Cuando la adicción a las drogas te vuelve "un cabrón egocéntrico, arrogante y bocazas"
Charlamos con Javier Giner sobre 'Yo, adicto', la miniserie basada en su propia vida, que trata de las adicciones, los problemas mentales y su desestigmatización
Dicen que la autoficción es complaciente, pero Javier Giner no lo es en absoluto consigo mismo. Se describe así, voz en off mediante, al principio del primer capítulo: "Soy un payaso tocapelotas e histriónico, arrogante, bocazas, frívolo, un cabrón egocéntrico y ciclotímico". Y, por supuesto, también es un adicto. Alguien con cicatrices muy profundas y arraigadas. Un enfermo, como le recuerdan continuamente durante la miniserie de seis capítulos que ha creado. Porque nadie elige ser un adicto o hacerse daño. Y porque Yo, adicto (de Alea Media, en Disney+) la serie basada en el libro homónimo publicado en 2021, va justamente de eso: de las adicciones, los problemas mentales y de su desestigmatización, todo contado a partir de la historia real del propio Giner.
El particular viaje del héroe de Giner transcurre casi por completo en la clínica de desintoxicación en la que tanto el verdadero autor como su personaje en la pantalla (un Oriol Pla, como siempre, entregado a la causa y lleno de matices) tuvieron (tuvo) que recluirse para liberarse de sus demonios cuando finalmente tocó fondo. Giner, profesional de la industria audiovisual, que estudió escritura y dirección en la Escuela de Cine de Los Ángeles y ha escrito también cortometrajes y cuentos, no acepta al principio de la serie compartir enfermedad con otras personas que le parecen inferiores socialmente a él. El viaje del héroe, por lo tanto, no es solo para recuperarse de sus adicciones y entender mejor por qué ha terminado en el fondo del pozo, sino también para crecer como individuo y aprender a cuidarse y perdonarse. Y, a ser mejor persona, por muy estereotipado que esto suene.
Nos atiende el propio Giner para hablarnos de la serie que acogió su premiere mundial en la sección oficial de San Sebastián y que ya se ha alzado como triunfadora absoluta en el Serielizados Fest 2024.
PREGUNTA. Para empezar, te quería preguntar cómo ha sido la experiencia —porque no eres novato en la industria audiovisual, pero no es lo mismo escribir un corto que contar tu propia vida—. Debe ser rara la sensación de que un actor (en este caso Oriol Pla) haga de ti, ¿cómo fue el proceso de trabajo con él?
RESPUESTA. A ver, no descubro América si digo que es extraño, pero te tengo que decir que lo he disfrutado muchísimo. Ha sido un viaje precioso en el que he aprendido mogollón. De alguna manera, de una forma inconsciente y kamikaze, me lancé a por ello y me he sentido muy cómodo. Evidentemente, ha habido muchos miedos, dolor y sufrimiento porque he puesto todo lo que tengo a la serie, pero ese espacio de creador lo he vivido desde un lugar muy cómodo, quizá por inconsciencia absoluta. Llegué a no planteármelo para no entrar en un espacio de inseguridad que me podía generar un bloqueo. En el fondo tienes que ser un poco inconsciente para sacar estos proyectos adelante.
P. No sé si tenías en mente que Pla debía imitar tus gestos...
R. Hay dos cosas fundamentales en el trabajo con Oriol: hemos estado ensayando prácticamente un año, que es algo impensable en el mundo audiovisual, yo no conozco procesos de trabajar tanto tiempo en un personaje. Y luego una de las primeras cosas que le dije es que no quería que me imitase, yo no soy una persona pública, no soy David Broncano, así que podía librarse de esa imposición y construir un personaje de carne y hueso. Para mí, el personaje final debía ser un hijo que él y yo nunca podríamos tener, es decir, tenía que tener mucho de él y mucho de mí. A partir de esa base sólida ha sido un proceso que trasciende mucho la relación profesional de un director con un actor. Mucho del trabajo ha sido conocernos, vincularnos, pasar tiempo juntos, darle acceso a todos los aspectos de mi realidad (por ejemplo es la única persona que ha leído mis diarios de la clínica y ha conocido a toda mi familia, mis amigos...). No era un calendario de ensayos, era más bien una intuición común porque solo podíamos hacer esto a tumba abierta y sin red y con un cuidado y una simbiosis absoluta. Cuando estábamos en San Sebastián yo le decía medio en broma que teníamos que desarrollar una tesis para que él pareciera Daniel Day Lewis y yo Kubrick, pero la realidad absoluta y honesta es que no sé cómo lo hemos hecho. Me ha pasado con todos los actores de la serie, nos hemos parecido más a una compañía de teatro que a un proyecto audiovisual que es más solitario e industrial.
