"A medida que la sociedad envejece, nos estamos haciendo personas más infantiles"
Su libro sobre la infantilización de la sociedad se está traduciendo a todos los idiomas, incluido el chino. Hayward sostiene que la peste entró a través de la publicidad y ya lo contagia todo
La persona que menos te esperas, un profesor de criminología de la Universidad de Copenhague, ha escrito el libro que da voz a todos los cascarrabias del mundo. En Infantilised. How Our Culture Killed Adulthood trata de explicar las causas y las consecuencias de que seamos cada vez más infantiles y hayamos dejado de razonar como adultos. El ensayo se está traduciendo incluso al chino porque la infantilización, dice Hayward, es un problema global. Nos atiende por videoconferencia. A su espalda hay un mueble bar con licores duros, como los de las películas de James Bond.
PREGUNTA. ¿Por qué decide un criminólogo escribir un libro sobre este tema?
RESPUESTA. Aunque parezca un libro muy actual, empecé a escribirlo hace más de diez años. Redacté un par de artículos académicos sobre el tema, pero no tuvieron mucha repercusión y pensé que tal vez estaba perdiendo el tiempo. Pero los primeros patrones los empecé a observar en la televisión y en la publicidad.
P. ¿En la publicidad?
R. Sí, porque casi no aparecían arquetipos adultos. Y si aparecían, eran para ridiculizarlos. Mientras que el niño se presentaba como sabio y omnisciente, el adulto era imbécil. Incluso productos serios, como un banco o un fondo de pensiones, se anunciaban con dibujos animados. Pensé en cómo habría reaccionado mi padre hace 25 años si le hubieran intentado vender un coche con un personaje de dibujos animados.
P. En tu libro dices que, además de infantil, es paternalista. ¿Nos hablan como si fuéramos niños?
R. Sí, ocurre en los museos, en los programas de televisión, en todos lados nos advierten de que algo puede resultarnos perturbador. También en la calle. En Inglaterra, por todas partes, hay señales e indicaciones en espacios públicos que te dicen lo que debes o no debes hacer, recordándote hasta que bebas agua para no deshidratarte.
"Mi crítica no es hacia los jóvenes, sino hacia una cultura popular que nos trata como niños"
P. Tu libro fue reseñado en The Economist. El autor empieza diciendo que tienes razón en el planteamiento, pero acaba diciendo que exageras. ¿Se puede hacer una crítica a la contemporaneidad sin parecer un cascarrabias?
R. Esa reseña fue... complicada. De hecho, muchos medios tienden a hacer reseñas superficiales. No creo que se hayan leído realmente el libro, porque yo explico, por ejemplo, que me gusta jugar a videojuegos. De hecho, tengo una colección de videojuegos en la esquina de mi salón ahora mismo. Digo lo de los videojuegos porque es una observación que surge con frecuencia. Hace unos días, un diario danés hizo una reseña positiva de mi libro. A la semana siguiente publicaron la respuesta de un joven lector que opinaba que no era justo, que no podía acusar a los jóvenes de estar infantilizados. ¡Pero esa ni siquiera es la tesis de mi libro! Mi crítica no es hacia los jóvenes, sino hacia una cultura popular que nos trata como si fuéramos niños. Piensa en la clase política, la más infantilizada de todas, y compuesta en su mayoría por personas de mi edad. No es un tema generacional, sino cultural.
P. Vamos con el ocio. ¿Es más infantil el ocio actual que pasar la noche viendo programas de televisión?
R. Los seres humanos siempre hemos jugado; somos "homo ludens", animales que juegan. No critico el juego en sí, ni el ocio actual. Pero el problema es la escala, el universo en el que habitas. Si solo consumes videojuegos o solo ves películas de Marvel, si toda tu relación con la cultura pasa exclusivamente por ahí, te estás aislando en un mundo infantil.
P. ¿Y las redes sociales?
R. No es que sean malas en sí. El problema es lo que dejas de hacer mientras te entretienes con ellas. En Estados Unidos, los adolescentes pasan hasta 7,5 horas al día en redes sociales. Mientras están ahí, no están aprendiendo a conducir, ni tienen citas, ni leen, ni desarrollan otros intereses. De hecho, un estudio reciente muestra que muchos estudiantes en universidades estadounidenses llegan sin la capacidad de leer un libro de principio a fin. Es decir, están perdiendo habilidades fundamentales. El problema es que tu mundo se convierta en una experiencia infantil, aislarse en una burbuja infantil.
