Miguel Rellán, actor: "Me metí en el teatro para cambiar el mundo y sigo así"
Estrena en la Abadía el monólogo 'El maestro Juan Martínez que estaba allí' basado en la novela de Chaves Nogales. No le gustan muchas cosas de los tiempos actuales pero se descubre como un optimista nato y eso de rendirse… Nunca
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Para muchos espectadores será Cárdenas El moro, aquel lugarteniente macarra de Alfredo Landa, en El Crack 1 y 2 de Garci (es uno de sus actores fetiche) en los ochenta; para otros será el director de instituto Felix Torán de la serie Compañeros, con audiencias millonarias en los noventa; y para los últimos será el sabio actor y director que cuenta fábulas que se viralizan ahora por Tik Tok. Lo que, en cualquier caso, Miguel Rellán (Tetuán, Marruecos, 1943) siempre será para todos -sobre todo si le ha visto sobre un escenario- es un actor que llena las tablas de un teatro, como vuelve a hacer ahora con El maestro Juan Martínez que estaba allí y que se estrena este jueves 28 de noviembre en el Teatro de la Abadía.
Dirigido por Xavier Albertí, es un monólogo basado en la novela de Manuel Chaves Nogales, que cuenta la vida de un bailarín flamenco que entre palmas y bailes recorre la Europa de la I Guerra Mundial y llega hasta la Rusia de la guerra civil y la Revolución. Una obra que nos habla de valores y que nos pone en tesituras límite. Como las que hubo en aquella época, mucho peor que ahora. De teatro, cine, televisión y los tiempos que vivimos hablamos un rato con Rellán ante el patio de butacas de La Abadía. Una charla simpática de la que se sale con una conclusión clara: aunque muchas cosas no le gusten es un optimista nato y eso de rendirse… Nunca.
PREGUNTA. Naciste en Tetuán, Marruecos, e ibas para médico hasta que te agarró el teatro… Son esas cosas curiosas de las biografías…
RESPUESTA. Fue una evolución. Mi padre era médico y yo estudié Medicina. Yo ya sabía mucho de Medicina porque le acompañaba al hospital en Tetuán. Mi padre era el director del Hospital civil. Pero el primer año de Medicina, un compañero que estaba a mi lado y que seguimos siendo amigos me dijo, me voy a apuntar al TEU, que era el Teatro Español Universitario, y me apunté. Y poco a poco fui dejando la Medicina y me fui quedando en el teatro. Y decía, uy, me quedan parciales de Quirúrgicas, ojos, partos y también me dedicaba al teatro hasta que llegó un momento en el que dije, lo mío es esto, se acabó. Y hasta hoy.
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P. Y montaste la compañía de teatro independiente Esperpento… ¿Qué buscabas en el teatro, de curar el cuerpo a curar el alma?
R. Sí, junto a otros doce. Y mira, yo creo que la mayoría de los que estábamos allí hacíamos teatro para cambiar el mundo y, de alguna manera, sigo así. Ya sé que el arte no cambia el mundo, pero sí cambia a las personas. A mí me ha cambiado para bien. La música, el Museo del Prado, la literatura… ¡Si quieres cambiar! Si no, no, claro. No consiste en leer sino qué haces con lo que lees. Un colega tuyo, maravilloso amigo mío, Iñaki Gabilondo, dice en un libro estupendo que se llama El fin de una época: "Tu oficio, Miguel, es como el del cirujano, lo importante es el paciente". Lo importante es lo que está ahí [y señala al patio de butacas del teatro]. Y tú serás muy buena periodista, pero como aquello no informe, no conmueva, no le pase algo al lector, nada. Si yo vomito y me tiro al suelo y la gente se aburre… No, [al espectador] tiene que pasarle algo. Tiene que salir del teatro distinto a como entró.
P. Me estaba acordando de Pepe Mujica, el expresidente de Uruguay, que dijo hace poco que él se había metido en política para cambiar el mundo y que se había dado cuenta de que no había cambiado un carajo.
R. Eso es lo que él cree. Nos ha influido a muchos, a mí también. Cada uno hacemos nuestra parte, y a lo mejor yo no, pero igual de ahí sale alguien que cambie, que se presente a unas elecciones y cambie el mundo.
"El otro día paseaba por la calle Arenal y estaba llena de pequeños hoteles y de souvenirs… Y pensé, qué pena, se lo están cargando todo..."
