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De la legendaria Atlántida a David Bowie: por qué los mitos están hoy más vivos que nunca
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De la legendaria Atlántida a David Bowie: por qué los mitos están hoy más vivos que nunca

David Hernández de la Fuente, catedrático de Filología Griega en la Complutense, ofrece en "100 fragmentos del mundo clásico" (Ariel) un compendio fascinante de mitos, leyendas y realidades históricas. Publicamos un extracto

Foto: Un joven fotografía la portada del mítico disco de David Bowie 'Aladdin Sane' en una exposición en 2023 en Londres. (EFE/Andy Rain)
Un joven fotografía la portada del mítico disco de David Bowie 'Aladdin Sane' en una exposición en 2023 en Londres. (EFE/Andy Rain)

¿Existió la ciudad de la Atlántida? ¿Pronunció Julio César las famosas palabras "¿Tú también, hijo?", antes de morir? A veces, la narración patrimonial y literaria difiere de los hechos. En '100 fragmentos del mundo clásico', un ensayo escrito con afán divulgativo, el respetado clasicista David Hernández de la Fuente transita por la delgada línea roja que separa los relatos de tintes legendarios y folclóricos del mundo real, ofreciendo un mosaico de anécdotas y momentos controvertidos de la Antigüedad. A continuación, ofrecemos algunos de los fragmentos de su libro.

Pitágoras

El famoso Pitágoras de Samos (c. 570-c. 490 a. C.) fue mucho más que un matemático, como una serie de fuentes tardías se ha empeñado en hacerlo pasar a la posteridad. Son enormes las implicaciones de este personaje y de sus doctrinas para la historia de las ideas, sobre todo en el ámbito de la religión y la ética, como se desprende ya de sus críticas presocráticas. En sus biografías legendarias, Pitágoras parece un ser a medio camino entre los hombres y los dioses, un Prometeo que acerca a los mortales el fuego de la sabiduría. La astronomía, la filosofía, la retórica, la política, la adivinación, la medicina. Nada escapa a este sabio primordial al que la opinión común atribuye un famoso teorema, las escalas musicales y algunas ideas sobre el movimiento de los astros. Hay quien recuerda también que adoptó una idea que ha revolucionado a la humanidad: la de la inmortalidad del alma (y su consecuencia inmediata, la vida tras la muerte y la reencarnación). Y quien añade que fundó un estilo de vida basado en una estricta ascesis y en doctrinas secretas y purificadoras.

De este filósofo legendario se cuentan muchas leyendas, recogidas en sus fantásticas biografías a cargo de los neoplatónicos Porfirio y Jámblico, que lo convierten en un ser sobrenatural. Un portento que marcaba su carácter sobrehumano era su misterioso muslo de oro, que mostraba en ocasiones singulares a otros sabios o sacerdotes, y que todos interpretaban como señal de divinidad. Al verlo, el chamán Abaris el Hiperbóreo no dudó en identificarle con el propio Apolo, al que a veces se atribuye la paternidad legendaria del célebre Pitágoras. Una de las máximas pitagóricas era: "¿Quién eres, Pitágoras?". Y muchos, al ver su muslo de oro, decían que era el propio Apolo Hiperbóreo. Además de esta anécdota, la biografía de Pitágoras posee todos los rasgos que caracterizan al hombre divino, lo que llama la atención al tratarse de un personaje al que se suele recordar como el padre de la tradición matemática y filosófica. Su vida está marcada por las señales de esos "filósofos chamanes" que, en palabras de Mircea Eliade, abundaron en la Grecia arcaica durante el momento fundacional del pensamiento en Occidente.