"La clase política no solo nos habla como a niños, sino que también actúan como tales"
P. Vamos a hablar de las consecuencias de esa infantilización. ¿Una sociedad infantilizada es, por ejemplo, peor que las anteriores? ¿Eran mejores las cosas antes?
R. El joven danés del que te hablé antes, el que me respondía en el periódico, argumentaba que no quiere tener nada que ver con el mundo actual porque es horrible y está creado por gente detestable. Ese pensamiento tiene varios problemas. Primero, es antihistórico, porque la humanidad ha enfrentado crisis desde siempre: plagas, hambrunas, guerras. ¿Qué diríamos de la gente que vivía en 1939, en la Gran Depresión o incluso durante la Guerra Fría, cuando la destrucción nuclear era una amenaza constante? Afirmar que el mundo actual es el peor es desconocer toda la historia.
P. ¿Qué más problemas tiene ese pensamiento infantil?
R. Lo que necesitamos es enfrentar los problemas de manera adulta. Si no te gusta lo que hay alrededor, con más razón necesitas personas maduras que entiendan el pasado y tengan visión de futuro para enfrentarse a los desafíos. Lo que tenemos es, por el contrario, una generación aislada en estilos de vida regresivos. Además, tenemos una clase política infantilizada, que probablemente es la peor que hemos tenido. No solo nos hablan como a niños, sino que también actúan como tales, con reacciones emocionales ante temas complejos. No podemos enfrentar problemas de adultos si pensamos como niños.
P. Hablas sobre los efectos de la infantilización en las relaciones personales, la ética laboral, la salud mental…
R. El enfoque actual hacia la salud mental es preocupante, porque en lugar de ayudar a las personas a superar sus ansiedades, tiende a validarlas, diciéndoles que está bien sentirse así. Y claro, ¿realmente es bueno que lo normalicemos? Si tienes ansiedad o preocupaciones, el objetivo debería ser superarlo, enfrentándote al mundo y aceptando que es un lugar complejo. Pero hoy en día parece que la psicoterapia ha convencido a muchas personas de que lo que sienten es un problema de salud mental. Crea una cultura que fomenta la regresión.
"Promueven que cada pequeña preocupación sea vista como un problema de salud mental"
P. ¿La regresión?
R. El concepto de "infantilización" en su origen es un término psiquiátrico que tiene que ver con vivir en un estado regresivo. Creo que muchas intervenciones psicoterapéuticas actuales están contribuyendo precisamente a esto. ¿Y por qué sucede? Bueno, en parte porque la industria de la psicoterapia y el asesoramiento necesita personas que llenen sus consultas. Si no hubiera una "crisis de salud mental", no habría demanda para tantos profesionales. De modo que estos expertos promueven que cada pequeña preocupación sea vista como un problema de salud mental, lo que ayuda a validar, normalizar y ampliar esta ansiedad en la población.
P. También mencionas la desaparición de los "terceros espacios", los espacios de socialización, como bares y clubes de música.
R. Los pubs y los clubes de trabajadores están en retirada. Solían ser considerados terceros espacios de democracia. Estos eran lugares orgánicos en pueblos y comunidades donde la gente se reunía, debatía y escuchaba diferentes perspectivas. Hoy en día están desapareciendo. Los pubs británicos están cerrando a niveles récord, y lo mismo sucede con los locales de música, que también son espacios donde se solían debatir temas políticos.
P. ¿Por qué crees que desaparecen?
R. Lo que reemplaza a estos lugares físicos es el espacio online. ¿Y ese es acaso un lugar positivo para el debate adulto y razonado? Las redes sociales son un hervidero de gritos, trolls y confrontación. Insultar a alguien bajo anonimato es algo normal, pero no es un espacio de discusión adulta. Es un cambio descomunal: antes, en un pub, te encontrabas cara a cara con otros adultos, veías modelos de comportamiento y podías discutir. Ahora, el anonimato de internet facilita comportamientos que son todo menos maduros.
