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G.K. Chesterton: "Vulgar es alguien que cuando quiere lucirse vemos lo poco que tiene que lucir"
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G.K. Chesterton: "Vulgar es alguien que cuando quiere lucirse vemos lo poco que tiene que lucir"

Este es un artículo inédito en español ('La vulgaridad') publicado en la colección 'Ahora que lo pienso' (Espuela de Plata) cuando se cumplen 150 años del nacimiento de este gran autor británico

Foto: El escritor Gilbert Keith Chesterton (1874 - 1936). Publicación original: People Disc - HC0527 (Getty Images)
El escritor Gilbert Keith Chesterton (1874 - 1936). Publicación original: People Disc - HC0527 (Getty Images)

Casi todos nos habremos planteado encontrar una definición real de la vulgaridad. Porque, por lo general, es difícil destruir, desafiar siquiera, algo que no podamos definir. Sospecho, para empezar, que descubriríamos, en el caso de esta palabra, una dificultad que surge con respecto a muchísimas palabras modernas: se inventaron después de la era de la doctrina y la definición. Son, en el mejor de los casos, artísticas y ambientales. En definitiva, representan ahora impresiones fuertes que son del todo reales, pero las representan como meros símbolos, a veces poéticos, a veces arbitrarios y accidentales. Y se me ocurre que, en el caso de la palabra vulgaridad y otros símbolos verbales, nos encontraríamos que la indagación acaba de manera extraña. Una vez que hubiésemos logrado expresar con otras palabras lo que queríamos decir con esta palabra específica, nos encontraríamos probablemente que se trataba de una palabra del todo incorrecta para esa idea.

Así, la vulgaridad, como vicio que todos percibimos bastante vívidamente (imagino) en los asuntos y modas que nos rodean, en realidad no está relacionada con el antiguo vulgus; ni siquiera con el profanum vulgus. El populacho tiene sus propios vicios, pero no es necesariamente vulgar. La masa de la humanidad tiene sus propias debilidades, pero no necesariamente las percibimos como vulgarizantes. Esa cosa específica a la que nos referimos, o a la que yo por lo menos me refiero, al utilizar esta palabra, es algo mucho más sutil, y desde luego mucho más venenosa. Pero de verdad que no conozco ninguna otra palabra para nombrarla. Podría señalar fácilmente ejemplos sacados de la prensa, pero esta sería una manera un poco facilona e injusta de llenar las páginas de este libro. Así pues, plenamente consciente de lo imprudente del experimento, intentaré exponer la verdadera naturaleza de la cosa que yo llamo vulgaridad; ojalá conociera un término peor para nombrarla.

placeholder Ensayos inéditos en 'Ahora que lo pienso', de G.K. Chesterton. (Espuela de plata)
Ensayos inéditos en 'Ahora que lo pienso', de G.K. Chesterton. (Espuela de plata)

Lo que quiero decir con vulgaridad es lo siguiente. Cuando se ponen de pie seis hombres y vemos de pronto que uno de ellos es un enano, nos sorprende verlo tan atrofiado. Solo nos damos cuenta de que está atrofiado porque está de pie; porque se estira cuan largo es. De manera parecida, cuando la mente del hombre se estira hasta donde puede, con el objeto de lucirse, y sigue atrofiada, se revela lo que quiero decir. Al lucirse vemos lo poco que tiene que lucir. Cuando uno intenta impresionarnos, ya sea con su ingenio o su aplomo, o su conocimiento del mundo, o su poder, o su elegancia, o incluso con su poesía y su idealidad, y en el mismo acto de lucirse, demuestra que tiene ideas bajas de todas estas cosas, eso es vulgaridad. Es decir, una cosa solo es vulgar cuando solo llega a ser baja.