P. Eres muy conocido por distintas generaciones. La mía por la serie Compañeros. ¿Y sabes que te has hecho viral con un vídeo en Tik Tok en el que cuentas la fábula del colibrí? Esa en la que un colibrí intenta apagar un incendio con tres gotas de agua y cuando el resto de animales que han huido despavoridos se ríen de él, les dice: si todos hiciérais vuestra parte…
R. [Mira muy asombrado] Ah, ¿sí? No lo sabía… ¿En Tik Tok? ¿Quién lo ha puesto? Yo no.
P. Lo ha subido alguien y ha corrido como la pólvora…
R. Anda, eso era en un podcast y alguien lo ha colgado… Mira, mira. Estoy un poco sorprendido, porque yo estoy a lo mío y estas cosas… Es muy raro. Y qué bonita esa fábula también. Claro, si todos hiciéramos nuestra parte…
P. Que igual nos falta.
R. Pues sí. Pero no sé si estarás de acuerdo en que las cosas más difíciles personales son dos: la autocrítica, ponerte delante del espejo y preguntarte, pedazo de imbécil, qué es lo que haces mal; y dos, la coherencia, que coincida lo que haces con lo que dices. Ahí te quiero ver. Luego que si, no, yo es que… No, muchacho, estás haciendo lo contrario de lo que dices.
P. He visto recientemente El Crack 2 y ya había visto el 1 hace tiempo. Rápidamente te convertiste en un chico Garci.
R. Sí, esto del tiempo es… Por un lado pienso, uy El Crack 2, cuánto tiempo, y por otro, qué cercano. Todavía me acuerdo cuando hicimos una escena en la que entran y me dan una paliza y rompen todo aquello. Y lo acababan de pintar. Y todavía evoco el olor de la pintura. Como si fuera antes de ayer. Y fue hace cuarenta años… El tiempo pasa muy rápido…
P. ¿Cómo era trabajar con Garci?
R. Muy bien. Somos amigos aunque no somos del mismo colegio. Coincidimos con Pepa Fernández en Radio Nacional en un programa que se llamaba Maduritos interesantes. Con Aberasturi y con Garci. Y están los dos… Negaré que he dicho esto, pero le dije a Garci, ¡vamos a hacer una película! Y él me dijo: no, yo ya no, yo ya no entiendo a la gente joven… Y yo: pero y qué, haz una película de un tío de 80 tacos, que te destrozo yo el papel, de un director que no sabe qué película hacer. Clint Eastwood tiene 94 tacos y está haciendo otra película, coño. Ay, esto de rendirse… Pero en fin, con José Luis muy bien porque es muy tranquilo, es una enciclopedia cinematográfica viviente. Y después no dice nunca ¡acción! sino "Miguel, cuando quieras". No es como esa gente que te grita ¡acción! [y pega un respingo].
"Le he dicho a Garci: haz una película de un tío de 80 tacos, que te destrozo yo el papel, de un director que no sabe qué película hacer"
P. En las pelis Madrid es un protagonista total. Un Madrid que era fácil de reconocer hasta hace pocos años, yo diría que hasta hace 10-15 años, pero que ya casi ha desaparecido… En breve tiempo se ha ido.
R. Lo que pasa que en este caso yo no sé si está cambiando para mejor o para peor con el turismo, los pisos turísticos… El otro día paseaba por la calle Arenal y estaba llena de pequeños hoteles y de souvenirs para turistas… Y pensé, qué pena, se lo están cargando todo, todo…
P. ¿Qué podemos hacer?
R. La autocrítica. Y ahora me meto en terreno… Hay dos frases que me repatean de los últimos tiempos. Una es "es muy cómodo". Pero lo dice mi propia familia, mis amigos… Ay, lo pido por Amazon y me lo mandan. ¡No, baja a la librería de abajo, que si no va a cerrar! Ya, pero es que es muy cómodo… ¡Pues muévete macho! Y la otra frase es "tengo derecho". Conozco a un tío jovencito que quiere subir al Everest. ¿Tú has visto las colas que hay para subir al Everest? ¿Por qué quieres subir al Everest? Tengo derecho. No, tendrás libertad, pero no derecho. Está lleno de porquería, de plásticos… Nos estamos cargando todo… Así que...¿qué hay que hacer? ¡Pues dejar de hacer turismo! No dejar de viajar, sino de hacer turismo, que es lo que hacen. Como un meme que hay por ahí que dice, a ver si te vas a Japón y te dejas el móvil y vas pa’na. Yo soy socio de Honor del Museo del Prado y conozco a los restauradores y me contaban que en el Louvre ahora para ver La Gioconda han puesto unas vallas como en el aeropuerto. Y la gente se hace una hora de cola y cuando se pone delante de La Gioconda se da la vuelta, se hace un selfi y se va. Pues qué hay que hacer, autocrítica y decir: no, no voy a ir a hacer turismo. No me voy un fin de semana a Londres. Es verdad que los primeros que van contaminando son los del G20, pero algo tendremos que hacer… ¿Y qué va a pasar? Que al final tendrá que venir la policía. Entiéndeme con lo de policía: Madrid Central, no se puede entrar; señores, para entrar en Amsterdam o en Venecia tienen que pagar una pasta y si no, no entran… Es que tengo derecho… Me voy a Egipto, me voy a Japón, me voy a Tailandia… ¡Pues no vayas, que nos estamos cargando el mundo, imbécil!
