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Cómo construir un personaje: Trump, el gigante de oro
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María Gelpí

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Cómo construir un personaje: Trump, el gigante de oro

La última película de Ali Abbasi, 'The Apprentice. La historia de Trump', muestra el origen de la personalidad depredadora y embrutecida de Donald Trump

Foto: Donald Trump durante un mitin en Michigan. (Reuters/Brian Snyder)
Donald Trump durante un mitin en Michigan. (Reuters/Brian Snyder)

Hay muchas cosas que pueden ser de oro: las monedas, las joyas, los bordados, el palo de la baraja española, el pelo de las rubias, las medallas de los ganadores, el váter de Cattelan, los dientes de los narcos, el pico de los charlatanes, las cadenas de los raperos, las cosas horteras y Trump; sobre todo, Donald Trump. El día en que conocimos los resultados de las elecciones en EEUU fui a ver la última película de Ali Abbasi, The Apprentice. La historia de Trump, estrenada hace un mes en España y presentada en mayo en Cannes, con total discreción publicitaria. El afiche en dorado, que refulgía en el hall, al mejor estilo kitsch de Jeff Koons, prometía desvelar los métodos obscenos por los que Trump ha conseguido altas cuotas de poder y dinero turbio. Trump ha demostrado que es un gigante con cabeza de oro y Kamala Harris no ha sabido ser la piedra que le golpee los pies de fango.

Durante dos horas de duración, una estética sucia y áspera en formato 4/3 a lo tv movie para tele de tubo, planos con un toque Lo-Fi de paisajes urbanos pynchonianos y música disco ochentera, se muestra el origen de la personalidad depredadora y embrutecida de Donald Trump, interpretado por un sensacional Sebastian Stan. La historia se centra en su relación con el diabólico abogado neoyorquino, Roy Cohn, que encarna un punzante y convincente Jeremy Strong, conocido por su relación con el segundo periodo del terror rojo del macartismo. Le enseña a vestir, a manipular y a mentir más que hablar, como una suerte de Llados en versión mucho más sofisticada, potente y mefistofélica.

El Trump de la Quinta Avenida, que todos hemos visto en su última planta llena de brilli-brillis y dorados, paradigma de lo hortera, aparece en la película enmerdado hasta el cuello en asuntos como la corrupción urbanística, la manipulación política, el manejo de las bajas pasiones, la violación de su primera mujer o sus siniestras operaciones de estética llenas de grasa y coágulos. Todo en nombre del Make America Great Again. Trump aprende rápido, puesto que le roba a Cohn incluso la autoría de sus estrategias agresivas y amorales, más difíciles de aplicar que de enunciar: atacar siempre, nunca admitir errores y proclamar la victoria incluso en la derrota, que le hemos visto aplicar a pies juntillas. La película no tiene nada que envidiar a American Psycho o El lobo de Wall Street, con el añadido de que la de Abbasi es un biopic del señor que habita de nuevo la Casa Blanca. La película recoge hasta el año 1983, cuando Trump empieza a escribir su libro El arte de la negociación, mostrando cómo ha hecho de sí un personaje, porque, como nos aclaró Errejón, esto va de construir personajes y de ser despiadado, aunque, como en todo, hay grados.

Foto: Donald Trump es el ganador de las elecciones de EEUU. (Reuters/Brian Snyder)
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Ali Abbasi hace lo que mejor se le da, que es crear monstruos. Ya lo enseñó en Border, mostrando la vida íntima de unos trolls o en Holly Spider, un sórdido ejemplo de justiciero antiputas pecaminosas en la ciudad de Teherán. En The Apprentice, se muestra el germen del ascenso del jovencito Trump, un monstruo narcisista que empieza como un pardillo, un lechuguino que aprende de Cohn al tiempo que lo vampiriza, robándole sus ruines eslóganes y logrando un gran imperio, fundado en la avaricia y vanidad, propias y ajenas, hasta que el abogado muere postrado y consumido por el sida. En el fondo, no hay nada que nos cuenten de Donald Trump que no supiéramos ya sobre sus abusos de poder, fuerza y violencia sexual. A mí se me antoja que el personaje más interesante de todo el metraje es sin lugar a dudas Roy Cohn, del que ya existe un documental muy recomendable con el título Where's My Roy Cohn?, dirigido por Matt Tyrnauer en 1999, que remueve las tripas igual, pero con la sensación de haber recabado en el meollo de la perversidad.

