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Es hora de irse de Twitter porque ya no asusto a nadie
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Juan Soto Ivars

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Es hora de irse de Twitter porque ya no asusto a nadie

El proceso que lleva a algunos a creer que Twitter se ha derechizado es el mismo por el que muchos países han terminado votando a Trump, Milei o Meloni

Foto: Milei y Musk. (EFE)
Milei y Musk. (EFE)
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Qué cosas interesantes tiene el mundo para mostrarnos. Trump ganó las elecciones y empezó a nombrar para su equipo a los tipos más bocachanclas del planeta: entre ellos a Elon Musk, que por lo visto se encargará de adelgazar la administración burocrática. Anda, que si a Estados Unidos le pasa como a Twitter y resulta que funciona igual tras millones de despidos de burócratas… Funcionarios del mundo, ¡uníos!

Sea como sea, la alianza de Musk y Trump ha sido la gota que colmaba el vaso democrático para influyentes demócratas. La misma gente que celebró que Twitter le quitase la cuenta a Trump, la misma que jamás protestó cuando activistas de izquierdas lanzaban en esa misma red social infames linchamientos contra personas conservadoras, ahora ha notado que Twitter es incompatible con el buen rollo.

Stephen King y The Guardian dijeron que se iban, así que, gregariamente, toda clase de famosos españoles y algún periódico se apuntaron a la tendencia. Esto es como cuando todo Dios se pone una chapa porque algo es lo más importante del mundo y luego te fijas en que ya no llevan esa chapa. La decisión correcta se toma por imitación en cada momento y se le restriega por la cara al que no está de acuerdo o no hace lo que toca para ser guay. Luego se te pasa.

¿Hablamos de Twitter? Esta es la verdad: antes de Elon Musk el ambiente en Twitter era igual que después de Elon Musk. Radicales maleducados ha habido allí a paladas siempre, de toda tendencia, porque Twitter fue diseñado, por gente que no era Elon Musk, para congregar a ese tipo de usuario. Ahí te puedes informar mejor que en muchos medios si sabes seleccionar a quién sigues, pero como te pongas a discutir estás perdido.

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Una cosa muy buena que apareció en la etapa Musk (aunque ignoro si venía planeada de antes) fueron las notas de comunidad: desmentidos a los tuits que saltan cuando la comunidad de usuarios demuestra la falsedad. Por ejemplo, cuando medios españoles al dictado de Moncloa publicaron que el "ataque" contra Pedro Sánchez y el Rey lo había organizado la ultraderecha. O cuando El Plural publicó que el juez Peinado tenía dos DNI. Normal que algunos medios, garantes de la verdad, se planteen irse.

Tampoco frenan las notas de comunidad todos los bulos, y además Twitter nunca ha sido un espacio amigable. Cuando la fuerza linchadora la ostentaban las feministas olía a testosterona tanto como hoy. Hace ocho años publiqué un libro sobre la toxicidad de las redes, y como la toxicidad era mayormente izquierdista me tildaron de llorón y facha. Va para tres años que esa red social me la llevan y no tengo ni las claves de mi cuenta. A diferencia de la llorera sincronizada, me fui sin despedirme con una carta sobre el fin de la democracia. Simplemente, contraté a alguien para que la gente que quiere recibir mis cosas por ahí siga teniendo acceso, y dediqué mi tiempo a otra cosa.

"La gente de derechas era mucho más tranquila, dentro y fuera de X, antes de que cien bobpops les apuntaran con el dedito desde los medios"

El proceso que lleva a algunos a creer que Twitter se ha derechizado es el mismo por el que los países han terminado votando a Trump, Milei o Meloni. No es que la gente se derechice, es que votan a derechistas que contestan desabridamente al progrerío rechistón. No se puede sostener a largo plazo una izquierda adicta a la regañina y súper desagradable sin que aparezca una derecha chuleta. Lo único que ha cambiado en Twitter es que a la mayoría de usuarios ya no le da miedo que venga un tipo a llamarle "facha" o "machista" por cualquier cosa.

La gente de derechas era mucho más tranquila, dentro y fuera de X, antes de que cien bobpops les apuntaran con el dedito desde los medios de comunicación serios y cuarenta mil triangulitos para abajo les escupieran en la red social. Ha sido este ambiente de reprimenda permanente, de "te voy a enseñar a respetar la democracia", de "bulo es lo tuyo y lo mío es la verdad", lo que ha ido hartando a alguna gente.

Porque no nos engañemos: no hay movimiento de derecha contestataria que triunfe sin algo pesadísimo a lo que contestar, sarcástica y airadamente. Para que un tío se gane el respeto diciendo "zurdos hijos de puta" hace falta que la izquierda se haya hecho realmente insufrible. Y al final pasa esto: hasta los de izquierdas, a los que también han regañado mil veces sus sacerdotillos, se alegran y disfrutan cuando la neoiglesia se estrella. La epidemia de "seños" produce estallidos de gamberros.

Foto: Trump y Musk esta semana en Palm Beach. (Reuters/C. Barria)

¿Habéis visto a señoras en EEUU diciendo que van a hacer huelga de sexo para castigar a los hombres que votaron a Trump? Yo por ver a señoras haciendo huelga de sexo para castigar a los hombres que han votado a Trump, sería capaz, incluso, de votar a Trump. Llega la democracia a un nivel de patio de colegio que uno se plantea su voto solo para fastidiar a Bob Pop.

También pasa otra cosa: ¿qué valores defiende el progresismo realmente? El reguero de hipocresía es evidente. ¿Defienden la verdad, y votan a Sánchez? ¿Las buenas formas, pero le ríen los zascas a Puente? ¿El anticapitalismo, y lo único que hacen es elegir unas marcas y abominar de otras? ¿La ecología, y consideran que el problema son los coches de los pobres? ¿La igualdad, y se ríen de los hombres maltratados? ¿La redistribución, y jamás protestan por el dispendio de altos cargos cuando son sus altos cargos? ¿La equidad, y consideran que hay gente de primera y de segunda categoría según su voto?

Foto: Elon Musk (REUTERS)

Tiene gracia que se presenten como los auténticos demócratas los que se pasan la vida situando a la derecha fuera de la democracia. Recordemos que, antes de Vox, los nazis en España eran los de Ciudadanos.

Lo que le ha pasado a la izquierda española con Twitter es como lo que le ha pasado a Errejón con la justicia: un tipo que ha fomentado la idea de que los sentimientos son verdades y las molestias delitos, que ha negado la existencia de las denuncias falsas y ha dicho que la presunción de inocencia de los hombres estaba intacta en pleno aquelarre, ahora busca un abogado y se da cuenta de lo que valía el Estado de derecho que él se ha cargado.

Pues igual: la gente que ha negado por activa y por pasiva la cultura de la cancelación, que ha celebrado los linchamientos como expresiones populares y que ha querido hacer de la corrección política un nuevo código universal de cortesía obligatoria, ahora siente en Twitter que no tiene libertad porque cada vez que levantan el dedito vienen cuatrocientos calvos en gayumbos y les dan de su propia medicina en las notificaciones. Me río.

Qué cosas interesantes tiene el mundo para mostrarnos. Trump ganó las elecciones y empezó a nombrar para su equipo a los tipos más bocachanclas del planeta: entre ellos a Elon Musk, que por lo visto se encargará de adelgazar la administración burocrática. Anda, que si a Estados Unidos le pasa como a Twitter y resulta que funciona igual tras millones de despidos de burócratas… Funcionarios del mundo, ¡uníos!

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