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Por Dios y por España: los mártires de la Fe o la "Memoria" olvidada del franquismo
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Por Dios y por España: los mártires de la Fe o la "Memoria" olvidada del franquismo

Un nuevo estudio se ocupa de la cuestión de la memoria franquista para rescatar a aquellos llamados "caídos por España" que, realmente, fueron víctimas del odio

Foto: Fotografía de el Valle de los Caídos. (Getty Image)
Fotografía de el Valle de los Caídos. (Getty Image)

El 5 de octubre de 1941 el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, consagraba la capilla de Paracuellos en el camposanto que se había erigido en el lugar de las fosas donde habían sido asesinados unas 2.500 personas entre el 7 de noviembre y el cuatro de diciembre de 1936. Dos años antes, recién terminada la Guerra Civil, en 1939, el general Francisco Franco había decidido ya que se realizaría una gran exhumación para que los restos estuvieran en el interior de la futura basílica del Valle de los Caídos, que comenzó a construirse tan pronto como en 1940.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurriría después con algunos de los restos de fusilados del bando republicano, repartidos en fosas y cementerios, —muchos de los cuales acabaron, en cambio, en Cuelgamuros— la exhumación de los fusilados de Paracuellos nunca se produjo. Los llamados "mártires de Paracuellos" nunca fueron exhumados —ni durante el franquismo ni después—, porque siguen, de hecho, sin identificar en las mismas fosas —seis— donde fueron arrojados por sus asesinos, con la excepción de una serie de ataúdes que contienen los restos sí identificados, el de los fusilados lejos de Arroyoseco y cerca del Soto de la Aldovea, en Torrejón de Ardoz, que sí fueron, en cambio, exhumados entonces por orden de los vencedores y que conforma la última de las fosas de ese camposanto, la número siete, con los nombres y apellidos de esas víctimas de la Guerra Civil, "los caídos por Dios y por España", según la terminología franquista.

La historia de las cunetas y las fosas comunes tras la Guerra Civil es tan dolorosa como retorcida porque hubo una "memoria franquista" antes de la "memoria histórica", esta última, la que impulsaron los socialistas a partir de la Ley de 2006 y que al igual que la franquista resulta que tampoco ha convencido a todos. Una historia de la gestión de los muertos, de la maldita conflagración civil, que por desgracia tiene muchos recovecos. Tantos, que ambas "memorias" han seguido perpetuando divisiones y trincheras para una guerra infinita que promete no acabarse nunca.

Casi inmediatamente después de que se acabara la Guerra Civil se había decidido erigir un gran monumento en el lugar de Paracuellos, pero dadas las estrecheces de la inmediata posguerra se acabó celebrando en el primer aniversario una misa con una simple cruz de madera y aunque se hizo una suscripción popular en la que el propio Franco aportó 1000.000 pesetas, la idea se abandonaría en favor de la capilla, porque para entonces ya se planeaba la construcción del Valle de Cuelgamuros. Lo de Paracuellos es significativo: los muertos jamás se exhumaron porque los familiares se negarían tajantemente a un traslado, dejando clara su voluntad de que sus muertos descansaran en paz sin traslados.

Hubo una "memoria franquista" antes de la "memoria histórica"

Ahora, un nuevo estudio de Miriam Saqqa Carazo , Las exhumaciones por Dios y por España (Cátedra) se ocupa de la cuestión de esa "memoria" franquista que se estableció nada más terminar la guerra, la de la sepultura de los muertos de ese bando y las vicisitudes que conllevó, bajo el dudoso concepto de denominar, de propio cuño, como "cuerpos nación" a esos "caídos por España", —según el régimen—, y contrapuesto a la simple idea de lo que realmente fueron: víctimas del odio.

Al final, acaba por identificar a los asesinados durante la Guerra Civil en la retaguardia republicana precisamente en los términos ideológicos del franquismo y enfocado, por otra parte, a la obviedad, perfectamente conocida, sobre el carácter ideológico que tuvo esa recuperación de los asesinados en la retaguardia republicana y que, sin embargo, tuvo sus escollos, como fue curiosamente el caso emblemático de Paracuellos y algunos otros en los que se prefirió erigir monumentos o memoriales sin exhumaciones mediante por expreso deseo de los familiares.

A nadie se le había escapado nunca que, entre los más de 2000 vilmente asesinados entonces en el cauce de Arroyo Seco, en la antigua Carretera de Belvis, la mayoría más que mártires eran simplemente pobres víctimas del odio guerracivilista.