P. Vamos a eso de la individualidad, cuando escribiste el libro (el oficio de escritor también es muy solitario), ¿pensabas en adaptarlo a lo audiovisual?
R. Qué va. En esos momentos yo estaba en proceso de adaptación de mi primer largometraje, que iba a ser mi debut (y no lo he hecho todavía). Si yo hubiera tenido esa idea en la cabeza, no habría escrito el libro que escribí porque habría intentado protegerme más. Yo creo que Yo, adicto tanto en libro como en serie es un proyecto un poco irreal, los he hecho sabiendo que lo hacía pero sin pensar que fuera a verse o a leer. Es un poco raro y dirás "menuda loca", es que fue ver la primera copia de la serie terminada, girarme a Oriol y decirle: "Cariño, estamos locos. Esto lo va a ver la gente" Y me pasó lo mismo con el libro. Cuando vi las galeradas pensé: "Ah, espera, que esto lo va a leer gente que no sé quién es". Es una sensación muy heavy. Se está diciendo mucho que Yo, adicto es una serie valiente y cruda, pero yo lo digo sin falsa humildad, no es una serie valiente, es una serie honesta y la he conseguido aislándome creativamente.
La adicción es un 'Macguffin', la excusa que yo utilizo para hablar de la vulnerabilidad que nos une como seres humanos
P. Justo me quería enfocar en que eres bastante destructivo contigo mismo durante toda la serie, y aun así el espectador puede sentir mucha empatía porque al final eres una persona vulnerable, que se odia a sí misma, lo que es bastante humano.
R. Eso es un riesgo absoluto que tomé desde el comienzo de la serie. Realmente lo de las drogas para mí es lo superficial, la serie va del crecimiento personal de alguien buscando su identidad, que es un proceso que atravesamos los seres humanos. El personaje se llama como yo porque el hecho de hablar de mí mismo me permite no ser autocomplaciente. Si hubiese sido otro personaje le hubiese querido más. Había un riesgo fundamental en la serie: el personaje es absolutamente detestable en los primeros capítulos, tenía que sacarte de tus casillas porque es un gilipollas, pero también notas que hay una herida. Como espectador tienes que bascular entre el rechazo y la lástima a una persona sin herramientas para gestionar la vida. Y poco a poco va pasando de un estallido apabullante a la calma de conocer quién es en realidad. Al final, en ese camino las drogas son lo menos importante de todo. Hablamos de la familia, los vínculos y la desestigmatización de las personas que se pierden y se extravían. Y para eso tenía que hablar de alguien que está enfermo.
P. Eso además lo repites mucho, lo de "estáis enfermos. Nadie elige ser un adicto. Nadie elige hacerse daño". Tratas los problemas de salud mental de una manera que no es estereotipada o paternalista, lo cual es difícil, más en los tiempos que corren...
R. Te agradezco que me digas eso porque para mí era fundamental, no como guionista o director, sino como adicto, la forma en la que socialmente se habla de la adicción que está llena de frivolidades, de estereotipos, de gente hablando sobre ello que no tiene ni la más mínima idea... para mí era muy importante explicar a los seres humanos detrás de las estadísticas y la realidad detrás de un proceso de desintoxicación, y la realidad detrás de un variado abanico de enfermedades mentales que a veces nadie explica. Y también pretendía lanzar un grito salvaje a favor de la empatía, los cuidados y el poder de la bondad. Lo decía continuamente en San Sebastián, hablas de la importancia de lo colectivo como fuerza motora y parece que eres un hippie. No tiene nada que ver con eso, yo lo he experimentado en mis propias carnes: el poder de la bondad y lo colectivo me han salvado la vida. Y por eso eran cuestiones que tenía que cuidar en la serie, que al final es una reivindicación de las personas juzgadas, marginadas y silenciadas. Evidentemente hay una transformación de todo esto al lenguaje audiovisual de personas que existen porque es imposible capturar la vida, el Javier de la pantalla no soy yo, pero soy yo. Nuestro límite de fabulación dramática ha estado siempre en la realidad. Todo lo que rodea a la serie es real.
P. Me llama la atención algo que has dicho antes: se critica la autoficción porque es muy complaciente, pero la serie no es muy autocomplaciente que digamos...
R. Es que el tema de la autoficción a mí me parece un poco viejuno, la verdad. Todo es autoficción, aunque haya cosas más evidentes y explícitas como en mi caso, que estoy contando mi vida con un personaje que se llama como yo. Pero cuando eres un autor o autora tus personajes hablan de ti, es inevitable, si tienes una mirada sobre el mundo... pues no sé, si eres Fellini o David Fincher, sus películas me hablan de ellos, están en sus personajes, sé cómo ven el mundo. En el momento en que te pones a escribir y escribes desde una verdad es inevitable que tu propia forma de ver el mundo atraviesen el guion.
