nada? ¿Si yo sudo la camiseta por qué ella tiene que ser igual?". Pero el caso es que Marta se dio cuenta y empezó a creérselo más. Empezó a trabajar y a salir con actitud de artista, sin miedo y sin vergüenza. Pues aquello fue el principio de los problemas con Marilia. Aquello. Nada más".
"Las nuevas Baccara son unas señoritas ridículas"
Al margen de que Benavides tuviera preferencia por Marta, y que la versión de Marilia sobre lo que pasó difiere, estamos ante un escenario clásico de ruptura entre dúos: el ¿quién lleva la voz cantante? también acabó con la formación original de Baccara.
Tras media década de pepinazos, las Baccara tarifaron durante la grabación de un single (Sleepy-Time Toy), porque María consideraba que la voz de Mayte tenía más presencia que la suya. “En realidad, mi voz ya sonaba más en la mayoría de nuestras canciones, pero hasta entonces no había sido un problema, creo que la popularidad hizo que María perdiera un poco el contacto con la realidad”, cuenta Mayte. Como María ya no está entre nosotros, no le podemos preguntar, pero en su momento aportó matices a la ruptura: según ella, la compañía la eclipsaba porque estaba preparando la carrera en solitario de Mayte.
El caso es que María demandó y ganó. La compañía tuvo que destruir 200.000 singles de Sleepy-Time Toy. “María ganó porque una cláusula en nuestro contrato decía que teníamos la última palabra sobre las canciones, algo que no habíamos utilizado hasta entonces, más que nada porque hubiera sido osado enmendarle la plana a unos compositores tan maravillosos. Creo que a María le picó la maldad. Hay que estar loca para tirar todo por la borda cuando estás en lo más alto”, recuerda Mayte.
Mayte y María nunca volvieron a hablarse, pero tuvieron que grabar un último disco juntas por contrato. Máximo mal rollo.
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Pero las carreras en solitario de Mayte y María no cuajaron. La marca Baccara tiraba más que sus miembros haciendo la guerra por su cuenta. ¿La solución? Baccara se duplicó (ambas tenían los derechos): dos formaciones de Baccara en la carretera, dándose algunas situaciones surrealistas: tras años sin verse, coincidieron en Moscú, donde las dos Baccara habían sido contratadas para dos bolos diferentes. Mayte y María se miraron de reojo en un hotel ruso, pero no se dirigieron la palabra.
Las dos Baccara siguieron siendo dúos. Cada una con nueva pareja. Por si el enredo no fuera suficiente, una de las parejas artísticas de Mayte, Cristina Sevilla, se pasó luego al enemigo, a las Baccara de María. Guerra fría que, contra todo pronóstico, se recrudeció a la muerta de María, con Sevilla haciéndose con el nombre del grupo y enrolando a una nueva compañera. Son ellas las que giran ahora como Baccara, y afirman en las entrevistas: "La clave del éxito para que un grupo, después de casi cincuenta años, se mantenga activo, a pesar de los cambios, es la ilusión".
Mayte dice que no le “merece la pena demandar” a estas dos “señoritas ridículas”, pero sí quiere defender su legado: “No necesito que nadie me diga que la verdadera Baccara soy yo”.
Generación Tocata. Es el nombre de una gira por pabellones de iconos nostálgicos (Samantha Fox, Boney M, Azul y Negro), en la que también están Baccara, que en 1977 rompieron las listas mundiales con un himno disco aterciopelado, Yes Sir, I Can Boogie, que sigue levantando pasiones comerciales (en el último anuncio veraniego de Estrella Damm, sonaba una versión).