"Está el que habla mucho de entender a las mujeres, y con cada palabra que dice nos ayuda con horrible claridad a entenderlo a él"

Por eso muchas cosas que vulgarmente se consideran vulgares a mí no me lo parecen para nada. El cómico de la nariz roja, el que se sienta sobre el sombrero, el chiste del borracho, no son las cosas a las que me refiero; en realidad son todo lo contrario. Porque el que se sienta sobre el sombrero no está de pie. El borracho no se estira; disfruta (como él mismo nos explica) de un momento relajado. El cómico de la nariz roja no finge pasar por su mejor momento. Estas cosas tendrán sus propios peligros o debilidades, pero no indican que uno sea bajuno incluso cuando ofrece su mejor cara. El hombre que se sienta sobre el sombrero en el escenario puede conservar perfectamente la dignidad cuando se sienta en su silla en casa, o se quita el sombrero en la iglesia. El cómico de la nariz roja, una vez colgada la nariz roja junto con el sombrerito, en su vida privada puede que sea una mezcla de Bayard y Sócrates. Podemos verlo primero borracho y luego sereno. Pero no podemos mirar más allá si vemos que, incluso sereno, es un palurdo y un bestia. Si es bajuno en su mejor versión, y más bajuno aún cuando intenta impresionarnos con su mejor cara, entonces nos queda cierta sensación para la que no conozco otro nombre. Es la que nos provoca el hombre que aspira a ser Bayard, pero solo consigue ser Barnum. O el que va a la iglesia y se quita el sombrero, y parece que le importa más el sombrero que la iglesia. En definitiva, cuando hay algo en él que parece rebajar y aplanar todo lo que toca; y, sobre todo, cuando toca cosas dignas y eminentes. Así, está el que desea sobre todo demostrar que es un caballero, y solo demuestra dos cosas: primero, que es tan vulgar que prefiere ser un caballero a ser un hombre; segundo, que posee una idea horriblemente atrofiada y estúpida de lo que significa ser un caballero. Está el hombre que desea demostrar que ha vivido en la mejor sociedad; y solo demuestra que no distingue la mejor sociedad de la peor.

Vulgares son aquellos que "si no hubieran sido tan caballerosos, tal vez no nos habríamos dado cuenta de que eran unos canallas"

Existen todos los ejemplos que se quiera, menos significativos y a menudo más excusables, pero este es el toque distintivo. Está el hombre que siempre se muestra diplomático sin diplomacia. Está el que bromea ostensiblemente y ríe a carcajadas, y así demuestra que no tiene sentido del humor. Está el que habla mucho de entender a las mujeres, y con cada palabra que dice nos ayuda con horrible claridad a entenderlo a él. Está el que cuenta anécdotas de la maravillosa afabilidad y simpatía de hombres muy ricos que ha conocido, y nos descubre así su religión secreta: que los ricos son dioses y que él es un afortunado favorito de los dioses. Todos estos llevan la marca que yo llamo convencionalmente vulgar; la marca de que nos muestran su propia talla moral y espiritual al estirarse hasta su estatura máxima. Su hubieran sido un poco laxos y despreocupados y humildes, tal vez nunca los habríamos descubierto. Si no hubieran sido tan listos, tal vez nunca habríamos sabido lo tontos que eran. Si no hubieran sido tan caballerosos, tal vez no nos habríamos dado cuenta de que eran unos canallas.

* G.K. Chesterton (1874-1936). Se cumplen 150 años del nacimiento de este periodista y escritor británico que tanto reflexionó sobre la política, la literatura, la vida cotidiana y las creencias religiosas (era profundamente católico). 'Ahora que lo pienso' (Espuela de Plata) es una reunión de artículos inéditos en español en los que aborda todo tipo de temas. Este que publicamos trata de la vulgaridad.

Casi todos nos habremos planteado encontrar una definición real de la vulgaridad. Porque, por lo general, es difícil destruir, desafiar siquiera, algo que no podamos definir. Sospecho, para empezar, que descubriríamos, en el caso de esta palabra, una dificultad que surge con respecto a muchísimas palabras modernas: se inventaron después de la era de la doctrina y la definición. Son, en el mejor de los casos, artísticas y ambientales. En definitiva, representan ahora impresiones fuertes que son del todo reales, pero las representan como meros símbolos, a veces poéticos, a veces arbitrarios y accidentales. Y se me ocurre que, en el caso de la palabra vulgaridad y otros símbolos verbales, nos encontraríamos que la indagación acaba de manera extraña. Una vez que hubiésemos logrado expresar con otras palabras lo que queríamos decir con esta palabra específica, nos encontraríamos probablemente que se trataba de una palabra del todo incorrecta para esa idea.

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