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El barro de Valencia está muy contaminado de fascismo
Es muy alarmante lo de Valencia, pensamos en Podemos. El fango llama al fango y, al calor de la oportunidad, han acudido como mosquitos de la malaria multitudes de fascistas a enfangar, haciendo como que retiran barro
Es muy alarmante lo de Valencia, pensamos en Podemos. Lo estábamos comentando en el Garibaldi el día del concierto del cantautor. Nos dijo Pablo el 6 de noviembre que fuéramos, y fuimos. Fuimos al Garibaldi y no a Valencia, porque hay que estar donde diga Pablo. Si dice "a Canal Red", pues a Canal Red. Que dice "al concierto", pues al concierto. Mola obedecer a Pablo. Sobre todo, desde que montó el bar.
En el Garibaldi se respira democracia y tufo a nachos con queso. De la caja no ha salido, que sepamos, un euro para Valencia, pero nos reunimos allí a despotricar del fascista Iker Jiménez, que ha llevado varios tráileres. Combatir al fascismo tomando cañas es una ayuda inmaterial, más útil que el agua potable. Además, los de Iker son tráileres de Troya: parece que llevan ayuda, pero llevan fascismo.
Valencia tiene, por tanto, un problema peor que la riada. La riada es previsible, porque donde gobierna el PP hay desastres como este todos los días del año, aunque no salgan en la prensa comprada. Pero lo peor no es eso: el fango llama al fango y, al calor de la oportunidad, han acudido como mosquitos de la malaria multitudes de fascistas a enfangar, haciendo como que retiran barro.
Esto está afectando tremendamente a la percepción que debe tener la gente sobre quiénes son sus aliados políticos y quiénes son sus enemigos. La ultraderecha está arrebatándonos el protagonismo y el relato. ¿Es que no lo ven los valencianos? Muchos cayetanos y criptobros, mucho adicto al porno, mucho machote sin sororizar y mucha alienada. ¿Se van a dejar ayudar por ellos? Es traición de clase.
Aunque hemos de ser compasivos con la pobre gente empantanada. Los fascistas se mezclan con la ingenua población indígena y los adoctrinan aprovechando que hay que sacar trastos de los bajos inutilizados. Nos ha pillado por sorpresa que el fascismo cambie el fusil por la escoba, pero, tras unas cuantas reuniones y muchos nachos con queso, y ceviche, podemos dar al fin esta respuesta tajante con la celeridad que no hemos mostrado para decir que Maduro robó las elecciones.
Hablando de escobas, fue, por ejemplo, Roro. Ya lo ha avisado Pablo: Roro no trabaja en la cocina del Garibaldi, por lo tanto, cocina fascismo. La llevó a Valencia la Revuelta, que no es el programa de Broncano, sino una organización paramilitar neonazi que ha cometido la afrenta contra los derechos humanos de ayudar a los valencianos cuando tendrían que estar apedreando negros.
Estamos asistiendo, por tanto, a una coordinación de comandos ultraconservadores ante la impavidez del Gobierno socialista. El Gobierno tendría que haber mandado al ejército desde el primer día, lo pidiera o no Mazón, pero no para limpiar: solo el ejército puede frenar la invasión del fascismo.
Ahora palpamos las consecuencias, que son violencia política extrema. Hemos leído en elDiario.es, que jamás publicaría un bulo, que la ultraderecha reivindicó el atentado magnicida casi mortal contra Pedro Sánchez, que no es santo de nuestra devoción porque ya no gobernamos con él, pero que nos recuerda por su crudeza al terrible atentado terrorista que sufrió Pablo, cuando le enviaron una nota amenazante acompañada con unas balas.
Todo eso es culpa de Ferreras, de Pablo Motos, de Ana Rosa Quintana y de Carlos Alsina, que han blanqueado el fascismo. Por eso hay que limpiar con urgencia de España, y está bien empezar por la zona cero fascista de Valencia, las ideas ultraconservadoras y neoliberales de muchos de esos llamados "voluntarios" que en realidad son quintacolumnistas de toda la vida.
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No será tarea fácil porque, como ha pasado siempre, el capital se ha asociado rápidamente con el fascismo y las multinacionales criminales, empezando por Mercadona y el malvado Amancio, han enviado ayuda también. Amancio dio 100 millones para estafar a todos los españoles y el dueño de Mercadona, Juan Roig, obligó a sus trabajadores a trabajar. Todo eso lo hacen para no pagar impuestos. Inditex y Mercadona pagan menos impuestos juntos que la taberna Garibaldi un martes por la noche.
Exigimos al Gobierno que las grandes empresas paguen un impuesto revolucionario para sufragar en 100% de la limpieza material de Valencia, y al Gobierno que envíe de una vez a los tanques para sacar esa basura peor, fascista y capitalista criminal, y a toda esa gentuza que vierte en cada botella de agua y cada plato de comida caliente su infame ideología insolidaria.
Suerte que aquí, en la Garibaldi, nos reservamos el derecho de admisión. No pasarán.
Es muy alarmante lo de Valencia, pensamos en Podemos. Lo estábamos comentando en el Garibaldi el día del concierto del cantautor. Nos dijo Pablo el 6 de noviembre que fuéramos, y fuimos. Fuimos al Garibaldi y no a Valencia, porque hay que estar donde diga Pablo. Si dice "a Canal Red", pues a Canal Red. Que dice "al concierto", pues al concierto. Mola obedecer a Pablo. Sobre todo, desde que montó el bar.
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