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Notre-Dame reabre y podrás ver sus vidrieras originales, pero durante muy poco tiempo
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El 8 de diciembre

Notre-Dame reabre y podrás ver sus vidrieras originales, pero durante muy poco tiempo

El presidente Macron ha decidido sustituir las seis vidrieras de la catedral parisina, que sobrevivieron al incendio de 2019, por otras modernas. La decisión ha desatado un fuerte polémica

Foto: Una vidriera de la catedral de Notre-Dame. (Unsplash/Veit Hammer)
Una vidriera de la catedral de Notre-Dame. (Unsplash/Veit Hammer)

Han sido cinco largos años —con una pandemia mediante— los que la catedral más importante de París ha estado cerrada al público y en obras, desde aquel fatídico incendio un 15 de abril del 2019. Ahora, los parisinos han confirmado estar más orgullosos que nunca con la reapertura al público de Notre-Dame, el próximo 8 de diciembre de 2024 (el 7 será la inauguración). Pese a la alegría general de los franceses (tanto católicos como ateos, pues la catedral es uno de los símbolos más representativos de la ciudad de la luz), el proyecto viene cargado de polémica por la decisión de última hora del presidente Emmanuel Macron de sustituir seis vidrieras por unas más modernas.

El anuncio de Macron para sustituir las históricas vidrieras diseñadas en el siglo XIX por Eugène Viollet-Le-Duc (gran restaurador de la catedral) cayó como un jarro de agua fría en algunos sectores, provocando una petición auspiciada por el periodista Didier Rykner en la que se han recolectado más de 200.000 firmas en contra de la idea del presidente. Los firmantes argumentan con ello que sustituirlas rompería la "unidad arquitectural" del monumento parisino.

Tampoco hay que olvidar que las vidrieras se encuentran en perfecto estado, pues sobrevivieron intactas al incendio de abril de 2019 antes de ser limpiadas y consolidadas. Este hecho es verdaderamente relevante porque, aunque la idea de Macron sería reemplazarlas por otras nuevas para poder llevarlas al futuro museo dedicado a Notre-Dame (donde se exhibirían), en realidad esto es una violación de la ley sobre el patrimonio cultural. La Carta de Venecia, redactada en 1964 y firmada por Francia, prohíbe la sustitución de elementos antiguos bien conservados por piezas modernas, y al estar tanto la propia catedral como las vidrieras catalogadas como monumentos históricos, estarían protegidos contra este tipo de modificaciones.

La Carta de Venecia, redactada en 1964 y firmada por Francia, prohíbe la sustitución de elementos antiguos bien conservados por piezas modernas

Más allá de eso, son otras las dudas de los sectores contrarios a la idea de Macron. Las vidrieras se ubicarían en un edificio cuyo propósito principal es, lógicamente, el culto católico. La dicotomía entre arte y religión es compleja, y sin contar que Laurent Ulrich, arzobispo de París, es uno de los iniciadores del proyecto, la diócesis se muestra preocupada por la armonía general. Más si tenemos en cuenta que Emmanuel Macron y el arzobispo anunciaron que se ha optado por obras figurativas, una decisión que, aunque parece más sencilla, es realmente más audaz, al ser más abstracta.

¿Qué opinan los arquitectos?

Hablamos al respecto con David García-Asenjo, arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, para ver qué opina sobre esta antigua dicotomía entre tradición y modernidad: " Creo que siempre existe una dualidad interesante cuando se habla de intervenir en edificios históricos. Por un lado, está la perspectiva de mantener la autenticidad, respetando los elementos originales. Por otro, está la idea de incorporar elementos contemporáneos que dialoguen con el presente", señala. "Si las vidrieras están dañadas es razonable aplicar un criterio contemporáneo para restaurarlas. Sin embargo, si están en buen estado, trasladarlas a un museo podría descontextualizarlas y restarles su valor simbólico".

"Si están en buen estado, trasladarlas a un museo podría descontextualizarlas y restarles su valor"

García-Asenjo señala la importancia que las vidrieras tienen dentro de un edificio, no como elementos decorativos sino como parte del entorno. "Están diseñadas pensando en la luz y su orientación específica dentro del espacio. Moverlas implica perder esa conexión con el edificio y su historia", indica. "De cualquier manera, lo de incorporar elementos contemporáneos se ha dado en el pasado, como las vidrieras modernas de Torner para la catedral de Cuenca. El equilibrio está en no restar protagonismo al conjunto, sino enriquecerlo".

La clave para él es diseñar con sensibilidad porque incorporar elementos contemporáneos no debería ser visto, a priori, como una amenaza sino como una oportunidad para que los edificios históricos evolucionen sin perder su esencia. "Que las vidrieras sean figurativas o abstractas no es el principal problema. Dependerá más de cómo se integren en el lenguaje arquitectónico de Notre-Dame. Entiendo que algunas personas sientan que tocar un monumento histórico es un "atentado" contra su integridad, pero se ha hecho en muchas ocasiones. Todo radica en el planteamiento artístico y el respeto hacia el edificio".

"Intervenir un edificio con soluciones contemporáneas del momento de la actuación forma parte del ADN de la mayoría de las catedrales europeas", nos explica la arquitecta Cristina Pino, de Arquitectura y Empresa. "Son palimpsestos estilísticos fruto de sucesivas intervenciones de diferentes épocas y, a menudo, una amalgama de estilos. La arquitectura se ha expresado a lo largo de la historia en coherencia con su momento tanto formal como socioeconómico. De cualquier forma, esta polémica sobre intervención patrimonial no es nada novedosa y comenzó a mediados del siglo XIX con la confrontación de las teorías de conservación de John Ruskin frente a las de restauración de Viollet-le-Duc, autor de las vidrieras en el foco del debate. Es cuando menos paradójico que el mismo conflicto siga vivo casi doscientos años después".

placeholder Una fotografía mítica del fuego en la catedral de Notre-Dame el 15 de abril de 2019. (Reuters/Benoit Tessier)
Una fotografía mítica del fuego en la catedral de Notre-Dame el 15 de abril de 2019. (Reuters/Benoit Tessier)

"Hay muchos ejemplos de buenos proyectos contemporáneos en edificios con valor patrimonial que resuelven no solo las cuestiones técnicas propias de la estabilidad estructural y la materialidad, sino también las culturales", señala. "Se me ocurre la intervención en el Neues Museum de Berlín que firma David Chipperfield, que es un ejemplo perfecto de intervención equilibrada, sin artificios y respetuosa con la preexistencia evitando clichés historicistas. Lo fundamental es que no se personalice el proyecto o acabe entendiéndose como un ejercicio de ego. Los enunciados de los concursos de ideas lanzan un desafío, pero no imponen un estilo determinado o una posición estratégica para la solución, sólo invitan a la reflexión de los concurrentes. Confío en que el jurado que seleccionará el proyecto ganador se incline por una propuesta sensible con la preexistencia, inteligente y tecnológicamente adecuada".

Han sido cinco largos años —con una pandemia mediante— los que la catedral más importante de París ha estado cerrada al público y en obras, desde aquel fatídico incendio un 15 de abril del 2019. Ahora, los parisinos han confirmado estar más orgullosos que nunca con la reapertura al público de Notre-Dame, el próximo 8 de diciembre de 2024 (el 7 será la inauguración). Pese a la alegría general de los franceses (tanto católicos como ateos, pues la catedral es uno de los símbolos más representativos de la ciudad de la luz), el proyecto viene cargado de polémica por la decisión de última hora del presidente Emmanuel Macron de sustituir seis vidrieras por unas más modernas.

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