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Paredes, reivindicativa y roja: del 'No a la Guerra' al 'No a la tala' y contra las bombas en Gaza
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Paredes, reivindicativa y roja: del 'No a la Guerra' al 'No a la tala' y contra las bombas en Gaza

La actriz no solo era conocida por sus películas de Pedro Almodóvar sino que también era muy visible su faceta activista y uno de sus discursos más recordados es el de la famosa gala de los Goya contra la guerra de Irak

Foto: Marisa Paredes durante la manifestación del 8-M en 2019 (Europa Press)
Marisa Paredes durante la manifestación del 8-M en 2019 (Europa Press)

A Marisa Paredes no solo la conocíamos por el cine y sus icónicas películas con Pedro Almodóvar. No solo era la actriz del “¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?” o “Ay, Betty, excepto beber, qué difícil me resulta todo” de La flor de mi secreto que tantas veces llegamos a reproducir con sorna en los años de la facultad. Marisa Paredes era también la actriz roja, reivindicativa, la que un día iba de capa y túnica a los Goya —también muy icónica su vestimenta y su peinado de gran diva— y al otro estaba en una manifestación de la izquierda recordando que sí, que ahora era una de esas actrices respetables, pero que nació y vivió en un pequeño piso de la plaza Santa Ana de Madrid (cuando no era nada turística) y que se lo tuvo que ganar todo a pulso desde abajo. Y, por eso, también era musa de los medios de izquierdas.

La actriz estuvo en manifestaciones hasta el final. Señalaba aquellas cosas que le molestaban en entrevistas y después iba. Este mismo año estuvo defendiendo la sanidad pública, estuvo en contra de la tala de árboles y este mismo 30 de noviembre, hace poco más de 15 días, estuvo en la Puerta del Sol junto a otros artistas como Miguel Ríos, Annie B. Sweet e Isabel Ordaz pidiendo el fin de los bombardeos en Gaza. Leyó parte de un manifiesto en el que se clamaba por "que paren las bombas para poder escuchar", haciendo hincapié en la denuncia de los asesinatos de niños y de 137 periodistas en la ofensiva israelí.

Con respecto a la tala de árboles, había recordado en una entrevista en InfoLibre cómo era la plaza de Santa Ana en su niñez. "Hasta los 16 años no nos mudamos a una casa de protección oficial, por lo que esa es mi plaza, la que vio mi despertar en la vida. Era una joya cuando era pequeña, bellísima, llena de árboles y fuentes por todos los sitios". De ahí que no dudara en oponerse a la tala de la cual, dijo, se había enterado por un taxista.

"Hay que tener miedo a la ignorancia y al dogmatismo. Hay que tener miedo a la guerra"

Hay muchas más escenas reivindicativas de la Paredes si se acude a la hemeroteca. En 2023, manifestación por la defensa de los derechos LGTBIQ+, en estos últimos años estuvo en todas las del 8M por los derechos de la mujer y más atrás en el tiempo, contra la Reforma Laboral de 2012, la del Gobierno de Mariano Rajoy, donde se la puede ver en fotos junto al director de cine Benito Zambrano.

Y todavía más atrás, quizá una de sus actuaciones más recordadas, ya que fue uno de esos momentos que paralizaron al país: la famosa gala de los Goya de 2003 del ‘No a la Guerra’. Aquella en la que los Animalario, con Alberto San Juan y Willy Toledo a la cabeza, jalearon a toda España (y sobre todo, contra el Gobierno de José María Aznar) para no ir a la guerra en Irak.

“Esta no es una noche tensa, sino libre. No hay que tener miedo a la cultura, ni al entretenimiento, ni a la libertad de expresión, ni muchos menos a la sátira, al humor. Hay que tener miedo a la ignorancia y al dogmatismo. Hay que tener miedo a la guerra”, manifestó Paredes arrancando una de esas ovaciones del público que no se olvidan. Entonces era la presidenta de la Academia de Cine. Pocos días después eran tres millones los que se manifestaban en la calle contra la guerra.

En 2018, la actriz volvió a subir al escenario de los Goya para recoger el único que tiene, que es el de Honor. Sí, pese a toda su filmografía, no tiene más. Y allí dijo: “Volvería a repetir el discurso del No a la Guerra”. Lo tenía bastante claro.

Nos causaba una sonrisa a muchos Marisa Paredes. Porque la habíamos visto cuando íbamos tanto al cine en los años universitarios. Porque su físico, su forma de vestir y peinarse nos resultaba curioso. Era una de esas grandes damas del cine y el teatro a lo antiguo. Porque nos parecía exagerada y melodramática. Y porque luego estaba ahí, en todas esas manifestaciones a las que también íbamos. Hay una cierta imagen de la España de una época —finales de los noventa, principios de los 2000— que están muy adheridos a su figura. Y, por eso, también hoy tanta gente sentirá que algo se ha ido.

A Marisa Paredes no solo la conocíamos por el cine y sus icónicas películas con Pedro Almodóvar. No solo era la actriz del “¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?” o “Ay, Betty, excepto beber, qué difícil me resulta todo” de La flor de mi secreto que tantas veces llegamos a reproducir con sorna en los años de la facultad. Marisa Paredes era también la actriz roja, reivindicativa, la que un día iba de capa y túnica a los Goya —también muy icónica su vestimenta y su peinado de gran diva— y al otro estaba en una manifestación de la izquierda recordando que sí, que ahora era una de esas actrices respetables, pero que nació y vivió en un pequeño piso de la plaza Santa Ana de Madrid (cuando no era nada turística) y que se lo tuvo que ganar todo a pulso desde abajo. Y, por eso, también era musa de los medios de izquierdas.

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