P. ¿Es el bar un lugar donde aprender a madurar?
R. No solo el bar. Cuando eres joven, relacionarte con adultos te muestra arquetipos de lo que significa ser adulto, tanto lo bueno como lo malo. Al ir a una tienda, por ejemplo, tenías pequeños momentos que te permitían ver cómo se comportan los adultos en la vida diaria. Pero ahora, si haces todo online o te mantienes en redes sociales, pierdes los modelos. También se ha comprobado que los jóvenes de hoy, debido a la falta de interacciones cara a cara, a veces no pueden leer las microexpresiones faciales. Estas expresiones sutiles son claves en la comunicación humana, y si solo ves una pantalla, te pierdes esas interacciones matizadas. Además, siempre tienes la opción de desconectar. Si no te gusta algo online, simplemente puedes apagarlo, algo que no puedes hacer en una conversación real en un espacio físico. En España veo que los bares y cafeterías siguen llenos. Creo que es algo maravilloso y que debe valorarse. Estos "terceros espacios" son un antídoto contra la infantilización.
P. ¿Qué piensas de los emojis?
R. Los emojis son un ejemplo de esto. Si ves el perfil de alguien en Twitter lleno de emojis, te preguntas: ¿qué edad tiene esta persona? Esto es algo que haría un niño de ocho años, poniendo pegatinas en sus cosas. Usar banderas y emojis me parece una forma infantil de comunicar, y suele ir acompañado de un nivel de argumentación y debate bastante limitado.
"Una sociedad adulta valora el diálogo cara a cara y la riqueza de la interacción humana"
P. Asumiendo que la sociedad pueda estar infantilizada, ¿qué modelo anterior reivindicamos? ¿Cómo debería ser una sociedad adulta?
R. Una sociedad adulta valoraría la responsabilidad, el compromiso y la capacidad de debate razonado. En política, eso significaría líderes que piensen a largo plazo, que no estén centrados en obtener "me gusta" en redes sociales, sino en tomar decisiones que beneficien a las generaciones futuras. Una sociedad adulta valora el diálogo cara a cara y la riqueza de la interacción humana, en lugar de depender de una comunicación superficial y mediada por emojis y redes.
P. ¿Pero qué ejemplo concreto de sociedad adulta propones?
R. Lo primero es reconocer que ser adulto no es algo que debamos, ni podamos evitar. Puedes hacer todo lo posible por retrasar el envejecimiento, ir al gimnasio para mantenerte en forma, pero todos estamos envejeciendo. En lugar de luchar contra esto o ridiculizar la vejez, deberíamos dejar de verlo como algo de lo que huir. Si no tienes una política o una sociedad adulta, todo se resuelve a corto plazo, todo se centra en el ahora. Mira las campañas de Estados Unidos. No son campañas reales, sino que se trata todo el rato de crear vibraciones, apariencias, estados de ánimo.
P. ¿En algún país se hacen las cosas de manera más adulta?
R. Vivo en Dinamarca, y aunque la clase política aquí tiene sus defectos, son capaces de trabajar en proyectos a largo plazo. Actualmente, están construyendo una isla artificial, una iniciativa polémica que tardará 50 años en completarse. Los políticos daneses están dispuestos a colaborar a pesar de sus diferencias políticas, pensando en lo que es mejor para el país a largo plazo, incluso en obras que no verán terminadas en vida. Eso es tener una visión de futuro. Con una política infantilizada, ese tipo de pensamiento desaparece. Todo se convierte en una pelea sobre el presente, y hasta los temas más importantes, como el debate ambiental, se tratan de manera superficial, como si estuviéramos en una película de James Bond con un reloj de cuenta atrás.
"¿Por qué deberíamos escuchar a Greta Thunberg como si fuera una experta científica?"
P. ¿Encarna Greta Thunberg lo que denuncias en tu libro?
R. ¿Por qué deberíamos escuchar a Greta Thunberg como si fuera una experta científica? Ella no tiene más conocimientos científicos sobre el medioambiente que tú o yo. La discusión pública se ha reducido a personas que ya creen en el escenario de desastre y que solo discuten entre ellos. Lo que necesitamos es lo que solíamos tener: debates razonados, donde se nos trate como adultos, donde se puedan discutir estos temas complejos pensando en el futuro. Pero hoy en día, esos debates parecen haber desaparecido.
P. Hablas de la aversión al riesgo como otro ejemplo de infantilización. ¿Por qué?
R. En Inglaterra, por ejemplo, hemos pasado de ser líderes en ingeniería y grandes proyectos a quedar atrapados en un mundo de planificación y aversión al riesgo. Estamos atrapados en un ciclo de seguridad y planificación infinita, sin acción. Este tipo de sobreprotección se extiende a la vida cotidiana, con el estado constantemente invadiendo nuestra privacidad y nuestras libertades bajo el pretexto de "seguridad". Con la tecnología de vigilancia biométrica y las monedas digitales de los bancos centrales, estamos viendo cómo el estado se infiltra en todos los aspectos de nuestra vida. Si fuéramos una sociedad adulta, cuestionaríamos esta expansión del estado y su control.