Foto: Una sastrería en el barrio judío de Viena desfigurada con lemas antijudíos por hooligans nazis. (Getty Images)

Solón

En un cierto momento del siglo IV a. C. se quiso hacer remontar los orígenes de la democracia ateniense no a las reformas de Clístenes en 507 a. C., sino a una figura más legendaria y prestigiosa, Solón de Atenas (c. 638-558 a. C.). Solón encarnaba el arquetipo del sabio de la Grecia arcaica, en una época, entre los siglos VII y VI a. C., en que las diferentes technai o facetas del saber estaban entremezcladas. En primer lugar, se le considera un importante político que fue designado legislador (nomothetes) y mediador (diallaktes) entre las clases sociales de Atenas en un momento de crisis. Las leyes que promulgó Solón mejoraron la justicia social y posibilitaron el acceso de otras clases ajenas a la nobleza al gobierno de la ciudad. En segundo lugar, se conservan poemas compuestos por Solón en los que destaca por ser uno de los más brillantes líricos griegos, como sus elegías sobre Salamina o sobre el buen gobierno.

Pero es su tercera faceta la que termina por dotar a este personaje de toda su fascinación, pues la leyenda dice que fue uno de los míticos Siete Sabios de Grecia, cuyas máximas tenían un lugar de honor en el templo de Apolo en Delfos. Se convirtió incluso en protagonista de episodios literarios memorables, como su encuentro con el rey Creso, narrado por Heródoto, o su entrevista con el sacerdote egipcio, contada por Platón. No es de extrañar que, en un momento de tribulaciones políticas importantes, los ciudadanos atenienses quisieran situar a este personaje como el fundador de su sistema de gobierno participativo: la democracia. Aunque esto no fuera del todo cierto, se trataba de una mentira piadosa para prestigiar el régimen ateniense.

La Pitia de Delfos

El legendario templo de Apolo en Delfos albergaba el santuario oracular más famoso de la Antigüedad, situado en el centro espiritual y cultural del mundo griego. Cuando el consultante, tras cumplir todos los requisitos previos, llegaba al interior del templo, el adyton, se encontraba allí con la Pitia, sacerdotisa de Apolo, que era poseída por el dios para dar la respuesta a las preguntas mediante una suerte de trance. Ya en la Antigüedad se discutió sobre la naturaleza de este éxtasis profético y se plantearon una serie de teorías sobre el origen de la inspiración de la Pitia. Según un mito, transmitido por Diodoro y Plutarco, dicha inspiración provenía de una grieta en el suelo, bajo el trípode sobre el que se sentaba, que emitía un vapor, vaho o espíritu (pneuma). Cuenta la leyenda que fue un pastor quien, en el lugar donde luego se construiría el templo, había descubierto las propiedades de este vapor, que intoxicó a sus cabras y luego a él mismo, haciéndole ver el futuro.

Históricamente ha habido muchos intentos de explicar este éxtasis por el recurso a sustancias psicoactivas, por ejemplo, en la ablución ritual de la Pitia en la fuente Casotis, pues en la mayoría de los oráculos el profeta o la profetisa bebía agua, y a veces incluso sangre. Otros autores sitúan la causa en el trípode o en el laurel ritual, consagrado a Apolo, que la Pitia masticaba junto con una miel tóxica. Como decía el poeta Calímaco: "La Pitia en el laurel se instala, profetiza gracias al laurel y sobre el laurel se apaga".

Otras explicaciones antropológicas a la enajenación de la Pitia recurren al hipnotismo y a la sugestión. Pero últimamente la teoría de los gases en el subsuelo del templo ha cobrado fuerza desde que una investigación geológica encargada en tiempos recientes por el Gobierno griego señaló la existencia de una falla con etileno. Sigue siendo un mito de la historia la inspiración de inconexos vaticinios de la Pitia, que eran interpretados oportunamente por un grupo de sacerdotes y aprovechados políticamente por la potencia de turno en la Grecia antigua.

La Atlántida

Uno de los mitos más evocadores de la historia gira en torno a la existencia de la legendaria Atlántida —isla de Atlas—, supuestamente situada justo enfrente de las Columnas de Hércules. La cita el filósofo Platón en sus diálogos Timeo y Critias, compuestos en torno al 360 a. C., donde dice que "era más grande que Libia y Asia juntas" y que sobre ella reinaba "una confederación de reyes, de grande y maravilloso poder, que dominó toda la isla y otras muchas también". La describe como una poderosa ciudad-Estado llena de magníficos monumentos y rodeada de círculos concéntricos de agua. El Timeo cita a la Atlántida para referirse a las civilizaciones más remotas de la Antigüedad, tras hablar de la creación y de la estructura del universo. Hay que relacionar a esa ciudad fabulosa con el marco de reflexión platónico acerca de la sociedad ideal que se describe, por ejemplo, en la República (380 a. C.). La Atlántida aparece contrapuesta a la antigua Atenas, una sociedad modélica. Al final, después de un intento fallido de invadir Europa, que conjura la antigua Atenas, la Atlántida se hundió en el océano en un solo día y una noche como producto de lo que, por la forma en que está descrito, parece un maremoto.