El título de la película nos recuerda que el mismo Trump quiso enseñar sus métodos aprendidos en su reality con el mismo título, The Apprentice, entre 2004 y 2015, programa que le valió una estrella en el hortera Paseo de la Fama. Formaba a trumpitos emprendedores a base de comentarios despreciativos y ristomejidianos, como una suerte de yuppismo para dummies. El programa promovía la agresividad de sus concursantes, mostrando comportamientos cuestionables como sabotajes y manipulaciones. Su famosa frase "¡Estás despedido!", consolidó la imagen de Trump como empresario duro, antes de lanzarse a la carrera política. Por cierto, el programa fue adaptado en España en 2009 en La Sexta, con el publicista Luis Bassat en el rol principal, aunque también en esto hay grados.

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Pero lo más curioso de esta película es sin duda que, si bien lo que plantea Abbasi es enseñarnos lo perverso que es Trump, parece que está generando más morbo que rechazo. La película no deja de ser corrosiva, despiadada y mordaz, pero lejos de contradecir la construcción del personaje forjado por el mismo Trump durante años, lo alienta, mal que le pese a su director. Las triquiñuelas del poder sucio y los retorcidos métodos para hacerse de oro, aparecen como una lección de maquiavelismo contemporáneo, una continuación de su programa para aprendices, al modo de precuela reveladora, para los ya iniciados que quieran prosperar a toda costa, desentrañando los arcana imperii que no se mostraron en programa, por ser demasiado obscenos y secretos.

Y es que en el Trump de Abbasi se percibe cómo en un contexto de nacional-capitalismo se confunden con facilidad el emprendizaje meritocrático y el medrar a toda costa, la corrupción y el machismo como razones de estado, porque es el propio sistema que tiende a una amoralidad que lo permite. Trump no ha hecho otra cosa que dar esa misma imagen: que es capaz de alcanzar un progreso económico por encima de cualquier otro principio y que lo mismo que ha hecho con su ascenso personal, puede hacerlo con todo un país. Así que, si Trump es un rey Midas que transforma todo lo que toca en oro, lo que hay que hacer es frotarse con él, a través del voto, porque ya él hará el resto.

La película genera más curiosidad que rechazo, porque Abbasi alienta la misma imagen que Trump ha cultivado. Pero quizá lo más interesante es que el motivo de esta coincidencia involuntaria está en que es el mismo sistema neoliberal el que confunde emprender con ambicionar. Porque si de verdad queréis ver al Donald Trump más pasado de vueltas, solo hay que oírlo al natural.

Hay muchas cosas que pueden ser de oro: las monedas, las joyas, los bordados, el palo de la baraja española, el pelo de las rubias, las medallas de los ganadores, el váter de Cattelan, los dientes de los narcos, el pico de los charlatanes, las cadenas de los raperos, las cosas horteras y Trump; sobre todo, Donald Trump. El día en que conocimos los resultados de las elecciones en EEUU fui a ver la última película de Ali Abbasi, The Apprentice. La historia de Trump, estrenada hace un mes en España y presentada en mayo en Cannes, con total discreción publicitaria. El afiche en dorado, que refulgía en el hall, al mejor estilo kitsch de Jeff Koons, prometía desvelar los métodos obscenos por los que Trump ha conseguido altas cuotas de poder y dinero turbio. Trump ha demostrado que es un gigante con cabeza de oro y Kamala Harris no ha sabido ser la piedra que le golpee los pies de fango.

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