P. Es paradójica esta infantilización porque nuestros países están cada vez más envejecidos. ¿Nos infantilizamos cuando nos hacemos muy mayores?
R. Exactamente, y es una contradicción evidente. A medida que nuestra sociedad envejece, en lugar de ganar en madurez, parece que nos volvemos más infantiles. Este es un fenómeno sorprendente y preocupante.
"Se fomenta la narrativa de que los jóvenes odian a los 'boomers', y viceversa"
P. Precisamente a los ancianos es a quien más tratamos como si fuesen niños. En el libro cuentas que existe un viejo debate sobre este tema en las residencias de mayores.
R. Exactamente. En aquellos estudios de los sesenta, se descubrió que a los mayores no les gustaba en absoluto ser tratados como niños; lo odiaban. Hubo incluso un experimento famoso en el que se intentó tratar a jóvenes de la misma manera, y ellos también lo odiaron. A nadie le gustaba que controlasen cada aspecto de su vida. Lo curioso es que este tipo de trato, que antes solo se aplicaba en entornos muy específicos y medicalizados, ahora se ha extendido a todos los ámbitos. No solo los ancianos, sino también los jóvenes, son infantilizados de diferentes maneras. Y esto viene de lo que podríamos llamar la clase profesional y administrativa o las élites políticas, que, en lugar de reconocer el valor de los mayores y su contribución, parecen estar empeñadas en enfrentar a las generaciones entre sí.
P. Suelen ser las generaciones más mayores las que se quejan de la infantilidad de lo que les rodea.
R. En el libro menciono brevemente lo que llamo "generacionismo", que es esta idea de que una generación debe estar en conflicto con otra. Se fomenta la narrativa de que los jóvenes odian a los "boomers", y viceversa, con comentarios del tipo: "Si los jóvenes ahorraran, podrían comprarse una casa". Este tipo de discurso es muy peligroso, ya que establece una guerra artificial entre generaciones, lo que impide crear consenso y construir proyectos para el bien común.
P. En el capítulo donde hablas sobre política, mencionas que se ha convertido en un espectáculo, una especie de "política performativa". ¿Podrías elaborar más sobre esta idea?
R. Claro. Creo que esto representa la erosión de lo que podríamos llamar una política adulta, basada en lógica, retórica y la habilidad de comunicar ideas de manera seria. Max Weber hablaba de la “gracia” de los políticos y de su carisma, cualidades que se han perdido. Ahora tenemos figuras que carecen de esas habilidades y que, en lugar de ello, recurren a la emocionalidad y los insultos infantiles. Esto está muy influenciado por los medios a través de los cuales se comunican, como las redes sociales y TikTok.
P. ¿Qué hacen estos políticos que no se hacía antes?
R. Hoy vemos a políticos británicos imitando canciones de rap en TikTok o participando en reality shows como I'm a Celebrity, Get Me Out of Here. Es impensable que generaciones de políticos anteriores hicieran algo así, porque entendían que la política era un asunto serio. Ahora, en cambio, muchos de estos políticos han estudiado en universidades de élite, pero no tienen experiencia de vida real; creen que esos estudios son suficientes para gobernar, cuando en realidad lo que importa es la experiencia vital. Hemos perdido la figura del parlamentario de clase trabajadora que pasó años en empleos reales y luego subió a la política. Ahora, los nuevos políticos de ambos partidos apenas han trabajado fuera de la política. En lugar de una política sustancial, lo que tenemos es una "política de vibraciones": una política de emociones superficiales y eslóganes vacíos.
P. Has mencionado que, incluso cuando no te gustaban las ideas de ciertos políticos, al menos podías respetarlos por su experiencia de vida.