Huelga decir que la alusión platónica ha devenido uno de esos mitos de la historia, entre intentos más o menos esotéricos por localizar la isla desde antiguo: algunos la identifican con la antigua Tarteso y sostienen que se encuentra en el sur de la península ibérica, otros la sitúan en las Canarias y se cuentan todo tipo de fantasías sobre lo que, en principio, no parece sino uno de tantos mitos filosóficos y propedéuticos en el marco del pensamiento platónico. Seguramente la Atlántida solo existió en la cabeza del más brillante y recordado de los filósofos griegos. Aunque sus postrimerías míticas han dejado larga huella en el imaginario occidental.

De Hesíodo a David Bowie

"Ground Control to Major Tom / Ground Control to Major Tom / Take your protein pills / And put your helmet on". Cómo olvidar la peripecia, alienante y mitológica, del astronauta Tom, orbitando en torno a su cápsula como un Odiseo espacial que ha perdido su rumbo y que, a diferencia del rey de Ítaca, ya nunca volverá a casa con su añorada esposa: "Tell my wife I love her very much, she knows". Es la legendaria canción Space Oddity (Rareza espacial) de David Bowie, publicada el 11 de julio de 1969, solo cinco días antes del lanzamiento del Apolo 11, e inspirada por Stanley Kubrick, que había filmado la que sin duda constituye la mayor producción mitopoética del cine del siglo XX, 2001: A Space Odyssey. Pero el fallido retorno del nuevo Ulises desde los astros se convertiría pronto, en otro de los discos de Bowie, en la venida mesiánica del extraterrestre: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972). En él, un marciano andrógino y redentor llega a un mundo en crisis apocalíptica para salvar a la humanidad como el "hombre de las estrellas" (Starman).

Entre ambas etapas del proteico Bowie, que se puede estudiar casi como un héroe mitológico, se halla The Man Who Sold the World (1970), de acentos nietzscheanos, con un Homo superior como salvador. Le siguen los acordes orwellianos de Diamond Dogs (1974), en la distopía del Big Brother. Y así podríamos seguir hasta la muerte del polifacético artista en 2016, con su último sencillo y videoclip, Lazarus, lanzado el 8 de enero de 2016, dos días antes de fallecer de cáncer de hígado a los sesenta y nueve años. Una vida de héroe, como el nietzscheano poema sinfónico de Strauss (Ein Heldenleben) y como su inolvidable disco Heroes (1977), de la etapa berlinesa: Bowie, como personaje y autor lírico, ha sido estudiado últimamente también como paradigma casi mítico por filósofos contemporáneos como Simon Critchley o Theodore G. Ammon. Y es que sus letras incluyen los mitos más relevantes para nuestra modernidad tardía: el retorno del héroe, el mesías o el intruso —que es, en el fondo, el mismo relato desde la perspectiva de la comunidad de origen—, el tiempo cíclico, el cambio de las edades —de la de Oro a la de Hierro, que cuenta el griego Hesíodo en Trabajos y días—, el andrógino, la pérdida del edén y la pesadilla apocalíptica. Son esquemas muy amados por la contemporaneidad, desde el cine y el rock hasta las series, los cómics y los videojuegos, en sus muchas relecturas de nuestros añejos y eternos mitos clásicos. A veces, me gusta decir que los arquetipos del heroísmo contemporáneo, heredado de la vieja mitología griega, tras pasar por el filtro de Nietzsche y Freud, están representados por "la triple ómicron": es decir, el trío formado por Edipo, Odiseo y Orfeo, pues sus nombres se escriben con esta letra en griego. Bowie los encarna a todos, especialmente a Orfeo, en su viaje al más allá, como el héroe de las mil caras de Joseph Campbell: desde el Swinging London al Manhattan de Warhol o al Berlín de finales de los años setenta, con la mirada puesta, a la vez, en una distopía política y en la innovación del sonido, que acaba relatando la catábasis al infierno de las drogas.