P. Trabajaste un montón en los ochenta con los directores más potentes de la época. ¿Eres de los que piensan que había más libertad y todas esas cosas que ahora?
R. ¡Qué va! No, no. Es que se confunde lo de la libertad… ¿por qué no se pueden decir ahora cosas? ¿Porque se meten contigo en las redes? Pero las puedes decir, ¿no? Es que antes no podías decirlo. Con Esperpento podíamos tener un policía en la puerta y te detenían. ¿Y ahora? Pero si no meten en la cárcel ni a quien tenía que estar…
"Hay dos frases que me repatean. Una es "es muy cómodo" y la otra "tengo derecho"
P. Ahora también haces cine, televisión, pero sobre todo te podemos ver otra vez bastante en el teatro y con mucho éxito. Hablaba con Carmelo Gómez y decía que ya no quería hacer cine porque no estaba cómodo, no le gustaba y que donde se lo pasaba muy bien era en el teatro. ¿Te pasa lo mismo?
R. Yo no me he ido nunca del teatro. El cine y la televisión los hago por razones alimenticias porque me aburro como una ostra. Es que es muy aburrido… Los dos, la tele y el cine porque ya son iguales. El cine es el arte del director. Cuando voy a ver la película pregunto, ¿y lo de cuando me tiro del barranco? Lo hemos cortado porque… Mira, iros a la mierda. En el teatro hago lo que quiero, pero en el cine te lo cortan, te trocean tu trabajo y termina en la moviola. Y vas a verlo… y qué horror. Me ha pasado muchas veces, lo que pasa que al principio cuando me lo tomaba en serio lloraba, ahora ya… Recuerdo una coproducción con Checoslovaquia que era un organista ciego. Y estuve seis meses practicando porque yo toco un poco el piano y mirando la partitura todavía, pero con dos lentillas blancas… Y estuve seis meses. Y después lo cortaron y no sale. Y dije, nunca más.
P. ¡En esta obra sale todo y sales tocando el piano!
R. Aquí toco el piano de verdad.
P. Y cuéntame, esta obra está basada en una novela de Chaves Nogales de hace 90 años ¿qué tiene para que la veamos hoy?
R: Dos cosas fundamentales. Una, la importancia de no rendirse, de ver la botella medio llena, de ser optimista… Eso de yo ya no…¡no! Aquí no se rinde nadie. Como dicen los taurinos, hasta el rabo todo es toro. Y en lo que se refiere a la edad hay que vivir como si uno fuera inmortal. ¿Por qué no voy a aprender alemán yo ahora? Que la muerte te pille viviendo, me cago en la leche. Y en segundo lugar, leí un libro hace unos años de dos colegas tuyas, las corresponsales Maruja Torres y Mónica García Prieto, e hice una adaptación para el teatro, Contarlo para no olvidar. Y Mónica me decía: tú eres buena persona, Miguel. Y yo, sí, y además quiero serlo. Y ella: tú eres capaz de matar a un niño. Y yo: no, no. Y ella: sí, si el mundo te pone en la situación de o tu vida o un niño, matas al niño, sin lugar a dudas, así que, que no nos coloque el destino en la situación de o tu vida o la mía. Chaves Nogales te pregunta: dónde se van tus valores, dónde se va tu moral cuando el destino te ha colocado en una situación límite.
"Sé que el arte no cambia el mundo, pero sí cambia a las personas. A mí me ha cambiado para bien. La música, literatura... ¡Si quieres cambiar!"
P. Qué interesante para un debate después… Además, la obra refleja los terribles años de la I Guerra Mundial y la guerra civil en Rusia. Decía Xavier Albertí que fue una de las peores épocas de Europa con diferencia. Ahora tenemos la guerra de Ucrania, Gaza… pero en perspectiva… miras aquellos años y estamos de lujo…
R. Sí, todo eso es horroroso, pero Karl Popper, el filósofo, decía poco antes de morir una frase terrorífica que es una paradoja: el mundo está muy mal, muy mal, pero estamos mejor que nunca.
Para muchos espectadores será Cárdenas El moro, aquel lugarteniente macarra de Alfredo Landa, en El Crack 1 y 2 de Garci (es uno de sus actores fetiche) en los ochenta; para otros será el director de instituto Felix Torán de la serie Compañeros, con audiencias millonarias en los noventa; y para los últimos será el sabio actor y director que cuenta fábulas que se viralizan ahora por Tik Tok. Lo que, en cualquier caso, Miguel Rellán (Tetuán, Marruecos, 1943) siempre será para todos -sobre todo si le ha visto sobre un escenario- es un actor que llena las tablas de un teatro, como vuelve a hacer ahora con El maestro Juan Martínez que estaba allí y que se estrena este jueves 28 de noviembre en el Teatro de la Abadía.