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Almodóvar se ha hecho un nuevo Toni Cantó (y nadie dice nada)
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Paula Corroto

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Almodóvar se ha hecho un nuevo Toni Cantó (y nadie dice nada)

A los personajes poderosos no se les critica nada por miedo a caerse del barco; se habla en corrillos pero al gran jefe o la gran jefa no se les señala con el dedo

Foto: Presentación de la película 'La habitación de al lado'. (EFE/Mariscal)
Presentación de la película 'La habitación de al lado'. (EFE/Mariscal)
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Me hizo ilusión el León de Oro que ganó Pedro Almodóvar en la Mostra de Venecia con La habitación de al lado. Me entusiasmaron esos 17 minutazos de aplausos. Me alegré como cuando se gana un Mundial. Antes de que se estrenara vi un montón de fotogramas de la película preciosos: ese salón lleno de piezas artísticas, ese Nueva York chic de librerías, esa casa Szoke en El Escorial donde fue rodada parte de la película y que es alucinante cómo se extiende en el pinar de la sierra madrileña… Y también estaba la novela de Sigrid Nuñez en la que se basa —publicada por Anagrama— para contar esta relación entre las dos amigas que me atraía tanto como para leerla en vacaciones. En definitiva: tenía muchas ganas de ver la última de Almodóvar.

Y fui a verla al cine. Y qué decepción. Porque sí, tenía todas esas cosas que yo había visto sin necesidad de ir a una sala. Es sofisticada, es muy agradable de ver, las dos actrices salen estupendas —sí, yo también querría que Julianne Moore viniera a acompañarme los últimos días de mi vida—, visten como si nadie se fuera a morir y Nueva York tiene ese aura intelectual de las pelis de Woody Allen. El guion (y esto sí lo descubrí al verla) es poético, onírico, te lleva sin trompicones, no se te hace pesado y en ocasiones dices, oye, qué bonito le ha quedado ese diálogo (porque es una peli de diálogos entre ellas). Pero ya. No hay más. Un envoltorio bello que no esconde nada.

Acudí al cine en busca de emociones, de algo que me removiera. Porque eso es lo que había leído de la peli: una amiga le pide a otra que le acompañe mientras decide poner fin a su vida al sufrir un durísimo cáncer terminal. Con esa premisa igual tienes que ir preparada para soltar una lágrima. Pero, como ha dicho también el crítico Carlos Boyero —ya, ya sabemos que tampoco es que Almodóvar le caiga muy bien—, no me provocó nada. Ni tristeza, ni melancolía, ni terror. Ni me acordé de nadie. Solo vi casas bonitas, una ciudad bonita y mucha ropa bonita…

"La peli no me provocó nada. Ni tristeza ni melancolía ni terror. Ni me acordé de nadie. Solo vi casas bonitas, una ciudad bonita…"

Además, tampoco es que el director y guionista te cuente mucho de la relación entre las dos amigas. Ni siquiera sabes muy bien cómo han acabado en esa casa. Sí, viejas amigas que se reencuentran y se quieren mucho, pero no sabemos ni cómo se separaron ni tampoco que se emocionen mucho al recordar la vieja relación. Una buena amiga muy, muy cinéfila me dijo al respecto que a Almodóvar le suele pasar algo con las mujeres y es que suelen estar retratadas con trazo grueso como "locas del coño" (es literal y me parece una descripción acertada). Todas al borde un ataque de nervios, todo el rato. Hombre, pues no.

De todas maneras, lo que me acabó destrozando la película —y me consta que no soy la única— fue el final. Aquí sí que va un spoiler, así que es usted libre de seguir leyendo o no. He leído ya unas cuantas cosas sobre el wokismo de la peli y gente que se ha sulfurado por eso. Bueno, a mí eso me da igual, de hecho, estoy de acuerdo con las críticas que hace a ciertas cosas que pasan en el mundo (cambio climático, ascenso extrema derecha, por poner dos ejemplos). Lo que me molesta de Almodóvar no es eso, sino que tome al espectador por tonto.

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Va el final: es obvio que el personaje de Tilda Swinton (que ya no recuerdo su nombre) muere. Su amiga, Julianne Moore (tampoco recuerdo su nombre en la peli) va entonces a recoger las cosas de ella a la casa y cuando aparca con el coche por el espejo retrovisor, ¿a quién ve? Pues a Tilda Swinton con peluca. Ya está. Así de claro. Es la misma actriz haciendo de su hija y el director no ha tomado otra decisión que haga ese mismo papel pero con una peluca con el pelo más largo y de color castaño. Y con trajecito de chaqueta. En fin… hubo carcajadas en el cine, hubo miradas y hubo la frase… ¿se ha vuelto a hacer un Toni Cantó? (recuerden: la aparición de Cantó como el amante de Penélope Cruz en el final de Todo sobre mi madre, que destruye esta fantástica película).

placeholder Fotograma de 'La habitación de al lado', de Pedro Almodóvar.
Fotograma de 'La habitación de al lado', de Pedro Almodóvar.

Es posible que otras personas no lo vean así y que, al contrario, la idea les parezca el recopetín del cine. Yo no soy crítica, solo espectadora. Pero sí hubo algo que después de ver la película se me quedó incrustado en el cerebro: de todas las personas que vieron la cinta antes de su estreno, de todos los que trabajaron en ella, incluso las dos actrices (que están muy bien, también hay que decirlo), ¿nadie hizo una mínima observación sobre lo chirriante de esta escena final? ¿Nadie dijo, Pedro, igual por ahí, no?

Y entonces pensé dos cosas. Igual sí se lo dijeron y no les hizo caso o se lo rebatió (aunque sea soberbio, está en todo su derecho como creador). Pero quizá fue peor, que es lo que suele ocurrir con las personas extraordinariamente poderosas y con egos gigantes: nadie les dice nada por miedo a caerse del barco; se habla en corrillos, pero al gran jefe/a no se le señala con el dedo. Y, en el fondo, da mucha pena porque es malo para todos.

Más tarde pasaron dos cosas: la Academia del Cine Europeo premió la película con cuatro nominaciones y es la gran favorita. Los Forqué, los premios que dan los productores en España, ningunearon la cinta. Ahora vendrá toda la temporada de galardones. No sé si pesará más el aura Almodóvar... o la peluca.

Me hizo ilusión el León de Oro que ganó Pedro Almodóvar en la Mostra de Venecia con La habitación de al lado. Me entusiasmaron esos 17 minutazos de aplausos. Me alegré como cuando se gana un Mundial. Antes de que se estrenara vi un montón de fotogramas de la película preciosos: ese salón lleno de piezas artísticas, ese Nueva York chic de librerías, esa casa Szoke en El Escorial donde fue rodada parte de la película y que es alucinante cómo se extiende en el pinar de la sierra madrileña… Y también estaba la novela de Sigrid Nuñez en la que se basa —publicada por Anagrama— para contar esta relación entre las dos amigas que me atraía tanto como para leerla en vacaciones. En definitiva: tenía muchas ganas de ver la última de Almodóvar.

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