placeholder Portada de '100 fragmentos del mundo clásico', de David Hernández de la Fuente.
Portada de '100 fragmentos del mundo clásico', de David Hernández de la Fuente.

También se ve el mito en los muchos avatares del casi artúrico Duque Blanco en el cine: desde el extraterrestre de El hombre que cayó a la Tierra (1976) y el vampiro de El ansia (1983), al rey mítico de Laberinto (1984) —que se lee como una aventura junguiana del proceso de individuación— o a los detectives órficos que encarna en Twin Peaks: Fuego camina conmigo (1992) y a la vez en su disco Outside (1995), sumido en un mundo delirante, entre laberíntico y lynchiano (I’m deranged adorna la película Carretera perdida, 1997).

La mitología de Bowie, a la que habría que prestar atención monográfica, es un buen ejemplo de la manera en que los mitos nos alimentan siempre. En el siglo XX, tras los ecos de la filosofía y el psicoanálisis, artistas y pensadores muy variados los evocan y siguen marcando nuestra manera de pensar y de narrar. A ello se ha dedicado una serie de cursos titulada precisamente "Mitos filosóficos", merced a los buenos oficios de los profesores de filosofía antigua Iker Martínez Fernández y Jorge Cano Cuenca. En una primera edición llamada Mitos filosóficos de la Antigüedad (2023), se mostró qué resultado puede procurarnos indagar en la relación entre mito y filosofía desde Grecia y Roma, a través de los relatos simbólicos y explicativos que se han convertido en tópicos culturales para la inspiración de pensadores y artistas de todos los tiempos: Sísifo, Zaratustra, Prometeo, Eros, las visiones oníricas de los neoplatónicos, los continentes perdidos de las utopías, y otros muchos temas.

En una segunda edición, "Mitos filosóficos y mundo contemporáneo", se llevó el debate a la actualidad, desde los suicidios de los estoicos hasta los andróginos, del laberinto al destino del alma en el más allá, los poderes de invisibilidad o las representaciones del mal. Todas estas nociones y muchas otras han sido evocadas desde los presocráticos hasta Cicerón, pero, sobre todo, por Platón, que es especialmente conocido por el intento de complementar sus doctrinas a través del recurso al mito, la alegoría, la parábola o incluso el cuento proveniente del folklore. De Nietzsche a Camus, de Goethe a Hannah Arendt, del cine franquista a Pixar, como se investiga a lo largo de estas jornadas, hay muy relevantes ecos literarios, artísticos, políticos y filosóficos de los diversos mitos usados en la Antigüedad y de los arquetipos que reproducen. El éxito de público de estos encuentros, que sin duda se consignarán por escrito en forma de artículos o monografías colectivas, hace augurar una larga línea de trabajo, investigación y divulgación sobre nuestros viejos compañeros de viaje en la historia de la cultura: los mitos.

*David Hernández de la Fuente es escritor, traductor y catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de varios ensayos sobre literatura, filosofía y mitología clásica. Su último libro se titula ' 100 fragmentos del mundo clásico' (Ariel).

¿Existió la ciudad de la Atlántida? ¿Pronunció Julio César las famosas palabras "¿Tú también, hijo?", antes de morir? A veces, la narración patrimonial y literaria difiere de los hechos. En '100 fragmentos del mundo clásico', un ensayo escrito con afán divulgativo, el respetado clasicista David Hernández de la Fuente transita por la delgada línea roja que separa los relatos de tintes legendarios y folclóricos del mundo real, ofreciendo un mosaico de anécdotas y momentos controvertidos de la Antigüedad. A continuación, ofrecemos algunos de los fragmentos de su libro.

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