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Valencia recupera la vida cultural con el duelo del 'Trovador'
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la ópera del fin de semana

Valencia recupera la vida cultural con el duelo del 'Trovador'

La fabulosa dirección musical de Benini, el estupor escénico de Ollé y las cualidades del reparto convierten en un acontecimiento el regreso del público a Les Arts después de la catástrofe

Foto: Escena de 'Il Trovatore' en Les Arts. (Miguel Lorenzo)
Escena de 'Il Trovatore' en Les Arts. (Miguel Lorenzo)

No estaba claro cómo iba a reaccionar el público de Valencia al reencuentro con la gran ópera después de la catástrofe de la DANA, aunque la convocatoria del repertorio de Verdi más popular y la fama dramatúrgica de Álex Ollé predispusieron -y predisponen hasta el 22 de diciembre- la reanimación de la vida cultural en el templo de Les Arts. Más todavía cuando el sobrio, oscuro y fatalista montaje de Il trovatore parece concebido a la medida de un duelo y de una conmoción, un réquiem.

La propia escombrera del espacio escénico redunda en la simbología de una “zona cero”. Ollé ha extrapolado el incorregible dramón hispánico -disputas de reinos en el siglo XV- a la I Guerra Mundial, de tal manera que las trincheras se confunden con los sepulcros en un espacio desolado.

Acierta el director de escena catalán huyendo del sensacionalismo y del esperpento. Il trovatore es una ópera irrepresentable si leemos con atención el libreto o si nos detenemos en la subtrama de los zíngaros y los akelarres. Por esa misma razón los Hermanos Marx nos descubrieron la alternativa de la parodia. La sabotean de principio a fin en Una noche en la ópera. La desnaturalizan en sus pasajes más grotescos, incluido el momento en que el tenor Lasparri canta delante de un destructor naval.

placeholder 'Il Trovatore' en Les Arts. (Miguel Lorenzo)
'Il Trovatore' en Les Arts. (Miguel Lorenzo)

El mérito de Ollé consiste en distanciarse del tremendismo y en concentrarse en la música. De hecho, tanto la escenografía como la iluminación sincronizan la fluidez tenebrosa de la partitura representando un espacio conceptual que se describe en la claustrofobia de la Gran Guerra.

La perspectiva extrema regatea los pormenores argumentales. No hay vencedores en Il trovatore. Solo vencidos. Las tumbas se multiplican en la sugestión de un cadalso que devora a todos los protagonistas.

Respira inquietante y conmovedora la música de Verdi gracias al criterio musical de Maurizio Benini, cuya lectura de “Il trovatore” es un ejercicio magistral de instinto teatral, escrúpulo cromático y sensibilidad camerística.

Álex Ollé ha extrapolado el incorregible dramón hispánico -disputas de reinos en el siglo XV- a la Primera Guerra Mundial

Sabe manejar la orquesta en todas sus cualidades de opulencia y estupor sonoro, pero la celebración de los pasajes más populares -espléndido el coro- no contradice de los episodios de mayor intimismo e intimidad. Benini los conduce y los convoca como si la batuta penetrara con delicadeza en la oscuridad. Y como si la música misma tuviera una dimensión hiriente.

Se lo pueden agradecer los espectadores y los cantantes. Unos, porque Benini explora de manera magnética la intensidad y la atención de la ceremonia. Y los otros, porque el maestro italiano los acompaña como si los estuviera acunando, los mece en la corriente de la inercia verdiana.

placeholder 'Il Trovatore' en la I Guerra Mundial. (Miguel Lorenzo)
'Il Trovatore' en la I Guerra Mundial. (Miguel Lorenzo)

Necesita el dramón de Il trovatore un reparto de excelencia. Por eso se ha recurrido a la autoridad de Ekaterina Semenchuk en el papel de Azucena. Ya lo interpretó en Les Arts hace 12 años. Y puede decirse que el tiempo ha favorecido la oscuridad y la credibilidad del personaje, hasta el extremo de convertirlo en el eje musical y dramatúrgico del acontecimiento.

La mezzo bielorrusa se desenvuelve en las profundidades. Escruta la ópera además de interpretarla. Y propaga un “pathos” que beneficia la motivación de sus compañeros de reparto. Impresiona la nobleza de Lucas Meachem en el papel del Conde Luna. Destaca el virtuosismo de Olga Maslova como artífice de Leonora. Y sobresalen la valentía y el descaro de Antonio Poli en la piel de Manrico, aunque también sabe frasear e intimar cuando sobrevienen los dúos estremecedores del último acto. Llegamos a olvidarnos incluso de los Hermanos Marx. Y nos tomamos Il trovatore muy en serio, como si fuera una misa de difuntos en el desgarro de la catástrofe meteorológica que ha pretendido llevarse la luz de Valencia.

No estaba claro cómo iba a reaccionar el público de Valencia al reencuentro con la gran ópera después de la catástrofe de la DANA, aunque la convocatoria del repertorio de Verdi más popular y la fama dramatúrgica de Álex Ollé predispusieron -y predisponen hasta el 22 de diciembre- la reanimación de la vida cultural en el templo de Les Arts. Más todavía cuando el sobrio, oscuro y fatalista montaje de Il trovatore parece concebido a la medida de un duelo y de una conmoción, un réquiem.

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