R. Exacto. Incluso a los políticos cuyas ideas me disgustaban, los trataba con seriedad porque habían vivido la vida, habían trabajado en oficios reales o experimentado conflictos. Pero no puedo tomar en serio a figuras como David Miliband o los nuevos cancilleres y parlamentarios. No parecen ser personas serias; no tienen la profundidad necesaria. Lo que tenemos ahora es una política superficial y vacía. La mayor parte de esta tendencia viene de Estados Unidos, que ha exportado esta política performativa y superficial al Reino Unido. Todo, desde los temas raciales hasta los tiroteos, se importa como si las situaciones fueran las mismas, cuando no lo son. Esto ha transformado nuestra política en una especie de eventocracia, donde lo importante es el espectáculo y no el fondo. No es una crítica política en sí, sino un problema que afecta a todo el sistema político, a izquierda y derecha.
"Bill Clinton empezó con esta politización de la cultura pop al tocar el saxofón en televisión"
P. Mencionas en el libro ejemplos como Donald Trump y Bernie Madoff, pero también mencionas a Bill Clinton como un precursor de esta tendencia hacia la política de espectáculo.
R. Sí, en cierta forma, Bill Clinton empezó con esta politización de la cultura pop al tocar el saxofón en programas de televisión y rodearse de celebridades. Aunque Clinton tenía una agenda política divisiva y, en algunos casos, racista, el hecho de mostrarse cómo una figura accesible y mediática le ayudó a conectar. Creo que este tipo de estrategias baratas y superficiales han contribuido a debilitar la seriedad de la política, y nos han llevado al punto en el que estamos hoy. Es importante entender que la infantilización de la cultura comenzó en los años sesenta, mucho antes de que yo naciera, y fue impulsada deliberadamente por el mercado.
P. En el último capítulo de tu libro ofreces algunas soluciones para revertir esta tendencia hacia la infantilización. ¿Realmente crees que es posible hacerlo?
R. Algunas de estas reglas son cosas que, en teoría, no deberían tener que explicarse. Por ejemplo, deberíamos ser mucho más cautelosos con las grandes tecnológicas a las que entregamos datos personales sin pensar. Es importante ser más suspicaces con las corporaciones tecnológicas y los políticos, no darles carta blanca, sino mantener una actitud de escrutinio constante. Otro punto crucial es involucrarse en política a nivel local, proteger el derecho al voto y participar activamente en la democracia. En la próxima elección en Estados Unidos, sea cual sea el resultado, se plantearán dudas sobre la legitimidad del proceso, como el fraude electoral o el uso de votos por correo. Esto se debe a que mucha gente cree que la democracia es algo dado, que continuará indefinidamente. Pero si no la cuidamos, si no vigilamos a nuestros políticos, estamos en peligro de perderla.
P. Dices que la gestión de las cosas más concretas y cercanas está siendo descuidada debido a ideologías extremas.
R. Sí, claro. Hay ciudades que se están desmoronando debido a una política extremadamente ideologizada y carente de pragmatismo. Tomemos San Francisco, que es un buen ejemplo. Yo viví allí hace 20 años, y era una ciudad hermosa, progresista y agradable. Ahora, me preocupa visitarla de nuevo porque veo cómo ha cambiado: las calles están llenas de problemas de drogadicción, personas sin hogar y problemas de salud mental. Es irónico que, siendo la capital tecnológica del mundo, haya llegado a este punto.
P. En el último capítulo hablas de proteger la democracia y de ser cuidadosos con nuestras decisiones en las urnas. Mencionas que cuando dejamos de prestar atención, personas incompetentes terminan en el poder.
R. Sí, eso es exactamente lo que sucede. La gente vota siguiendo líneas ideológicas sin realmente investigar a los candidatos, y eso nos lleva a tener líderes que no deberían haber llegado tan lejos en el proceso. Si no vigilamos de cerca, malas personas son elegidas, suceden malas cosas y la civilización comienza a desmoronarse. Es increíble el despilfarro económico que generan estas figuras, que pasan desapercibidas porque el público está más preocupado por el próximo técnico del Barcelona o quién ganará en X Factor. Estas distracciones son convenientes para quienes prefieren que la ciudadanía no preste atención a temas serios.
La persona que menos te esperas, un profesor de criminología de la Universidad de Copenhague, ha escrito el libro que da voz a todos los cascarrabias del mundo. En Infantilised. How Our Culture Killed Adulthood trata de explicar las causas y las consecuencias de que seamos cada vez más infantiles y hayamos dejado de razonar como adultos. El ensayo se está traduciendo incluso al chino porque la infantilización, dice Hayward, es un problema global. Nos atiende por videoconferencia. A su espalda hay un mueble bar con licores duros, como los de las películas de James Bond.
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