La mayoría más que mártires eran simplemente pobres víctimas del odio guerracivilista

Pero el hecho de que fueran denominados mártires por el régimen franquista no oculta que el propio motivo de su asesinato, más allá de Paracuellos, fue indudablemente, según los casos su afiliación política o su condición de católicos, algo que no se inventaron ni Franco, ni cualquiera de sus ideólogos o propagandistas del nuevo estado creado tras la victoria en la Guerra Civil, tal y como aceptarían las autoridades eclesiásticas en los sucesivos procesos de beatificación posteriores.

Es tan indudable que el régimen franquista usó en cierto aspecto la idea del martirio con fines propagandísticos de forma indistinta, como que esos mártires existieron, asesinados por el simple hecho de defender la Fe católica y por mucho que Miriam Saqqa defienda de forma verdaderamente sorprendente que no existiera esa persecución religiosa porque la "rebelión contra el clero ocurrida al estallar la guerra no suponía un asalto a la religión, sino a la Iglesia española como institución religiosa alineada con los ricos y poderosos".

Es más, como ya explicaba Antonio Montero Moreno en Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, habría que revisar en todo caso aquellos seglares, familias enteras consagradas a la fe católica y que no se contabilizan como religiosos y que fueron en cambio asesinados precisamente por su devoción católica en un contexto de odio e intolerancia asesina.

Es tan indudable que el régimen franquista usó en cierto aspecto la idea del martirio como que esos mártires existieron

Por lo demás, la autora, que fundamenta prácticamente todo su estudio usando como fuente documental precisamente la Causa General Franquista — que es invariablemente denostada, en cambio, como válida para la cuestión de los procesos de investigación sobre los crímenes cometidos en zona republicana—, explica que las exhumaciones e identificaciones de cadáveres durante el periodo franquista se llevaron a cabo sin una sólida técnica científica y forense.

Aduce que muchos cuerpos fueron identificados por sus objetos personales, aunque no lo fuera en el caso, por ejemplo, de la foto que ilustra el libro, que es la exhumación de los asesinados en Soto de la Aldovea. Para Miriam Saqqa el hecho de pertenecer a una determinada "condición social" les eximía de poder ser considerados como mártires por otros conceptos como que "revelan el nicho social y económico de los exhumados, pero también su lugar político" y explica que en la fosa de Soto de la Aldovea, se identificó en ese caso a los cadáveres por la documentación que conservaban (cédulas de identificación, carnés militares, correspondencia o documentación de la prisión) "materialidades que fueron consideradas vía directa de identificación y no los objetos personales conservados (…) de gran valor económico y, por lo tanto, de reflejo de un estatus social privilegiado".

Este es un detalle interesante y es que los propios fiscales de la Causa General que se encargaron de la exhumación de cadáveres pormenorizaron la gran cantidad de objetos valiosos —y dinero— hallados en varias fosas lo que indica que el saqueo de los cuerpos, aunque existió —hay numerosos informes sobre bolsillos vueltos y vacíos— no fue exhaustivo, lo que tampoco sería de extrañar en el caso de Madrid en el contexto de las sacas de las cárceles Modelo, San Antón y Porlier que acabaron en Paracuellos y Soto de la Aldovea por la premura con la que se hicieron, precisamente temiendo el asalto de las tropas franquistas de Madrid y con la presión de enterrar cuanto antes a los cadáveres.

Las exhumaciones franquistas y su traslado al lugar de Paracuellos completaron lo que los asesinos no lograron

Fue tan acuciante esa necesidad de ir escondiendo a los cadáveres de las sacas que ni siquiera obligando a los vecinos de Algete a participar en las tareas de las fosas en Arroyoseco, Paracuellos se conseguía a tiempo lo que provocaba escenas de pánico cuando los nuevos presos "evacuados" llegaban al lugar en camiones y autobuses y presenciaban el macabro espectáculo de los cuerpos insepultos, que es lo que provocó que los responsables del operativo de la ejecución de la Junta de Defensa de Madrid buscaran otro lugar para poder proseguir con los asesinatos que no fue otro que Soto de la Aldovea.

Al final, las exhumaciones franquistas y su traslado al sitio de Paracuellos completaron de alguna forma macabra, lo que los asesinos no lograron entonces por problemas técnicos. Más allá de la exposición de los problemas médico-forenses de las exhumaciones franquistas y de la denuncia de su uso propagandístico, lo que parece claro es que los "cuerpos nación", tal y como denomina la autora, no eran víctimas de la Guerra Civil.

El 5 de octubre de 1941 el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, consagraba la capilla de Paracuellos en el camposanto que se había erigido en el lugar de las fosas donde habían sido asesinados unas 2.500 personas entre el 7 de noviembre y el cuatro de diciembre de 1936. Dos años antes, recién terminada la Guerra Civil, en 1939, el general Francisco Franco había decidido ya que se realizaría una gran exhumación para que los restos estuvieran en el interior de la futura basílica del Valle de los Caídos, que comenzó a construirse tan pronto como en 1940.

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