P. Y por volver a la obra de nuevo, hay otras películas como Trainspotting o Réquiem por un sueño, que hablan de la adicción. A mí la parte de la clínica me recordaba un poco a Bojack Horseman...
R. Ay qué gracia, me encanta. No lo había pensado.
P. Claro, al final es un tipo muy dolido que parece un capullo y que está en una clínica pero no sabe si se quiere curar realmente. Yo te quería preguntar qué crees que tiene de diferente tu serie frente a otros productos que van sobre el mismo tema.
R. Pues hemos tenido muchos ejemplos de ficción que narran la caída a los infiernos, pero pocos de cómo se sale de ahí, y al final este es el camino de recuperación y reconciliación con el mundo. Para mí la adicción es un Macguffin, la excusa que yo utilizo para hablar de la vulnerabilidad que nos une como seres humanos, y eso está ocurriendo en todos lo que la veis... empezáis viendo la serie de un adicto y acabáis totalmente identificados porque las heridas que acarrea son las vuestras. Es una reivindicación absoluta de la humanidad y de que dejemos de ponernos caretas.
P. Volviendo (irremediablemente) a la droga y la adicción, ¿crees que todavía se tiene que desestigmatizar el hablar de ello libremente?
R. Creo que la adicción está profundamente estigmatizada, se habla de ella con mucha frivolidad, de algo que hace mucho daño a los que lo sufren y te lo digo en carne propia porque lo he vivido y lo sé. Creo que es guay que en la sociedad se empiece a hablar de ello de manera responsable, madura y empática. Es una enfermedad que muchas veces se señala, margina y se compara con un vicio y no tiene que ver nada en absoluto con eso. Vivimos en una sociedad donde es urgente hablar de esto, de la salud mental, de la opresión laboral, de la precariedad... de lo que nos está pasando. Hay que tener conversaciones profundas al respecto. Mi granito de arena es la serie de ficción porque me dedico a eso. La serie reivindica la importancia de hablar.
P. Y de lo colectivo.
R. Totalmente, en una sociedad tan individualista es vital recordar el poder de lo colectivo. A mí me salvó la vida.
P. Y algo más polémico, ¿hay oficios, como la publicidad por su ritmo de trabajo frenético, que crees que de algún modo empujan a la adicción?
R La desinformación tiene mucho que ver con esto que me preguntas. Parece que las clínicas son una aventura pop, relacionadas con famosos, con gente como Lindsay Lohan. Por cada famoso que escuchas hay mil quinientas personas anónimas, y este es un prejuicio del que provengo yo también. Cuando entré yo pensaba que me encontraría a actrices, djs, un director de publicidad... y me encontré lo contrario. Personas anónimas, con trabajos normales, que atravesaban todas las clases sociales de la sociedad española, gente millonaria y familias en riesgo de exclusión. Médicos, electricistas, pintores de chapa de un taller... no hay un entorno en el que se fomente la adicción, es solo un gran bulo mediático. En nuestro imaginario las clínicas van unidas a personas famosas, pero no es verdad.
Creemos que las clínicas son sitios a los que va Lindsay Lohan, pero hay médicos, electricistas, pintores de chapa de talleres...
P. Para acabar, ¿cómo ha sido la acogida?
R. Te voy a ser muy sincero: me tiene sobrepasado. Es una frase hecha que habrás oído mil veces, pero ni en el mejor de mis sueños me imaginaba una reacción así. Lo que más orgulloso me tiene es que la serie ha trascendido más allá de si es buena o es mala. La propia serie parece tener un artefacto o mecanismo donde el espectador recibe un regalo muy especial, y la respuesta está siendo igual, muy emocionante desde lugares muy íntimos y bonitos. Está siendo profundamente emocionante.
Dicen que la autoficción es complaciente, pero Javier Giner no lo es en absoluto consigo mismo. Se describe así, voz en off mediante, al principio del primer capítulo: "Soy un payaso tocapelotas e histriónico, arrogante, bocazas, frívolo, un cabrón egocéntrico y ciclotímico". Y, por supuesto, también es un adicto. Alguien con cicatrices muy profundas y arraigadas. Un enfermo, como le recuerdan continuamente durante la miniserie de seis capítulos que ha creado. Porque nadie elige ser un adicto o hacerse daño. Y porque Yo, adicto (de Alea Media, en Disney+) la serie basada en el libro homónimo publicado en 2021, va justamente de eso: de las adicciones, los problemas mentales y de su desestigmatización, todo contado a partir de la historia real del propio Giner.